James Petras es un autor interesante. Tiene la facilidad de exponer, sobre la base de un esquema ideológico incambiado que aplica rígidamente a cada ocasión. Sus posiciones, otrora progresistas, hoy aparecen como elementos ditorsionantes a las que únicamente se suman los sectores de alguna «ultra» izquierda radical, cuya prédica coincide en los hechos, muchas veces, […]
James Petras es un autor interesante. Tiene la facilidad de exponer, sobre la base de un esquema ideológico incambiado que aplica rígidamente a cada ocasión. Sus posiciones, otrora progresistas, hoy aparecen como elementos ditorsionantes a las que únicamente se suman los sectores de alguna «ultra» izquierda radical, cuya prédica coincide en los hechos, muchas veces, con los intereses de la derecha reaccionaria.
No estamos tratando de cuestionar a Petras por razones subalternas, porque le reconocemos toda una trayectoria, la de ser una voz válida en la denuncia del imperialismo, en defensa de los pueblos que tratan de sacudirse el oprobio de la agresión de las corporaciones del capitalismo. Sus trabajos, debemos reconocerlo, han servido para desenmascarar a las peores facetas de un régimen que siempre ha sido el modelo a implantar, luego que otras avanzadas, incluso militares, dejaran «la tierra abonada» para la experiencia neoliberal.
La historia es rica en estas operaciones del gobierno de los EE.UU. que, al sur del conteniente latinoamericano, ha cobrado miles de víctimas, de las que el propio Petras ha escrito. Los uruguayos en general y la izquierda en particular, fueron el centro de una agresión infrecuente por su virulencia durante la dictadura militar. Las víctimas son incontables. Una tierra en que se torturó y se asesinó en nombre de los valores de un occidente cristiano, utilizándose como manual de tareas la llamada «Doctrina de la Seguridad Nacional»
Una izquierda, la uruguaya, que viene batallando desde hace más de un siglo, cuando aparecieran los primeros grupos de anarquistas, luego con la fundación del Partido Socialista y, posteriormente, del Partido Comunista. Un trabajo reivindicativo incesante y continuo, con una aspiración finalista: la conquista del gobierno para desde el poder concretar una política que sirva para profundizar y consolidar la democracia, tomado este término en el mejor y más revolucionario de los sentidos.
Esa izquierda fue la que, poco tiempo antes del proceso que llevó al golpe de Estado, fundó el Frente Amplio, organismo político articulador, que por supuesto se encuentra en el centro de la actual alternativa electoral que, indefectiblemente, llevará al doctor Tabaré Vázquez a la presidencia de la República, que es un militante socialista, que intentará desde la presidencia de la República, junto a todos los sectores de la izquierda, concretar una política progresista destinada a multiplicar los panes y los peces con el fin de que los uruguayos, en su conjunto, podamos construir una sociedad más justa y solidaria.
Por todo ello, por la posibilidad que tiene el Uruguay de tener un gobierno progresista luego de las elecciones nacionales que se realizarán el próximo domingo 31 de octubre, es que debo discrepar frontalmente con el profesor Petras, que no tiene derecho alguno de cuestionar al candidato de toda la izquierda uruguaya, calificándolo de «servil» con el imperio y que, según la liviana opinión del comentarista, «ha declarado obediencia a los banqueros, al FMI y al presidente George Bush»
¿Cómo es posible tamaña afirmación?¿Por que el profesor Petras calificó de manera tan dura al doctor Vázquez? ¿Es que no conoce que la candidatura de Vázquez es apoyada por toda la izquierda, la que tiene credenciales suficientes para probar su antiimperialismo, para que no se cuestionen sus intenciones encaminadas a la felicidad del pueblo uruguayo? Izquierda que, como lo decimos párrafos antes, ha pagado con mártires su lucha inclaudicable para que este pequeño país, de tan algo más de tres millones de habitantes, se convierta en la tierra prometida, a la que emigraron de manera aluvional, durante el siglo pasado, todos aquellos que no tenían lugar en la vieja Europa.
¿Por qué este profesor – opinólogo de profesión no consultó a cualquier integrante de la izquierda uruguaya, desde los socialistas a los comunistas, a quienes antes fueron guerrilleros y hoy son integrantes del Movimiento de Participación Popular, una de las fuerzas mayores del llamado Encuentro Progresista – Frente Amplio, organización multipartidaria que apoyará en las elecciones de octubre a Tabaré Vázquez. Un presidente que llegará al gobierno con planes resueltos en la misma organización, que discute en base a mecanismos crecientemente democráticos, todas sus políticas. ¿Por qué Petras, antes de juzgar las acciones políticas del candidato, no consultó a cualquier integrante de la izquierda? ¿Por qué su visión es tan estrecha, sectaria, sin resquicios para la duda?
Sus declaraciones son una sentencia. Como un Catón moderno, apunta y fuego, sin importarle para nada la opinión de la gente, de toda aquella que tiene suficientes credenciales ganadas en las luchas políticas y sociales, la que apoya y ha vehiculizado la candidatura de Vázquez y, toda aquella otra, con un compromiso menor, pero coincidente en la necesidad de mejorar el futuro del país (un 51%, del total de los habilitados para votar, según las últimas mediciones de opinión pública), que seguramente apoye a Vázquez el 31 de octubre.
Por supuesto, los uruguayos no necesitamos un «certificado de aprobación» del profesor Petras, que puede decir cuanto le plazca, derecho por el cual peleo y pelearé toda mi vida. Por algo los uruguayos hemos luchado de manera tan intransigente por la libertad de expresión. Sin embargo cuando se habla de manera ligera, sin consultar a nadie, ni entender las realidades de un país como Uruguay, se está mancillando su propia credibilidad.
Y James Petras lo ha hecho.
Carlos Santiago es peridista, secretario de redacción de Bitácora (www.bitacora.com.uy)