Los datos que obtuvieron sobre la bomba atómica estadounidense eran de escaso valor pero fueron víctimas de una sociedad conmocionada por la amenaza soviética en la guerra de Corea. Convencidos comunistas, negaron su culpabilidad hasta el final. «Ha habido una explosión atómica en Rusia». La declaración del presidente estadounidense, Harry Truman, el 23 de septiembre […]
Los datos que obtuvieron sobre la bomba atómica estadounidense eran de escaso valor pero fueron víctimas de una sociedad conmocionada por la amenaza soviética en la guerra de Corea. Convencidos comunistas, negaron su culpabilidad hasta el final.
«Ha habido una explosión atómica en Rusia». La declaración del presidente estadounidense, Harry Truman, el 23 de septiembre de 1949, comunicando que la Unión Soviética había realizado su primera prueba nuclear a finales del mes de agosto, causó una gran conmoción en Occidente. El anuncio supuso la vuelta al equilibrio armamentístico entre los dos bloques surgidos de la última contienda mundial. Fue el inicio de la guerra fría.
Estadounidenses y británicos se sorprendieron por la rapidez con la que los soviéticos realizaron su primer ensayo nuclear. Los más pesimistas no creían que los soviéticos lo lograran antes de 1952 o 1953. La coincidencia de los parámetros de la bomba rusa con la bomba de Hiroshima disparó todas las alarmas y los agentes estadounidenses desencadenaron una frenética búsqueda de espías culpables de haber filtrado secretos nucleares al enemigo.
En realidad, los servicios secretos estiraron del hilo que les había servido en bandeja el oficial de inteligencia Igor Gouzenko, un criptógrafo de la embajada de la URSS en Canadá, que el 5 de septiembre de 1945 desertó a Occidente afirmando que tenía pruebas de una red de espionaje soviética en Canadá, Gran Bretaña y Estados Unidos. Gouzenko aportó documentación que llevó a la detención de 22 agentes locales y 15 espías soviéticos en Canadá. Entre ellos el primer detenido de importancia en el espionaje atómico: Allan Nunn May, un físico nuclear británico que trabajaba en el laboratorio de Chalk River, no lejos de Otawa. May confesó que desde comienzos de 1945 remitió a Moscú, por medio de un enlace, información nuclear -incluso había entregado cantidades infinitesimales de uranio (U 233 y U 235)-. Fue trasladado a Gran Bretaña y condenado, en mayo de 1946, a diez años de prisión.
Los papeles de Gouzenko también posibilitaron el descubrimiento del físico teórico Klaus Fuchs, un refugiado alemán que había trabajado para la misión británica en el Proyecto Manhattan en las instalaciones de Los Álamos, Nuevo México. En enero de 1950, Fuchs fue arrestado en Inglaterra y tras varios interrogatorios confesó que había pasado información a la URSS. El 1 de marzo fue condenado -el juicio duró 90 minutos- por el Tribunal Penal Central de Londres a catorce años de prisión, el máximo posible por pasar secretos militares a una nación aliada -hasta 1945, la URSS y Gran Bretaña eran aliados-. Tras cumplir nueve años y medio de condena, fue liberado y emigró a la República Democrática Alemana, donde fue tratado como un héroe.
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