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La economía iraní, rehén del incierto resultado de las conversaciones nucleares

Fuentes: Payvand Iran News

Traducido del inglés para Rebelión por Sara Plaza.

Acabo de regresar de un viaje a Irán de seis semanas. Aunque el principal propósito de este era visitar a familiares y amigos, también hice algunas indagaciones generales sobre el estancamiento de la economía del país. Para ello mantuve conversaciones informales con diferentes estratos de agentes económicos y de mercado: fabricantes, banqueros, comerciantes, mineros, agricultores, ganaderos, trabajadores, profesores, etc.

Lamentablemente, la mayoría de estos actores económicos dibujaron un cuadro de pesimismo y desconfianza. La economía lleva tiempo inmersa en una estanflación sin que el Gobierno contemple ningún plan o política macroeconómica para su recuperación. Aunque la Administración Rouhani presume de haber contenido o disminuido la inflación, la población iraní no aprecia esa moderación pues ha sido conseguida a costa de profundizar la recesión; es decir, en detrimento del empleo y del poder de compra. O parafraseando a un maestro de escuela retirado que actualmente trabaja de taxista: bajar la inflación empeorando la recesión no es motivo de celebración.

¿Y qué es lo que hay detrás de esta grave recesión? La respuesta habitual de la gran mayoría de los actores económicos con los que hablé fue, de forma resumida, incertidumbre: la incertidumbre sobre el resultado siempre cambiante de las interminables negociaciones nucleares. Existe un claro consenso acerca de que, si bien las sanciones económicas contra Irán son obviamente perjudiciales, los peligrosos efectos de un resultado incierto y prolongado de las negociaciones son aún peores. Igualmente devastadoras son las políticas neoliberales de austeridad económica de la actual Administración, las cuales han agravado aún más la recesión al recortar el gasto social/público sin ofrecer ningún programa de desarrollo o plan industrial para el país.

La incertidumbre del mercado, combinada con una lamentable falta de protección de las nacientes industrias del país frente a las mucho más maduras industrias extranjeras, explica la falta de voluntad de los empresarios nacionales para invertir en proyectos productivos a largo plazo. En la misma línea, el grueso del capital financiero del país apuesta por inversiones a corto plazo, con un alto rendimiento pero improductivas, como la compraventa de bienes inmuebles.

El sector financiero, ampliamente desregularizado, ha impulsado la proliferación de bancos en la sombra conocidos como moasesat-e etebari, o instituciones de crédito. A pesar de que existen un puñado de bancos comerciales convencionales o legítimos, en los últimos años el número de dudosos moasesat-e etebari se ha disparado y ¡hay más de 900!

Es innegable que, valiéndose de la influencia de autoridades corruptas y rentistas, muchos de esos bancos tomaron prestadas enormes sumas de dinero de bancos estatales a tasas de interés por debajo de las de mercado, a menudo con el pretexto de invertir en la creación de empleo o en empresas industriales, pero en realidad utilizaron las cantidades así obtenidas con fines especulativos. Dicho de otra manera, la mayoría de estos bancos en la sombra no se han financiado con el dinero de sus fundadores sino con dinero público.

Peor aún, muchos de los oligarcas prestatarios y/o fundadores de estos bancos en la sombra se niegan ahora a devolver las cantidades que tomaron prestadas. Y el Gobierno no hace o no puede hacer nada al respecto porque existe una relación de negocios incestuosa entre ambas partes. El crecimiento parasitario de estos bancos especuladores ha alcanzado niveles insosteniblemente peligrosos que auguran una implosión inminente del sector financiero, similar a la ocurrida en EEUU hace casi siete años, y que desde entonces ha afectado a varios países europeos. Es lamentable que, aparentemente, el presidente Rouhani y su equipo económico no hayan aprendido nada de las desastrosas experiencias de la desregulación de los mercados financieros en muchos de los países capitalistas centrales.

EEUU y sus aliados son perfectamente conscientes del hecho de que la permanente incertidumbre provocada por las prolongadas negociaciones nucleares está causando estragos en la economía iraní. Quizá esto ayude a explicar por qué intentan alargar las negociaciones en el tiempo: 10, 15 o incluso 25 años. Hay especulaciones que sugieren que esta política estaría diseñada para contribuir a un cambio de régimen desde dentro, es decir, promoviendo la inestabilidad social a través de un colapso económico.

Por lo tanto, no es solo que la Administración Rouhani haya sembrado la confusión y la incertidumbre en el sector privado, también ha abandonado en gran medida las responsabilidades tradicionales del sector público en términos de orientación macroeconómica y desarrollo de infraestructuras. Las políticas económicas a la deriva de la Administración se reflejan (entre otras cosas) en sus últimas prioridades presupuestarias (año 1394 del calendario iraní):

«El proyecto de presupuesto, elaborado por la recién reactivada Organización de Gestión y Planificación, no ofrece un marco conceptual explícito dentro del cual se pueda formular el presupuesto ni está basado en ningún ‘ordenamiento’ de la economía. […] Tampoco empieza con una discusión sobre los prerrequisitos para el desarrollo económico del país ni da ninguna indicación acerca de sus trayectorias.

El concepto fundamental detrás del presupuesto es un modelo ‘neoliberal’ retorcido. […] Los proponentes de la política neoliberal apoyan una amplia liberalización económica, el libre comercio y los recortes del gasto público con el fin de impulsar el papel del libre mercado y los sectores individuales y privados de la economía» [1].

Las prioridades del proyecto de presupuesto están tan deformadas y son tan irracionales que tienden a perjudicar tanto el lado de la oferta como el de la demanda. Por el lado de la oferta:

«[El] presupuesto descuida los sectores productivos, las infraestructuras y el medioambiente. Los fondos de desarrollo han aumentado en términos nominales un 16%; en términos reales significará una reducción. El gasto en agricultura se incrementa pero su parte es mínima en comparación con lo que necesita el sector. La industria manufacturera sigue estando ávida de efectivo, dada la férrea política de control monetario y una tasa de interés del 22%. El porcentaje de I+D en el PNB sigue estando en torno al 0,06% y prácticamente no existe un sector I+D impulsado por la industria. La dotación presupuestaria para infraestructuras, incluyendo el trasporte y el desarrollo urbano, resulta igualmente escasa» [2].

Por el lado de la demanda, salvo en el caso del gasto en atención sanitaria, se ha recortado la financiación real (o ajustada a la inflación) para la mayoría de los programas sociales. También se han reducido las subvenciones para la vivienda, la educación, los alimentos y el combustible, si tenemos en cuenta la tasa de inflación. Y el presupuesto no destina recursos para el pago de la creciente deuda del Gobierno con la seguridad social y los fondos de jubilación.

«Es evidente que con estos presupuestos se busca salir del paso y mantener el statu quo del crecimiento cero. De este modo, al tiempo que se descuida la oferta, se deprime la demanda con políticas fiscales y monetarias contradictorias. El presupuesto también desatiende las políticas educativas, industriales y comerciales favorables al crecimiento, y solo ofrece soluciones de boquilla para la construcción y las infraestructuras. Y lo que es más importante, la economía iraní, seriamente afectada por las sanciones, necesita la activación popular y prestar atención a la justicia social, pero el presupuesto a medida de la elite olvida igualmente estas necesidades» [3].

Dado que tradicionalmente el sector público ha tenido un papel fundamental en la construcción de las infraestructuras de desarrollo/industriales del país, al eludir esa responsabilidad, es decir, al recortar drásticamente el gasto público en la construcción de infraestructuras, la Administración Rouhani ha contribuido de manera significativa a profundizar la recesión y/o el aumento del desempleo.

Aunque a la luz de la recesión económica en curso esta reducción del gasto público/social es ciertamente irracional desde un punto de vista macroeconómico objetivo (pues agrava la recesión), resulta bastante racional desde el punto de vista de las políticas de austeridad de la economía neoliberal suscritas por el Sr. Rouhani y la mayoría de su equipo económico. Según la escuela neoliberal de pensamiento económico, una recesión sería necesaria para

(a) luchar contra la inflación, y

(b) crear las condiciones (siguiendo el modelo de la terapia de choque económico) para una posterior recuperación económica.

Tales condiciones incluirían abaratar el coste laboral aumentando el desempleo, una mayor desregulación de las actividades económicas, reducir el sector público para hacer sitio al privado, diluir la normativa medioambiental y de seguridad en el lugar de trabajo, promover la privatización de bienes y servicios públicos, entre ellos la educación y la sanidad, y otros.

Desde finales de los 70 y principios de los 80, este recetario neoliberal de austeridad por el lado del gasto ha ido reemplazando las políticas de corte keynesiano/New Deal/socialdemócrata de las tres décadas anteriores (desde mediados de los 40 hasta mediados de los 70), generalmente basadas en el aumento del gasto público para favorecer la recuperación económica. El cambio histórico del New Deal al paradigma económico neoliberal se produjo sobre todo en los años 80, bajo la responsabilidad formal del presidente Ronald Reagan en EEUU y la primera ministra británica, Margaret Thatcher.

Desde los años 80, en un país tras otro, incluidos muchos europeos, se ha ido imponiendo la doctrina económica centrada en el lado de la oferta, que otorga a las grandes empresas un papel preponderante en la formulación de las políticas económicas. Convertida en la estrategia dominante en los países capitalistas centrales, con devastadoras consecuencias para la abrumadora mayoría de la población (el denominado 99%), la economía de la austeridad está llegando ahora a varios países en desarrollo, entre ellos Irán, donde su mensajero, el Sr. Rouhani, ha sido catapultado al sillón presidencial.

La adhesión del presidente Rouhani a la doctrina de la economía neoliberal queda patente en muchos de sus discursos y declaraciones, así como en su libro Seguridad nacional y sistema económico de Irán [ امنیت ملّی و نظام اقتصادی ایران ]. En esas páginas el Sr. Rouhani condena la legislación laboral «muy opresiva» para los negocios. Sostiene que hay que reducir drásticamente el salario mínimo y eliminar las restricciones al despido de trabajadores si se quiere que los «dueños del capital» iraníes tengan la «libertad» de crear prosperidad. «Uno de los principales obstáculos que enfrentan nuestros empresarios», escribe, «es la existencia de sindicatos. Los trabajadores deberían plegarse a las exigencias de quienes crean trabajo» [4].

Como cabe esperar, la perspectiva económica del Sr. Rouhani carece de planes de desarrollo o proyectos de industrialización concretos, ya que tanto él como la mayoría de sus asesores económicos son partidarios de una doctrina económica que desaprueba la intervención estatal en los asuntos económicos, salvo en el caso en que dichas intervenciones contribuyan a «allanar el camino» para un sistema de mercado sin trabas. Según esta doctrina, las soluciones para el estancamiento económico, la pobreza y el subdesarrollo residen en el libre funcionamiento del mercado y la integración total en el sistema capitalista mundial. Las recesiones, el desempleo y las dificultades económicas en muchos países en desarrollo no tendrían su causa en la mala gestión económica o la propia naturaleza del capitalismo global, sino en la intervención estatal y/o la exclusión de los mercados capitalistas mundiales.

Esto explica por qué el Sr. Rouhani hace depender la solución de los problemas económicos de Irán de la distensión política y la relación amistosa con EEUU y sus aliados. La percepción (o la falsa ilusión) del Gobierno de que el mero hecho de establecer relaciones con EEUU sería la panacea para los males que aquejan a la economía iraní ha convertido a Irán en rehén económico del imprevisible resultado de sus negociaciones con EEUU y, por lo tanto, en rehén de las interminables y cada vez más estériles negociaciones nucleares.

Esto también ayuda a entender el dilema del Sr. Rouhani y sus negociadores nucleares: están atrapados en la falsa ilusión de que una combinación de encanto, caras sonrientes y filigranas diplomáticas serán suficientes para modificar las políticas imperialistas hacia Irán. No obstante, la política estadounidense hacia Irán (o cualquier otro país, a este respecto) se basa en una agenda imperialista que consiste en una serie de exigencias y expectativas, no en el decoro diplomático ni el tipo de lenguaje empleado por quienes la lideran.

Uno esperaría que la incertidumbre del mercado creada por las negociaciones nucleares pudiera haber llevado a los productores industriales y agrícolas del país a desear un avance en las negociaciones y el levantamiento de las brutales sanciones contra su economía. Pero las conversaciones que mantuve con varios fabricantes y agricultores revelaron otra cosa: aunque ciertamente les afectan las opresivas sanciones económicas, también les preocupa que, a la luz de las políticas neoliberales de libre comercio del presidente Rouhani, la posible eliminación de las sanciones como resultado de dicho avance sirva, en realidad, para dejarles fuera del negocio si se abre el mercado interior a la incontrolada avalancha de productos extranjeros.

Por ejemplo, Mahmoud Sedaqat, vicepresidente de la Asociación de Fabricantes de Perfiles de Puertas y Ventanas de UPVC, se quejaba amargamente de que con una capacidad de producción nacional que duplica las necesidades del país, el Gobierno acababa de reducir los aranceles a la importación de los productos de esta industria petroquímica del 30% al 15%, facilitando así la sustitución de productos nacionales por importaciones. Sedaqat señaló también que la negligente política comercial del Gobierno y la falta de medidas para proteger a los productores locales habían creado un ambiente de confusión e incertidumbre entre ellos, que estaba contribuyendo a agravar aún más el actual estancamiento económico [5].

Mohammed Reza A’le Sara, representante de los fabricantes nacionales de neumáticos, lamentaba igualmente la flagrante falta de protección de su industria frente a la importación incontrolada de productos extranjeros similares que, de hecho, sustituyen a los elaborados en el país. A’le Sara también advirtió que, a pesar de que los neumáticos de producción propia tienen una calidad comparable, las importaciones satisfacen actualmente el 50% de la demanda interna. Un apoyo cuidadoso y calculado a los fabricantes nacionales por parte del Gobierno, continuó, podría hacer al país autosuficiente en esta industria [6].

Mohammed Serfi, analista económico, indicó recientemente que el grado de sustitución de importaciones en Irán podría llegar al 70%; lo que significa que el 70% de las importaciones de Irán podrían sustituirse por bienes de producción nacional. Sin embargo, debido a la política de puertas abiertas/comercio libre mal entendida de la Administración Rouhani, se ignora la crucial estrategia de industrialización por sustitución de importaciones que llevaron a cabo los países actualmente más avanzados durante las primeras etapas de sus desarrollos [7].

Al quejarse de la falta de estrategia económica por parte de la Administración, Gholam-Hosein Shafe-ei, presidente de la Cámara de Comercio de Irán, también señaló que el levantamiento de las sanciones económicas, si bien es necesario, no es suficiente; quizá sean más importantes los objetivos macroeconómicos defendidos por el Gobierno y los programas que se elijan para alcanzarlos. Sin unos objetivos económicos claramente definidos y las consiguientes estrategias de sustitución de las importaciones y promoción de las exportaciones, declaró Shafe-ei, Irán podría convertirse en un paraíso para los fabricantes extranjeros al tiempo que muchos fabricantes nacionales se verían expulsados de su sector.

Bajo el presidente Rouhani los agricultores han sufrido aún más que los fabricantes. Desde que fue elegido, casi dos años atrás, su Gobierno ha aumentado la factura energética/de servicios entre un 50% y un 80%. Esto ha elevado drásticamente el coste de la producción agrícola, así como el de la industrial. Además, en los últimos años el Gobierno ha modificado tanto el sistema de suministro como el de distribución de fertilizantes, traspasando esas responsabilidades del sector público al privado e incrementando el coste de producción. El Gobierno no ha establecido ningún programa serio de seguro de las cosechas ni de ayuda económica en caso de desastres naturales como inundaciones, sequía u otras fluctuaciones climáticas. Lo anterior, combinado con la errónea política de libre comercio de la Administración Rouhani, que ha facilitado enormemente la importación de muchos productos agrícolas, ha obligado a muchos agricultores a abandonar su trabajo y ha sumido al sector agrícola en una profunda recesión.

Antes de la adopción de las políticas económicas neoliberales por parte de la Administración Rouhani, Irán veía las sanciones económicas como una oportunidad (no deseada) para ser cada vez más autosuficiente: aprovechar los talentos y recursos del país para autoabastecerse, produciendo tantos bienes de consumo y productos industriales como fuera posible. Y de hecho, tanto la investigación científica como el conocimiento tecnológico y las industrias de fabricación avanzaron notablemente.

Por ejemplo, antes de que el auge de las políticas económicas neoliberales socavara la capacidad de producción de los sectores agrícola e industrial del país, Irán se había vuelto autosuficiente en la elaboración de productos tales como electrodomésticos (televisores, lavadoras, secadoras, neveras, etc.), textiles, cuero, medicamentos, productos agrícolas, alimentos procesados y bebidas (incluyendo azúcar refinado y aceite vegetal). El país también había avanzado mucho en la fabricación de productos de acero y de cobre, papel, plásticos, equipos de telecomunicaciones, cemento, y maquinaria industrial.

Ninguna de las opresivas sanciones económicas impuestas en represalia por la revolución de 1979 impidió a Irán implementar sus planes de desarrollo económico e industrialización. El giro insensato y caprichoso de la Administración Rouhani, de una estrategia de desarrollo económico enfocada en la producción nacional a una abocada al fracaso que prima las importaciones, ha llevado a decenas de miles de pequeños y medianos productores agrícolas e industriales a una situación de confusión e incertidumbre. Como se ha señalado anteriormente, la incertidumbre resulta de:

(a) la ausencia manifiesta de mecanismos de protección para los productores locales frente a los extranjeros, más competitivos, y

b) un lamentable vínculo entre cualquier política macroeconómica y el resultado de unas interminables, imprevisibles y, en última instancia, estériles negociaciones nucleares.

La exagerada prioridad dada a las dudosas negociaciones nucleares, que han acaparado la mayor parte del tiempo y la energía de la Administración Rouhani en detrimento de todo lo demás, ha dejado en suspenso las urgentes y necesarias políticas macroeconómicas. Cuanto antes se desvinculen esas políticas del engañoso juego imperialista de las negociaciones nucleares, mejor.

Y lo que es más importante, cuanto antes se vea (o se reconozca) lo que las negociaciones nucleares son realmente un pretexto o una maniobra de EEUU y sus aliados (dentro y fuera de Irán) para transformar el país en un nuevo «Estado cliente» y se las aborde como tal, mejor. Hasta ahora el equipo negociador iraní ha logrado ocultar a la población muchas de las concesiones gratuitas que han hecho durante el proceso, fundamentalmente la suspensión del programa de ciencia y tecnología nucleares sin haber obtenido a cambio ningún alivio significativo en las sanciones. Queda por ver si serán capaces de seguir vendiendo un acuerdo fraudulento a los iraníes o si, cuando la gente se dé cuenta de la naturaleza y la esencia engañosa del mismo, se enfrentarán a un duro revés.

Referencias

[1] Hooshang Amirahmadi: » Iran’s Neoliberal Austerity-Security Budget «
[2] Ibid.
[3] Ibid.
[4] Citado por Keith Jones: » Iranian president declares country ‘open for business’ «
[5] Mahmood Sedaqat, » کاهش تعرفه پروفیل یوپی‌وی‌سی ضربه دولت به تولید داخلی است Kayhan , Mordad 25, 1393 (agosto 16, 2014).
[6]. Entrevista con A’le Sara, en Farsi:
واردات بیش از 50 درصد لاستیک علی‌رغم توان تولید داخلی
[7] Mohammed Serfi, «Gentlemen, the Party is Over», en Farsi:
آقایان! ضیافت تمام شد!(یادداشت روز )

 

Ismael Hossein-zadeh es Profesor Emérito de Economía (Drake University). Autor de Beyond Mainstream Explanations of the Financial Crisis   (Routledge, 2014), The Political Economy of U.S. Militarism (Palgrave-Macmillan, 2007), y Soviet Non-capitalist Development: The Case of Nasser’s Egypt (Praeger Publishers, 1989). Ha colaborado además en Hopeless: Barack Obama and the Politics of Illusion (AK Press, 2012) .

Fuente: http://www.payvand.com/news/15/may/1130.html