Con los índices de aprobación de su gestión llegando a un magro 29% (hay que recordar que Richard Nixon, cuando fue removido, estaba en 25%) George Walker Bush se decidió por fin a dar un paseo por las tierras más al sur del rancho de Vicente Fox, su compinche en Guanajuato. Después de todo, quizás […]
Ha sido una gira de abrazos y almuerzos, ciertamente, de ofertas algo escasas y hasta decepcionantes, en asuntos de migración, lucha contra las drogas, etc. (si no pregúntenles a mexicanos y guatemaltecos, por no hablar de lo que no lograron en términos comerciales brasileños y uruguayos). Hemos visto, también, multitudinarias y muy activas protestas, en Uruguay, en Brasil, en Colombia, Guatemala, México, incluso en Argentina, donde ni siquiera estuvo. Algunas de estas manifestaciones fueron violentamente reprimidas. Ante el anuncio de que indígenas guatemaltecos harían en estos días una «limpia» en sitios sagrados visitados por la delegación presidencial del norte, no ha faltado el estadounidense que haya sugerido un procedimiento similar en la propia Casa Blanca.
Sin embargo, reacios a aceptar la muy negativa percepción del actual gobernante estadounidense en América Latina, por sus implicaciones para sus propios proyectos, poco ha faltado para que algunos voceros de la derecha latinoamericana y sus medios de comunicación hayan declarado esta visita «algo histórico», en un gesto servilmente desproporcionado. ¿Será el etanol? Parece que no se han dado cuenta de la situación política que ha creado en el país del norte, y en el mundo, las sangrientas «travesuras» de Bush y sus compinches. Incluso, mientras George y Laura visitaban sitios arqueológicos en México, se desataba un nuevo escándalo en Estados Unidos: al revelarse que el Departamento de Justicia de ese país había removido funcionarios de alto rango por razones políticas.
Pero lo más exquisito de lo que hemos presenciado en estos días es como se ha intentado levantar, una vez más, una «doctrina» que fuera proclamada por Bush al entregársele la presidencia en el año 2000: la del llamado «conservadurismo compasivo».
«Compasión, compasión, compasión»: tenemos así la resucitada palabra de orden en estos días en la agenda bushiana. Así, si examinamos los discursos, se nos ha instruido una y otra vez acerca de cuán «compasivo» es el pueblo (y, por supuesto, el gobierno estadounidense). Parece una mala película, este esfuerzo de crear una «buena imagen» a punta de palabra ante la terca tozudez de los hechos.
Podríamos retomar aquí muchos asuntos, pero me centro tan sólo en uno: ¿por qué habríamos de pensar que el cuestionado gobierno de George Walker Bush va a tener más «compasión» con los pueblos latinoamericanos que la que ha tenido con su propio pueblo?
Un ejemplo palpable de carencia de compasión es, en estos días, lo que ha ocurrido con los veteranos heridos de la guerra de Irak (muchos latinos, sin duda) en el Hospital Walter Reed. Una vez que han sido enviados a la ocupación de Irak en una guerra ilegal, justificada con mentiras al más alto nivel, y al sufrir heridas serias en el teatro de operaciones, han sido sometidos a condiciones tan deplorables que ha sido removido el militar de más alto rango responsable de estos asuntos. Parece que la compasión no entraba en las paredes del Walter Reed, una vez usados ( y aparentemente descartados) los soldados. Podríamos citar también la situación creada por el Huracán Katrina, en aquellos días en que la «compasión» parecía haberse refugiado en un campo de golf.
Y ni hablar de la «compasión» esparcida a punta de misiles en diversos lugares del planeta.
Creo que es significativo, también, que en estos días la compañía Halliburton se haya trasladado por razones económicas a Dubai. Recordemos que se trata de la compañía de Richard Cheney, el siniestro y oscuro vicepresidente ( no sé si también se autoproclama «compasivo»). Esta empresa, como sabemos, ha cosechado ganancias multimillonarias con la «reconstrucción» del Irak que ellos mismos destruyeron. Halliburton sabe donde huele a dólares, y para ellos, sin duda, hay mucha «compasión».
Así que aplaudan todo lo que quieran a «George el compasivo». No cambia nada. El Supremo Señor de la Guerra se ha encargado de sembrar el odio y el resentimiento, con sus acciones nefastas, y esto no lo toleran los pueblos. Hasta ha convertido a la «compasión» en palabra sospechosa.