En la Sierra Nevada de Santa Marta, al norte de Colombia y con zonas a 5.000 metros de altura, viven cuatro pueblos indígenas: los Kogui, los Wiwas, los Kankuamos y los Arhuacos. Declarada Reserva de la Biosfera y Patrimonio de la Humanidad en 1979, pueden constatarse los efectos del cambio climático. Según el Instituto de […]
En la Sierra Nevada de Santa Marta, al norte de Colombia y con zonas a 5.000 metros de altura, viven cuatro pueblos indígenas: los Kogui, los Wiwas, los Kankuamos y los Arhuacos. Declarada Reserva de la Biosfera y Patrimonio de la Humanidad en 1979, pueden constatarse los efectos del cambio climático. Según el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales (IDEAM), a finales del siglo XIX estas montañas emplazadas en los departamentos de la Magdalena, la Guajira y Cesar contaban a finales del siglo XIX con una masa glaciar de 87,2 kilómetros cuadrados, cifra que actualmente ha menguado hasta los 6,7. Al siniestro pasado de la sierra durante el conflicto armado se vincula el exparamilitar Hernán Giraldo (el «patrón»), quien llegó en 1969 y entre sus perversas acciones figuran los abusos sexuales a menores (en Estados Unidos fue condenado a 16 años de prisión por narcotráfico). Los indígenas consideran que vivir en la sierra, el corazón del mundo, es habitar con la Madre, en tierra de sabios y de humildad.
Entre los Arhuacos el Mamo es el guía espiritual, que además pone en práctica los saberes de la medicina ancestral. «La ley natural es simple, humildad al tomar de la naturaleza y mantener el balance». Ésta es una de las máximas de Calixto Suárez, Mamo del pueblo Arhuaco. Hay otra que establece lo siguiente: «Sensibilidad, percepción y resonancia para escuchar el mensaje de la tierra». Y además, como pueblos indígenas, cuidar de los seres humanos y del mundo. Los Mamos son orientadores, armonizadores, líderes espirituales y políticos; pero a pesar de su reconocido magisterio, las decisiones se adoptan en comunidad y todos los miembros tienen voz. Se trata, en síntesis, de que cada ser humano descubra sus raíces y las cuide; y de asumir que la humildad representa la gran señal de sabiduría. «Lo que más me interesa es que la tierra esté sana, el agua sin enfermedad y el viento sin virus», afirma Suárez, quien ha participado en un encuentro con profesores de enseñanza secundaria y universitaria en el Colegio Mayor Rector Peset de la Universitat de Valencia.
Según fuentes oficiales (censo del año 2005), en Colombia existen 85 etnias o pueblos indígenas, integradas por más de 1,3 millones de personas. La mayor parte de la población indígena (cerca del 80%) habita en zonas rurales de todos los departamentos colombianos, en muchos casos en resguardos. La Organización Nacional Indígena de Colombia (ONIC) informa que la etnia de los Ijkas o Arhuacos, nombre asignado por los conquistadores españoles, es un grupo homogéneo integrado por 14.800 personas que viven en 195.900 hectáreas, aunque otras fuentes difieren en las cifras. La penetración de los colonizadores laminó a los indígenas de la Sierra Nevada de Santa Marta. En el siglo XIX, el Estado de Colombia otorgó el control de la zona a las misiones capuchinas. ACNUR-Colombia señalaba en un informe de 2011 a la etnia Arhuaca como la más castigada por la guerra en número de víctimas, tras los indígenas nasa del Cauca y los kankuamos. Además de los asesinatos y desapariciones, entre 2003 y 2008 se calcula que más de 2.500 indígenas de la etnia Arhuaca sufrieron desplazamientos forzosos.
El pasado 28 de enero el periódico Prensa Indígena informó del asesinato de la defensora de los derechos de la mujer Wiwa, Yoryanis Isabel Bernal Varela, en el sur de la ciudad de Valledupar (Cesar). «Era líder de una de nuestras etnias, empezó a trabajar con los indígenas en Santa Marta y los estaba apoyando en una delegación Wiwa que están en Riohacha», afirmó el cabildo gobernador Arhuaco, kogui y Wiwa, José de los Santos Sauna. El citado periódico destaca que las poblaciones indígenas son objeto de amenazas e intimidaciones, y esperan que se garantice la protección de sus líderes. También se han manifestado contra los megaproyectos en el territorio, que les llevan, por ejemplo, a la pérdida del patrimonio arqueológico. Éste se les ha arrebatado o ha resultado destruido.
Uno puede acumular vastos conocimientos, pero tal vez advierta con el tiempo que le resulten banales. Calixto Suárez explica que hoy existe en Internet más información disponible que nunca, pero el Mamo aprende sobre todo con la gente sencilla y, más aún, con quienes padecen problemas físicos o mentales. «Todo el mundo es importante, no sólo los pueblos indígenas; nuestro deseo es que todo el mundo se encuentre y valore lo que tiene», destaca el líder espiritual, que también ejerce como director del Programa de Derechos Humanos de los Pueblos Indígenas de la Canadian Human Rights International Organization (CHRIO) y consultor del Instituto de la Tierra en Australia y Estados Unidos. El Memo Calixto Suárez habla con pausa, transmite serenidad y armonía con el entorno. El público le escucha con suma atención. A su auditorio, sea en Bolivia, Suiza, Italia, Bélgica o España, le dice que su mensaje es muy simple: no le gusta complicar las cosas. Se trata de lograr la paz interior… Aunque uno esté enfermo; en ese caso, el objetivo es convivir con la enfermedad. «Siempre que uno lucha, sufre». «Cuando uno se ha formado como ser humano, entonces es autosuficiente y aunque se halle en la pobreza, es feliz».
Por todo el planeta se extienden los lugares sagrados, conectados entre sí como en una gran red. Son puntos de energía y valores, fundamento de la existencia del ser humano en el universo. Allí reside la esencia. El Mamo Calixto Suárez se ocupa de estos puntos sagrados en la Sierra Nevada de Santa Marta. «Hay que dejar estos lugares sanos a nuestros hijos, igual que nos los dejaron nuestros abuelos». «Hablamos del cambio climático, pero lo más importante es rescatar todos estos lugares de cultura y valores». Una de las grandes preguntas es la siguiente: ¿Cómo puede el ser humano canalizar sus energías y reconectarse? Es entonces cuando surge la noción de Eco-Consciencia. Cuando uno es niño, explica el líder espiritual, vive contento, ríe y expresa cuanto siente; pero crece, y se sale de esa realidad viva. Se aísla, aunque «crea que sabe mucho, sin embargo está muy lejos de la vida; entonces algunos enferman, a otros les llegan ruidos que no desean escuchar». ¿A qué responden estas disfunciones? «El 95% de los desequilibrios son por no amarse ni valorarse», asegura el Mamo. «Hay que aprender a escuchar a los niños y entenderlos».
Calixto Suárez continúa desgranando sus ideas. Puede que haya sabios, chamanes y gurús que ayuden a resolver los problemas, pero todo se complica si el ser humano no se ama ni da gratitud «aunque sean tres segundos, cuando se levanta o acuesta; y entonces se conecta a los corrientes de la vida». Tan sencillo como los pájaros que ponen huevos en los nidos, o cantan para infundir energía. Antes de salir de Santa Marta y visitar otros países, pensaba que la humanidad se encontraba del revés, pero actualmente su visión de las cosas es más optimista: «En todas partes existe la belleza y la capacidad de avanzar». Nacido a 3.000 metros sobre el nivel del mar, el Mamo Calisto Suárez Villafañe perdió a su padre cuando tenía tres meses. Cuentan que un río se lo llevó… Sus palabras no contienen requiebros conceptuales, tampoco necesitan sesudas validaciones científicas, notas al pie y una densa bibliografía. «Cada ser humano debe descubrir aquello que trae al mundo; nosotros somos de pocas palabras, pero observamos mucho nuestros pensamientos; y esto nada tiene que ver con la magia», explica. Cuando alguien no desempeña su tarea o misión en la vida, se produce un vacío y es infeliz.
Alguien del público pregunta por el efecto de las nuevas tecnologías. «La inteligencia humana y todos los inventos son magníficos, pero los utilizamos de modo indebido; estamos desperdiciando energía y toda nuestra potencialidad». Suárez considera de especial importancia la recuperación de los alimentos autóctonos. Señala que las comunidades de la sierra están siendo invadidas por azúcares, medicinas y otros productos. Pero no se trata de convertir en un fetiche los rasgos distintivos de los indígenas. Calixto Suárez ha conocido a muchos líderes espirituales del planeta y lugares de valor, donde se encuentran los espíritus y las esencias. «La espiritualidad (alegría, tranquilidad, paz interior) es la esencia de la vida, aquí no hay separaciones ni distancias». Los guías y líderes, asegura, también se hallan en continua transformación. Otra pregunta del público se refiere al miedo. «Con el miedo a la pérdida no se puede trabajar, y ¿qué se va a perder? Uno no pierde nada».
Después de 20 años de viajes por Colombia, Venezuela, Estados Unidos y otros países, el Mamo del pueblo Arhuaco ha conocido los agobios y desesperos cotidianos de la gente. Aunque «todo cambia cuando las personas se valoran». En su calidad de guía espiritual, le preguntan y piden consejos, muchos esperan sus palabras. Sin embargo, «más importante que pronunciar palabras son las energías», asegura. Además le inquieren por lo que pasa en Colombia. «Más que a los políticos, que nunca nos escuchan, hay que llegar a los empresarios, que mandan sobre los políticos; estos permanecen durante un tiempo y después se van…». También afirma que el sufrimiento contamina. Como el que padecen los ancianos, cuando no se les respeta. En las comunidades ellos son maestros. Se les venera: enseñan a las nuevas generaciones y rezan por los niños. Cuando se rompe el vínculo, se genera dolor. Que también influye en el cambio climático.
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