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En Europa, y en especial en Francia, la polémica por el uso del burka entre las mujeres musulmanas es cada vez más profunda

La discusión por el velo islámico

Fuentes: Revista Debate

El intento de descifrar la vida de una mujer bajo un burka es una verdadera quimera. Saber qué piensa la musulmana ataviada de pies a cabeza como un gran cono de tela ambulante es, cuando menos, un misterio. Sobre todo porque no suelen, o incluso temen, expresarse en público, a excepción de algunas pocas que […]

El intento de descifrar la vida de una mujer bajo un burka es una verdadera quimera. Saber qué piensa la musulmana ataviada de pies a cabeza como un gran cono de tela ambulante es, cuando menos, un misterio. Sobre todo porque no suelen, o incluso temen, expresarse en público, a excepción de algunas pocas que sí se pronuncian para defender su estilo de vida.

Así, desde una inevitable pero mayormente limitada perspectiva del mundo occidental u occidentalizado, estas mujeres son muchas veces vistas como «oprimidas», «esclavas» o «fantasmales», vestidas con «mortajas que denigran su condición humana». Por otra parte, quienes defienden la particular prenda dicen, en cambio, que se trata, principalmente, de un acto de fe, un atuendo que define la pertenencia a un colectivo identitario.

Como fuere, a las mujeres que visten el llamado «velo integral» ni siquiera se les adivina una mirada detrás de la tupida rejilla de forma hexagonal, a través de la cual miran hacia el exterior, o a su alrededor, con la consecuente pérdida de visión. Asimismo, muchas de ellas utilizan guantes en las manos y el velo debe ser tan largo como para cubrir, también, los pies. Así es como, finalmente, no queda ni un centímetro de piel al descubierto que pueda rozar el sol del día.

Para los ojos de Europa occidental, observar el deambular de las mujeres con burka por el árido y desapacible paisaje de Afganistán es poco tolerable, aunque la lejanía alimenta una visión curiosa, como de quien mira algo exótico. Pero, rápidamente, aflora el sentimiento de incomodidad cuando se trata del propio terreno. Allí, cuando aparece una mujer con un burka reina el desconcierto.

La discrepancia frente a la moderna mujer holandesa, española o francesa del siglo XXI genera un abismo ineludible y provoca todo tipo de controversias -no exentas de prejuicios y estereotipos ofensivos para con los árabes y los musulmanes-, que ya lleva varios años, pero que, actualmente, se hizo más fuerte y tiene su epicentro en Francia.

Eurabia

Con cierta fama ya adquirida, el término «eurabia» -utilizado con frecuencia de modo irónico- alude a los augurios y temores por una supuesta «islamización del continente europeo», provocada por el flujo de la inmigración de los países árabes.

Los especialistas, de hecho, enmarcan la polémica y el rechazo del burka y los diferentes tipos de velos islámicos en este contexto, agrietado, además, por la consabida ola de xenofobia que suele despertarse en tiempos de crisis económicas, con un énfasis especial contra los musulmanes.

En Francia, el velo integral islámico, ya sea por imposición, elección consciente o simple costumbre, lo llevan puesto unas dos mil mujeres, dentro de una comunidad musulmana local que asciende a los cinco millones de personas. En ese país se encuentra la mayor minoría de seguidores del Corán de toda Europa, donde los inmigrantes islámicos superan los quince millones.

En este contexto, el presidente francés Nicolas Sarkozy ha hecho de la lucha contra la prenda una bandera política, que luce sin devaneos, desde hace meses, cuando la ocasión lo amerita. Para el mandatario, la polémica trata de definir «en qué civilización se vive». En mayo último, Sarkozy desoyó una advertencia del Consejo de Estado -en la que este organismo señalaba que una eventual prohibición del burka podría atentar contra la libertad religiosa- y, con el visto bueno de todo su gabinete, remitió un proyecto al Parlamento que, de ser aprobado, establecerá la prohibición de vestir el burka en las calles parisinas, así como en cualquier espacio público; tal como ocurrió en Bélgica, donde el gobierno entendió que el atuendo que cubre el rostro enmascara una «condición de esclavitud».

La polémica divide, a veces tajantemente, las aguas. La discusión, que atraviesa gran parte de Europa, entremezcla los valores seculares con los derechos religiosos, de la mujer, y cuestiones referidas a la seguridad.

En España, por ejemplo, el caso de la adolescente de familia marroquí Najwa Malha fue paradigmático acerca de lo que ocurre en muchos países de la región. Así, una disputa desaforada de opiniones a favor y en contra todavía tiene lugar en el país desde que el colegio estatal al que concurría la menor le negó la entrada por llevar el velo islámico, llamado hiyab, que sólo cubre el pelo y el cuello.

Los casos se multiplicaron y la polémica por el atuendo religioso supera, actualmente, la cuestión del burka. En diálogo con Debate, el catedrático especialista en estudios árabes e islámicos Hamurabi Noufouri opina al respecto: «El árabe y el musulmán cumplen el rol de contraste para la construcción de las identidades en Europa y América. Así, la imagen que se crea de los árabes y los musulmanes, sin ponerle ninguna calificación de positiva o negativa, es lo que nosotros no somos y no queremos ser. Cuando aparecen en los integrantes de nuestra sociedad se producen reacciones de salir a prohibir, en este caso el atuendo, en nombre de la libertad o de cualquier otra excusa». Noufouri agrega un ejemplo sugerente a su planteo: «En Europa, lo que causa polémica no es la señora que se tapa la cabeza sino la persona nativa, escolarizada hasta incluso universitaria, que en algún momento de su vida se tapa la cabeza. Son las europeas musulmanas».

Palabras más, palabras menos, la mezcla es lo que parece generar los cortocircuitos. Por ese carril parece circular la opinión de la dirigente del Centro Islámico argentino, Diana Hreike: «Me parece que la prohibición del burka, así como la discusión del velo en los colegios o la iniciativa de prohibir los minaretes en Suiza responde, más bien, al importante crecimiento del Islam en Europa, y en el mundo, y todo esto es como una manera de no verlo, de tapar una realidad».

En todo caso, la discusión está planteada y traspasa las fronteras. Incluso, la presidenta Cristina Fernández aludió al dilema del burka en su discurso en el foro anual de la Alianza de las Civilizaciones, el sábado 29 de mayo. «Rechazo aquellas legislaciones que impiden que una mujer, un miembro de una determinada comunidad religiosa, pueda usar sus vestimentas de acuerdo con sus identidades y su religión. Habrá que preguntarse por qué razón alguien quiere tener esta demostración de pertenencia. ¿No será, tal vez, porque no se siente integrado y aceptado en un todo por esa comunidad?», se preguntó.

Símbolo clave

Más allá de las batallas ideológicas y políticas que genera, el velo islámico en todas sus variantes (ver recuadro), es un símbolo clave de la feminidad islámica. Las razones por las cuales la mayoría de las mujeres del mundo árabe cubre su cabeza son diversas. Según Hreike, «en el Corán en ningún momento dice que las mujeres deban específicamente taparse la cara, el hecho de que se use el burka es producto de una interpretación del Islam que se realiza en algunas regiones musulmanas, donde se elige esta vestimenta».

Así, los expertos coinciden en que en el libro sagrado del Islam sólo se encuentran algunas referencias no concluyentes sobre el vestido, tales como: «Di a los creyentes que bajen la mirada y guarden sus partes privadas», y más específicamente sobre las mujeres, puede leerse, en un párrafo del Corán, que deben «dejarse caer el tocado sobre el escote y no mostrar sus atractivos excepto a sus maridos».

Sin duda, esas referencias dieron lugar a múltiples y complejas interpretaciones, que explican que haya diferentes tipos de velos islámicos, como el caso más extremo, el velo integral.

De todas las variantes interpretativas referidas al atuendo musulmán femenino, por supuesto, la imposición del burka en Afganistán por parte de los fundamentalistas talibanes (antes de la invasión norteamericana, en 2001) es la más recordada y repudiada, por haber sido ese régimen uno de los más brutales y sanguinarios de la región.

De hecho, el burka se hizo característico de ese país. Así como la descarnada vida que llevaban adelante las mujeres, que, más tarde, quedó retratada en el elogiado film Osama (2003), donde se muestra cómo las musulmanas, bajo el yugo talibán, tenían prohibido trabajar, estudiar o salir solas a la calle.

Con todo, es muy amplio el consenso respecto de que el burka es totalmente ajeno al Islam y remitiría, más bien, a tradiciones tribales milenarias. Según Noufouri, «su uso depende de la región geográfica, con diferentes corrientes que pugnan por definir qué es más islámico y que no». Asimismo, el académico señala que el aun el simple velo, en tanto manto que cubre a la mujer, «es una prenda ancestral en el Mediterráneo, no hay una imagen de la Virgen María que no lo tenga. Cuando el Islam se difundió en la región todos los tipos de cubrición femenina preexistentes en las diferentes regiones no se discutieron. Definitivamente, el burka es preislámico».

La cuestión, en definitiva, parece radicar en si existe elección o no respecto del uso del velo por parte de quien lo lleva. Entre la mayoría de las mujeres musulmanas se destaca un pronunciamiento claro a favor del uso de la prenda, sobre todo del hiyab, y dicen respetar la elección por el burka, siempre y cuando fuere producto de la «elección libre» de la mujer, y no fruto de una imposición, ignorancia o sometimiento, como también ocurre.

Diferentes tipos de velo

Tal como prescribe su religión, las mujeres musulmanas deben ser «modestas» y «púdicas» a la hora de mostrarse en público. Por lo que un gran porcentaje de ellas comienza a usar un velo para cubrir su cabeza al transitar por la pubertad.

En Europa occidental, existe una gran polémica respecto del uso por parte de algunas inmigrantes musulmanas de una de sus variantes: el velo integral, que cubre totalmente el cuerpo de la mujer y no permite identificarla. Éste se divide a su vez en dos, el burka (completamente tapada) y el niqab (sólo los ojos quedan visibles), que, dentro del mundo árabe se utilizan mayormente en países como Afganistán, Arabia Saudita, Irán y Pakistán. Al mismo tiempo, otro de los tipos de velos que suelen vestirse es el denominado chador, muy común en Irak, y que deja al descubierto el óvalo de la cara pero que cubre todo el cuerpo.

Asimismo, un gran porcentaje de la comunidad femenina musulmana usa el hiyab, es el velo más popular y cubre sólo el pelo y el cuello, y parte del escote.

La comunidad islámica de nuestro país prácticamente no utiliza ningún tipo de velo, pero en otras regiones fuera de los países árabes, como Europa, es muy común que las musulmanas vistan el hiyab, convertido, en más de una ocasión, en símbolo de identidad y hasta de rebeldía.

Fuente: http://www.revistadebate.com.ar/2010/06/04/2936.php