No ha habido tregua de Navidad ni de Año Nuevo para la administración de Barack Obama. Los neoconservadores, siempre tan apegados a un discurso que supuestamente promueve valores cristianos, no han descansado ni un minuto en estas fiestas del perdón, la familia y el recogimiento. Usando toda su maquinaria propagandística se han concentrado en la […]
No ha habido tregua de Navidad ni de Año Nuevo para la administración de Barack Obama. Los neoconservadores, siempre tan apegados a un discurso que supuestamente promueve valores cristianos, no han descansado ni un minuto en estas fiestas del perdón, la familia y el recogimiento. Usando toda su maquinaria propagandística se han concentrado en la ardua tarea de mantener encendidas, y a tope, las calderas del miedo. Han movilizado a sus fogoneros de lujo, a los editorialistas del portal digital Townhall. com y la consigna ha sido azotar sin piedad a un Presidente liberal , al que de nada ha valido la bochornosa claudicación ante la razón guerrerista imperial que es, en esencia, su discurso de aceptación del Premio Nobel de la Paz.
Un análisis de los temas políticos abordados día a día en la última semana del 2009, y en los primeros del 2010, arroja que el peligro inminente de nuevos ataques terroristas, la incapacidad de la actual administración para prevenirlos, las deficiencias en los sistemas de seguridad nacional y la necesidad de atacar a Yemen constituyen las líneas esenciales de los talking point que, sin dudas, fueron hechos circular entre los escribas designados para desplegarlos ante el aterrado lector estadounidense. A tal punto se parecen los enfoques, casi con las mismas palabras, con metáforas calcadas, con adjetivos reiterados y odios compartidos, que firman personajes tan disimiles, y a la vez tan semejantes, como Michelle Malkin, Charles Krauthammer, Oliver North y James Jay Carafano.
Y por si fuera poco, el pasado 30 de diciembre, siempre mediante Townhall.com, casi se logra poner fuera de combate a ese mismo lector, ya de por si abrumado por los gastos navideños, las visitas indeseadas y las sombrías perspectivas de un mundo amenazante. Una carta personal de Edwin J. Feulner, Presidente de Heritage Foundation, según encuesta del 2009 de la revista «Foreign Policy», «el quinto tanque pensante más influyentes de Estados Unidos», no se enviaba de manera personalizada a cada suscriptor para desearle un nuevo año de amor y paz, sino para… ¡invitarlo a ir «a la carga» (sic) por el regreso al poder de los conservadores!
¿Y qué duda puede caber de que Faulner, considerado a su vez por Karl Rove como «uno de los 7 conservadores más poderosos del país», (y por lo tanto, presidenciable de cara a las elecciones del 2012) habla en serio? De de eso precisamente se trata: de lanzarse a un tipo de batalla política que otro conservador cubano, Don Tomás Estrada Palma, bautizase en su época como «dar la brava». Y claro, el lector conservador promedio ya tenía bastante con la crisis económica, el cambio climático y los supuestos ataques inminentes de Al Qaeda, para que se le aturdiese además con esta clarinada.
¿Y contra quién va dirigida la carga que un galante cruzado, como Foulner, organiza a nombre de Heritage Foundation, empresa que dirige con mano firme desde 1977?
Se trata de un contraataque heroico que ha de restituir el poder a la derecha neoconservadora, humillada tras la debacle de las elecciones del 2008. El enemigo principal es «la izquierda, que está llevando a cabo, desde la Casa Blanca y el Congreso, una agenda radical, que va desde el despliegue de costosos programas que resumen sus ideas erradas sobre cómo conducir la guerra contra el terrorismo, la salud pública, la educación, y hasta lo que debe ser la Corte Suprema.». Contra semejante peligro agita hoy su estandarte este émulo de Pedro El Ermitaño, aquel monje enloquecido que recorrió media Cristiandad clamando por lanzar otra Cruzada contra los infieles y por la liberación del Santo Sepulcro. «Los liberales piensan que la solución mágica a todos los problemas es implantar una versión moderna del New Deal (de Franklin Delano Roosevelt) -fustiga un siempre indomable Foulner- cuando de lo que se trata es de luchar por una país mejor, que retorne a sus orígenes conservadores».
Para Heritage Foundation, poner de nuevo a la nación «en el camino correcto», significa… «no abandonar la misión, que consiste en luchar por la libre empresa, tener un gobierno limitado, por la libertad individual, los valores estadounidenses tradicionales y una robusta defensa nacional».
Nada entenderá el zarandeado lector de Townhall.com, sino le recordamos que Heritage Foundation fue fundada en 1973 por Paul Weyrich, uno de los líderes de la Nueva Derecha, que seguía la línea cavernaria, furiosamente anticomunista y pro-imperialista del entonces senador Barry Goldwater. De hecho, el propio Townhall. com fue fundado y dirigido por este tanque pensante desde 1995 hasta el 2005, y sigue en su órbita, aunque se repute hoy como «independiente». La organización que dirige Foulner es un próspero emporio, con un presupuesto en el 2007 ascendente a 48,7 millones de dólares, que recibe fondos de isntituciones conservadoras privadas como la John M. Olin Foundation, la Sarah Scaife Foundation, la Lynde and Harry Bradley Foundation, y de transnacionales multimillonarias, como la Boeing, la Lockheed Martin, la AIG, la Phillip Morris, Chevron Texaco, Exxon Mobil y Microsoft. En enero del 2009, según palabras de Foulner, al final de su carta, al pasar el inevitable cepillo para propinarle una derrota a los liberales y vencer al terrorismo internacional, Heritage Foundation cuenta con más de 400 mil donantes particulares.
De las cocinas profundas de Heritage Foundation brotó la llamada «Doctrina Reagan», caracterizada por el apoyo a movimientos anticomunistas en todo el mundo, como la contra nicaragüenses, los mujhaidines afganos o la Unita angolana, y también a los disidentes de los entonces países socialistas. A diferencia de lo que se llamaba por entonces como «Política de contención», los chicos creativos de Feulner esgrimieron contra la URSS el calificativo de «Imperio del Mal», al que había que combatir hasta su derrota. Fueron los ideólogos de la llamada «Strategic Defense Iniatiative» o «Guerra de las Galaxias», y también de aquel «Contract with América» de uno de sus asesores, Newt Gingrich, que arrebató en 1994 la mayoría en el Congreso a los Demócratas y permitió hacer la más despiadada de las guerras a la administración Clinton. Por último, junto al Proyecto por un Nuevo Siglo Americano, programa de los neoconservadores, Heritage Foundation dio sustancia política e ideológica al gobierno de George W. Bush. Feulner fue uno de los 29 firmantes iniciales de dicho Proyecto.
Como es usual que ocurra con estos esforzados paladines «idealistas y doctrinarios» de la derecha imperialista, los escándalos por corrupción suelen aparecer cada cierto tiempo en los límpidos cielos de Heritage Foundation y del propio Feulner. Según denuncias de Rigth Web, la primera recibió a inicios de los 80 un donativo de 2,2 millones de dólares de la Korean Central Intelligence Agency para «defender los intereses de su país en el extranjero», y el seráfico cruzado que hoy llama a la carga se sabe que en el 2001 dejó a un lado sus feroces ataques contra Mahatir Bin Mohamad, entonces Primer Ministro de Malasia, al que había acusado de «antisemita, enemigo de la libre empresa y violador de los derechos humanos», desde el mismo momento en que su firma particular, la Belle Haven Consultants, realizó importantes inversiones en aquel país.
Para levantar la moral de sus estrujados lectores conservadores, Feulner incluye en su carta de Año Nuevo una verdad rotunda final: «En Washington, o lo que es lo mismo, en la política de los Estados Unidos) no hay ni victorias, ni derrotas definitivas».
Para algunos, este llamado trasnochado a la carga de Feulner y Heritage Foundation podría parecer ridículo o pasado de moda. Nada más lejos de la verdad. Habría que recordar que otra carga falsa, la supuestamente protagonizada por Teddy Roosevelt y sus Rough Riders, en el campo de batalla de San Juan, en las afueras de Santiago de Cuba, el 1 de julio de 1898, sabiamente explotada por él mismo y los intereses imperialistas que representaba, puso a este reverenciado precursor de los neoconservadores en el camino que lo llevaría a la Presidencia de su país… y del Premio Nobel de la Paz.
Que las barbaridades políticas y las afrentas a la Humanidad no son cosas exclusivas de nuestra época.
Fuente: http://www.cubadebate.cu/opinion/2010/01/06/la-carga-de-heritage-foundation/