En sintonía con los principios neoliberales y la doctrina del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, los microcréditos se expandieron con rapidez en los países del Sur en los años 90 del siglo pasado. Por el mecanismo de cobrar tasas de interés del 100% o el 200% a los prestatarios -generalmente pobres y en […]
En sintonía con los principios neoliberales y la doctrina del Banco Mundial y el Fondo Monetario Internacional, los microcréditos se expandieron con rapidez en los países del Sur en los años 90 del siglo pasado. Por el mecanismo de cobrar tasas de interés del 100% o el 200% a los prestatarios -generalmente pobres y en muchos casos mujeres-, se convirtió a las personas empobrecidas en clientes endeudados. La coartada para la supuesta ayuda era que, dado que se veían excluidos de los préstamos de la banca tradicional, gracias las microfinanzas podrían acceder al autoempleo e impulsar pequeños negocios. Y así saldrían de la pobreza. «Una gigantesca patraña, como han demostrado el tiempo y las evaluaciones empíricas», afirma el sociólogo Carlos Gómez Gil, autor del libro «El colapso de los microcréditos en la cooperación al desarrollo», editado en 2016 por Catarata y el Instituto de Desarrollo y Cooperación (IUDC) de la Universidad Complutense.
La importancia de las microfinanzas no fue menor. De hecho, llegaron a convertirse en el estandarte de las políticas de cooperación internacional al desarrollo. «Grandes ONG e instituciones microfinancieras acumularon beneficios millonarios e indecentes, que repartieron entre ejecutivos y accionistas», subraya Gómez Gil, quien afirma que hoy el «gigantesco» sistema se ha derrumbado. El sociólogo y profesor en el Departamento de Análisis Económico Aplicado en la Universidad de Alicante publicó en 1996 el libro «El comercio de la ayuda al desarrollo. Historia y evolución de los créditos FAD»; en 2005, «Microcrédito y cooperación al desarrollo. Ideas para un debate necesario» y un año después «El dilema de los microcréditos en las políticas de desarrollo». El trabajado publicado por Catarata da cuenta de las resistencias populares y movimientos por el impago, en Bangladés, India, Pakistán, Nicaragua, Ecuador o Bolivia, entre otros países.
-¿En qué consisten los microcréditos a personas empobrecidas de los países del Sur, más allá de la propaganda hueca que has denunciado en libros e investigaciones?
Los microcréditos en los países pobres son préstamos muy pequeños y específicamente diseñados para la población más vulnerable, excluida de los servicios bancarios tradicionales precisamente por sus condiciones de indigencia. Para ello, las instituciones microfinancieras (IMF) u ONG dedicadas específicamente a estas líneas de negocio han diseñado un producto específico que incorpora garantías y avales adaptados a los pobres para asegurar que devuelvan el dinero que se les presta, incluyendo los intereses que se les aplica (que con frecuencia son bastante elevados, llegando en algunos países a superar el 100, el 200 o el 300%) así como los gastos financieros y de gestión. Además, en numerosas IMF se les obliga a suscribir otras obligaciones financieras, como seguros de vida o de salud, e incluso acciones de la entidad que los concede. La verdad es que muchos de estos microcréditos deberían de llamarse nanocréditos porque canalizan cantidades muy pequeñas, de 20, 40 o 100 dólares como máximo, que con frecuencia se dedican a la subsistencia o al autoempleo mediante lo que se llaman actividades de rápido intercambio (venta de productos, fruta, artesanía, comida, etcétera, fundamentalmente por mujeres).
¿En términos generales se pueden considerar las microfinanzas un negocio para las entidades prestamistas?
Los microcréditos han tenido una importancia muy grande en la generación de actividades informales de subsistencia («changarrización» o africanización de la economía), generando impactos negativos en el funcionamiento de las empresas formales y en la generación de ingresos a los estados, como han señalado diferentes investigaciones e instituciones internacionales. A la vista de todo ello, desde los años 80 en que los microcréditos comenzaron a extenderse por el mundo, grandes cantidades de dinero se han dirigido hacia ellos en la medida en que producían beneficios impresionantes, mucho más que los generados por la economía formal, descapitalizando pequeñas y medianas empresas al tiempo que importantes volúmenes de ayuda al desarrollo se destinaron a capitalizar programas de microcréditos, ya que sus postulados ideológicos coincidían con los principios del Consenso de Washington impulsados por el Banco Mundial (BM) y el Fondo Monetario Internacional (FMI).
A medida que el negocio se extendía y generaba importantes beneficios, numerosas ONG especializadas en microcréditos pasaron a convertirse en bancos o instituciones microfinancieras, como el Grameen Bank, actuando como grandes bancos especulativos mundiales. Los escándalos generados por la salida a bolsa de instituciones microfinancieras como SKS Microfinance en India y Compartamos en México, que pasaron de ser ONG a grandes bancos especulativos con capital de poderosos inversores internacionales, con modelos de negocios similares a Starbucks o MacDonald’s, y con decenas de miles de clientes pobres muchos de ellos sobreendeudados e insolventes, demuestra hasta qué punto se han convertido en un negocio especulativo más, que recae en las espaldas de los más vulnerables del planeta.
-¿Por qué consideras tan representativo el caso del doctor Muhammad Yunus y su criatura, el Grameen Bank, galardonados con el Premio Nobel de la Paz en 2006? ¿Cuál fue el recorrido posterior de este economista y banquero bangladesí?
La creación y extensión del modelo moderno de microcréditos en el mundo surgió de Yunus, un tipo bastante llamativo que estudió su doctorado en Estados Unidos y entró en contacto con importantes instituciones internacionales. Cuando uno revisa los cimientos teóricos sobre los que diseñó los microcréditos parecen más los postulados de un iluminado que de un científico social. Yunus escribió y defendió que el problema a la pobreza en el mundo pasaba por extender los microcréditos entre los pobres, de tal forma que los microcréditos eliminarían la pobreza en una generación por completo, hasta el punto que nuestros hijos tendrían que ir a los museos para saber lo que era la pobreza porque se convertiría en algo completamente desconocido. Esto está escrito y publicado por Yunus y lo que es más grave, fue apoyado con entusiasmo por instituciones internacionales y de ayuda, que comenzaron a regar de dinero a Yunus para que extendiera los microcréditos en Bangladesh, de manera que para Yunus, la pobreza en el mundo dejaría de existir al endeudar de forma masiva a los más menesterosos mediante la aparición de unos mercados financieros específicos.
-¿Qué apoyos recibió?
Todo ello conectó con rapidez con el complejo económico y político de Washington que veía en estos microcréditos la oportunidad para impulsar sus políticas, reduciendo gastos en los estados y en los más pobres e impulsando esa especie de darwinismo social que Yunus defendía. De manera que los microcréditos han sido una coartada magnífica para todo el Think tank neoliberal, y Yunus ha sido el principal ideólogo de todo ello, difundiendo mentiras para justificar las actuaciones de su banco, el Grameen Bank y de todas las empresas creadas alrededor de los microcréditos. Para colmo, la difusión del escándalo del desvío por Yunus de los 100 millones de dólares concedidos por la cooperación noruega al Grameen Bank a un paraíso fiscal para eludir el pago de impuestos, demostró hasta qué punto las prácticas de Yunus han sido profundamente inmorales, contando incluso con la participación del gobierno de Estados Unidos, como desveló WikiLeaks. Por ello, Muhammad Yunus ha sido un gigantesco impostor que ha dado soporte ideológico y político a la expansión de los microcréditos ante los gobiernos e instituciones más poderosas del mundo, de espaldas a su impacto real.
-¿Pueden entenderse a grandes rasgos las microfinanzas como un instrumento de penetración de las políticas neoliberales a escala global?
Así es. Los microcréditos tienen que entenderse como un proceso de bancarización de los pobres del planeta mediante la transformación de la pobreza en deuda, responsabilizando con ello a sus solicitantes de su propia supervivencia y la de sus familias. El avance que en los años 80 y 90 experimentaba el proyecto neoliberal mediante la extensión de los procesos de liberalización financiera, de la mano de la implantación de las políticas del Consenso de Washington a través de las intervenciones macroeconómicas que desarrollaban el FMI y el BM, particularmente en países necesitados de ayuda, con las consiguientes imposiciones de las políticas de ajuste estructural, sentaron las bases para un progresivo desmantelamiento del Estado y de la provisión de servicios públicos en numerosos países del Sur. Con ello, se dejaba paso a que fuera el mercado quien se encargara de proporcionar las necesidades de la población, creando el caldo de cultivo propicio para que las microfinanzas fueran vistas con entusiasmo por los promotores de estas políticas, claramente neoliberales, en la medida en que apoyaban firmemente sus postulados ideológicos.
-¿Por qué zonas del planeta y sectores han proliferado las microfinanzas?
Los microcréditos se han extendido por el mundo sobre la idea de que es el mercado, en este caso el mercado bancario, el que tiene que encargarse de la pobreza. Con ello se transforman las políticas mundiales de cooperación y ayuda en una simple inserción de los países en desarrollo en un liberalismo económico asimétrico que ha generado tan colosales desigualdades en el reparto de los ingresos y en el acceso a los bienes públicos esenciales. Por si fuera poco, la industria de las microfinanzas evoluciona hacia una financiarización más amplia de todo el conjunto de servicios que necesitan los pobres, incorporando microseguros, microahorro, banca móvil y microatención sanitaria. Lamentablemente la extensión de los microcréditos ha sido muy amplia, particularmente en los países y sectores más pobres porque se han presentado como la única rendija que tenían para salir adelante, además de contar con el apoyo de agencias de ayuda, instituciones multilaterales, universidades y no pocas ONG, junto a un importante aparato político, económico e ideológico mundial.
-¿Han constituido los microcréditos un «nicho» o ámbito de negocio también para los bancos y fondos de inversión privado? Por otro lado, ¿qué función han desempeñado las ONG? ¿Pueden citarse nombres de entidades financieras y organizaciones no gubernamentales?
El presidente de Planet Finance, Jacques Attali, una de las mayores organizaciones mundiales de microcréditos, afirmó con claridad que la banca había alcanzado un límite al llegar al 20% de la población mundial por lo que para poder expandirse y ganar cuotas de mercado tenía que considerar como un enorme potencial ese 80% de población más pobre que estaba fuera de los servicios bancarios y que también eran «un mercado rentable», y destaco estas palabras. Esta es la visión de buena parte de las instituciones multilaterales, del Banco Mundial y del FMI, de grandes instituciones microfinancieras promotoras de microcréditos en el mundo así como de algunas ONG que han convertido este instrumento en una forma valiosa de rentabilizar económicamente sus intervenciones. Sorprendería conocer los balances, las cuentas de resultados y los beneficios de grandes ONG e instituciones microfinancieras especializadas en ofrecer microcréditos a los más pobres, pero que acumulan beneficios millonarios e indecentes que reparten entre sus ejecutivos, accionistas y directivos de la misma forma que se hace en Wall Street. ¿Cómo pueden justificarse estos beneficios multimillonarios en instituciones microfinancieras y supuestas ONG mientras sus clientes acumulan créditos impagables que les lleva muchas veces a perder sus escasos bienes o a asumir una espiral interminable de endeudamiento a través de microcréditos con intereses que en algunas regiones superan el 100% o alcanzan incluso el 200%?
-En el libro «El colapso de los microcréditos en la cooperación al desarrollo» dedicas bastantes páginas a Bangladés e India. ¿Qué consecuencias ha tenido este modelo de negocio en los citados países?
En la India o en Bangladés se han producido miles de suicidios de honor debido a la imposibilidad de pagar las deudas asumidas por muchas personas en situación de pobreza extrema, especialmente mujeres, hasta el punto de que el Estado de Andra Pradesh tuvo que tomar cartas en el asunto y limitarlos con rigor, vigilando de cerca las prácticas mafiosas de organizaciones que presionaban con matones a quienes no podían pagar sus deudas. En Pakistán existen miles de personas esclavas, trabajando incluso con cadenas, debido a que no han podido pagar sus microcréditos y asumen casi de por vida una deuda que tienen que pagar mediante ese trabajo infame, como han constatado ONG australianas como Walk Free Foundation o Green Rural Development. De manera que además del escandaloso beneficio económico que se ha montado en torno a los microcréditos en no pocos países, se ha profundizado en el sufrimiento y la exclusión de muchos de quienes se embarcaron en esta historia pensando que les iba a sacar de la pobreza, y lejos de ello, son ahora todavía más pobres y vulnerables que antes.
-En el libro citas movimientos de resistencia y «no pago» en países como Bangladés, India, Pakistán, Nicaragua, Ecuador, Bolivia, México, Marruecos o Bosnia-Herzegovina. ¿Qué actores han encabezado el rechazo y con qué resultados?
El movimiento «no pago» ha sido una respuesta muy amplia de contestación y rechazo a los abusos que instituciones microfinancieras han venido cometiendo sobre la población más pobre y vulnerable en numerosos países y regiones del mundo. Lo llamativo de este fenómeno es su extensión a lo largo y ancho de países y continentes sin que existiera una estrategia unificada de actuación, algo así como un grito de hartazgo que ha salido de grupos de mujeres, de hombres, de campesinos en lugares tan diversos como Nicaragua o Marruecos, Bosnia-Herzegovina o Chiapas, Bolivia o México, India, Bangladesh, Pakistán o Ecuador, por poner algunos ejemplos. Incluso en algunos de estos lugares, ONG que han trabajado con la población más pobre o incluso algunos gobiernos han apoyado a este movimiento, como respuesta a las sistemáticas arbitrariedades cometidas contra los pobres que en muchos casos entraron en una espiral de endeudamiento sin fin que en no pocos lugares ha generado que tuvieran que recurrir a endeudamientos cruzados o múltiples para poder hacer frente a los microcréditos adquiridos con anterioridad. Es verdad que el resultado ha sido muy desigual, pero en no pocos países ha obligado a un mayor control, regulación y limitación sobre un sector que ha construido una fabulosa burbuja especulativa que ha restado recursos para el desarrollo local a costa de extraer fabulosos beneficios de los más pobres, generando episodios microfinancieros subprime.
-Auspiciadas por Naciones Unidas, el Banco Mundial y las Agencias para el Desarrollo de los países del Norte, ¿Han contribuido los microcréditos a paliar la pobreza, y especialmente la de las mujeres en los países del Sur?
A día de hoy tenemos muy claro que las microfinanzas, como instrumento de la cooperación para el desarrollo, han fracasado a la luz de dos premisas fundamentales, como son la reducción de pobreza y privación entre sus receptores, quienes por el contrario vienen utilizando estos microcréditos de forma creciente para financiar gastos esenciales de subsistencia y acceder a servicios básicos necesarios para ellos y sus familiares; al tiempo que tampoco han generado un desarrollo económico, mientras que otros sectores económicos formales han visto en muchos países cómo su acceso al crédito y a la financiación se reducía o directamente se eliminaba como consecuencia de redirigir ésta hacia unas microfinanzas que se han convertido en el motor de una economía informal que debilitaba al Estado. En el caso de las mujeres, las microfinanzas tratan de aprovecharse de elementos específicos de discriminación por razón de género que inciden en ellas para su extensión, como son el proporcionar el sustento familiar, el atender el cuidado de los hijos o su dimensión grupal, por lo que con frecuencia generan un aumento de la carga laboral, una reproducción de patrones sexistas, así como un mayor absentismo escolar en los hijos.
-¿Hay estudios que avalen estas afirmaciones?
Sobre esto hay ya investigaciones empíricas, de envergadura de manera que uno de los dogmas de los microcréditos que dice que mejoran las condiciones de pobreza y desarrollo de las mujeres se ha demostrado falso en diferentes países del mundo. Pero además, es llamativo que se hable del éxito de los microcréditos en las mujeres en base a si devuelven el dinero, si tienen bajas tasas de morosidad o si alimentan a sus hijos, mientras que por el contrario nunca dicen qué sucede con su ocio y capacidad de decisión, si pueden acceder a métodos de planificación familiar, si se reduce el número de hijos, si mejoran en su educación o si poseen una mayor autonomía personal frente a sus parejas o familias. Ninguno de estos elementos clave aparece en las ONG e IMF especializadas en dar microcréditos a mujeres porque lo importante es si pagan y devuelven sus créditos, porque de lo contrario, es el grupo de mujeres quien tiene que devolver el crédito de la mujer morosa, un mecanismo perverso que socializa el sufrimiento entre ellas.
-¿Por qué estas informaciones no se han difundido en el estado español?
Todo lo dicho es algo ampliamente demostrado a nivel empírico en las investigaciones, estudios académicos y evaluaciones más importantes llevadas a cabo hasta la fecha, incluyendo revisiones sistemáticas y evaluaciones «randomizadas» o aleatorias que no han tenido prácticamente difusión en España, donde encontramos todavía a personas que difunden la buena nueva de los microcréditos ajenos a toda esta literatura académica; y lo hacen exclusivamente como dogmas de fe y de espaldas a su realidad. Insisto, es algo llamativo para el caso español la ausencia de estudios académicos críticos y rigurosos, incluso en el ámbito universitario, que por el contrario ha acogido artículos, ponencias y publicaciones carentes de rigor científico para publicitar las bondades de los microcréditos, a diferencia de lo ocurrido en otros muchos países. De hecho, mi libro es uno de los primeros estudios académicos en lengua española que disecciona de forma pormenorizada los microcréditos de forma crítica, algo en sí mismo llamativo.
-Has criticado la opacidad respecto a los microcréditos como fórmula de ayuda al desarrollo en el estado español. ¿En qué sentido y por qué se produce esta falta de transparencia?
La falta de transparencia en la cooperación española es consustancial a la misma de forma histórica, llegando en algunos casos a unos niveles patológicos. Para alguien que lleva 25 años estudiándola de cerca me resulta lamentable comprobar cómo ha sido convertida en un instrumento clientelar más que impulsa en no pocas ocasiones las políticas y caprichos de quien manda, sirviendo como agencia de colocación para amigos y espacio de favores para organizaciones afines. ¿Cómo puede ser que supuestas ONG vinculadas de una u otra manera al PP sean las que mayores recursos vienen recibiendo a pesar de que algunas de ellas estén inmersas en importantes procesos de corrupción? ¿Cómo se puede explicar que diferentes responsables en la historia de la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo (AECID) hayan estado procesados por corruptos y ladrones en la máxima institución que debe de velar por ayudar a reducir la pobreza en el mundo? Todo esto se sabe pero se silencia porque quien se atreve a decirlo es víctima de rechazos y discriminaciones por eso que yo he dado en llamar «la aristocracia de la cooperación». Si repasamos la red clientelar que construyó el preso y exconseller Rafael Blasco en la Comunidad Valenciana y cómo no paraba de reunirse y fotografiarse con algunas de las mayores ONG de la cooperación, incluso cuando se sabía que estaba promoviendo actividades delictivas, entenderemos hasta qué punto el sector necesita de una profunda revisión.
-¿Se ha producido alguna evaluación o control oficial en la gestión de estos recursos?
En 2016 el Tribunal de Cuentas, que depende del Congreso de los Diputados y no es un grupo filomarxista de perroflautas, publicó un demoledor informe sobre uno de los instrumentos más polémicos y destructivos con que cuenta la cooperación española, el Fonprode (Fondo de Promoción para el Desarrollo), aprobado en el año 2010 y al que muy pocos nos opusimos por entonces. Pues bien, entre otras muchas barbaridades, este informe recogía gravísimas irregularidades que se venían cometiendo con el programa de microcréditos de la AECID, adscrito al Fonprode. Entre otras lindezas, el Tribunal de Cuentas destaca que no se realiza seguimiento ni evaluación alguna de los microcréditos concedidos de manera que nunca se puede saber si realmente se utilizan para lo acordado; que se han concedido importantes cantidades a instituciones microfinancieras muy dudosas que se encontraban en situación de insolvencia con informes negativos de los técnicos especialistas; que se han canalizado recursos para microcréditos a través de entidades asentadas en paraísos fiscales -algo radicalmente prohibido por la ley-; o que se tardan más de tres años simplemente en volcar los datos trimestrales de las entidades a las que España concede dinero para microcréditos y aparecer así en los informes de la AECID. Es decir, un disparate que debiera haber llevado a una revisión en profundidad de estos microcréditos en la cooperación española y a la exigencia de responsabilidades.
-¿De qué modo han hecho uso las ONG de la herramienta de los microcréditos?
Hay ONG que han venido utilizando microcréditos como elemento de moda que les permitía captar recursos, pero que no lo han hecho de forma adecuada. Yo he evaluado tanto exante como expost a organizaciones que ni siquiera sabían cómo iban a utilizar este dinero, siendo como es un instrumento financiero tan complejo, por lo que siempre he desaconsejado su utilización. Y en evaluaciones sobre el terreno en países latinoamericanos he visto verdaderas barbaridades, incluso engaños muy sonoros que me han llevado a darme cuenta del daño que con ellos se ha hecho. Son tantas las pequeñas acciones que se pueden hacer para mejorar la vida de la población más pobre en cuestiones esenciales, que cargar sobre ellos una gigantesca losa de una deuda con frecuencia inasumible es una auténtica barbaridad.
-¿Puede distinguirse a grandes trazos entre dos periodos y modelos de cooperación, uno presidido por los Fondos de Ayuda al Desarrollo (FAD) y otro por los microcréditos? Si es así, ¿por qué se produce el cambio de paradigma y con qué consecuencias sobre los países empobrecidos?
Es cierto que en la década de los 80 y 90 del siglo pasado se extendió el uso de la ayuda al desarrollo en forma de créditos oficiales para el apoyo a la exportación en numerosos países donantes, que en España tomaron la forma de los polémicos créditos FAD. En todos los casos hubo polémicas e irregularidades hasta el punto que en Reino Unido, por ejemplo, este programa que se denominaba ATP fue radicalmente eliminado tras diferentes evaluaciones que pusieron de manifiesto su disfuncionalidad. La diferencia en España es que estos créditos FAD se mantuvieron vivitos y coleando durante 34 años, siendo el programa estrella de la cooperación española y a través del cual tomaron cuerpo irregularidades y corrupciones por unos y otros gobiernos que nunca fueron investigadas.
Para tener idea de lo que digo, una parte importante del crecimiento de la ayuda al desarrollo que se vivió durante la etapa de Zapatero se hizo utilizando estos dañinos créditos FAD, algo que pocas personas saben. Es cierto que finalmente se reformaron y se transformaron en el llamado Fonprode (Fondo de Promoción para el Desarrollo) que fue acogido con elogios por numerosas ONG y especialistas, a pesar de que algunos pocos señalamos los riesgos y peligros que tenía este nuevo instrumento, heredero de los FAD. Y desgraciadamente, el tiempo ha vuelto a demostrar que teníamos razón y el Tribunal de Cuentas ha evidenciado que vuelven a ser un instrumento dañino y vergonzoso de la cooperación española, que está financiando fondos opacos en paraísos fiscales o en multinacionales agroalimentarias que están vulnerando derechos humanos en África, por poner algunos ejemplos.
-¿En qué contexto se produce este desaguisado en la cooperación al desarrollo?
Se ha recortado la ayuda española a mínimos históricos mientras se dedica el escaso dinero existente para capitalizar a los llamados intermediarios financieros que promueven inversiones especulativas en los países pobres a través de este dañino Fonprode; y mientras por ejemplo la cooperación española no da un solo euro en los programas mundiales de lucha contra el SIDA, un auténtico escándalo. Y también, en este panorama de ausencia de recursos y al hilo de la burbuja mundial de apoyo a los microcréditos, la cooperación española ha venido dedicando importantes cantidades a ellos, a pesar de que las microfinanzas entre la población más vulnerable como instrumento de la cooperación al desarrollo han profundizado en dinámicas de exclusión y discriminación
-¿Por qué en el libro se habla de «colapso» de los microcréditos? ¿Resulta aventurado señalar un negocio puramente especulativo y referirse a una «burbuja» financiera?
Curiosamente, con la editorial discutimos ampliamente la importancia de mantener el concepto de «colapso» en el título, mientras que La Catarata proponía otro distinto, por lo que tuve que explicar a fondo el porqué de ello, algo que no era casual. A lo largo de la elaboración del estudio y de todos los años en que llevo estudiando los microcréditos, me di cuenta de que se había levantado una gigantesca estructura en torno a ellos, tanto desde el punto de vista ideológico, como conceptual, económico y político, situándose así como uno de los instrumentos más importantes de la ayuda al desarrollo utilizado por el neoliberalismo y sus principales instituciones políticas y económicas. Con el paso del tiempo, todo ese gigantesco edificio se ha venido abajo. Por supuesto que ha habido un formidable negocio especulativo alrededor de los más pobres, absolutamente despreciable en algunos casos, pero no menor del gigantesco engaño que llevaba a defender que el mercado bancario se encargaría por sí solo de la pobreza mediante el endeudamiento de los sectores más pobres y vulnerables del planeta
-Por último, ¿cuáles son las nuevas tendencias en la «ayuda» al desarrollo y qué amenazas entrañan?
Las políticas de ayuda al desarrollo atraviesan el proceso de cambio más importante desde que fueron formuladas, en la medida en que junto a los recortes económicos que se están viviendo, tiene lugar una reconversión política, ideológica e instrumental que afecta a procesos de gran calado. Así, se viene produciendo un progresivo redireccionamiento de la ayuda de la mano de su creciente privatización, junto a una mayor reorientación económica y mercantil acompañada de nuevos instrumentos privados muy sofisticados que escapan del control de los Estados; es lo que sucede con los intermediarios financieros para inversiones privadas con recursos de la ayuda. En los últimos años cada vez más donantes destinan cantidades cada vez más importantes de la ayuda al desarrollo para atender a los refugiados, lo que está debilitando todavía más los compromisos mundiales de reducción de la pobreza en el mundo y los acuerdos mundiales a favor del desarrollo. Pero en el caso de España, tenemos que insistir en que junto a los brutales recortes en la cooperación española se la ha reducido a la mínima expresión, alejada de acuerdos y compromisos internacionales; y esto hay que decirlo con mucha claridad, cuando con frecuencia se vende propaganda, publicidad y humo.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.