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La guerra de Iraq nos ha hecho olvidar conflictos que provocan miles de muertos y millones de desplazados

Guerras en el olvido

Fuentes: Revista Fusion

En un año en el que la guerra de Irak ha monopolizado el interés de los medios de comunicación, no podemos olvidar que en el mundo existen también otros conflictos que provocan miles de muertos y millones de desplazados. En Darfur (Sudán) se está produciendo actualmente un genocidio de características similares al de Ruanda. ¿Habías oído hablar de él?

Mundo en guerra
Desde que finalizó la Segunda Guerra Mundial, sólo 63 países(*) se han visto libres de la guerra. El 90% de los que han estado envueltos en algún tipo de conflicto violento se encuadra dentro de lo que entendemos por Tercer Mundo. Se calcula que en la segunda mitad del siglo XX murieron aproximadamente 45 millones de personas víctimas de la guerra. Y el comienzo del nuevo siglo no parece que vaya por un camino distinto. El año pasado se registraron hasta 35 conflictos de intensidad media y alta, y un número indeterminado de focos en los que no se nombra la palabra «guerra», a pesar de la situación de violencia que acarrean.
A pesar de lo demoledor de estas cifras, no todos los días los medios de comunicación nos brindan información sobre lo que está sucediendo en otros lugares del planeta. Muchos de estos conflictos son completamente desconocidos para la opinión pública. Existen únicamente para la pequeña parte de humanidad que los padece. Y eso aunque son la causa directa de miles de muertos cada año, provocan el desplazamiento de millones de personas, entre refugiados y desplazados internos, e impiden la estructuración básica de los servicios de un país. Sin embargo no es suficiente. No pueden competir con los temas «estrella», con mayor publicidad y mayor impacto en la opinión pública. Se desarrollan en una completa indiferencia mediática, consumiendo vidas en algún rincón del planeta, hasta que, por una u otra razón, dan al salto y pierden el anonimato.

Tipos de conflictos
El concepto tradicional de guerra como enfrentamiento entre dos o más estados, que era el prototipo durante la guerra fría, ha derivado en muchos casos en otro tipo de conflictos, no tanto entre estados, sino internos: distintas facciones enfrentadas dentro de un mismo territorio, salpicando el mapa de pequeñas guerras civiles. Las motivaciones son variadas, a veces religiosas, a veces tribales, etc. «Sí hay una tendencia hacia la internalización de los conflictos -explica Jordi Passola, director de Comunicación de Médicos sin Fronteras-. Sin embargo, con independencia de la calificación que le pongamos, lo cierto es que para la población civil las consecuencias son las mismas o incluso peores».
En ocasiones no se habla de guerra para enmascarar o disimular lo que está sucediendo. «Hay situaciones de violencia extrema, grandes crisis humanitarias o graves violaciones de los derechos humanos, que por intereses económicos o políticos, no interesa que salgan a la luz pública. En esos casos se califican como situaciones de tensión o de crisis, en vez de hablar de casos de genocidio o guerras de alta intensidad». Josep Mª Royo, analista de Conflictos Armados de la Unidad de Alerta de la Escuela de Cultura de Paz (Universidad Autónoma de Barcelona), recuerda lo sucedido en Ruanda hace 10 años. «Todo empezó en abril del 94, pero hasta dos meses después no se empezó a hablar de genocidio. Hasta entonces se calificaba como una crisis interna de carácter étnico, peleas tribales. Hasta que no hubo una evidencia clara de las graves violaciones de los derechos humanos, de las matanzas que se estaban perpetrando, no hubo una respuesta clara y contundente por parte de la comunidad internacional».

Hay ejemplos de situaciones de tensión o crisis que no se pueden considerar guerras abiertas. Un ejemplo es Zimbabwe. Es un país que se encuentra en una grave crisis económica, y donde hay un conflicto político desde marzo del 2002, fecha en la que se celebraron las elecciones presidenciales y el actual presidente Robert Mugabe manipuló los resultados. Desde entonces hay una disputa interna a nivel político muy importante que genera enfrentamientos entre ambos contendientes. En Zimbabwe se están llevando a cabo medidas a nivel internacional para intentar encauzar esa situación, aunque todavía no es suficiente. Pero ¿de qué depende la intervención internacional? «Está claro que hay intereses económicos y políticos que influyen en la intervención o la pasividad de la comunidad internacional -responde Royo-. En Sudan existe un proceso de paz desde hace varios años. Ahora por fin se está consiguiendo dar pasos en esa dirección gracias a la presión de Estados Unidos. ¿Por qué? Pues por intereses económicos. Hay petróleo en la zona sur del país, por eso Estados Unidos quiere que se avance en el proceso de paz».
Otro ejemplo es la situación que se ha vivido recientemente en Haití. Desde el año 2000 se encuentra en una situación de violencia y desgobierno, pero para que la comunidad internacional tomase la decisión de implicarse a nivel político, ha tenido que producirse un descontrol a nivel institucional, un levantamiento armado con graves violaciones de los derechos humanos y numerosas víctimas mortales. Es entonces cuando se plantea por fin la necesidad de enviar una misión de mantenimiento de la paz.
Cada vez más, en este tipo de conflictos, la violencia contra la población civil no es sólo una consecuencia, sino que a veces se convierte en parte de la estrategia de guerra. Desplazamientos forzosos, esclavitud, violencia sexual… Las organizaciones humanitarias no dejan de mostrar su preocupación ante el espectacular aumento de víctimas civiles. «En muchos casos estamos hablando, no de guerras entre ejércitos en las que los civiles resultan afectados, sino de guerras en las que la gente es claramente el objetivo, porque interesa desplazarlos para robarles la tierra o los recursos naturales que estén en su zona», denuncia Aitor Zabalgogeazkoa, responsable de emergencias de Médicos sin Fronteras.
El desplazamiento masivo de personas dentro de las fronteras del propio país es una de las consecuencias de esta nueva tipología de conflicto, por eso cada vez se habla menos de refugiados -que los sigue habiendo- y más de desplazados internos. Esas mareas humanas se mueven de un lado a otro del país en unas condiciones de precariedad y de necesidad muy similares a las de los refugiados. Sin embargo son más vulnerables, ya que no existe ningún estatuto internacional de protección que pueda acogerlos. Esas situaciones son las que causan un mayor número de víctimas.
«En una campaña militar puede haber un montón de bajas -continúa Aitor Zabalgogeazkoa -, pero si las sumamos no suponen más que las producidas por los desplazamientos. ¿Por qué? Pues porque la gente se ve obligada a moverse, como se mueven no pueden cultivar, como no cultivan no comen. Y si no comen se mueren o enferman. No es a priori tan dramático, pero las consecuencias son peores que las de la violencia directa».

La guerra «estrella»
«En un año que ha venido marcado a nivel político y a nivel mediático por la guerra de Irak, hay crisis humanitarias como las de Somalia, Burundi o Colombia que han pasado prácticamente desapercibidas». Son palabras del Director de Comunicación de MSF. «Son las crisis olvidadas por los políticos, por los medios de comunicación y por los presupuestos de ayuda humanitaria.»
En el último año, la crisis humanitaria que ha generado el conflicto de Irak ha acaparado prácticamente toda la atención de la política internacional, y como consecuencia, de los medios de comunicación, y como consecuencia, de la opinión pública y de las ayudas. Sin embargo, la tragedia que se está viviendo en otros lugares del planeta es mucho mayor, si se mide el coste humano. «Irak es una crisis de naturaleza política -explica Jordi Passola-. Si lo viésemos en términos humanitarios, giraríamos la vista hacia otros contextos en los que realmente el sufrimiento es incomparable».

Desde la Escuela Cultura de Paz de la UAB, Josep Mª Royo explica que en el último año, la crisis humanitaria que ha generado el conflicto de Irak ha acaparado el 64% de las donaciones internacionales. Esto es debido claramente a los intereses políticos y económicos que se mueven en torno a lo que ocurre en este país. De la misma manera, lo que sucede en el entorno de Oriente Medio acapara el 80% de las noticias en la sección de internacional de la prensa española, mientras que el resto de los conflictos apenas ocupan una página para dar cuenta del número de víctimas, pero nunca para tratar sobre las causas, las consecuencias, y las posibles soluciones.

«El interés político genera una atención por parte de los medios de comunicación -añade Passola-, y una cosa alimenta la otra. No es que se convierta en una moda, pero realmente el tema de Irak se convierte en El Tema con mayúsculas, cuando las crisis humanitarias hoy en día están en Sudán, en Congo, en Somalia, en Africa del Oeste. Los medios de comunicación tienen la responsabilidad de no centrarse única y exclusivamente en un solo contexto».

Lo que vale una imagen
«Si una guerra no sale en televisión, si no hay imágenes en los telediarios de mediodía, no importan los muertos: es como si no existiera». Los periodistas que cubren los conflictos conocen la importancia de la imagen, el impacto del fotograma. Pero ¿quién decide qué vamos a ver en los informativos? ¿Qué imágenes se seleccionan y cuáles quedan fuera del circuito de noticias? «Los medios son un negocio, no un sistema de información -se queja Aitor-, y como tal negocio tienen que vender. Por eso se inventan las prioridades». Los medios se mueven en la inmediatez del directo. Las noticias tienen una caducidad rápida y se ven en la necesidad de atraer como sea la atención del público. Por eso desde la Escuela Cultura de Paz se llama la atención sobre la creciente tendencia a dramatizar, presentando las imágenes más cruentas y las posiciones más extremas, sin atender tanto otros aspectos mucho menos espectaculares que tienen más que ver con el camino para la resolución de los conflictos. Es el mercado de la información y se rige por normas empresariales, y lo que vende es el impacto visual. Aunque -reconocen- todo se aprovecha: son este tipo de imágenes las que mejor mueven la conciencia de la población, que es la que puede movilizarse para pedir respuestas políticas.
Josep María Royo explica el llamado «efecto CNN»: «Los medios de comunicación se siguen entre ellos, y en concreto todo el mundo va detrás de lo que dicta la CNN». En efecto, esta cadena norteamericana ha ido creciendo en los últimos años en capacidad de cobertura y en influencia en los medios de todo el mundo. Su eslogan «está pasando, lo estás viendo» es suficientemente elocuente. Lo que vende es la inmediatez, el instante robado por un reportero que busca el lado más impactante de la actualidad. Pero a veces el suceso puntual no da idea de lo que está sucediendo más allá del momento. Se busca conmocionar al espectador, y no tanto, explicar, informar, educar, analizar, comprender. Royo insiste en que no sólo existen las imágenes de sangre y morbo en los conflictos armados, también existen las de participación y las iniciativas de la sociedad civil. «Se nos está ofreciendo espectacularidad, como en las películas, para atraer al público. Ese no es el camino. Si sólo se publicitan las imágenes más duras intentando hacer un llamamiento a la pena, se genera lo que se llama la pornografía de los medios de comunicación. Ellos podrían actuar con complicidad con la sociedad para intentar resolver esos conflictos, convirtiéndose en agentes activos en los procesos de paz, poniendo en imágenes también las iniciativas, las negociaciones, participando y colaborando con organizaciones humanitarias para conseguir la movilización de recursos».
Esa tendencia a resaltar sólo lo más violento acaba generando a la larga un impacto negativo en la sociedad. Las organizaciones que trabajan en el campo de la solidaridad se quejan de que esto contribuye a extender el desánimo y la sensación de impotencia. «Es necesario que los medios expliquen lo positivo con insistencia para mostrar que sí se avanza, y también para educar a la gente en valores como el compromiso y la participación».
Organizaciones humanitarias como MSF son conscientes del poder de los medios y de su influencia tanto en la opinión pública como en el desarrollo de los conflictos, de modo que a su labor en el campo de la ayuda humanitaria han sumado la difusión y la información. «Nosotros hemos comprobado cómo funciona y evidentemente lo utilizamos como sistema -comenta Aitor-. Cuando queremos sacar algún beneficio para algún lugar, cambiar su destino inmediato, lo principal para nosotros es ponernos delante de los medios. Lo hacemos porque tenemos la obligación moral de poner encima de la mesa lo que conocemos, y porque estamos en veinte conflictos y hay diez de los que no habla nadie. Transmitirlo a la sociedad es la manera de que en algún momento pueda haber cambios».

El hecho de que un conflicto aparezca regularmente en los medios de comunicación, de manera que la opinión pública conozca lo que allí ocurre, resulta positivo para el desarrollo del mismo en varios sentidos. Para empezar, en la mayoría de los casos, una situación grave de crisis humanitaria tiene en sus raíces motivos políticos y por lo tanto requieren soluciones a nivel político. Los ciudadanos pueden ejercer una importante labor de presión en organismos e instituciones, que exija responsabilidades y paralelamente acelere la búsqueda de una salida. «El trabajo de los humanitarios es salvar vidas, proporcionar asistencia y en ocasiones también combatir este olvido, pero es evidente que las soluciones tienen que venir de los políticos».
El ejemplo de Darfur sirve para comprender la importancia de romper el silencio. «Llevamos meses insistiendo en el tema de Darfur y es ahora cuando está comenzando a aparecer en algunos medios de comunicación». Darfur en estos momentos es uno de los lugares con gravísimos problemas humanitarios: un millón de personas desplazadas en unas condiciones de extrema violencia y con unas necesidades no cubiertas en términos de asistencia médica, agua potable, alimentos, etc. Las organizaciones humanitarias estaban teniendo problemas para actuar por parte del mismo gobierno de Sudán, que dificultaba los visados y otros trámites administrativos necesarios para acceder a la zona. A partir del momento en que Darfur comenzó a aparecer en los medios de comunicación la situación empezó a mejorar. La presión política sobre el gobierno sudanés se tradujo en seguida en un compromiso de agilizar trámites, lo que está permitiendo en la práctica un mejor y más rápido acceso de las organizaciones humanitarias. Es un ejemplo del efecto directo y positivo que tienen los medios de comunicación.

DARFUR
«Ha tenido que pasar un año, con miles de muertos, con casi un millón de desplazados y centenares de miles de refugiados en el vecino Chad, para que Darfur aparezca en los medios de comunicación y empiece a ser considerado como un genocidio similar al de Ruanda».
Recién comenzado el 2003 la situación en esta región de Sudán empezó a incrementarse en violencia, matanzas y persecuciones. Sin embargo no apareció en los medios de comunicación ni estaba presente en las agendas de los órganos de decisión política. Según informó MSF en los primeros meses de este año, dos grupos rebeldes piden mejoras para la población de Darfur. Afirman que los ingresos que Sudán obtiene del petróleo no benefician a la región ni a sus habitantes. Piden además autonomía para Darfur y reparto del poder con el gobierno central. Como respuesta, el gobierno ha desplegado considerables medios militares para intentar obligar a la oposición a que se rinda. Está utilizando al ejército, a la policía, y además ha armado y equipado a las tribus árabes.
Estas demandas y el conflicto que generan tienen como telón de fondo el proceso de paz que desde julio de 2002 se está desarrollando entre el gobierno y el SPLA, el movimiento rebelde más importante en el sur del país.

El gobierno ofrece una lectura simplista del conflicto, presentándolo como una guerra entre árabes y no árabes en la que el gobierno sólo actúa como fuerza policial, protegiendo la seguridad pública, sin embargo, el gobierno sudanés está desplegando considerables medios militares, poniendo de manifiesto que no se trata de una simple operación policial destinada a «dominar a unos cuantos ladrones», sino una guerra en la que se está utilizando un poderoso armamento. El gobierno ha enviado considerables refuerzos militares a Darfur, con miles de soldados que llegan por batallones, al principio durante la noche en avión o tren y ahora ya a plena luz del día. También se están utilizando helicópteros y recientemente se han empezado a desplegar cazabombarderos. Los rebeldes, aunque no posean ni aviones ni tanques, también están fuertemente armados.
Los enfrentamientos entre los rebeldes y las fuerzas del gobierno han sido, y continúan siendo, particularmente violentos, combinando saqueos, incendios y destrucción de aldeas con bombardeos desde el aire.
A comienzos de año se estimaba que cerca de 800.000 personas podían haber sido desplazadas de sus hogares a consecuencia de este conflicto. Actualmente son ya un millón.
La doctora española Mercedes Tatay(*) después de su experiencia en varios hospitales de campaña de MSF en la región, describe la situación como una enorme emergencia: «Imagínate sólo a medio millón de personas abandonando sus hogares, dejando sus casas atrás mientras arden en llamas, personas sujetas a todo tipo de actos de violencia. Viviendo en enclaves que no pueden abandonar por temor a ser atacados, violados, golpeados, asesinados o robados. Y dependiendo de la asistencia de las agencias humanitarias, porque se fueron con las manos vacías. Por lo que respecta a cifras, y cuando hablo de cifras me refiero a personas, son elevadísimas».

Caminos para la paz
«La comunidad internacional debe implicarse. No puede ser que conflictos que han comenzado hace 20 años no encuentren caminos de resolución, y en cambio se estén volcando centenares de miles de dólares en la resolución de otros acabados de iniciar». Desde la Escuela de Cultura de Paz de la Universidad Autónoma de Barcelona se sigue atentamente la evolución de los puntos más conflictivos del planeta y se estudian posibles vías de salida. Subrayan que en muchos casos, ya se está haciendo un importante esfuerzo de conciliación por parte de gobiernos, instituciones internacionales y organizaciones civiles, aunque es un trabajo que pocas veces trasciende a la opinión pública. Somalia es un ejemplo. Hace ya casi 15 años que vive un conflicto armado. En la actualidad está viviendo un nuevo proceso de paz, iniciado a finales del 2002. Desde entonces se está negociando en Nairobi (Kenia) entre las partes implicadas. Esto sólo fue noticia al principio y en determinadas fases, cuando ha habido momentos de crisis, pero no ha habido un seguimiento de qué está haciendo la comunidad internacional, de cómo se están implicando los organismos regionales, de las iniciativas de la propia sociedad somalí, cómo están presionando y manifestándose. «Hay un gran abanico de opciones que no aparecen porque se tiene la concepción de Somalia como un país en situación de desgobierno -apunta el analista Joseph Mª Royo-, es decir, un conflicto enquistado para el que no hay capacidad o voluntad de solución. Y eso es falso». ∆

CONFLICTOS OLVIDADOS
Médicos sin Fronteras publicó a comienzos de 2004 un listado de conflictos que tuvieron lugar durante el pasado. Hoy, siguen causando miles de víctimas civiles, y sin embargo apenas despiertan el interés de los medios de comunicación. Estos son sólo algunos ejemplos:

Chad. Decenas de miles de personas huyen de los combates en Sudán y la República Centroafricana.
El año pasado dos de los conflictos más violentos afectaron a las fronteras de Chad. Decenas de miles de personas huyeron hacia la empobrecida Chad debido a las brutales guerras que estallaron en las vecinas República Centroafricana (RCA) y Sudán. Entre enero y marzo más de 40.000 personas encontraron refugio en el sur de Chad, especialmente en Goré, Maro y Ndanamadji, cuando un golpe de Estado en la RCA sumió la zona en el caos.
En julio, los combates en la región sudanesa de Darfur obligaron a más de 65.000 personas a buscar refugio en Chad. Mientras los refugiados pudieron escapar de la violencia directa, muchos civiles fueron asesinados y pueblos enteros convertidos en cenizas tanto en la RCA como en Sudán. La asistencia y protección llegó tarde y sigue siendo inadecuada. ∆

Burundi. Violencia sin tregua
Durante diez años de guerra civil, la población de Burundi ha estado sometida a una violencia sistemática y sin tregua. La esperanza de vida se ha desplomado de los 60 a los 40 años, y casi 300.000 burundeses han muerto.
Con un médico por cada 100.000 personas (uno de los peores ratios del mundo), la violencia y la falta de servicios médicos ha dejado a la mayoría de las personas sin acceso a los cuidados de salud.
En la capital, Bujumbura, la calma aportada por el proceso de paz se acabó en julio del 2003, cuando las Fuerzas para la Liberación Nacional (FNL), el único grupo rebelde que rechazó el acuerdo para compartir el poder, bombardeó sin descanso la ciudad.
Los diez días de asedio costaron la vida a cientos de personas y decenas de miles huyeron de sus casas. Desde entonces, los ataques contra los civiles continúan en la capital y las zonas rurales. ∆

Chechenia. Opresión incesante contra los civiles chechenos
Descrita a menudo por Rusia como su propia «guerra contra el terrorismo», el conflicto checheno siguió causando sufrimiento entre los civiles en el Cáucaso Norte el pasado año. Las autoridades cerraron varios campos en Ingusetia durante el 2003, y casi 30.000 desplazados fueron empujados hacia la zona de guerra. En febrero, el 98% de las 3.000 familias entrevistadas por MSF dijeron que temían por sus vidas si volvían a Chechenia.
A pesar de todo, la presión continúa. Las autoridades dicen que nadie será forzado a retornar, al tiempo que impiden aportar refugio alternativo e imponen restricciones burocráticas adicionales a las organizaciones de ayuda humanitaria. La violencia extrema también se ha extendido a los trabajadores humanitarios internacionales. El aumento de la inseguridad hace casi imposible llevar ayuda humanitaria independiente a Chechenia ahora que las necesidades de la población civil son enormes. ∆

Desplazamiento masivo de población en Colombia
E
l conflicto crónico que afecta a Colombia se ha vuelto casi invisible para el resto de mundo. El conflicto por la tierra, la fumigación de cultivos en la «guerra contra la droga» y las constantes amenazas de paramilitares, fuerzas gubernamentales y guerrilla provocan el desplazamiento diario de personas.
Estimaciones no oficiales colocan el número de desplazados en tres millones, muchos de los cuales viven en condiciones muy precarias sin agua, electricidad u otros servicios básicos en los barrios de chabolas que crecen en las afueras de las grandes ciudades. Los centros urbanos están afectados por una violencia generalizada. Los que no huyen de sus casas, intentan sobrevivir en zonas aisladas y afectadas por el conflicto, en áreas rurales cada vez más inseguras, donde carecen de acceso a los servicios más básicos de salud y son más vulnerables a enfermedades curables y a la desnutrición crónica. ∆

Guerra y olvido en la República Democrática del Congo.
V
einte años de olvido y de guerra casi continua en la República Democrática del Congo (RDC) han costado la vida de millones de personas y dejado en ruinas los servicios básicos del país. Sólo en los últimos cinco años, algunas organizaciones estiman que alrededor de tres millones de personas han muerto en este país del tamaño de Europa occidental, principalmente de enfermedades y hambre causada indirectamente por la guerra.
Mientras la violencia en el Este de la RDC, especialmente en la ciudad nororiental de Bunia, recibió bastante atención de los medios de comunicación la pasada primavera, el terror constante bajo el que viven decenas de miles de personas en las zonas adyacentes apenas tuvo cobertura. Las personas atrapadas en esta gran catástrofe humana hablan de un nivel de sufrimiento casi inimaginable: masacres, violaciones, asaltos y robos han causado la separación de familias y grandes desplazamientos de población. ∆

El ciclo de violencia continúa en Somalia.
D
urante más de doce años, la población civil de Somalia está castigada por ciclos de violencia, desplazamiento, sequía e inundaciones. De las más de 800.000 personas que huyeron de Somalia entre 1991 y 1992 -durante el punto más álgido de la crisis que inició la espiral descendente del país- casi la mitad viven todavía como refugiados en los países de alrededor. Dentro de Somalia, más de 450.000 personas están desplazadas.
Las bajas coberturas de vacunación y las inadecuadas condiciones sanitarias resultan en frecuentes epidemias de cólera y sarampión. La persistente violencia ha impedido que las agencias de ayuda puedan organizar una respuesta eficaz a este prolongado desastre. ∆

China. Represión de los refugiados norcoreanos
La represión política y la escasez crónica de alimentos ha forzado a miles de norcoreanos a asumir el riesgo de ser arrestados y sufrir severas represalias al buscar seguridad y medios de supervivencia en China. Muchos ni siquiera pueden contactar con la oficina del Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) para pedir asilo. Los norcoreanos en China viven escondidos, amenazados constantemente por la repatriación forzada a Corea del Norte, donde se enfrentan a brutales represalias que van desde la detención en campos de reeducación a la ejecución.
A pesar de todo, hambrientos norcoreanos siguen cruzando la frontera en un intento desesperado por buscar medios de supervivencia. ∆