Los habitantes de Bougainville, una isla del Pacífico, comenzaron a votar el sábado en un anhelado referéndum que decidirá si se convierten en la nación más joven del mundo o siguen formando parte de Papúa Nueva Guinea. Independencia o mantenimiento de una autonomía reforzada es la pregunta a la que deben responder más de 200.000 […]
Los habitantes de Bougainville, una isla del Pacífico, comenzaron a votar el sábado en un anhelado referéndum que decidirá si se convierten en la nación más joven del mundo o siguen formando parte de Papúa Nueva Guinea.
Independencia o mantenimiento de una autonomía reforzada es la pregunta a la que deben responder más de 200.000 electores en esta consulta popular, resultado de años de negociaciones y de una sangrienta revuelta secesionista.
En la apertura de las urnas en Buka, pequeña isla que también forma parte de la provincia de Bougainville, más de 1.000 personas esperaban, ansiosas, para depositar su voto con la esperanza de convertirse en un nuevo Estado.
«¡Estoy tan feliz!», exclamaba Olitha Mokela, vestida con un colorido vestido rosa y azul. «Los músicos van a tocar, voy a bailar y voy a votar», celebraba esta mujer de 54 años.
Una improvisada coral de hombres y mujeres luciendo guirnaldas de hierbas y flores desfilaba, cantando, por las calles mientras ondeaban banderas independentistas. Decenas de pequeños botes atracaron en el puerto de Buka, procedentes de otras islas más pequeñas y cargados de pasajeros deseosos de votar.
Los resultados de este referéndum, que va a durar dos semanas, no se esperan antes de mediados de diciembre. La ausencia total de sondeos hace que todos los escenarios sean posibles, aunque se prevé una victoria de los partidarios de la independencia.
Si esto sucede, la independencia tiene que ser ratificada después por el parlamento de Papúa, donde se teme que haya un efecto dominó en este país muy fragmentado y con diversas etnias.
Y si el ‘no’ a la independencia se impone, se teme un retorno a viejas disputas y un retroceso dramático en el proceso de paz.
Por encima de todo, este referéndum permite pasar página de 10 años de conflicto armado que dejó 20.000 muertos, antes de que se lograra un alto el fuego en 1998 y un acuerdo de paz en 2001.
En Tinputz, un conjunto de aldeas de la costa sur de Buka, los lugareños habían matado vacas y cerdos para festejar el primer día de votaciones.
El presidente de la región de Bougainville, John Momis, instó el sábado a los electores a ser pacientes y subrayó que esta consulta popular era una etapa en un proceso largo.
«No debemos precipitar las cosas, hay que tomarse el tiempo necesario para conseguir un resultado positivo», dijo, considerando que este proceso podría tardar «cinco años» en concluir.
Los preparativos para este referéndum se llevaron a cabo en calma. En las últimas semanas, exmiembros de los dos campos enfrentados participaron en ceremonias en las que se rompieron en dos varias flechas, en señal de reconciliación.
«No se escuchan a menudo historias de gente que depone las armas, se reconcilia y quiere la paz», subrayaba el sábado el responsable de este referéndum, Mauricio Claudio.
La isla, que debe su nombre al navegante francés Louis-Antoine de Bougainville (1729-1811), que llegó a estas tierras en 1768, es uno de los territorios más pobres del hemisferio sur aunque tiene una grandísima riqueza mineral, sobre todo cobre.
Si se convierte en la nación más joven del mundo, Bougainville podría ser objeto de una lucha de influencias entre potencias regionales del Pacífico como China y Australia.