Una mancha más en la historia de masacres de civiles perpetradas por Estados Unidos en sus invasiones y ocupaciones a través del mundo, representa la agresión a la Península Asiática. Poco divulgada y difundida en comparación con las de My Lai, Vietnam, Haditha e Ishaki, en Iraq, Kandahar, en Afganistán, y Waziristan del Norte, en […]
Una mancha más en la historia de masacres de civiles perpetradas por Estados Unidos en sus invasiones y ocupaciones a través del mundo, representa la agresión a la Península Asiática.
Poco divulgada y difundida en comparación con las de My Lai, Vietnam, Haditha e Ishaki, en Iraq, Kandahar, en Afganistán, y Waziristan del Norte, en Paquistán, ese asesinato colectivo de personas inocentes aconteció en julio de 1950 del siglo pasado en la zona surcoreana de Rogun-ri.
Ahora, 56 años después, una Comisión de la Verdad formada en Seúl para develar ese hecho exige a la ONU, bajo cuyo manto actuó la Casa Blanca, la formación de un Comité Investigador a fin de que averigüe esa matanza de civiles dado el ocultamiento del Pentágono.
Esa revelación salió a la luz pública en forma de un libro con testimonios galardonados en el 2000 con el premio Pulitzer, editado y publicado por la agencia de noticias estadounidense Prensa Asociada (AP).
El texto cita a ex soldados norteamericanos y sobrevivientes coreanos quienes afirmaron que un gran número de refugiados fueron asesinados por las tropas del Pentágono a finales de julio de 1950.
Como siempre, Estados Unidos justificó el incidente con el pretexto de que sus fuerzas enviadas a la guerra contra la porción Norte de Corea estaban mal preparadas, con pocos equipos técnicos y dirigidas por oficiales sin el debido sentido de disciplina militar.
Sin embargo, nada mas lejos de la verdad. Esas «tropas bisoñas» combatieron durante cuatro largos años a todo lo largo del Pacifico contra el ejército japonés e incluso participaron en la histórica y famosa Batalla de Okinawa, en marzo de 1945.
Y nada menos que comandadas por el general de cinco estrellas Douglas Mac Arthur desembarcaron desde Japón en el puerto sureño de Inchon, a fin de estrangular por cualquier medio el naciente estado socialista, proclamado en la porción Norte de la Península.
En su avance hacia el Paralelo 38 esas fuerzas apoyadas por la aviación arrasaron aldeas y comunas sureñas, pese a su alianza con la administración instalada en Seúl.
Uno de esos sucesos es el acaecido entre el 26 y 29 de julio en el puente ferroviario de la localidad de Rogun-ri, unos 160 kilómetros al sudeste de Seúl.
De acuerdo con esos testigos presenciales, los aviones atacaron a centenares de campesinos expulsados de sus aldeas por las fuerzas de infantería, que huyeron a refugiarse bajo el puente de Rogun-ri. Los bombardeos mataron a 100.
Elementos de un batallón de la Primera División de Caballería descubrieron a los asustados aldeanos hacinados en dicho lugar y abrieron fuego indiscriminado de ametralladoras contra los niños, mujeres y ancianos matando a más 300.
«Simplemente los aniquilamos», relata el ex soldado Norman Tinckler, mientras para su compañero ex fusilero Herman Patterson «fue simplemente una matanza en masa», ordenada por el alto mando.
Eso se corroboró por el coronel (r) Robert M. Carroll, quien precisó que los soldados comenzaron a disparar contra los refugiados desde posiciones cercanas, luego de recibir «órdenes de no dejar pasar a nadie, ni civiles ni militares».
Documentos desclasificados del Pentágono indican que algunos comandantes norteamericanos ordenaron a sus tropas matar a civiles como defensa contra la infiltración de soldados enemigos.
Ante ese cúmulo de evidencia, a Washington en esa ocasión no le quedó más remedio que admitir su responsabilidad, pese a desconocer disculpas e indemnizaciones a las víctimas ni familiares de esa masacre.
Organizaciones civiles surcoreanas manifestaron desde entonces su profundo desacuerdo con la postura estadounidense y exigieron a la ONU la formación de una Comisión Investigadora para que esclarezca la verdad acerca de esa matanza.
De ahí que, como afloran ahora a través de la historia moderna, estos hechos demuestran los genocidio perpetrados por Estados Unidos antes, durante o después de la denominada Guerra Fría.
A lo mejor, quien sabe, el mundo sentará algún día a Washington en el banquillo de los acusados de crímenes de guerra contra la humanidad. El tiempo dirá la ultima palabra.