El artículo que sigue responde a un texto firmado por Joan B. Culla, aparecido el 16 de diciembre de 2005 en la edición catalana de El País. Remitido el artículo a ese periódico, sus responsables se han negado a publicarlo
Un reciente, y penoso, artículo de Joan B. Culla, «Ceguera selectiva», me ha traído a la memoria al ministro del Interior peruano, en la época del corrupto presidente Fujimori, quien, explicando la operación lanzada para cazar al criminal jefe de los servicios secretos, Montesinos, proclamó ante la prensa de su país: «¡Estamos intentando ubicarle, para saber dónde está!» Algo parecido ha hecho Culla con esa izquierda fantasmagórica que inventa, para, después, poder atacarla a placer.
En su afán por defender la política del gobierno israelí (ese es el objetivo de su artículo), Joan B. Culla incurre en medias verdades y mentiras evidentes. Es su costumbre. Por el procedimiento de poner a la izquierda junto al repugnante régimen teocrático iraní, y poniendo la democracia y las buenas intenciones a su lado y al de Israel, pontifica y condena: una ceguera selectiva, dice, aqueja a la opinión progresista, a la izquierda, que, según él, ha negado o fingido ignorar las atrocidades del régimen iraní. Nada más y nada menos. En realidad, lo que hace Culla es lanzar hipócritas mentiras selectivas.
Porque, además, Culla habla de oídas: tampoco es la primera vez que lo hace. Mal asunto, porque su falta de rigor, más allá de lo que pueda afectar a su persona, contribuye a la confusión, al descrédito de la izquierda: tal vez es lo que pretende. ¿De dónde saca Culla que «la opinión progresista» ha sido indulgente, o que tiene gran simpatía, con la dictadura teocrática de los ayatolás? ¿Ignora acaso que ese siniestro régimen ha perseguido, y persigue, con saña a los comunistas iraníes y a otras fuerzas de izquierda? ¿No sabe que, aquí en nuestro país, en Cataluña, existen desde hace muchos años activos grupos de solidaridad con el pueblo iraní, y que militantes del Tudeh (el partido comunista iraní) han contado con la activa solidaridad de la izquierda catalana? ¿Quiere que le informe de las iniciativas que a lo largo de los años se han desarrollado? ¿O acaso cree que sólo existe lo que recogen, interesadamente, los medios de comunicación? ¿Quiere que le presente a iraníes que viven en Barcelona y que continúan denunciando al régimen fascista de los ayatolás? ¿Tiene una ligera idea de lo que, desde las filas de la izquierda, se ha escrito sobre Irán? Le puedo enviar a Culla alguno de mis libros, por ejemplo, (perdone el lector la inmodestia), y creo que puedo considerarme parte de la izquierda, puesto que soy miembro del PSUC desde que era un muchacho.
No tengo ninguna simpatía por el presidente iraní Ahmadineyad, pero conviene ser rigurosos: utilizar sus palabras para justificar la actual política de Israel es hacer una burda trampa. Sería conveniente que Culla leyese bien la prensa, y, puesto que se preocupa por las supuestas cegueras selectivas de los demás, que se fijase en la suya propia. No puedo entrar aquí en el análisis de la situación iraní o israelí, y en el estado del Tratado de No Proliferación nuclear, cuestiones que afectan al fondo del problema, pero decir que la izquierda ha sido complaciente con Irán es, simplemente, mentira. No suelo escribir artículos sobre la cuestión palestina e israelí, pero tengo que decir que no puede olvidarse la existencia de los centenares de miles de palestinos a quienes expulsaron de sus tierras y de sus casas (¡llevan ya medio siglo viviendo en campos de refugiados!), ni la ocupación de las tierras palestinas, ni la represión sistemática de sus organizaciones populares, los asesinatos selectivos, el robo de propiedades, la segregación, la persecución y humillación sistemáticas de los palestinos ¿Que existen terroristas entre ellos? Sin duda: los hay en los dos lados, con la diferencia de que el terrorismo de Estado ejercido por el gobierno israelí es más repugnante por su propia condición.
Culla nos lanza un sofisma, otra media verdad: una mentira, y, con ese lenguaje atrabiliario que le caracteriza, se pregunta, con deshonestidad intelectual, si la teocracia iraní tiene «barra libre» por el hecho de estar enfrentada a Washington. Por supuesto que no, como tampoco debe tenerla Israel, por mucho que reciba la protección de los Estados Unidos y sea uno de los principales instrumentos, en Oriente Medio, de una acción imperial de Washington que está ensangrentando el mundo. No soy partidario de echar a los israelíes al mar, ni lo es la izquierda catalana, ni la del resto de España: más bien creo que el futuro en la vieja Palestina del imperio británico es una federación, un país unido y democrático, donde convivan israelíes y palestinos, aunque los problemas para conseguirlo sean muchos. Sin duda, la AIEA hace bien en controlar a Irán: su régimen es altamente sospechoso de querer conseguir armas atómicas (Pero no mienta, Culla: Irán no está «en trance de dotarse de armamento nuclear», como si fuera un peligro inminente.) Sin embargo, no puede olvidarse que el único país que tiene armamento atómico en la zona es Israel, y que amenaza a sus vecinos: no sólo ha ocupado tierras: aún las ocupa, palestinas y sirias. No sólo ha agredido a sus vecinos, sino que ha realizado ataques a países situados fuera del área: recuerde el bombardeo y destrucción del reactor nuclear, de uso civil, de Osiraq, en Iraq, o los bombardeos sobre el Líbano, o sobre los propios campos de refugiados. Israel ha llegado a bombardear la basílica de la Natividad, hecho que motivó las protestas de la Iglesia católica. ¿No lo sabía, Culla? ¿Quiere que le recuerde las atrocidades cometidas por los gobiernos israelíes? ¿No sabe que Israel es el país que más resoluciones de la ONU ha incumplido?
Para justificar las claras amenazas del gobierno de Sharon, Culla se pone la venda antes de se produzca la herida: «si un día, la democracia israelí actúa por su cuenta para conjurar la explícita amenaza de Teherán,…», dice. ¿Está justificando ya, si se produce mañana, el bombardeo israelí de las instalaciones nucleares iraníes? No es una hipótesis disparatada: los responsables de Tel-Aviv han sugerido explícitamente esa posibilidad: quieren seguir teniendo el monopolio del arma atómica en Oriente Medio. Pero, ¿no se pregunta Culla por qué razón Israel debe tenerlo? ¿No sería más sensato proponerse la desnuclearización de la zona?
Culla debería controlar sus hipócritas mentiras selectivas. Entre otras cosas, porque su primera víctima no es la izquierda, como pretende, sino el rigor, y sobre la falta de rigor es difícil construir un discurso honesto. No me extenderé en pormenores sobre las consecuencias que tendrá para su crédito personal. Debería cuidarlo, lo necesita: está empezando a utilizar recursos semejantes a los de Jiménez Losantos o Pío Moa. Esas mentiras, sirven, sí, para la propaganda, para la construcción de campañas de agresión y de guerras, como ha hecho George W. Bush y el propio Sharon. Su papel, Culla, es menor, pero, con su libelo, ha cumplido dos objetivos: ensuciar a la izquierda y justificar la criminal acción del gobierno israelí.
Termino. Es conocida la réplica de Arthur Cravan (ya saben, aquel sobrino de Wilde, boxeador y poeta, y compañero ocasional de Trotski) a Apollinaire: Cravan llamó judío a Apollinaire en una revistilla que editaba, y, ante la protesta de éste, le contestó diciendo que retiraba lo de judío porque Apollinaire era católico romano, y que, para evitar malentendidos futuros, quería añadir que tenía, además, una gran barriga y que se parecía más a un rinoceronte que a una jirafa. Anótelo, Culla.