El pasado verano, un grupo de militantes de Ecologistas en Acción, ¿Quién debe a quién? y OMAL conocimos al poeta y obispo emérito Pedro Casaldáliga. Es, sin lugar a dudas, una de las personalidades más destacadas de la Teología de la Liberación. Hace más de cuarenta años llegó a la región de Sao Félix de […]
El pasado verano, un grupo de militantes de Ecologistas en Acción, ¿Quién debe a quién? y OMAL conocimos al poeta y obispo emérito Pedro Casaldáliga. Es, sin lugar a dudas, una de las personalidades más destacadas de la Teología de la Liberación.
Hace más de cuarenta años llegó a la región de Sao Félix de Araguaia, en Matto Grosso, Brasil. Había recibido educación franquista y había tenido contacto con la pobreza, primero en zonas obreras de Cataluña y luego en una breve experiencia en Guinea. Sin embargo, fue lo que encontró en Brasil lo que le hizo comprender que la lucha contra la injusticia suponía ponerse al lado de las personas empobrecidas y, por lo tanto, enfrentarse a los ricos terratenientes. Su primera carta pastoral se tituló «Una Iglesia de la Amazonia en conflicto con el latifundio y la marginación social». Esto, en una región de selva como aquella, significa apoyar al pequeño campesinado, a la población indígena y a la gente que sobrevivía de la pesca en los ríos, frente a los abusos de los terratenientes y, hoy en día, de las grandes transnacionales del agronegocio.
Esta actitud vital y política combativa le ha valido ser objetivo de numerosos atentados. Aún hoy, enfermo de parkinson y con 81 años, continúa amenazado de muerte por defender el derecho de los indios xavante a recuperar su tierra, robada hace más de cuarenta años.
Nos sorprendió por su lucidez y su determinación pero, sobre todo, por su compromiso y la coherencia radical con la que vive, por convertir sus palabras en actos que se multiplican. Su análisis de la coyuntura internacional y nacional brasileira le ha llevado a complementar la Teología de la Liberación acercándola a la «Ecoteología». Esta vertiente de la teología cristiana sostiene que, para vivir verdaderamente el compromiso, debemos defender del expolio a la naturaleza y a la gente más desfavorecida. Según sus propias palabras: «A día de hoy, hay diferentes teologías de la liberación. Lo que se ha hecho es incorporar más explícitamente temas, sectores de la sociedad, de la vida, que antes no eran tan considerados. Han ido surgiendo las cuestiones asociadas a los indígenas, las mujeres, la ecología, los niños de la calle… Ahora, se trata de una teología enriquecida por las reivindicaciones de esos grupos emergentes, y por eso, la Teología de la Liberación ya es muy plural en sus objetivos, siempre dentro de la reivindicación de la liberación».
Uno de los hechos que más ha denunciado a lo largo de su vida es la estrategia del gran capital brasileño, y por ende, mundial, que fomenta que las clases desfavorecidas se enfrenten entre sí, olvidando así quién es el verdadero enemigo. De este modo, pareciera que la lucha por la tierra que mantienen los indígenas colisionase con los intereses del campesinado, de las poblaciones descendientes de los esclavos, y todos ellos, a su vez, con el ambientalismo.
Casaldáliga sostiene que las luchas sociales deben acompañar a las ecologistas, puesto que no son más que una única lucha contra el capitalismo, que arrasa la naturaleza del mismo modo que las culturas y los derechos de los pueblos: « Dentro de esta visión de globalidad, descubrí por fin que el planeta es nuestra única casa. Y no hay modo de salvarnos nosotros si no salvamos el planeta. Mejor aún: es bueno recordar que podemos desaparecer completamente los hombres y el planeta seguirá. Hasta por egoísmo, diríamos, ahora nosotros sólo nos salvamos si es con el planeta » . Su visión integradora tiene fuertes semejanzas con la ecología social: no se puede luchar por el medio ambiente olvidando a las personas que en él habitan y, del mismo modo, es un error metodológico y de fondo luchar por la humanidad sin proteger los distintos ecosistemas. Todo ello está entrelazado dentro del actual sistema económico y político que se sustenta en la destrucción de la vida.
Casaldáliga se ha caracterizado por el compromiso y por la austeridad. Cuentan quienes lo conocen desde hace tiempo que nunca ha aceptado «lujos», ni comodidades tecnológicas que no pudieran usar también las brasileñas y brasileños más pobres. Siempre viajó en autobús, horas y horas, incluso días de viaje para acudir a sus compromisos. Nunca en avioneta. Su casa, con la puerta abierta y acogedora, ha sido una de las últimas de Sao Félix en tener nevera. Y es que, para Casaldáliga, el consumismo es el gran «demonio» de nuestro tiempo. Con él, además de devorar el planeta y enfermarlo con nuestras basuras, nos hacemos cómplices del capitalismo y de su crueldad. Si tenemos algo de sobra, se lo estamos robando a alguien. «Mientras creamos que podemos tener todo lo que queramos, no hay solución». » Hasta ahora el consumismo se ha visto como un exceso de vanidades, que si hay que tener cuarenta pares de zapatos, dos televisiones, etc. Pero esto es mucho más serio: se consumen derechos, se consumen necesidades. Si hay un 20 por ciento de personas y familias que viven bien, que viven en la civilización del bienestar, hay un 80 por ciento que no tiene lo fundamental. El consumismo es capitalista, y todo lo malo que tiene el capitalismo lo tiene el consumismo». De alguna forma, su apuesta por vivir austeramente, de vivir con menos, plasma la propuesta ecologista del decrecimiento. Vivir con menos quienes tenemos demasiado, para que podamos vivir mejor todas las personas.
Menudo, sonriente, cariñoso, muy cariñoso, contagia esperanza. «La utopía es hija de la esperanza. Y la esperanza es el ADN de la raza humana. Pueden quitárnoslo todo menos la fiel esperanza, como digo en un poema. Ahora bien, ha de ser una esperanza creíble, activa, justificable y que actúe».
En sus 40 años en Sao Félix, algunas cosas han mejorado o, al menos, han empeorado más lentamente, gracias a su labor de denuncia. El obispo emérito y las personas con las que ha formado durante tanto tiempo equipo son los más potentes agentes de transformación social de la zona y están entre los actores clave de la lucha sociopolítica en Brasil. No en vano estuvieron al frente de las primeras denuncias a la dictadura, apoyaron activamente el nacimiento de movimientos como el MST, o se colocaron del lado de la revolución sandinista. Sus logros son patentes: «Cuando yo vine a América Latina, hace 41 años, los negros, en su inmensa mayoría, no se reconocían como tales. Incluso, se estiraban el pelo para que no pareciera cabello de negro. Ahora están recuperando su orgullo, su identidad. Algo parecido ha ocurrido con la población indígena. Cuando llegué a Brasil se decía que había 150.000 indios, mientras hoy hay un millón. En esta región, por ejemplo, los indígenas tapirapé reconquistaron su territorio, los karajá han reconquistado asimismo una parte de sus territorios, los xavante también… y todo eso tiene espíritu de Teología de la Liberación». Y esto de hacer justicia tiene mucho que ver con la conservación de los últimos restos de selva que quedan en la región No en vano los mejores espacios conservados son los territorios indígenas. Ha sido una verdadera suerte poder conocerlo ahora que su vida va llegando al final. En chancletas, como el resto de los habitantes del Araguaia, con paso tembloroso, bien dirigido, continúa el camino activo hacia un mundo más justo, más ecológico. En resumen, más humano.