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Ilegalización de la pobreza y Renta Básica

Fuentes: Rebelión

En el mundo hay 3. 000 millones de pobres, el 43 por ciento de la población total, de los cuales 1.200 millones, según el presidente del Banco Mundial Jim Yong Kim, viven en condiciones de pobreza extrema. En 2015 se cumplirá el ciclo de 15 años que la Organización de las Naciones Unidas (ONU), estableció […]

En el mundo hay 3. 000 millones de pobres, el 43 por ciento de la población total, de los cuales 1.200 millones, según el presidente del Banco Mundial Jim Yong Kim, viven en condiciones de pobreza extrema.

En 2015 se cumplirá el ciclo de 15 años que la Organización de las Naciones Unidas (ONU), estableció en el año 2000 para alcanzar los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM). Entre esos objetivos figura reducir la pobreza extrema en un 50 % con respecto a la cifra de las personas que vivían en esa situación en 1990.

Por consiguiente, aunque se alcanzase ese objetivo prioritario, en 2015 difícilmente habrá menos de 1.000 millones de personas en situación de pobreza extrema y cerca de 2.000 millones seguirán viviendo en la pobreza.

Y las perspectivas no son muy halagüeñas. Citando de nuevo al presidente del Banco Mundial Jim Yong Kim calcula que para el año 2030 podría haberse erradicado la pobreza extrema, lo que nos dejaría aún con un panorama de miles de millones de pobres a secas a esas alturas del siglo XXI.

Reflexionando sobre la pobreza el filósofo Fernando Savater en octubre de 2009 durante un acto organizado por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo en colaboración con la Organización Mundial de la Salud en Ginebra, decía: «La única raza excluida es la de los pobres, la enfermedad más grave, la que más muertes causa es la miseria. La miseria entendida como la falta de acceso a los demás y a la ayuda que colectivamente se puede prestar» y añadía, «Lo que hay que reclamar es que la pobreza sea declarada ilegal, como lo es la esclavitud, y la aceptamos como normal durante siglos».

Los pobres no sólo tienen que soportar la negación de una o varias de las necesidades básicas para la vida, como alimento, agua potable, vivienda, sanidad y atención a la salud, no sólo tienen que aceptar una esperanza de vida menor para ellos y para sus hijos, (diariamente mueren 4.000 niños, pobres por supuesto, por no tener acceso a agua de buena calidad), sino que, además, allá donde viven y allá donde migran deben sufrir el azote de lo que la también filósofa Adela Cortina denominó aporofobia (del griego á-poros -pobre- y φόβος ,- fobia, miedo-),   un prejuicio, que en ciertos casos llega a ser una enfermedad mental, hecho de una mezcla irracional de miedo o pánico y rechazo o hasta odio.

Constatando la crudeza inhumana de esas realidades, ¿cuánto tiempo más toleraremos la existencia de la pobreza en la historia humana?

«Yo espero -decía, también, Savater en 2009-, que el mundo evolucione lo suficiente para que en unos cien años la miseria sea perseguida legalmente, que sea algo inaceptable para la sociedad».

Pues bien, afortunadamente no van a pasar cien años sin que alguien plantee, de manera formal, la idea de declarar ilegal la pobreza. El pasado 14 de marzo, la Cátedra del Agua de la Universidad Nacional de Rosario (Argentina), con su Director Aníbal Faccendini, junto con Osvaldo Bayer, historiador, escritor y periodista y Riccardo Petrella, polítólogo y economista, padrino e impulsor respectivamente de la iniciativa, acordaron lanzar una campaña para toda América Latina para que la Organización de las Naciones Unidas (ONU) «Declare ilegal la pobreza» (DIP).

«La pobreza -sostiene Faccendini-, no es normal, no es natural. No forma parte intrínsecamente del ambiente. No existe la pobreza en el mundo de los animales no racionales. Es una creación exclusivamente inductiva del hombre. Es una construcción social, por consecuencia, es una creación humana».

En fin, la batalla por la ilegalización de la pobreza ha empezado y lo ha hecho en América Latina, todo un símbolo porque allí donde más desigualdades sociales han dejado los diversos sistemas históricos de producción, incluido el capitalista, es donde también está teniendo lugar hoy la lucha posiblemente más consecuente contra la pobreza, a cargo de los movimientos sociales populares y los gobiernos que los encarnan.

Con todo las dificultades para erradicar la pobreza en el mundo serán casi insuperables. Baste con tener en cuenta los exiguos resultados alcanzados por la iniciativa de la ONU de los Objetivos de Desarrollo del Milenio. No, bajo la divisa capitalista de un mundo convertido en mercancía, la victoria sobre la pobreza no es una prioridad. Ni siquiera lo es ya disponer de fuerza de trabajo, casi la única salida en el sistema para alejarse de la pobreza. Hoy, hasta en el mundo desarrollado tener trabajo no es garantía para salir de pobre. «El virus de la automatización, de la robotización imparable -ha dicho el académico y político Julio Boltvinik-, destruye el trabajo humano vivo», por lo que la solución lógica para evadirse de la pobreza capitalista, que aún ilegalizada podría prolongarse indefinidamente, la apunta Boltvinik recomendando: «Luchemos por separar el ingreso del trabajo, por convertir en derecho universal el acceso a un nivel de ingreso que nos permita a todos una vida digna, desde la cuna hasta el sepulcro. Luchemos por el Ingreso Ciudadano Universal, Suficiente e Incondicional, que pueda ser la semilla de la sociedad poscapitalista».

Asociar la ilegalización de la pobreza y el Ingreso Ciudadano o Renta Básica Universal, como mecanismos de redistribución de la riqueza encaminados a la eliminación de la pobreza, serán, a partir de ahora, objetivos irrenunciables para los que creemos que otro mundo mejor y más justo es realmente posible.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.