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Irán y la destrucción de Israel

Fuentes: Al-Quds

Traducido del árabe para Rebelión por Ciro Gonasti

No creemos que el presidente iraní Ahmediniyad sea tan ingenuo como para no haber medido por anticipado los riesgos de las declaraciones lanzadas la semana pasada en las que amenazaba con «borrar» del mapa el estado de Israel, pues es un hombre extremadamente inteligente y sagaz que sabe lo que dice, como lo demuestra el hecho de que no se haya retractado de ellas en absoluto, sino que -al contrario- haya ratificado luego cada una de sus palabras, a pesar de la furiosa reacción estadounidense, israelí y occidental.

De una lectura rápida de estas declaraciones se pueden deducir numerosas conclusiones, algunas de las cuales resumimos en los puntos siguientes:

Primera. Es evidente que el régimen iraní se mantiene firme en su decisión de desarrollar su programa de energía nuclear y de enriquecimiento de uranio. Hace sus cálculos, pues, sobre esta base, a partir de la previsión de sanciones económicas y quizás agresiones militares, por lo que quiere asegurar dos aspectos fundamentales: la movilización de la población iraní en torno a una causa islámica justa como lo es la cuestión palestina y el apoyo masivo árabe y musulmán con la tentativa de llenar el creciente vacío de liderazgo en esta zona del mundo.

Segundo. Irán ha establecido una firme alianza estratégica con Siria y con algunas de las fuerzas radicales palestinas, como Hamas o la Yihad, y esta contundente amenaza a Israel aligera las presiones de EEUU sobre Siria y los aliados de Irán en Palestina u obliga al menos a los EEUU a pensárselo dos veces antes de acalorarse con Siria e imponerle un bloqueo económico como respuesta al reciente informe Mehlis.

Tercero. Irán percibe que los regímenes árabes están comenzando a conspirar con los EEUU en su contra y ve en las recientes palabras del príncipe Saud Al-Faysal, ministro de exteriores saudita, el cual ha reprochado a EEUU haber entregado Iraq a Irán, y en la visita a Bagdad de Amr Musa, secretario general de la Liga Arabe, una aplicación de hecho de esta conspiración, de manera que Ahmedniyad ha decidido romper a través de sus declaraciones con los regímenes árabes, cómplices en su mayoría de Israel y testigos mudos de sus crímenes contra los palestinos en Gaza y Cisjordania.

Cuarto. Los dirigentes iraníes se dan cuenta de su fortaleza en la región después de que la ocupación estadounidense haya acabado con el partido Baaz y su presidente Sadam Hussein y haya llevado mediante una sangrienta guerra a sus aliados chiíes a la cúspide del poder. Del mismo modo, la «guerra contra el terrorismo» ha expulsado del poder en Afganistán a los talibán, que eran sus máximos enemigos. Y ha alcanzado todas estas victorias sin disparar una sola bala, aprovechando sencillamente las dificultades estadounidenses en Iraq para desarrollar su potencia militar y, más concretamente, la nuclear.

Quinto. Por primera vez en su historia, Irán se descubre a sí misma convertida en la máxima potencia de la región, donde el equilibrio militar estratégico se inclina a su favor tras la destrucción de Iraq mediante el bloqueo, el aniquilamiento de su sólida estructura de gobierno y el estallido de la guerra civil. Más importante aún, por primera vez no necesita enviar a sus partidarios a asediar la embajada estadounidense en Teherán, pues tiene a 150.000 soldados estadounidenses y a 10.000 ingleses en Iraq como rehenes en sus manos y en las de sus partidarios. No ha sido una casualidad que hayan matado a cinco soldados ingleses en sólo tres días en Basora y con bombas de alta tecnología que, según Tony Blair, primer ministro británico, procedían de Irán.

Sexto. La alianza de algunos aliados de Irán con las fuerzas de ocupación estadounidenses en Iraq, como las milicias de Badr y el partido Dawa, o el Consejo Supremo de la Revolución islámica y Ali As-Sistani, la más alta autoridad chií, ha dado una pésima reputación a la corriente chií, hasta el punto de que ha sido acusada de alta traición en algunos medios musulmanes en todo el mundo. Quizás el presidente Ahmedniyad ha querido desmentir esta acusación, devolviendo a la corriente chií su cara nacionalista, cuya máxima expresión se alcanzó con la resistencia de Hizbullah frente a la agresión israelí en el Líbano y con la decisión del Ayatolá Jomeini de expulsar a los diplomáticos israelíes, cerrar su embajada en Teherán y entregársela a continuación a la OLP.

Quizás algunos objetarán que el presidente Ahmedniyad ha cometido el mismo error que cometió el presidente iraquí Sadam Hussein cuando amenazó con destruir la mitad de Israel e hizo alusión al armamento nuclear en uno de sus exhibicionistas discursos, pero hay una diferencia fundamental: sobre Irán pende la amenaza de bloqueo y sanciones económicas, e incluso de un ataque militar, tanto de parte estadounidense como israelí, y lanzar o no declaraciones de este tipo no cambia este hecho, pues los EEUU no permitirá a Irán desarrollar armas nucleares que amenacen la hegemonía estratégica de Israel ni el control estadounidense de los recursos petrolíferos del Golfo.

Israel y EEUU no necesitan declaraciones radicales como éstas como pretexto para atacar Irán y sus instalaciones nucleares. Conviene recordar que la invasión de Iraq se hizo con el pretexto de unas armas de destrucción masiva que nunca existieron.

El presidente Ahmediniyad ha puesto patas arriba todos los equilibrios en la zona, ha devuelto a su país el liderazgo en el mundo islámico y ha incomodado a los dirigentes árabes que se preparan para aliarse nuevamente con EEUU para emprender una guerra contra Irán alegando su intervención en los asuntos de Iraq, y esto en beneficio de Israel, como se aliaron con EEUU para derribar el régimen iraquí.

La exhausta administración estadounidense, con su crisis interna, está actualmente entrampada en dos guerras perdidas, en Afganistán y en Iraq, y no puede abrir un tercer frente contra la más poderosa fuerza regional, en este caso Irán. Ha gastado hasta el momento 300.000 millones de dólares, ha perdido más de dos mil soldados, y ha visto precipitarse su popularidad por debajo del 50%, sin contar con las consecuencias que para el vicepresidente Cheney y para el propio Bush puede tener el escándalo de la revelación del nombre de la agente de la CIA.

Si la guerra en Iraq ha disparado los precios del petróleo hasta los 70 dólares por barril, ¿cuál sería la situación si esta guerra se extendiese a Irán y cómo afectaría esto a la economía mundial?

Irán resistió siete años de guerra con Iraq, a pesar de que el bando iraquí fue apoyado por la mayor parte de los árabes, los EEUU y Europa. ¿Podemos imaginar la situación del mundo y las dimensiones del terrorismo en el caso de que Irán se transformase en un «Estado fracasado» como Iraq y el horror del caos se extendiese desde Irán, a través de Iraq y Siria, hasta las playas del mar Mediterráneo?

Los neoconservadores han descubierto el caos constructor como consigna para justificar sus guerras en Iraq y Afganistán, y podría transformarse en caos destructor si se abriese un frente de guerra en Irán y Siria, un caos que haría que occidente sintiera nostalgia de la organización Al-Qaeda y sus buenos tiempos cuando este caos engendrase organizaciones infinitamente más extremistas.