¿A quién le pertenece el agua? «A nadie» -dice la investigadora canadiense Maude Barlow. «El agua es un bien común, le pertenece a la Tierra». Por ende, todos tenemos derecho a ella. Sin embargo, en tiempos recientes a través de todo el planeta las empresas multinacionales han presionado para que se privaticen los servicios de […]
¿A quién le pertenece el agua? «A nadie» -dice la investigadora canadiense Maude Barlow. «El agua es un bien común, le pertenece a la Tierra». Por ende, todos tenemos derecho a ella. Sin embargo, en tiempos recientes a través de todo el planeta las empresas multinacionales han presionado para que se privaticen los servicios de agua y por el derecho a extraerla sin límites y venderla. Este proceso viene acompañado de una creciente oposición en todo el mundo, desde Sudáfrica hasta Bolivia. Hoy, gran parte de las protestas se articulan a través de una red internacional que afirma que si bien el agua no es de nadie, «sí somos colectivamente responsables de su preservación», dice la coautora de Oro azul, recién publicado en español
«LA PROXIMA VEZ QUE CAMINES bajo la lluvia, párate a pensar que algo del agua que cae sobre ti pudo haber fluido en la sangre de los dinosaurios o en las lágrimas de niños que vivieron hace miles de años».
Con estas palabras, la canadiense Maude Barlow, gran especialista en el tema del agua y luchadora contra su sobrexplotación, ilustra algo que de tan sabido se pasa de largo: el agua que circula en el planeta es la misma desde su creación. Al líquido vital no se le puede reforestar, pues.
Sin embargo, los humanos estamos volviendo inservible el agua a tal velocidad que se calcula que en el año 2025, «si no cambiamos drásticamente nuestro comportamiento en esta materia, entre la mitad y dos terceras partes de la humanidad se enfrentarán a una grave escasez de agua dulce», se lee en Oro azul, recién publicado en español por Paidós, escrito por Barlow y Tony Clarke, director del Instituto Polaris (organización canadiense dedicada sobre todo a la investigación y el análisis de las multinacionales y los acuerdos de libre comercio).
«¿Quién pensaría en envenenar su propia sangre?», pregunta Barlow, en entrevista telefónica con Masiosare. Pues eso es lo que estamos haciendo con la sangre del planeta. A tal grado que cada ocho segundos un niño muere a causa de una enfermedad relacionada con el agua.
Los cazadores
Oro azul -ya publicado en 30 países- surgió de un informe sobre el estado del agua en el mundo, desde un punto de vista político y económico, que Maude Barlow realizó para el Foro Internacional del Agua. Luego le ofrecieron publicarlo como libro y la canadiense invitó a su compatriota Tony Clarke a participar en la sección sobre las corporaciones.
En años recientes, conscientes de la creciente escasez de agua dulce, las multinacionales están enfrascadas en una carrera por acaparar las fuentes del líquido vital en el planeta. Vivendi-Veolia y Suez-ONDEO, ambas con sede en Francia, llevan la delantera. «Juntas controlan más de 70% del mercado de servicios del agua en el mundo», se lee en Oro azul. Suez opera en 130 países y Vivendi en más de 90. Esta última ganaba hace una década 5 mil millones de dólares en el sector agua; para 2002, el monto se había incrementado a más de 12 mil millones de dólares. mas-llave Fotografía: Reuters
A estas dos empresas les pisa los talones RWE-Thames Water, de Alemania. «Las tres están entre las 100 empresas más ricas en el mundo, con un crecimiento anual de 10%», explica Maude Barlow. Es decir, estas compañías tienen un crecimiento económico mayor que el de muchos de los países donde operan, e incluso «emplean a más personal que muchos gobiernos» (Vivendi a 295 mil en todo el mundo y Suez a 173 mil)».
Es pues, un negociazo. Según la revista Fortune (mayo 2000) citada por Oro azul, «los ingresos anuales de la industria del agua alcanzan ya cerca de 40% del sector petrolero, y son una tercera parte más elevados que los del sector farmacéutico».
Como dijo Gérard Mestrallet, director ejecutivo de Suez: «¿En qué otro sector (a excepción del acero) se puede encontrar un negocio que sea totalmente internacional, en el que los precios y los volúmenes rara vez se muevan en sentido descendente?»
En cuanto a la industria embotelladora de agua, crece a paso acelerado. Los autores de Oro azul informan, en una actualización hecha para la versión alemana del libro, que, en el mundo, esta industria obtiene 46 mil millones de dólares anuales; más del doble de lo que obtenía hace tres años.
El año pasado, informa Barlow, se embotellaron 100 mil millones de litros de agua -los cuales requirieron de 1.5 millones de toneladas de plástico.
Hay compañías, como Coca-cola y Pepsi, que van por el mundo buscando fuentes de agua dulce. Se les llama «cazadores de agua». «En mi país están en todos lados», dice Barlow. Y es que Canadá goza de una de las más vastas fuentes en el planeta.
Sin embargo -aclara Barlow-, no se trata de oponerse a las embotelladoras locales, sino a las multinacionales, que llegan a una comunidad, explotan las fuentes de agua y abandonan el lugar.
El «bien»
Las multinacionales echan mano de los tratados comerciales y los acuerdos internacionales para que los gobiernos se vayan quedando sin posibilidad de cerrar la llave del agua, cuenta la canadiense. A través de estos acuerdos los gobiernos dejan de tener control sobre sus provisiones locales de agua dulce.
Vivendi, informa Oro azul, es de las pocas trasnacionales que tiene representantes en los dos grupos de presión más poderosos del sector negocios: la estadunidense Coalición de las Industrias de Servicios y el Foro Europeo sobre Servicios. Hoy, estos grupos de presión están metidos en la negociación del Acuerdo General sobre Comercio de Servicios (GATS, por sus siglas en inglés) en la OMC.
Hoy, explica Maude Barlow, en la OMC y el TLCAN se establece que el agua es un bien, no un derecho, y permite que las empresas multinacionales tengan acceso, como nunca antes, a las fuentes de agua dulce. Incluso, en el TLCAN se establece como una inversión.
Si una ciudad o un municipio de un país firmante del TLCAN cambia de parecer respecto a privatizar el servicio del agua, la empresa puede demandar a la autoridad y ésta tiene que pagar una indemnización. Por ejemplo, una compañía californiana demandó al gobierno canadiense por 10 mil millones de dólares porque la provincia de Columbia Británica prohibió la exportación comercial de agua.
«Lo que tememos en Canadá es que cuando se le acabe a Estados Unidos su reserva de agua dulce, recurrirá a la canadiense», dice Barlow, presidenta del Consejo de Canadienses (prestigiosa organización civil dedicada a vigilar el cumplimiento de los derechos de los ciudadanos).
En el acuerdo general del ALCA (en proceso de negociación) también «está estipulado que si un municipio privatiza su servicio de agua pero luego se arrepiente y quiere revertir el proceso, ya no puede».
En el fondo, subyace la idea de que todo puede ser vendido.
Pero, ¿a quién le pertenece el agua?
«A nadie» -responde la investigadora. «El agua le pertenece a la Tierra». Por ende, dice Barlow, el punto central es que «todos tenemos derecho a ella».
Si bien el agua no es de nadie, «sí somos colectivamente responsables de su preservación», sigue.
El agua no es un bien, como los coches o los tenis, que puede ser producido, vendido y consumido. «Debe ser preservado como un bien común», dice.
«Solos no podemos»
Cada vez más personas en todo el mundo luchan por el reconocimiento del agua como un derecho y contra el control privado del agua del mundo.
Antes, las luchas estaban separadas, cuenta Barlow. Por un lado, había quienes luchaban contra la contaminación del líquido vital. Otros contra su escasez, otros contra su privatización y otros contra la desigualdad (que algunos tuvieran acceso al agua y otros no).
Ahora reconocen que las distintas luchas (que cada vez son más) contra la privatización de los servicios de agua municipales (que suelen incrementar las tarifas del líquido vital), por frenar la explotación de fuentes subterráneas por las grandes embotelladoras y detener la exportación comercial de agua de sus territorios son parte de una misma lucha. Los canadienses jugaron un papel determinante en unir estas luchas, en hacer notar que eran una sola. Y, entre los canadienses, la labor de Maude Barlow ha sido vital.
«El Banco Mundial (BM) triplicó el monto de financiamiento disponible para los países pobres para esquemas de privatización del agua y un estudio de 2003 realizado por el Consorcio Internacional de Periodistas de Investigación encontró que, en los últimos cinco años, la mayoría de los préstamos para agua del BM estuvo condicionada a la privatización de los sistemas públicos», señala la actualización para la versión alemana de Oro azul.
Estos proyectos privatizadores, sin embargo, se topan con cada vez más opositores, sobre todo en Africa (Ghana, Sudáfrica, Mozambique, Senegal y Zambia) y América (Bolivia, Uruguay, Estados Unidos y Canadá). Y con frecuencia estas luchas han resultado exitosas. «Muchas compañías han tenido que abandonar sus operaciones o buscar fondos garantizados del BM y los gobiernos locales para cubrir los costos de sus fracasos», señala Barlow.
En Manila, Filipinas, Maynilad Water, subsidiaria de Suez, tuvo que abandonar su concesión a raíz de las protestas por los altos precios.
En ciudades estadunidenses, como Atlanta y Georgia, la oposición ha logrado frenar proyectos de privatización del agua.
En Uruguay, el próximo 31 de octubre se llevará a cabo un plebiscito nacional respecto a si incluir o no en la Constitución cláusulas que impidan la privatización de los servicios de agua y la venta de los recursos hídricos. La investigadora canadiense es optimista: «Creemos que ganaremos».
Mención aparte merece Sudáfrica. En esta nación, el Foro contra la Privatización (movimiento de base) y el Sindicato de Trabajadores Municipales de Sudáfrica han encabezado una dura lucha, que ha costado vidas, contra la privatización de los servicios de agua potable (es la única nación del mundo en cuya Constitución está incluido el derecho al agua).
En fin, cada vez en más países hay luchas por el acceso al agua o en oposición a su privatización. Y cada vez se juntan más en redes regionales y mundiales.
En el verano de 2003, en San Salvador se reunieron 47 organizaciones de 16 países y formaron la Red Vida.
En marzo de 2003 se llevó a cabo el tercer Foro Mundial del Agua, en Kioto, Japón. Ahí se juntaron cientos de activistas y lograron que en el informe final se declarara que había una profunda división en los temas de la privatización del agua y del papel de las empresas en el futuro del agua.
En Nueva Delhi, en enero de este año, se estableció el Movimiento Mundial del Agua, una red internacional que busca ofrecer apoyo a grupos que luchan por el derecho al agua; apoyar una Convención de la ONU con el tema «El agua como un derecho humano»; realizar campañas coordinadas contra la OMC y el BM, y específicas contra Coca-cola y Suez.
El movimiento global ha permitido, sobre todo, que las autoridades gubernamentales y las empresas no puedan actuar con tanta impunidad porque saben que la lucha local está respaldada por toda una red capaz de presionar a escala internacional. «Solos no podemos», dice Barlow.
«En Bolivia, en 2000, no fue tan fácil que el ejército entrara a Cochabamba (tomada por la población tras conocerse la concesión a Bechtel para gestionar y distribuir el agua de la ciudad) debido a que sabían que la lucha local tenía respaldo internacional», explica la investigadora. Bechtel tuvo que retirarse.
Barlow reconoce, sin embargo, que el movimiento está en su infancia. Crece conforme aumenta la crisis del agua: «Las comunidades, los activistas de base, ven que no hay tiempo que perder».
En la India, por ejemplo, «la lucha creció vertiginosamente durante los últimos dos años», cuenta Barlow. Los aldeanos de Plachimada, Kerala, lograron una moratoria a la extracción de agua de la Compañía de Coca-cola, Hindustán, tras dos años de protestas; y grupos locales y trabajadores del sector público luchan contra la posible privatización del sistema de agua de Nueva Delhi.
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¿La crisis del agua es intrínseca al neoliberalismo? «El agua es el mejor ejemplo de por qué el neoliberalismo no funciona», afirma la autora del primer análisis político de la crisis del agua. «Hay sectores donde funciona el mercado. El agua no es uno de ellos, el agua es el ejemplo de un bien común que no debería de ponerse en manos de compañías».