No cabe duda de que los EE.UU. golpearán a Irán después de retirar sus tropas de Iraq. El gasto militar de los EE.UU. ha adquirido demasiada fuerza para abandonar cualquier esperanza de que la dinámica actual vaya a cambiar en un futuro próximo. El complejo militar-industrial estadounidense y sus aliados en el Pentágono han estado […]
No cabe duda de que los EE.UU. golpearán a Irán después de retirar sus tropas de Iraq. El gasto militar de los EE.UU. ha adquirido demasiada fuerza para abandonar cualquier esperanza de que la dinámica actual vaya a cambiar en un futuro próximo. El complejo militar-industrial estadounidense y sus aliados en el Pentágono han estado preparando durante mucho tiempo el proyecto de guerra contra Irán, recurriendo a los métodos más indeseables en el proceso.
Los preparativos para la guerra contra Irán se parecen en gran medida a la actividad que precedió al ataque de EE.UU. contra Iraq. Saddam Hussein se enfrentó a la acusación de ocultamiento de la existencia de armas de destrucción masiva y el líder iraní está siendo acusado de mantener un programa nuclear que está a punto de convertirse en un peligro global.
Se ha restado importancia a las declaraciones de Teherán de que está dispuesta a acoger inspecciones del OIEA [ Organismo Internacional de Energía Atómica], tal como se ofreció Iraq a admitir expertos occidentales en sus instalaciones. Washington sostiene que la amenaza nuclear iraní es un hecho establecido y sigue siendo totalmente impermeable a las objeciones.
Racionalmente, los EE.UU. rechaza simultáneamente la propuesta de establecer una zona libre de armas nucleares en Oriente Medio (ya que su aplicación podría originar serios problemas a Israel) y reacciona con indolencia a los más que reales riesgos derivados de la posesión ilícita de armas nucleares de Pakistán.
Además del hecho de que una aventura militar estadounidense contra Irán tendría un impacto negativo global, Rusia debe de tener en cuenta sus propios intereses en Irán. Seamos realistas: la globalización de EE.UU. representa una amenaza directa para Rusia ya que reduce automáticamente el papel de ésta a la de un proveedor de productos para la Pax Americana unificada y supone implicaciones más amplias para la situación. El proyecto de globalización deja a las naciones sin ninguna posibilidad de sostener su soberanía política y cultural y, por tanto, pone en peligro los valores fundamentales de la civilización rusa.
La trama de la guerra puede verse, como una de las opciones, a través del prisma del conflicto entre globalización e Islam.
Se debe de tener en cuenta que -de acuerdo con las exigencias de su religión- Irán rechaza la tasa de interés que es la piedra angular de la economía occidental. Incluso el sistema bancario de Irán consigue evitar cobrar intereses, enviando de esta manera un mensaje al resto del mundo.
Este es el eje de la disputa de ideologías Irán-EE.UU. que expone la naturaleza despiadada de la sentencia en la que se basan las entidades prestamistas con sede en Estados Unidos basada en la legitimación de la explotación de los necesitados.
Lo adecuado de la visión de los mullah iraníes es un ultraje para los globalistas de Washington. Es natural que Teherán se convirtiera en el bastión del anti-americanismo en el mundo musulmán y que los EE.UU. no puedan continuar con sus planes de transformar Oriente Medio mientras Irán continúe allí en su actual estilo.
Los objetivos de las fuerzas que buscan dirigir la región hacia la globalización están por la labor de derrocar el régimen chií de Teherán e instalar un gobierno pro-estadounidense en su lugar. ¿Cuáles serían las consecuencias del establecimiento de un régimen pro-EE.UU. en Irán desde la óptica de Rusia?
La región del Caspio y los vecinos de Rusia -Azerbayán y Turkmenistán- serían arrastrados a una nueva zona de inestabilidad mientras que su americanización sería vista como paso natural por quienes proponen la globalización. Los regímenes advenedizos hostiles a Rusia -como el antiguo gobierno Naranja en Ucrania- en Azerbayán y Turkmenistán se enfrentarían con Moscú en escenarios desfavorables. Otro Saakashvili en Azerbayán generaría mayores problemas, especialmente para Armenia. Las consecuencias de las incursiones made in USA en Turkmenistán son generalmente impredecibles pero, obviamente, negativas.
Cabe señalar que Rusia tiene importantes vínculos directos con Irán en la esfera de la economía. La cooperación entre Moscú y Teherán está bajo presión y no tiene ninguna posibilidad en caso de cambio de régimen en Irán.
Rusia debería responder cuidadosamente varias preguntas esenciales para definir su posición en el problema iraní. Las preguntas son:
1.- ¿Está Rusia interesada en la existencia de Irán en su forma presente? La respuesta es que lo está, considerando que Teherán está abierta a la cooperación con Moscú. Teherán puede ser un compañero complicado, pero eso es una situación rutinaria. La posición de Irán refleja que la visión que tiene el mundo musulmán con respecto a Rusia debe mantenerse de la mejor manera posible.
2.- ¿Es la cada vez más obvia deriva de Moscú pro-USA una evolución positiva desde el punto de vista de los propios intereses de Rusia? Dificilmente -si Moscú espera adquirir el reajuste largamente prometido con concesiones a Washington referentes a Irán, es que la política es notablemente miope. El ajuste sólo se materializará en la medida en que sea de interés para los EE.UU. Los expertos rusos en EE.UU. deberían expresar sus opiniones sobre cuánta buena voluntad había en la motivación de Washington. La impresión es que la buena voluntad no juega ningún papel significativo.
La conclusión es que la política rusa debería mantenerse alejada de cualquier influencia de EE.UU. con respecto a Irán.
Fuente: http://www.globalresearch.ca/