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Una experiencia europea

La frustración del socialismo reformista

Fuentes: Rebelión

Seminario Caracas 21 de Mayo 2005. Ponencia de Eva Björklund, Partido de Izquierda, Suecia. Versión corta El siglo 20 vio el fracaso de dos proyectos anticapitalistas en Europa, el socialismo revolucionario y el socialismo reformista. Con todas las diferencias tanto de circunstancias internas y externas, prácticas y teóricas, tenían una clave común: la falta de […]

Seminario Caracas 21 de Mayo 2005. Ponencia de Eva Björklund, Partido de Izquierda, Suecia. Versión corta

El siglo 20 vio el fracaso de dos proyectos anticapitalistas en Europa, el socialismo revolucionario y el socialismo reformista.

Con todas las diferencias tanto de circunstancias internas y externas, prácticas y teóricas, tenían una clave común: la falta de democracia real, participativa y laboral.

En el vocabulario predominante suele decirse de otra forma, que se diferenciaban justamente en que el uno fue antidemocrático y el otro democrático. Y en términos de democracia liberal es correcto. Pero sin subestimar el valor universal de los derechos y libertades ciudadanos inscritos en la democracia liberal hay que ver sus limitaciones. Iguales derechos civiles y libertades formales para todos es la cara positiva de la democracia liberal. La falta de oportunidades reales de ejercerlos y el limitado campo de acción, excluyendo el poder sobre la producción, es la cara negativa, inherente en el sistema capitalista para el cual está diseñada, definida como procedimiento, no esencia o resultado. La democracia como poder del pueblo con participación popular e igualdad de oportunidades, abarcando toda la sociedad, es incompatible con la lógica del capitalismo.

El reformismo socialista sueco también se basó en este análisis de la democracia liberal y se propuso la construcción de la democracia socialista en tres pasos, conquistando

  • la democracia política primero (derecho al voto, parlamentarismo),
  • la democracia social después (derecho a una vida decente, empleo, seguridad social, educación, salud y cultura) y
  • la democracia económica al final (poder popular sobre los medios productivos).

La sociedad de bienestar

La sociedad de bienestar y la economía keynesiana fue la política común de la mayor parte de los países de Europa occidental después de la segunda guerra mundial, independientemente de partido en gobierno, de derecha o de izquierda. Lo que destaca a Suecia es que con un partido socialdemócrata en gobierno durante casi 80 años logró el desarrollo más avanzado. A pesar de esto Suecia ahora cada día más es una sociedad como cualquiera, todavía rica pero con crecientes desigualdades, miembro de la Unión Europea imperialista. Y el apoyo al partido socialdemócrata registra los niveles más bajos desde la primera guerra mundial.

El partido obrero socialdemócrata

El partido se fundó en 1889 creado por las organizaciones sindicales, como instrumento para cambiar la sociedad. En 1917, medio año antes de la revolución bolchevique, la mayoría reformista expulsó a la minoría más radical que después fundó el partido que llegó a ser el partido comunista sueco, hoy partido de izquierda.

La socialdemocracia hasta la fecha ha tenido su respaldo fundamentalmente en la clase obrera industrial y en el personal no calificado del sector público, las mujeres. En el programa del partido había una concepción marxista y la meta de crear una sociedad sin clases, con el poder sobre los medios de producción en manos del pueblo. Hace solamente un par de años, en la última revisión del programa, que abandonaron esta meta.

El partido comunista ha tenido un peso bastante limitado en el parlamento, del orden del 5 por ciento, aunque alguna vez ha subido al 10 por ciento. Hasta las elecciones en 1998, cuando el partido socialdemócrata perdió unos 4 -5 puntos al entonces partido de izquierda, creció a 12 por ciento, lo que hizo que los socialdemócratas necesitaban de la izquierda para gobernar.

El modelo sueco y la democracia social

Una característica de la sociedad sueca es que la clase capitalista financiera e industrial es fuertemente centralizada y bien organizada. Principalmente a través de su organización patronal llamada SAF, que sería algo como Fedecámaras aquí, ha jugado un papel político más importante que el de los partidos burgueses.

Está muy bien organizado también el movimiento sindical. Sigue siendo único en el ámbito internacional con más de 80 por ciento de afiliación y la dirección de la Central Obrera siempre ha ocupado lugares destacados en el partido. El secretario general de la Central Obrera, como norma, es diputado y miembro del ejecutivo del partido.

Fue a los años 30 que el movimiento sindical y el patronato hallaron las formas de colaboración, típicas para el modelo sueco. Los acuerdos firmados entonces simbolizan toda una época de colaboración, determinada por la ambición compartida entre los dirigentes sindicales y los patronos, de resolver los problemas por medio de negociaciones y contratos.

Durante más que 30 años dieron resultados favorables para las dos partes. También les favoreció que Suecia después de la segunda guerra mundial, desde una posición privilegiada, podía cabalgar sobre una larga ola de bonanza económica internacional hasta finales de los años 60.

Así el capital permitió la creación de la sociedad de bienestar, entendiendo las ventajas de una clase obrera bien educada y saludable, mientras que el gobierno no amenazaba el derecho dictatorial de los empresarios sobre la producción. Había una hegemonía política que favorecía al mundo obrero, pero también enriquecía a las corporaciones suecas que pudieron convertirse en transnacionales y participar en la explotación del tercer mundo.

Otra rasgo del modelo sueco es la política de bienestar generalizada, de todos los ciudadanos, financiada por medio de impuestos donde todo el mundo contribuye, en cierta medida según la posibilidad, con impuestos progresivos. El estado y los municipios organizan y administran las estructuras de la seguridad social. Lo mismo con la educación y la salud, el seguro de enfermedad, el sistema de pensiones, la licencia de maternidad, los círculos infantiles etcétera.

El tercer aspecto típico son las alianzas entre partido, movimiento social y el capital nacional. En los años 50 se estableció la norma de invitar a sectores importantes de la sociedad a resolver problemas a través de deliberaciones informales. Era una manera corporativista donde participaban el patronato, los sindicatos, las organizaciones de los campesinos y el movimiento cooperativista, entre otros.

Y el movimiento obrero poco a poco fue dominado y convertido en instrumento leal del partido.

la democracia económica amenazaba al poder capitalista – el inicio del desmontaje del modelo

En la década 60 el modelo fue desafiado desde la izquierda a raíz de la radicalización de la juventud – despertada por la guerra contra Vietnam – y de los obreros. Educados dentro de una ideológica de igualdad y solidaridad ya no aceptaban formas autoritarias y tampoco que la democracia se quedaba fuera de las puertas de los centros laborales y educativos. En términos de la democracia en tres etapas quedaba por resolverse la democracia económica.

Un hecho decisivo fue la exigencia del movimiento sindical, primero de co-opcion en los centros laborales, y después de la construcción de fondos de asalariados donde los sindicatos iba a tener participación en las ganancias y en su calidad de copropietarios ejercer cierto poder sobre las empresas. Esto significaba una ruptura con el consenso que había reinado entre sindicato y patronato desde décadas.

Y los dueños del capital se dieron cuenta. Asustaron y movilizaron masivamente por las calles a los pequeños empresarios. La dirección socialdemócrata se plegó y más nunca se ha atrevido a poner en duda la propiedad privada sobre el capital accionista. Después no hubo tampoco resistencia cuando se impuso la globalización neoliberal.

Este cambio de hegemonía ideológica expresa un cambio en el balance de poder entre capital y trabajo y una ofensiva fuerte por el patronato nacional. Actuó en el marco de una ofensiva internacional para poder expandir el capital en terrenos antes cerrados, como los países del este y los sectores públicos del oeste.

Los medios masivos y la democracia liberal

El movimiento obrero había creado sus propios periódicos y revistas y después de la segunda guerra mundial tenía un matutino y un vespertino nacional, y un diario por lo menos en todas ciudades provinciales. Pero no podían financiarse a base de venta de anuncios como la prensa liberal.

El partido socialdemócrata, o más bien la Central Obrera, que era la parte rica de la pareja, tuvo que cubrir el déficit, y lo hacía un tiempo, consciente de la importancia de tener una voz suya en la formación de la opinión pública, y para el fortalecimiento de la autoconfianza de la clase obrera como sujeto propio. Pero la financiación basada en anuncios, poco a poco fue estrangulando aquellos diarios que llevaron la contraria a la política de los anunciantes.

Como el periódico socialdemócrata provincial o municipal casi nunca era el de mayor circulación, en nombre de la libertad de expresión el parlamento dictó una ley de subsidio al periódico de menos circulación para así liberar el movimiento obrero del peso financiero. A pesar de esto no pudo resistir en la avalancha del neoliberalismo y en las décadas de los 80 y 90 se cerraron o fusionaron casi todos los periódicos socialdemócratas. Y resulta que hoy, cuando casi el 90 por ciento de la prensa es burguesa, la mayor parte de los subsidios estatales para el pluralismo mediático terminan en los bolsillos de las familias o corporaciones privadas mediáticas. Un ejemplo tan válido como otro de la dificultad de domesticar las fuerzas comerciales.

Con la dominación liberal casi total en la prensa escrita siguió la misma tendencia en los dos canales de televisión estatales, en competencia con tres nacionales comerciales, y un sinnúmero de internacionales. Lo mismo pasa en la radio.

Pero a pesar de que tenemos así básicamente una sola voz pública, proclamando el único camino neoliberal, la mayoría de los suecos se resisten a aceptarlo. Las encuestas de opinión pública muestra que un 60 a 70 por ciento quiere mantener la seguridad social, la educación, la salud como bienes comunes financiados solidariamente. Es por eso que la burguesía tanto necesita del coro de los medios masivos para tratar de convencerle a la gente de votar contra sus propios intereses, o como dice Chomsky, «fabricar el consenso en favor de los intereses de las grandes corporaciones».

La separación entre direcciÓn y movimiento

Cuando vino la ola neoliberal el sindicato más fuerte del mundo capitalista debería haber podido pararlo. Fue al revés, las protestas grandes en Alemania y Francia no se dieron en Suecia. La lealtad con el partido socialdemócrata contribuyó a silenciar la critica dentro del sindicato y fuera.

Y el partido socialista con 75 años en el poder tampoco se resistió, a pesar de la obvia voluntad popular. Ya se había independizado de sus miembros. Los partidos en el parlamento se habían concedido financiamiento estatal y ya no necesitaban la contribución de los miembros.

Durante la década de 90 los partidos perdieron 30.000 miembros por año. Si sigue así se quedan sin miembros el año 2012/2013. Más que 65 por ciento de la población considera que los partidos no cumplen con sus tareas fundamentales. Parece a cifras semejantes en América Latina.

La cúpula de la socialdemocracia sueca se dejó captar por los cantos de sirena del New Labour y Tony Blair y su «tercera vía» y «renovación de la socialdemocracia» que entre otras cosas proclamaba que después de la caída del muro de Berlín había que aceptar la el capitalismo y la democracia liberal, parlamentaria y su globalización, como fin del mundo.

El subcomandante Marcos fue quien más crudamente indicó que la socialdemocracia de la tercer vía es un peligro mortal para la izquierda y que puede funcionar como una palanca para en neofascismo. En Austria un partido de extrema derecha desplazó a la social- y cristianodemocracia, canalizando la frustración del pueblo ante la política de consenso neoliberal. Y en Italia la alianza oliva tuvo que verse derrocado por Berlusconi. En Dinamarca ganó la derecha liberal en alianza con un partido con xenofobia. Y en Suecia el partido liberal se hizo vocero de tendencias semejantes.

La Union Europea – un proyecto neoliberal, antidemocrático

Solamente con mucho dinero y fuertes amenazas la cúpula socialdemócrata junto con todos los partidos burgueses logró un flaco 51 por ciento en favor de la entrada de Suecia en la UE 1994. Y en el referéndum 2002 sobre la entrada en la Unión Económica y Monetaria, perdieron a pesar de una asimetría brutal en el financiamiento de las campañas y en el acceso a los medios masivos. Porque ya el resultado de la política neoliberal se estaba notando en todos los campos con costos más altos y servicios más malos.

Y ahora que se trata de aceptar o no la nueva constitución del la UE los partidos burgueses y la socialdemocracia están decididos a no permitir un referéndum que de forma muy realista temen perder.

Suecia es una democracia liberal. La UE ni cumple con estos requisitos. Conducidos por una socialdemocracia que ha perdido su alma y brújula estamos en peligro a perder lo que hasta ahora llamábamos democracia, la soberanía nacional y la Constitución.

El modelo sueco se construyó como alternativa reformista frente a la URSS. Resulta que con el desplome del modelo soviético se aceleró el fin también de la alternativa

El pueblo ha dicho basta y se ha echado a andar, otra vez

Más o menos al mismo tiempo, los años alrededor del nuevo milenio se presenta un nuevo movimiento en muchas partes del mundo, una resistencia masiva contra la globalización neoliberal. En nuevas formas y constelaciones dicen lo mismo que muchos de los viejos ya dejaron de decir, y se resisten a la transformación de la tierra, el agua, la fuerza humana laboral, toda la vida humana en mercancía. Y advierten que a política tiene que ser movilización, organización, participación.

La expansión brutal del capital conlleva que casi todo intento de pararlo conduce a una confrontación directa, y con el capital internacional. Por eso también se ha hecho más evidente que la línea divisora entre la izquierda revolucionaria y reformista no tiene validez. El reformismo tiene que ser revolucionario, y viceversa. Las reformas tienen que fortalecer al pueblo y socavar las bases del sistema capitalista para lograr la meta de construir una sociedad nueva, solidaria, igualitaria, en armonía con la naturaleza. Y en la época de la globalización más que nunca los movimientos tienen que ser internacionalistas.

Algunas fuentes

La vida del socialismo después de la muerte. Klas Gustavsson. 2004 El capitalismo global y la nueva resistencia. Ingemar Lindberg. 2004 Cien años de socialismo. Donald Sassoon. 2000 La democracia política y el desarrollo de la sociedad de bienestar. Kjell Östberg. 1999 Las amenazas contra la democracia en Suecia. Karl-Erik Lagerlöf. 1999 La tercera vía. Sobre la renovación de la socialdemocracia. Anthony Giddens. 1998 Tercer Milenio. Una visión alternativa de la posmodernidad. Juan Antonio Blanco. 1993