La incapacidad de la Organización de Naciones Unidas para cumplir su misión fundamental: «velar por la Paz y la Seguridad Internacional», ya no puede ser más evidente. El ejercicio del veto, privilegio del que gozan solamente cinco países como miembros permanentes del Consejo de Seguridad, paraliza la ejecución de medidas y acciones que podrían hacer […]
La incapacidad de la Organización de Naciones Unidas para cumplir su misión fundamental: «velar por la Paz y la Seguridad Internacional», ya no puede ser más evidente. El ejercicio del veto, privilegio del que gozan solamente cinco países como miembros permanentes del Consejo de Seguridad, paraliza la ejecución de medidas y acciones que podrían hacer prevalecer la legalidad y el cumplimiento de la Carta de la Organización de las Naciones Unidas, con lo cual se evitarían guerras e injusticias, en un mundo donde cada vez más se extiende el uso de la fuerza para la solución de los conflictos, y la prolongación de estos, causando innumerables pérdidas humanas y materiales teniendo en cuenta la capacidad destructiva de los modernos armamentos desarrollados, que amenazan con provocar holocaustos generalizados.
La inmensa mayoría de los miembros de la ONU, están a favor de democratizar la institución y hacer que prevalezcan los principios para los que fue creada, pero los intereses de las grandes potencias imperialistas y hegemónicas, han podido impedirlo hasta el momento. Sin embargo, parece llegado el momento necesario para que se impongan las transformaciones imprescindibles. No es posible, continuar admitiendo y permitiendo, las agresiones y masacres, realizadas en la mayoría de los casos sobre la base de falsas justificaciones y escenarios prefabricados, como ha ocurrido en Iraq, Siria, Libia y Palestina, más recientemente en Gaza, donde se cometen genocidios con saldos de cientos de miles de muertos y heridos, mostrados en vivo y en directo, ante la mirada de una opinión pública internacional que contempla impotente estos crímenes.
El propio Secretario General de la Organización, se ha convertido en cómplice de estos hechos, al asumir actitudes timoratas y evitar calificar los hechos por sus nombres, protegiendo de esta forma a los agresores genocidas, en un intento de preservar su cargo. Si el coreano Ban Ki-moon quisiera cumplir con su deber y tuviera un ápice de vergüenza, hubiera adoptado una actitud enérgica condenando claramente los crímenes o presentado su renuncia como Secretario General.
Lo que está ocurriendo en Gaza, no es el único caso, pero sí el más actual, que pone en evidencia la inutilidad de lo ONU. Un genocidio con la práctica de terrorismo de estado, está siendo cometido contra la población civil de este pequeño territorio palestino. Ya son cerca de 2 mil, los muertos que han producido los bombardeos de la aviación y la artillería sionista, la mayoría de ellos niños, mujeres y ancianos. Parte de ellos han encontrado la muerte refugiados en propias instalaciones de la Organización.
La política fascista que practica la entidad sionista, ha contado con el increíble apoyo de la mayoría de su población, sometida durante muchos años a un lavado de cerebro, haciéndoles conciencia de que ellos, por ser «un pueblo especial, elegido por Jahvé (dios) constituyen la víctima», y tienen el mandato de mantener la ocupación de un territorio que no les pertenece y hacerlo además a cualquier costo. Continúan además, de forma indignante, utilizando el argumento del holocausto, como si esto les otorgara el derecho de masacrar al pueblo palestino y otros pueblos de la región, como antes han hecho en Líbano.
Para colmo, tienen la condición de ser el único estado creado por una resolución de la propia ONU, quien lo admitió como miembro en 1949, al considerar en la resolución 273 (III), «que Israel es un Estado amante de la paz que acepta las obligaciones consignadas en la Carta, está capacitado para cumplir dichas obligaciones y se halla dispuesto a hacerlo.»
Desde esa fecha hasta la actualidad, la entidad sionista-fascista, es la que más violaciones de la Carta de la ONU ha cometido y la que más resoluciones y acuerdos de la Organización se ha negado a cumplir, siempre protegido por el imperio estadounidense, de cuya estructura militar y poderío, es parte.
Es imprescindible reformar la ONU, para que un mundo mejor y más justo, sea posible.
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