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La izquierda peruana y las mentiras de Arce Borja

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Respuesta al artículo de Luis Arce Borja publicado en REBELIÓN el 15/08/04 Luis Arce Borja cuenta con muy buena tribuna en Europa. Su cómodo exilio le ha permitido abrirse paso defendiendo a una de las organizaciones más sanguinarias que ha existido y que sin embargo todavía despierta simpatías entre alguna gente -bastante desinformada y confundida, […]

Respuesta al artículo de Luis Arce Borja publicado en REBELIÓN el 15/08/04

Luis Arce Borja cuenta con muy buena tribuna en Europa. Su cómodo exilio le ha permitido abrirse paso defendiendo a una de las organizaciones más sanguinarias que ha existido y que sin embargo todavía despierta simpatías entre alguna gente -bastante desinformada y confundida, aunque quizá honesta- de izquierda, no sólo en el viejo continente. Lo cierto es que el vocero mayor de Sendero Luminoso, al igual que los oligarcas peruanos testaferros del imperialismo y la CIA, entre otros, tiene bien identificado a su enemigo principal en el Perú: la izquierda.

No se trata de competir en endilgar adjetivos. Eso lo dejamos para alguien de la pobreza intelectual de Arce Borja. Se trata de demostrar la falsedad malintencionada y superlativa de sus imputaciones, que no responden sino a la consigna de frenar a toda costa el pausado y todavía incipiente resurgimiento de las fuerzas de izquierda y los movimientos sociales en el Perú, aquellos contra los que Sendero Luminoso abatió su demencial violencia.

1. LA IZQUIERDA, GARCÍA, FUJIMORI Y TOLEDO

Arce Borja no se ha cansado de repetir que la izquierda apoyó en 1985 la candidatura de Alan García, luego al gobierno de Fujimori y al de Alejandro Toledo (1). Esta es sin duda una de sus falsificaciones más groseras. Hagamos, para aclarar el asunto, un poco de historia.

En 1980 casi todas las organizaciones de izquierda en el Perú, confluyeron en el frente Izquierda Unida, luego de haber sido derrotadas en las elecciones presidenciales que siguieron al fin de la dictadura militar (2). Ese mismo año, Sendero Luminoso había iniciado su accionar en la sierra centro sur del país. Contrariamente a lo sostenido por el senderista de Bruselas (3), la alianza IU aglutinó tras de sí un vasto movimiento social conformado por sindicatos -otrora poderosos-, organizaciones campesinas, estudiantiles, barriales y numerosos intelectuales de los más prestigiosos del país, además de los numerosos partidos que reunía. Esa enorme capacidad de convocatoria y movilización de los sectores populares la llevó a ganar pronto importantes espacios en los gobiernos locales, incluyendo en 1983 el municipio de la ciudad capital, Lima. El alcalde electo, y líder histórico de la izquierda peruana, Alfonso Barrantes Lingán, «Frejolito», sería en 1985 el candidato de IU a la presidencia de la República. La izquierda por lo tanto, jamás apoyó la candidatura del APRA, ni antes de, ni en 1985, y su candidato en esa ocasión alcanzó la segunda minoría con lo que clasificó a la segunda vuelta. Aunque Barrantes renunció a participar (4), IU fue en los años del gobierno aprista el más importante de sus opositores, y denunció permanentemente su incapacidad para gobernar el país y su doble discurso para engañar a la población, así como su responsabilidad en las graves violaciones a los derechos humanos que desde el Estado perpetraba. El APRA ordenó en 1986 la masacre de los presos senderistas del penal de El Frontón, y a despecho de Arce Borja, IU fue la más enérgica de todas las organizaciones políticas que repudió el hecho, como repudió también la formación del escuadrón paramilitar «Rodrigo Franco» auspiciado por el presidente Alan García y Agustín Mantilla, su ministro del interior y en general la arrasadora e indiscriminada represión estatal que le costaba la vida a miles de personas inocentes.

Ya en 1990, la absurda división de la izquierda en dos bloques, Izquierda Unida e Izquierda Socialista (5), el descrédito de las izquierdas en el mundo tras la caída del muro de Berlín y el estigma del terrorismo de Sendero Luminoso -autodenominado Partido Comunista del Perú- la dejaron fuera de carrera en las elecciones presidenciales. Quedaron para la segunda vuelta dos candidatos: el escritor Mario Vargas Llosa – portador de un discurso neoliberal descarado y ortodoxo, y patrocinado por Washington, la oligarquía y toda la derecha reunida en el FREDEMO- y el desconocido Alberto Fujimori, proveniente del entorno universitario y sin ninguna identificación ideológica. Ante este dilema, y buscando cerrarle el paso al fundamentalismo de mercado más duro e inequívoco representado por Vargas Llosa, la izquierda se inclinó por Fujimori como el mal menor, quien incluso fue calificado por algunos analistas como Hernando de Soto como un candidato «socialista». Así, el primer gabinete de Fujimori incluyó a algunos líderes de la centro izquierda, cuya presencia sin embargo no fue obstáculo para que en 1992 se instalara una dictadura cleptocrática y neoliberal apañada por la OEA, la CIA y el FMI.

La izquierda, que nunca apoyó a Fujimori ni dentro ni fuera del Congreso (6), fue ferozmente perseguida a partir del autogolpe del 5 de abril. Muchos de sus dirigentes políticos y sindicales fueron encarcelados y hostigados. Ello, sumado a la agresión de Sendero Luminoso, a sus propias debilidades internas y al adverso contexto internacional, provocarían la crisis más profunda de su historia, a la que arrastraría a gran parte del movimiento social que le había servido de soporte. Con todo, el Partido Comunista Peruano y el Partido Comunista del Perú – Patria Roja, conducirían durante los agrios noventas a dos de los actores más importantes que no sólo sobrevivieron a la crisis, sino que jugaron un papel fundamental en la resistencia civil y la posterior caída de la dictadura fujimorista: el sindicato de obreros de Construcción Civil y el sindicato de maestros de la educación pública (SUTEP), respectivamente. Ambos continúan siendo los más poderosos del país.

Arce Borja menciona que «en el año 2000 se subieron al carro del movimiento «los cuatro suyos» para llevar al poder del Estado al cholo Toledo», refiriéndose a la izquierda (7). Tanto él como los demás seguidores de Abimael Guzmán, líder de SL, han despreciado siempre la auto organización de las masas, y no sorprende por lo tanto semejante afirmación. En lontananza, desde el despreocupado destierro, Arce Borja pretende que el movimiento de los cuatro suyos tuvo como objetivo encumbrar a Toledo. Eso sencillamente no es cierto. El pueblo y sus organizaciones formaron parte de una gran corriente nacional que incluyó también a sectores de la burguesía, y que pugnó por echar a Fujimori, Montesinos y sus aliados, entre los que se cuentan los más conspicuos líderes del Senderismo arrepentido, inclusive el propio «Presidente Gonzalo» (8). La izquierda, débil, dispersa y en pleno proceso de reconstrucción, y en el escenario de un país tremendamente derechizado, no pudo disputar la hegemonía en el movimiento para cuestionar el régimen neoliberal, menos aún el sistema capitalista, y sólo le quedó deslindar con quienes como Toledo, aspiraban a seguir implementando el fujimorismo -léase neoliberalismo- sin Fujimori.

En estos últimos tres años, que corresponden al gobierno de Toledo, las izquierdas (9) han cuestionado radicalmente la línea pro imperialista y neoliberal a ultranza de éste, y han protagonizado junto con las organizaciones populares levantamientos y movilizaciones que han puesto en jaque no sólo al gobierno de turno, sino también al diseño liberal-representativo del Estado peruano. La convulsión en Arequipa en rechazo a las privatizaciones (2002), la Huelga Indefinida del SUTEP (2003) y el Paro Nacional del 14 de julio de este año, han estado fuertemente influenciados -sino conducidos- por los partidos y movimientos de izquierda, y sus discursos y plataformas cada vez más se vuelven parte importante del sentido común de los peruanos, hartos de veinte años de creciente empobrecimiento. Falta sin embargo darle una expresión política orgánica que le dé viabilidad a una alternativa que se nutra del descontento popular, pero que lo supere condensándolo en propuestas concretas. Las posibilidades de que ello suceda -una confluencia de las fuerzas progresistas, sean partidarias o sociales- es real, y por eso al coro reaccionario de la derecha y el imperialismo, que busca a toda costa detener el asenso de los sectores populares, se unen presurosos los demás enemigos de la causa socialista en el Perú: Arce Borja y otros agoreros de menor cuantía del senderismo, como los hermanos Lora Cam.

2. LA IZQUIERDA Y SENDERO LUMINOSO: EL ODIO DE ARCE BORJA

Si algo ha caracterizado el accionar de Sendero Luminoso, es su dogmatismo y la violencia bárbara y la crueldad extrema que de él se derivaron. En general, todas las organizaciones de izquierda en el Perú sostuvieron ácidas -y a veces ciertamente ridículas- polémicas entre ellas. Pero Sendero llegó a considerar que el enemigo principal en su alucinada «guerra popular» (10) -que nunca fue tal- se encontraba precisamente en los partidos que reclamaban marxistas y que no abrazaron su empresa terrorista. Guzmán y sus acólitos no encontraron mejor manera de resolver las diferencias que aniquilando a los «revisionistas». Aún hoy, Arce Borja repite el viejo argumento: «La lucha tiene que ser contra los grupos de poder, sus fuerzas armadas, sus partidos políticos e incluso contra esa izquierda de payasos que sirve de cómplice de burgueses, terratenientes y el imperialismo» (11).

De las filas de Izquierda Unida, María Elena Moyano, militante del Movimiento de Afirmación Socialista y lideresa de las mujeres de Villa El Salvador; Marcelino Pachari, alcalde de Azángaro y militante del Partido Comunista del Perú-«Patria Roja»; Felipe Azparrent del Partido Comunista Peruano, alcalde de Huamanga; el dirigente sindical textil Enrique Castilla, del Partido Unificado Mariateguista y Saúl Cantoral, secretario general de la Federación de Trabajadores Mineros, entre muchos otros, fueron víctimas de los comandos de aniquilamiento del senderismo (12).

No sólo fueron las personas. Sendero Luminoso se ensañó también con las organizaciones populares y pretendió destruirlas y subordinarlas a su proyecto plagado de desvaríos, algunos mencionados líneas arriba, que serían risibles de no haber causado tantas muertes sobre todo entre los más pobres. La propia Comisión de la Verdad y Reconciliación -cuyo trabajo si bien es valioso y honesto, se enmarca irrecusablemente en los límites de la democracia liberal- ha constatado que tanto «Patria Roja» como el Partido Unificado Mariateguista, dos de los más importantes y radicales integrantes de IU, tuvieron que recurrir a acciones armadas para defender a las organizaciones sociales de la agresión del senderismo (13). No se piense tampoco que fue una ofensiva sólo contra la izquierda «legal». SL se enfrentó también a la otra organización insurgente de aquellos años, el Movimiento Revolucionario Túpac Amaru (14).

De manera tal que, pensándolo mejor, las bravatas de Arce Borja resultan casi inocuas contrastadas con los abominables antecedentes de su organización terrorista (15). Sobre sus innumerables crímenes y atrocidades, Arce Borja, Guzmán y compañía, y sus seguidores de hoy, como Robert Huaynalaya, dirigente de una facción minúscula y divisionista al interior del magisterio, tendrán que responder ante la historia y ante el pueblo peruano.

3. EL PARO NACIONAL Y LA RESPONSABILIDAD DE LA IZQUIERDA

Arce Borja y sus correligionarios no dejan dudas sobre de qué lado de la cancha están jugando. Tal como lo hicieron el 1977, cuando pretendieron boicotear el histórico Paro Nacional del 19 de julio convocado por la izquierda y que terminó por correr a la dictadura militar, este año se pusieron una vez más del lado de la oligarquía para minar el impacto del paro nacional convocado para el 14 de julio en rechazo del gobierno toledista. Aquellos sectores en los que sus remanentes tienen influencia -un pequeño sector del magisterio y algunas universidades- se negaron a sumarse a la protesta popular.

Con impresionante cinismo, Arce Borja insiste en la tesis de que fue «un paro arreglado con el gobierno». Para él, constituye una prueba de ello el hecho de que «fueron los mismos dirigentes de la Confederación de Trabajadores del Perú (CGTP) lo (sic) que se encargaron de advertir a los trabajadores que esta acción era «cívica y pacifica», y gritaron para la publicidad que ellos rechazaban «cualquier tipo de violencia»»(16).

Conviene recordar, por lo delicado del asunto, que la ligereza de Arce Borja para insinuar que salvo la violencia todo es ilusión, ya le ha costado al Perú 70 000 vidas, la mayoría perdidas a manos de Sendero Luminoso; los más de los muertos, campesinos quechua-hablantes de entre los más pobres y postergados, que nada tenían que ver con el conflicto. No llamar a la carnicería no significa tranzar con el enemigo. La violencia, señor Arce Borja, no es cosa de juego. A menos, claro está, que uno se considere, como ustedes lo hacían, dando cuenta de su estúpida filosofía, remedo vulgar y vergonzante de marxismo, el producto excelso de «quince mil millones de años de materia en movimiento», y por lo tanto, se sienta con derecho de matar a cualquiera que no pertenezca a esa privilegiada casta, que ustedes se reservaron para sí como los fieles discípulos de la «cuarta espada del marxismo».

Nadie lo suficientemente lúcido y honrado se hace ilusiones respecto de los reducidos alcances de la democracia liberal, pero hay que ser desfachatadamente irresponsable para desestimar los medios pacíficos que se tienen a la mano. La izquierda, señor Arce Borja, no lucha por ocasionar más muertes que sus contendores, sino por construir una sociedad distinta, mejor. Recurrir eventualmente al uso de la fuerza no es una fatalidad, menos aún puede ser una consigna. Ustedes confundieron siempre necesidad con virtud, hicieron apología de la muerte y de la crueldad, y terminaron convirtiéndose en la banda de asesinos que fueron y que hoy el pueblo tanto teme y repele. Alentar las masacres del aparato represivo estatal fue siempre parte de sus propósitos para alimentar su ensangrentado «mito subjetivo». Eso sí, quienes ponían los muertos eran los campesinos pobres y de ustedes, los militantes de base, al tiempo que Abimael Guzmán y su camarilla se solazaban en los barrios residenciales de Lima; y mientras otros corrían al extranjero para mentir y desinformar al mundo desde posiciones más confortables.

4. COROLARIO

Los hombres y mujeres socialistas en el Perú hemos cometido muchos errores, pero a diferencia de Sendero Luminoso y la derecha, jamás nos manchamos las manos con la sangre del pueblo. Y por eso la gente está volviendo a mirar con esperanza a los partidos y organizaciones de izquierdas. La emergencia de las opciones políticas populares recién comienza. El reto es plantear seriamente la unidad, requisito indispensable para vencer la ofensiva de la reacción y articular formas legítimas de hacer política participativa en todos los niveles. Esa es la única manera de impedir que la inconsistente y perjudicial prédica del senderismo supérstite vuelva a inflingirle otro daño considerable a la lucha popular, a la dura batalla por construir el socialismo peruano.

* Estudiante de sociología de la Universidad Nacional de San Agustín de Arequipa.

Notas

1. Rebelión 15/08/04

2. En mayo de 1980 las izquierdas fracasaron en el intento de lanzar una sola candidatura a la presidencia. El proyecto unitario de ARI (Alianza Revolucionaria de Izquierda) estalló por las disputas internas y la izquierda tuvo cinco candidatos: Jorge del Prado de la Unidad de Izquierda; Genaro Ledesma del FOCEP; Horacio Zeballos, del UNIR; Hugo Blanco el PRT y Carlos Malpica de la UDP. La votación de todos ellos juntos superó apenas el magro 14%, aún cuando en la Asamblea Constituyente de 1979 la izquierda marxista en su conjunto alcanzó más del 30% de los escaños.

3. «La existencia de IU tuvo como sustento, no el apoyo de las masas, sino más bien las prebendas provenientes del poder central, y los flujos de dinero que llegaron de las agencias internacionales con sede en los países ricos»(Rebelión 24/10/02).

4. Las razones de la renuncia de Barrantes son motivo de especulaciones hasta hoy. Hubieron muchos factores a tomar en cuenta. Mencionaremos sólo dos. El APRA había quedado muy cerca del 50% de los votos en primera vuelta, mientras que la izquierda apenas superaba el 20% y era impensable que IU, con su marcada radicalidad, pudiera atraer los votos de la derecha. Por otro lado, a pesar de su importancia electoral, IU nunca llegó a consolidarse orgánicamente por encima de los partidos que la integraban. Barrantes, que era un marxista independiente, estuvo en permanente disputa con las cúpulas partidarias, y esta situación quizá lo haya disuadido a última hora de tentar un hipotético gobierno, que hubiera sido cuando menos muy difícil de conducir en esas condiciones.

5. En Izquierda Unida quedaron los «revolucionarios», que reivindicaban en alta voz la lucha armada, y en Izquierda Socialista fueron a parar los «reformistas» que privilegiaban la vía electoral. Ambas opciones se estrellaron contra el descontento del pueblo, que sancionó la insensata partición con porcentajes mezquinos en las votaciones de 1990.

6. Uno de los argumentos de Fujimori para cerrar el Congreso fue precisamente la falta de un respaldo sólido al ejecutivo entre la representación nacional. Ello demuestra una vez más la falsedad de las afirmaciones de Arce Borja. La izquierda jamás se alineó con el dictador. Antes bien, lo combatió enérgicamente ante el prematuro abandono de su discurso electoral.

7. Rebelión 15/08/04

8. El «Acuerdo de Paz», suscrito entre Abimael Guzmán y el gobierno fujimorista retrata nítidamente la catadura del mentor de Arce Borja. Como parte de su rendición, Guzmán negoció con Montesinos beneficios penitenciarios que le permitían que pudiera convivir en prisión con su mujer, la senderista Elena Iparraguirre. Ese fue el elocuente epílogo de su «lucha armada».

9. Sobre quienes conforman el espacio de la izquierda, el tema fue tratado en un artículo anterior: «¿Dónde está la izquierda en el Perú?» (Rebelión, 30/03/04)

10. El imaginario del fanatismo senderista también incluía la representación mesiánica de su líder Abimael Guzmán, el «Presidente Gonzalo», como la «cuarta espada del marxismo»: Marx, Lenin, Mao y él. Sin comentarios.

11. Arce Borja parece no haberse enterado de que en el Perú los terratenientes ya no existen. La Reforma Agraria de 1969 supuso su desaparición. Por eso las huestes senderistas se vieron frustradas cuando no encontraron a los terratenientes que buscaban en la serranía y tuvieron que inventarse la ingeniosa fórmula del «Estado terrateniente burocrático». Y entonces se dedicaron a matar a las autoridades locales, aún cuando muchas de ellas tenían los reconocimientos de sus comunidades.

12. El caso de Moyano es paradigmático para ilustrar el vesánico culto de la muerte que desarrollaron los senderistas. Particularmente ensañados con las mujeres de izquierda, no se contentaron con abatirla cobardemente a balazos en frente de sus hijos y de los pobladores -el asesinato se perpetró en medio de una reunión social- sino que una vez muerta, la hicieron estallar en pedazos con una carga de dinamita.

13. Conclusiones Generales del Informe Final de la Comisión de la Verdad y Reconciliación. Número 109. www.cvr.org.pe

14. El MRTA ha sido injustamente equiparado con SL, motejado como «terrorista» por los mastines de la derecha peruana. Hay que tener presente, sin embargo, que el MRTA causó apenas el 1.5% de las víctimas del conflicto interno, -contra el 54% atribuido por la CVR a Sendero Luminoso- y que jamás los guerrilleros emerretistas volvieron sus fuegos contra el pueblo, sus organizaciones o los demás partidos de izquierda.

15. El 3 de abril de 1983, una columna senderista incursionó en el pequeño poblado de Lucanamarca, y asesinó a machetazos a cerca de ochenta campesinos, entre ellos 18 niños. Para los días 22 y 23 de julio de 1992 Sendero Luminoso convocó a un Paro Armado. Ese día, militantes senderistas quemaron vivo a un taxista que se atrevió a salir a trabajar en la ciudad de Lima. Monstruosidades como estas caracterizaron a la organización terrorista con la que tanto simpatiza Arce Borja. Cada quien saque sus propias conclusiones.

16. Rebelión 15/08/04

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