Arcadi Oliveres lleva en el activismo social desde los años 70. Compagina la labor reivindicativa y de denuncia, sobre todo en los campos del consumo responsable, la justicia social y el pacifiscmo, con las clases en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde ejerce como profesor de Economía Aplicada. Preside la ONG Justícia y Pau y […]
Arcadi Oliveres lleva en el activismo social desde los años 70. Compagina la labor reivindicativa y de denuncia, sobre todo en los campos del consumo responsable, la justicia social y el pacifiscmo, con las clases en la Universidad Autónoma de Barcelona, donde ejerce como profesor de Economía Aplicada. Preside la ONG Justícia y Pau y se siente cercano, más que a los partidos políticos, a los movimientos de base como el 15-M. Sus dos últimos libros son «Aturem la crisi» («Paremos la crisis» en la edición en castellano) y «Diguem prou» (también publicado en castellano con el título de «Ya basta»).
Oliveres ha participado en el Foro Mujer, Migración y Cuidados, organizado por COOMIGRAR y Sisma mujer, que se ha celebrado esta semana en Valencia. Defiende que el ciudadano, en la actual coyuntura de crisis, desempeña un papel esencial, sobre todo, a la hora de consumir. Aunque esto no excluya, en absoluto, la acción colectiva.
Repiten los medios oficiales que no hay alternativa (ya lo decía Thatcher en su día). Pero ¿Cómo actuar ante la crisis? Posibles salidas, por ejemplo, en el ámbito laboral
En primer lugar, repartir el trabajo, es decir, una jornada laboral más corta para los que tenemos un puesto de trabajo. No hay grandes bolsas de nuevos empleos. Pero existen alternativas. En Francia, hace una década, durante el mandato de Jospin, se redujo en una hora la jornada laboral, de 8 a 7 horas diarias. En sólo dos meses eliminaron todo el paro, que en ese momento era de 1,6 millones de personas. Habría que impulsar, además, fórmulas de cooperativismo, en las que los trabajadores sean los socios de la empresa. Tenemos el ejemplo de Mondragón, en el País Vasco. La idea es que, en un contexto de crisis, han de anteponerse los recortes salariales (por muy dolorosos que sean) a los despidos.
Parece que se está muy lejos de adoptar la fórmula francesa. ¿Aceptarían los trabajadores una reducción salarial para repartir el trabajo?
Es curioso que, al margen de las propuestas de Izquierda Unida en su día, nunca se ha lanzado una idea similar en España, el país con más paro de Europa. Pero lo cierto es que el gobierno francés les dijo a los ciudadanos que cada trabajador en activo, a cambio de la reducción salarial, cobraría semanalmente cinco horas añadidas; esos recursos saldrían, alcanzado el pleno empleo, del dinero que el estado se ahorraría en prestaciones.
¿Qué opinas de la «cultura del emprendedor»? Parece una de las salidas por las que se ha optado
Es éste el discurso del PP y de CIU, entre otros. El estado pretende despreocuparse de la suerte de los ciudadanos y que estos, por propia iniciativa, creen empresas. En pocas palabras, decirle a la gente «que se busque la vida». Pero el estado no puede abstenerse de actuar. Ha de implicarse del todo. Recordemos que, según la Constitución Española, todo el mundo tiene derecho a un trabajo digno.
Otro campo en el que has desplegado tu actividad durante muchos años es el del consumo. ¿Qué salidas propones?
Sin duda, el consumo responsable. Entran aquí en juego muchos elementos. El planeta cuenta con recursos limitados, aunque en los últimos 50 años se haya incrementado cada vez más la producción y el consumo, me refiero, claro está, a los países del Norte. Esto ha sido un desastre para todo el planeta: calentamiento global, contaminación, destrucción de bosques, consumo masivo de recursos energéticos. Hemos de disminuir los niveles de consumo y adoptar nuevas formas. Apostar por el consumo de proximidad. No tiene sentido adquirir kiwis que proceden de Nueva Zelanda. Tampoco deberíamos comprar productos de las grandes superficies, que expulsan a las pequeñas tiendas. Ni productos intensivos en el uso de embalajes y plásticos.
Por tanto, consumo responsable y «decrecimiento»
En efecto. Nos hemos de plantear a qué empresa compramos. No es lo mismo comprar chocolate «Nestle», que cuenta con un historial terrible de muerte de niños por comercialización de la leche en polvo, en África; que adquirir chocolate artesanal, producido por empresas locales. En cuanto al decrecimiento, es la respuesta razonable si se considera que están agotándose los recursos del planeta. Piensa que en los últimos 50 años hemos consumido el 70% de las reservas mundiales de petróleo. Los gobernantes hablan siempre de crecimiento económico. Pero no, se trata de «decrecer».
Se habla de crisis financiera, ¿También en este punto puede hacer algo el ciudadano?
Por supuesto. Hay que acercarse al mundo de la banca ética, que implica dejar los ahorros en entidades que no inviertan en armamento, drogas, armas, energía nuclear y no se dediquen a la especulación financiera. En ese sentido, hay un punto en el que no me canso de insistir. No deberíamos constituir fondos de pensiones privados, que se dedican a inversiones especulativas por todo el mundo en empresas que aseguran rendimientos. Pero puede que sean empresas dedicadas a la energía nuclear o la producción de armas.
¿Han de pagarse los impuestos?
Pienso que sí. En principio, cumplir con las obligaciones fiscales contribuye al bien común. Por esta razón hay que luchar contra el fraude. Pero te digo, además, que hay determinados impuestos a los que deberíamos objetar. Personalmente, soy objetor fiscal al gasto militar. Estos impuestos no los pago.
Teóricamente con los impuestos debe financiarse el llamado estado del bienestar, hoy en vías de extinción
Sí, pero aquí entramos en la cuestión de los recortes. Y hay que matizar algunas cosas. Cuando un gobierno recorta es porque tiene pocos ingresos o demasiados gastos inadecuados. Si los ingresos son escasos es, sin duda, por las grandes bolsas de fraude. En julio de este año Rajoy dijo que se veía forzado a subir el IVA, lo que suponía 63.000 millones de euros. Pero es que, la primera semana de septiembre, el sindicato de inspectores de hacienda señalaba que el fraude fiscal anual en España asciende a 92.000 millones de euros (el 74% del fraude corresponde a grandes bancos, grandes fortunas privadas y empresas). Por otra parte, el Banco de Santander tiene dinero escondido en 15 paraísos fiscales. Y hay que recordar que empresas como Google pagan impuestos por valor del 3%, en lugar del 30% que le correspondería.
¿Y en cuanto al capítulo de gastos inadecuados?
De entrada, hemos gastado mucho dinero en salvar a los bancos. Pienso, por el contrario, que hay que dejarlos caer. ¿Por qué? En los últimos cinco años han cerrado sus puertas más de 30 entidades financieras, sin que ningún banquero haya sido procesado. En cambio, si robas una gallina vas a la cárcel. Se ha rescatado a la banca con el dinero que se ha recortado al estado del bienestar. Por ejemplo, los 3.900 millones de euros con los que se ha rescatado la Caja de Castilla-La Mancha, representan tres años de subida de pensiones. Y además, está el gasto militar. El estado español gasta, en un tiempo de crisis, 52 millones de euros diarios en «preparar la guerra». España participa, además, en la construcción de un avión de combate europeo, junto a Italia, Inglaterra y Alemania, que Schröder reconoció en su día que era muy caro y su objetivo era atacar a la URSS.
Por último, haces siempre hincapié en la acción individual, en el consumo responsable de cada persona. ¿En qué lugar queda, entonces, la organización, es decir, la lucha colectiva?
En la crisis económica que vivimos, resulta esencial el papel del individuo en la vida económica, la participación ciudadana. Pero esto no excluye, para nada, las formas colectivas, aunque no me atrevería a decirte partidos políticos. Sí defiendo, por el contrario, la participación en los movimientos sociales. El 15-M constituye un buen referente. No ha sido tan exitoso como me habría gustado, pero ha aportado savia nueva, por ejemplo, con los métodos de acción directa, ocupando ambulatorios o paralizando desahucios.
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