Los líderes de las dos Coreas se fundieron en un emotivo abrazo entre los vítores de la multitud congregada en el aeropuerto y la marcha interpretada por una banda militar. El líder de Corea del Norte, Kim Jong Un, dijo el martes que la cumbre «histórica» que celebró en junio con el presidente estadounidense, Donald Trump, […]
Los líderes de las dos Coreas se fundieron en un emotivo abrazo entre los vítores de la multitud congregada en el aeropuerto y la marcha interpretada por una banda militar.
El líder de Corea del Norte, Kim Jong Un, dijo el martes que la cumbre «histórica» que celebró en junio con el presidente estadounidense, Donald Trump, ayudó a estabilizar la región y que quería obtener un «gran resultado» de la cumbre de tres días que inició el martes con el presidente de Corea del Sur, Mun Jae In, para reavivar la estancada diplomacia nuclear.
Kim Jong Un agradeció al presidente surcoreano que mediara en la organización de la cumbre en junio en Singapur, al comienzo de una tercera ronda de conversaciones en Pyongyang entre los dos líderes coreanos. «Gracias a esto, la situación política en la región se ha estabilizado y yo espero incluso mejores resultados en adelante», dijo Kim a Mun, en referencia al encuentro en Singapur.
Mun, por su parte, expresó su gratitud por la «valiente decisión» de Kim de abrir «una nueva era».
La primera sesión de conversaciones, que se extendió durante dos horas, tuvo lugar en las oficinas del comité central del Partido de los Trabajadores de Corea del Norte, con el vicepresidente Kim Yong Chol y la hermana de Kim, Kim Yo Jong. También asistieron el asesor de seguridad nacional de Corea del Sur, Chung Eui Yong, y del jefe de inteligencia Suh Hoon.
Los dos líderes iniciaron conversaciones oficiales el martes por la tarde, después de desfilar por las calles de Pyongyang en la limusina Mercedes de color negro de Kim ante los vítores de casi 100.000 norcoreanos que agitaban flores y gritaban «¡Unificación! ¡Patria!».
Previamente, Kim saludó a Mun con abrazos y apretones de mano mientras el líder surcoreano aterrizaba en la capital del Norte con la misión de reavivar el impulso en unas frágiles negociaciones entre Washington y Pyongyang sobre la desnuclearización y hacer progresos en el proceso de poner fin formalmente a la Guerra de Corea.
Mientras Kim acompañaba a Mun hasta la Residencia de Invitados de Estado Paekhwawon, donde permanecerá el líder surcoreano durante su visita de tres días, el líder norcoreano dijo que quería producir un «resultado más grande a un ritmo más rápido» de lo que los dos líderes han logrado hasta ahora.
También mostró signos de una humildad poco común en el mariscal. «Usted, señor presidente, está viajando por todo el mundo, pero nuestro país es humilde en comparación con las naciones desarrolladas», le dijo Kim a Mun. «He estado esperando con impaciencia el día de hoy. El nivel de alojamiento y programa que brindamos puede ser bajo, pero lo damos con nuestra mejor sinceridad y corazón».
Mun dijo que era «hora de dar frutos» y agradeció a Kim su hospitalidad, que incluyó una gran ceremonia de bienvenida en el aeropuerto internacional de Pyongyang con una numerosa guardia de honor y una banda militar.
Durante su desfile automovilístico a través de Ryomyong, un nuevo distrito residencial creado el año pasado bajo la iniciativa de Kim de modernizar la ciudad, Kim y Mun salieron del vehículo para saludar y tomar flores entregadas por el público.
Los dos líderes asistirán a una actuación musical y una cena en Mokrankwan, una sala de banquetes donde Kim organizó celebraciones multitudinarias el año pasado para felicitar a científicos y funcionarios por las pruebas de misiles de largo alcance capaces de llegar a Estados Unidos.
Tal y como ha dicho Seúl, se espera que tras una segunda reunión que se va a celebrar mañana -y siempre que ambas partes logran finalmente coordinar posturas- se pueda anunciar una declaración conjunta e incluso celebrar una rueda de prensa con ambos líderes.
En el marco bilateral, Norte y Sur, técnicamente aún en guerra, han hablado de rubricar un acuerdo para impedir choques militares en zonas fronterizas, algo que Seúl considera un avance sustancial en el acercamiento y que puede contribuir a seguir cimentando la confianza mutua y su mediación entre Washington y Pyongyang.
Pyongyang ha venido demandado avances en la firma de un tratado de paz que ponga fin al estado de guerra que se mantiene en la península a cambio de ejecutar pasos más concretos para desmantelar su arsenal.
Washington, por su parte, ha dado a entender que necesita más garantías (entrada de inspectores o revelación de inventarios armamentísticos, por ejemplo) antes de comenzar a trazar un acuerdo de paz y de levantar sanciones sobre el régimen.
Seúl habla de «percepciones diferentes» y de la necesidad de reducir esa distancia entre las partes.
La cordialidad vista hoy hace pensar que efectivamente el presidente surcoreano puede ser de nuevo un engranaje clave para lograr que EE.UU. y Corea del Norte celebren pronto una segunda cumbre.
Moon se mostró durante toda la jornada sonriente y cómodo, también cuando Kim lo paseó por varios de los puntos emblemáticos de Pyongyang, como la avenida Ryomyong o el Palacio del Sol de Kumsusan, mientras una ordenada multitud de ciudadanos los vitoreaba al paso.
Pyongyang desplegó a esta comitiva a lo largo de los 20 kilómetros que separan el aeropuerto de Sunan y la residencia de Paekhwawon, donde se hospeda la delegación surcoreana.
Este ejercicio coreografiado y excesivo al más puro estilo del régimen viene a señalar al menos que las relaciones entre Seúl y Pyongyang están en su mejor momento desde hace casi dos décadas, algo fundamental para que Kim y Trump puedan volver a verse pronto cara a cara.
La cumbre de esta semana, la tercera entre Mun y Kim y la primera que se celebra en Pyongyang entre líderes coreanos desde hace 11 años, será una prueba de fuego para otra reunión que Kim ha propuesto recientemente al presidente de Estados Unidos, Donald Trump, y dará pistas sobre si Kim habla en serio respecto a la desnuclearización, un compromiso que asumió en su primer encuentro en junio.
Trump le ha pedido a Mun que sea el «negociador jefe» entre él y Kim, según los asesores del líder surcoreano, después de que Trump cancelara un viaje a Pyongyang por parte de su secretario de Estado el mes pasado.
Washington quiere ver acciones concretas hacia la desnuclearización por parte de Corea del Norte antes de acordar un objetivo clave de Pyongyang: declarar el fin de la Guerra de Corea de 1950-53. «Si se reanuda el diálogo entre Corea del Norte y Estados Unidos después de esta visita, tendría mucho significado en sí misma», dijo Moon antes de su partida.
Mun, descendiente de una familia desplazada por la Guerra de Corea de 1950-53, llegó a Pyongyang a las 10.00 hora local (0300 GMT) del martes y volverá a Corea del Sur a primera hora del jueves.