Traducido del ruso para Rebelión por Andrés Urruti
Transmitir las primeras impresiones de una estancia en la República Popular Democrática de Corea (RPDC, en adelante) no es tan sencillo, en particular porque queda muy poco tiempo (¡y pocas fuerzas!) después de cada día de intensivo programa cultural durante mi estancia aquí. Hacía ya tiempo que no me ocurría encontrarme con un programa tan denso durante un viaje, ¡habría que remontarse a los tiempos soviéticos! Entonces nuestros viajes también se hacían para conocer lo más posible de los nuevos y desconocidos (para uno) lugares en el corto tiempo en que permanecías en ellos, no para emborracharse hasta quedar «grogui» o pasarse todo el día tumbado a la bartola.
Me considero muy afortunada de haber tenido la oportunidad de visitar este país. No cualquiera alcanza ese honor.
Cuando me preparaba para este viaje le conté a una conocida mía rusa que pronto iría a Corea. «¿A la normal o a la del Norte?»- me preguntó, pensando, sin duda, que su comentario era muy gracioso. ¿Aunque lo que es realmente gracioso no será que a nuestra gente ya les han enseñado a dejar de pensar por sí mismos y solo repiten servilmente como loritos todo lo que traducen de la prensa occidental para ellos nuestros supuestos periodistas?
Para mí este país es, con mucho, más normal que cualquier semicolonia «usamericana» de cualquier rincón del planeta.
¿Acaso es anormal que las calles estén limpias? ¿Qué se pueda circular por ellas con seguridad de día o de noche? ¿Qué por las noches no se llenen de gritos de borrachos y que la gente no orine en los portales? ¿Qué la gente pueda ser completamente feliz sin bares, casinos y burdeles?
¿Acaso es anormal que todo el mundo se levante por la mañana tranquilo y con sentimiento de la propia dignidad vayan al trabajo sin el temor de que se vuelvan inútiles a causa de alguna «reconversión» o «reestructuración» laboral?
¿Acaso es anormal que en las tiendas vendan lo que necesitan las gentes para su vida diaria, y no cualquier «artefacto» especialmente diseñado para sacarles todo el dinero posible de los bolsillos, importunándoles con la oferta de cualquier bagatela que no es, en absoluto, necesaria para su felicidad? (¡Ah, si no tengo el último modelo de … me suicido!)
¿Acaso es anormal que los niños practiquen deporte, música y dibujo, y que ayuden a los adultos, en vez de mendigar, limpiar los automóviles de los tipos ricos o corretear por los rincones esnifando pegamento, metiéndose droga y deleitándose en su propia degradación? ¿Acaso es anormal que los niños, hasta los de los primeros cursos puedan ir solos sin peligro a la escuela, sin riesgo de que caigan sobre ellos pedófilos o conductores borrachos en «Mercedes»? ¿Acaso es anormal que los niños se comporten y vistan como niños, y no como prostitutas baratas de portal, y que no se apresuren a acostarse cuanto antes con quien sea para «ser como todos»? ¿Es anormal que no haya en televisión juegos idiotas, anuncios y violencia con sexo?
¿Acaso es anormal que no haya personas sin techo y la gente no sea indiferente a la suerte de los demás? ¿Es anormal no temer que no podrás pagar tus cuentas a tiempo? ¿Es anormal que en las tiendas se vendan productos elaborados en el propio país? Y así se podría continuar hasta el infinito…
Si ustedes realmente consideran que todo lo descrito más arriba es anormal, en ese caso toda nuestra sociedad debería ir urgentemente a la consulta del psiquiatra.
Y en algunos casos, ¡sin guardar cola!: los que chillan a voz en grito que una sociedad que tiene todo lo descrito arriba está privada de no se qué mítica «libertad». Si TODO ESO no es libertad, ¿qué es entonces la libertad? ¿La posibilidad de nombrar presidente a un idiota? ¿El derecho a contar, incluso a quien no le interesa en absoluto saberlo, tus preferencias sexuales? ¿Tener la posibilidad de elección entre cosas y gentes que, en la práctica no se distinguen unas de otras en nada sustancial? ¿Y qué más? ¿Qué sacan ustedes de eso, para sí mismos o para la sociedad? ¿Con eso hay menos «sin techo»? ¿Menos hambrientos? ¿Menos muertos por las drogas o el alcoholismo? ¿Los niños reciben mejor educación? ¿Y les esperará un futuro mejor? ¿Habrá más puestos de trabajo? ¿Menos niños arrojados al orfanato o menos ancianos abandonados a su soledad? No lo creo …
No soy una persona sentimental, más bien soy dura. Pero casi se me caían las lágrimas -literalmente-, lágrimas buenas, alegres, por lo que he visto en Pyongyang. Quien dice que este es un «país pobre» no ha visto lo que es la pobreza real. Si quiere verla, que venga a las profundidades de Rusia, donde los ancianos se arremolinan para rebuscar en los contenedores de basura. O a países miembros de la civilizada Unión Europea, como Bulgaria y Rumania. O incluso a una parte integrante del próspero reino de Holanda, a la isla de Curaçao.
Hacía mucho tiempo que no me sentía tan tranquila y relajada como aquí en la RPDC. En las calles veo personas normales, bien vestidas, modestas, trabajadoras y conformes con su vida, personas que gustan de reírse con un buen chiste y viven una vida con una riqueza cultural que no está al alcance de la mayoría de la población de Occidente, personas que no se parecen en nada a los fanáticos robots que nos describe la prensa occidental.
¡Ah, ese Occidente … no hay por donde cogerlo! «Es pecado burlarse de un inválido» ¡Hay tanto que no entiende de este mundo! Todo lo que no se le somete le da miedo. Todo lo que se sale de los cánones por él establecidos le parece anormal. Y efectivamente, ¿como van a comprender algo como la estima a un presidente por los habitantes de un país, cuando sus propios presidentes, o bien practican el diablo sabe qué con sus becarias en el lugar de trabajo, o bien no son capaces ni de comerse una galleta sin atragantarse?
Y en cuanto a los turistas que dicen que se sienten «limitados en su libertad» o que se «aburren» en la RPDC, pues que se vayan tranquilamente a cualquier sitio de España o Turquía y que se emborrachen hasta el vómito si eso es lo único que les divierte. Y que no ensucien este maravilloso país con su presencia.
(continuará)
Pyongyang, julio de 2007
Fuente: http://left.ru/2007/11/malenko163-2.phtml
Andrés Urruti pertenece al equipo de traductores de Cubadebate y Rebelión.