En un reciente artículo aparecido en Rebelión (07-04-2009), el periodista Ignacio Ramonet le da a la victoria del candidato del FMLN, Mauricio Funes, un triple significado. Dos pueden resumirse en uno. El primero es el significado histórico, que consiste en que se trata de un hecho inédito, es la primera vez que un candidato de […]
En un reciente artículo aparecido en Rebelión (07-04-2009), el periodista Ignacio Ramonet le da a la victoria del candidato del FMLN, Mauricio Funes, un triple significado. Dos pueden resumirse en uno. El primero es el significado histórico, que consiste en que se trata de un hecho inédito, es la primera vez que un candidato de izquierda gana las elecciones en El Salvador. Respecto al segundo punto, Ignacio Ramonet simplemente comete el conocido error del cronista, del periodista que no quiere ver que las cosas no se originan ayer, que hay que tomar en cuenta la historia. ¿Qué nos dice Ignacio Ramonet? Lo cito: «Este éxito electoral demuestra, además, que el FMLN tuvo razón al abandonar, en 1992 y en el contexto del fin de la guerra fría, la opción guerrillera (después de un conflicto de doce años que causó 75.000 muertos), y al adoptar la vía del combate político y de las urnas».
Léase atentamente lo que dice el periodista y se darán cuenta que lo que él llama «abandonar… la opción guerrillera» pareciera que se trata de un acto de mera voluntad, de simple volición. No obstante se trata de otro hecho histórico, del resultado de un proceso. Es esto lo que no acostumbra a ver el cronista. No se trata de un abandono, no se trata de una opción del tipo, «no sería mejor que participemos en las elecciones y nos dejemos de tirar tiros». No se trata pues de un abandono, sino que de una conquista también histórica. Durante décadas y décadas el pueblo salvadoreño no tuvo la posibilidad de elegir ni sus alcaldes, ni sus diputados, ni sus presidentes. La historia de El Salvador es una historia de fraudes acompañados de encarcelamientos, exilios, desapariciones, torturas, asesinatos y masacres.
La opción electoral no se presentó a los salvadoreños como un acto volitivo de la guerrilla. Para que apareciera esta opción fue necesario que miles de jóvenes se alzaran en armas, que se sublevaran, que dijeran ¡basta! Sí, todos nuestros guerrilleros que ofrendaron sus vidas, no lo hicieron por un capricho, sino que históricamente la oligarquía y sus administradores gubernamentales nos impusieron la fuerza, nos impusieron la violencia. Y las masacres vienen de lejos, nosotros los salvadoreños tenemos presentes, muy presentes al indio nonualco Anastasio Aquino, asesinado en 1833 y las masacres que ocurrieron en tierras nonualcas. La lista comienza entonces.
Precisamente la gran responsabilidad de Mauricio Funes es que la posibilidad de su elección está inscrita en la historia salvadoreña con mucha sangre. No se trata pues de la culminación de diecisiete años de vida política pacífica del FMLN. Se trata de algo mínimo que se logró luego de largas y tortuosas negociaciones. Estas negociaciones fueron impuestas por la lucha, fueron también un logro de la guerrilla.
Los observadores internacionales, como nacionales han señalado muchas irregularidades en los últimos escrutinios, listas no depuradas, documentos únicos de identidad (DUI) extendidos a extranjeros, etc. Pero esta vez la presencia de mucha gente salvadoreña controlando y verificando públicamente el cómputo y trasmisión de los votos hizo imposible el tradicional «rellenado de urnas» y las famosas «ruedas de caballitos» en las que a la misma gente la llevaban en camiones a votar de urna en urna. Esto también es un logro que ha costado mucha sangre. Veamos, ¿con la Guardia Nacional, con la Policía de Hacienda, con la Policía Nacional, con los «escuadrones de la muerte» hubiera sido posible la presencia masiva de salvadoreños en las calles y en los centros de votos? La desaparición de estos organismos represivos no fue una opción, no fue un acto volitivo de la dictadura, sino que algo que se le impuso a través de una correlación de fuerzas política obtenida por las armas. No fue pues una ocurrencia del presidente Cristiani que un día amaneció buena gente y decidió, «voy a disolver esos órganos de represión y voy a depurar al Ejército, así la gente va a poder votar tranquila».
Otra cosa que no es secundaria: desde hace mucho tiempo se le adjudica a la guerra la muerte de 75 mil salvadoreños. Es la cifra que se maneja a partir del informe de la Comisión de la Verdad. No obstante la inmensa mayoría de esas personas muertas no son gente que cayó en combate, se trata de víctimas de la represión, son víctimas de masacres, de torturas, de asesinatos. La casi totalidad cometidos por los organismos de represión que fueron disueltos luego de los Acuerdos de Chapultepec. Algunos de esos crímenes fueron también cometidos por la guerrilla. Pero se trata justamente de eso, de crímenes de guerra, de crímenes contra la humanidad, de crímenes que no prescriben. El país aún no ha tenido los actos de justicia que hagan reparación a las víctimas y a sus familiares. Una abominable ley de amnistía impide erigir los necesarios tribunales que juzguen a todos los responsables. Muchos salvadoreños esperan que esta ley sea abrogada y que por fin se inicie un trabajo de reparación y de memoria.
A la derecha le conviene que se siga repitiendo que fue el conflicto el que produjo tanta muerte, de esa manera quedan equiparados los participantes en el conflicto, como si ambos se hubieran encarnizado con igual fuerza contra la población civil. Esto también es una estafa que la derecha salvadoreña ha venido repitiendo hasta imponerlo como una «verdad histórica».
Carlos Abrego, escritor salvadoreño. Anima el blog: casastanpasajeras