En la adolescencia, Sidney Possuelo tuvo la tentación de asomarse al corazón de las tinieblas. Hoy, a sus 67 años de edad, es una de las voces más autorizadas sobre la realidad de las poblaciones indígenas que sobreviven aisladas en las profundidades de la selva amazónica. Su mirada ante estos pueblos no parte de la frialdad de bisturí del antropólogo, sino del firme compromiso, cimentado durante toda una vida, de respeto solidario hacia unas comunidades que durante siglos han sabido hacer de su fusión con el medio la base de su existencia. Una fusión que hoy, acorralados por una selva en retroceso, incrementa su vulnerabilidad ante la presión del hombre blanco. Durante estos días, Possuelo realiza una intensa gira por Europa para denunciar la situación que sufren los pueblos indígenas. Entre Madrid, Valencia, Barcelona y Suiza, encontramos un hueco para esta breve charla.
– Usted defiende el aislamiento como garantía de supervivencia para muchos pueblos indígenas. Pero, en plena globalización, ¿aún es posible vivir aislados?
– Sí, en la Amazonia todavía es posible. No se puede decir que la globalización, con toda su parafernalia tecnológica, haya llegado a la selva. Por eso, cuando hablamos de aislamiento no es algo que tengamos que imponerles, sino una necesidad que constatamos para mantener su sistema de relaciones, su vida.
– ¿Cuáles son las principales amenazas para los pueblos indígenas?
– Las amenazas son las de siempre: La tierra, la salud y sus derechos. Esos son los elementos fundamentales que pueden favorecer o dañar a los pueblos indígenas. Respetándolos les beneficiamos.
-En los últimos años, fenómenos como el zapatismo en México o la elección de Evo Morales, primer indígena investido presidente, parece que han puesto de actualidad la cuestión indígena
– Creo que ha aumentado el interés por varias cuestiones. La presencia de Evo Morales en Bolivia ha sido muy favorable, sólo su presencia ya ha servido para llamar la atención sobre la cuestión indígena. También nosotros promovimos hace dos años el primer encuentro internacional para la protección de los pueblos aislados, reuniendo en Belém a los paises de la Amazonia con comunidades aislados. Después de este encuentro ha aumentado el interés por estos pueblos, tanto desde el punto de vista político, como entre la opinión pública en general.
– Destacaba la aportación de Evo Morales a la causa indígena. También la llegada de Lula de Silva despertó muchas esperanzas. ¿Qué balance hace de su gobierno?
– En Brasil se ha ha producido una gran desilusión con Lula. Existían unas expectativas a la hora de afrontar la cuestión indígena y ambiental que se han visto frustradas con Lula.
– Un movimiento con especial implantación en Brasil es el de los campesinos sin tierra. Sin embargo, no pocas veces sus demandas chocan con los pueblos indígenas.
– Es necesario que el poder político resuelva el problema agrario de los Sin Tierra, porque su lucha es justa. Ahora bien, también es necesario que los Sin Tierra dejen de ver las grandes extensiones de tierra indígena como si fueran latifundios, porque no tienen nada que ver. No se puede seguir viendo estos territorios con la mirada exclusiva del hombre blanco. Los Sin Tierra representan una lucha legítima, pero también hay que cuidar el espacio de otros movimientos, como los pueblos indígenas aislados.
-¿Cuántos indígenas sobreviven actualmente en Brasil?
– Existe una polémica al respecto. El Instituto Brasileño de Geografía y Estadística afirma que existen unos 740.000 indígenas, pero según la Fundación Nacional del Indio, la población no pasaría de 450.000. En cualquier caso, importan poco las cifras porque, sean el número que sean, merecen nuestro interés.
– ¿Cómo comenzó su interés por el mundo indígena?
– Hace muchos años, cuando yo era un jovencito de 17 años. Entonces los hermanos Villas-Boas eran los indigenistas más conocidos por sus famosas expediciones a la selva. Aquello era ilusionante. Era como una gran aventura en la que un joven como yo quería participar. Así que fui a conocerlos y a través de ellos descubrí a los indígenas, sus problemas, sus necesidades. Y de este modo empezó esta amistad.
– ¿Qué le ha aportado todos estos años de relación con los indígenas?
– Qué puedo decir, ha sido una oportunidad de poder mirar unos seres humanos que se comportan frente el territorio, la vida y la supervivencia de una forma totalmente diferente a la nuestra. En la época del descubrimiento, cuando los indígenas estaban en su esplendor y eran millones, conservaban su territorio intacto, cuando en ese mismo tiempo, nosotros éramos unos cientos de miles y ya lo habíamos destruido todo.
-Con todos sus años de experiencia, ¿aún encuentra motivos de esperanza para la causa indígena?
– Aunque hable de cosas duras, de la ausencia del gobierno del Brasil en la protección de los indígenas, de cómo nuestras sociedades les dan la espalda, de la destrucción de la selva amazónica o la devastación provocada por la expansión del cultivo de la soja; tengo esperanza. Creo que la situación es reversible. Pero no depende de los pueblos indígenas, sino de nuestras sociedades , como sistemas más fuertes, tirar del carro. Por eso creo que, en los pocos decenios que dura nuestras vida, debemos asumir este compromiso. Una actitud solidaria dirigida no sólo a los pueblos indígenas sino con nosotros mismos, asumiendo una mirada más humanizada hacia el desconocido.