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Nepal

La juventud frente al fracaso global del capitalismo

Fuentes: Rebelión

Mientras las cenizas aún calientan en el Parlamento nepalí, el mensaje que llega desde el Himalaya no es solo de indignación local: es un aviso de fallo sistémico global. El gobierno de Nepal prohibió 26 redes sociales. La respuesta no fueron tuits irónicos, sino 19 ataúdes y el palacio presidencial en llamas. Detrás de la “sublevación de la Gen Z” no hay una moda pasajera, sino la **implosión del último eslabón que sostenía el relato neoliberal: la ilusión de que, aunque todo lo demás fallara, al menos te quedaría el derecho a ser visto.

El capitalismo que ya no reparte ni migas

Nepal creció al 4 % anual durante la última década. ¿El detalle? Ese crecimiento no generó ni un solo empleo formal neto. Mientras tanto, la deuda promedio de quienes estudian fuera ronda los 4 000 USD –una fortuna en un país donde el salario mensual medio no alcanza los 150 USD–. La única vía real de “inserción” sigue siendo la migración precaria: 2 000 jóvenes emigran cada día a trabajar como mano de obra barata en Qatar, Malasia o Kuwait. El pacto era claro: “Aguanta, endeúdate y algún día…”. Pero el “algún día” se tradujo en videos de hijos de ministros con relojes de 30 000 USD en TikTok. La respuesta fue *#NepalGenZ y piedras volando contra la compra- burguesía que no produce, solo saquea.

La ética del “descarte” llega al extremo occidental

Lo que estalla en Nepal no es “la protesta del hambre” clásica del siglo XX; es el rechazo a ser digitalmente borrado. Cuando el gobierno bloqueó las plataformas, no censuró solo contenidos: canceló el último activo que les quedaba a millones de jóvenes: la atención, el reconocimiento, la posibilidad simbólica de existir. El filósofo Byung-Chul Han advirtió que en el capitalismo de la “transparencia totalitaria” el poder ya no oprime, descarta. Nepal demuestra que, cuando el descarte alcanza al espacio digital, la única alternativa material que queda es prender fuego lo físico.

¿Quién sigue en la lista?

La secuencia es ya monótona: Chile 2019 (30 pesos del metro), Colombia 2021 (reforma tributaria), Bangladesh 2024 (cuota de empleo hereditario), ahora Nepal 2025 (cierre de apps). Distintos lemas, misma anatomía:

  • Crecimiento macroeconómico sin empleo.
  • Educación mercantilizada que solo genera deuda.
  • Redes sociales convertidas en parlamento callejero.
  • Balas reales contra adolescentes que solo portaban celulares.
  • Renuncia de un presidente… y continuidad del modelo.

El FMI no perdió calificación crediticia alguna por los 19 cadáveres nepalíes; los bancos siguen cobrando intereses sobre los préstamos estudiantiles. El capitalismo ya no necesita integrar a las mayorías; solo requiere mantenerlas lo suficientemente calladas. Cuando hasta el scroll se les niega, la pantalla se rompe y se convierte en piedra.Nepal 2025 debe leerse junto a Chile 2019, Colombia 2021 y Bangladesh 2024 como parte de un mismo ciclo mundial de levantamientos juveniles contra el capitalismo dependiente y neoliberal. En todos los casos, la juventud no solo protesta contra medidas puntuales, sino contra la estructura misma del sistema, que ya no ofrece futuro sino precariedad, exclusión y represión.

El mensaje que llega desde el Himalaya

Nepal no es “el fin del mundo”; es el espejo deformante del comienzo de otro. El estallido deja tres verdades incómodas para economías centrales que observan con condescendencia:

  1. La legitimidad ya no se mide en votos, sino en megas de datos que puedes permitirte sin sangrar.
  2. El “pacto social” neoliberal solo funciona mientras exista un espacio digital gratuito donde contener la frustración.
  3. Cuando el sistema decide cobrar hasta por el aire digital, el fuego físico es el precio.

Desde las alturas del Himalaya llega un mensaje que no cabe en 280 caracteres:
Cuando el capitalismo ya no puede ni permitirte un TikTok, lo que explota no es la app: explota el modelo.Nepal arde para recordarnos que nadie está a salvo del desguace neoliberal. Mañana podría ser la India, la semana próxima cualquier suburbio de París o una ciudad dormitorio de Texas. Porque si la alternativa al endeudamiento es el silencio forzoso, la alternativa al silencio será el incendio.Y ese incendio, como dijeron los jóvenes en las barricadas de Katmandú, no se apaga con balas ni se sofoca con declaraciones de “diálogo nacional”. Se apaga cuando el modelo deje de producir vidas descartables al precio de un like.
La crisis actual de Nepal no puede reducirse solo a la corrupción de sus élites o a la represión puntual de un gobierno, sino que se puede interpretar como un fracaso estructural del capitalismo periférico en un país del Sur global.

1. De la revolución al pragmatismo neoliberal
El maoísmo en Nepal representó una promesa de ruptura con el orden desigual: redistribución de la tierra, emancipación de castas bajas y minorías étnicas, y construcción de un modelo de desarrollo autónomo.
Sin embargo, cuando los exguerrilleros llegaron al poder, se vieron absorbidos por la lógica del capitalismo global: inversión extranjera condicionada, dependencia de remesas, préstamos internacionales, acuerdos con India y China.
En lugar de transformar la estructura económica, la consolidaron bajo otro rostro: el de una república formalmente democrática pero atrapada en la lógica del mercado mundial.

2. Capitalismo periférico y dependencia
Nepal nunca construyó una economía productiva nacional sólida.
El capitalismo en Nepal se redujo a tres ejes:
Turismo (dependiente de la estabilidad política y vulnerable a desastres naturales).
Remesas (millones de jóvenes migran a trabajar en condiciones precarias en el Golfo e India).
Inversiones de potencias vecinas (India y China financian infraestructura, pero con fines geopolíticos y sin fortalecer a la población local).
Resultado: un capitalismo de enclave y dependencia, incapaz de garantizar bienestar a la mayoría.

3. Exclusión y desigualdad como norma.
El capitalismo en Nepal no integró a las castas bajas, minorías indígenas ni a los campesinos pobres.
La juventud se convirtió en una generación sobrante, sin empleo digno ni expectativas de futuro.
Esto es característico de un capitalismo global en crisis, que ya no puede ofrecer movilidad social ni integrar a las masas, sino solo precarización y migración.

4. Represión como síntoma del fracaso
Cuando un modelo económico ya no genera legitimidad, el Estado recurre a la violencia.
La represión contra manifestantes no es un accidente: es la confirmación de que el capitalismo en Nepal se sostiene únicamente con fuerza militar, porque carece de consensos sociales.

5. Conexión global
Lo que pasa en Nepal se conecta con un patrón mundial:
En América Latina, gobiernos atrapados entre deuda, extractivismo y represión de movimientos sociales.

En África, jóvenes sin empleo que emigran o protestan contra regímenes corruptos sostenidos por intereses extranjeros.

En Asia, países convertidos en talleres o proveedores de mano de obra barata para las potencias.

El fracaso de Nepal es un espejo del fracaso estructural del capitalismo global, que en su fase actual ya no integra a los países periféricos ni a sus pueblos, sino que los condena a la marginación, la dependencia y la violencia.

La crisis de Nepal debe leerse como un fracaso estructural del capitalismo, no solo de un gobierno puntual. Lo que se derrumba en las calles de Katmandú no es únicamente la legitimidad de Prachanda, sino la promesa de que la inserción en el capitalismo global traería progreso, cuando en realidad produjo desigualdad, migración y represión.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.