Con su arrolladora victoria en las elecciones del domingo 1 de abril, la dirigente política birmana Aung San Suu Kyi asume un nuevo papel como legisladora de la oposición, dejando atrás 22 años de existencia como la más famosa presa política de su país. La presencia en el parlamento de esta mujer de 66 años […]
Con su arrolladora victoria en las elecciones del domingo 1 de abril, la dirigente política birmana Aung San Suu Kyi asume un nuevo papel como legisladora de la oposición, dejando atrás 22 años de existencia como la más famosa presa política de su país.
La presencia en el parlamento de esta mujer de 66 años se verá respaldada por las de otros legisladores de su Liga Nacional para la Democracia (LND), que se habría alzado con al menos 40 de los 45 escaños en juego en un Poder Legislativo bicameral de 664 miembros, según diferentes sondeos a boca de urna.
Los resultados oficiales se divulgarán el 8 de este mes.
«No es un éxito nuestro, sino del pueblo, que ha decidido participar en el proceso político del país», dijo Suu Kyi a miles de seguidores reunidos este lunes frente a la sede de la LND en Rangún, la excapital del país.
«Esperamos que esto sea el inicio de una nueva era, que ponga énfasis en el papel del pueblo en la política cotidiana», agregó.
Los votantes que le aseguraron el éxito en los terceros comicios que se celebran en Birmania en 50 años pertenecen sobre todo a la minoría étnica karen. Suu Kyi se postuló para ocupar uno de los 440 escaños de la «Pyithu Hluttaw» (cámara baja) como representante de Kawhmu, un empobrecido distrito de esa etnia, situado en los suburbios del sudoeste de Rangún.
Suu Kyi, ganadora del premio Nobel de la Paz en 1991, tiene entre sus prioridades la necesidad de instaurar un verdadero Estado de derecho y reformar la Constitución de 2008.
El Poder Legislativo al que ingresa en virtud de estos comicios legislativos parciales está dominado por el gobernante Partido de la Unión, la Solidaridad y el Desarrollo, instrumento creado por la última junta militar, y por un bloque parlamentario de oficiales no elegidos por voto popular.
Birmania soporta desde 1962 una sucesión de regímenes militares.
En la cámara baja, el Partido de la Unión, la Solidaridad y el Desarrollo ostenta 219 escaños que obtuvo en las elecciones generales de 2010, acusadas de fraudulentas y boicoteadas por la LND. Y el bloque militar ocupa 110 escaños.
En la cámara alta, «Amyotha Hluttaw», el oficialismo cuenta con 123 legisladores y los militares con 56.
Los pocos asientos a repartirse en el frente opositor incluirán a la Fuerza Nacional Democrática (FND), una escisión de la LND, y a un puñado de partidos étnicos y de figuras independientes.
Si bien la LND tendrá entonces solamente un peso marginal, la gestión parlamentaria de Suu Kyi es la que determinará cuánto espacio existe para una «oposición leal» al presidente y general retirado Thein Sein, en el cambiante escenario político birmano.
Además de ejercer una oposición constructiva al reformista Sein -cuyo gobierno cuasi civil está embarcado en desmantelar cinco décadas de opresión castrense- Suu Kyi tendrá que lidiar con el influyente jefe de la cámara baja, Shwe Man, otro general retirado que aspira a encabezar el movimiento reformista.
«Todas las partes tendrán que adaptarse a las nuevas realidades para sostener el ritmo de las reformas», dijo Aung Naing Oo, subdirector de Vahu Development Institute, un centro de estudios que pretende influenciar las políticas públicas birmanas. «El gobierno tendrá que llegar a acuerdos por primera vez con una voz poderosa como la de Suu Kyi en el parlamento».
Y ella deberá negociar con el oficialismo y los militares si quiere «crecer desde parlamentaria de la minoría hasta promotora de nuevas leyes», dijo el analista a IPS. «Eso significa llegar inclusive al jefe del ejército (general Min Aung Hlaing), que dirige al bloque militar».
La «sorprendente» presencia de legisladores reformistas dentro del oficialismo puede ser campo fértil para que Suu Kyi asiente sus credenciales opositoras, agregó Win Min, especialista en seguridad nacional. «Ella ya tuvo un encuentro cordial con Shwe Man en una reciente visita a Naypidaw», la capital.
Suu Kyi también podría jugar un papel equilibrante que «contribuya a aliviar la actual tensión entre el parlamento y el presidente, pues ambos la necesitan», opinó Win Min en una entrevista. El mandatario «la necesita para que ayude a levantar las sanciones económicas (impuestas por Estados Unidos y la Unión Europea), y el líder de la cámara baja para ampliar su influencia».
Para birmanos como Zinn Linn, un exiliado de 62 años, residente en Bangkok, una oposición viva en el parlamento recuerda los tiempos previos al golpe de Estado de 1962. Los legisladores opositores «eran conocidos por sus apasionados debates y abiertos desafíos al entonces primer ministro U Nu. Los planes del gobierno estaban bajo estrecha vigilancia», rememoró.
Los héroes opositores de aquella época, entre ellos el tío de Suu Kyi, Aung Than, formaban parte del bloque centroizquierdista que desafiaba al gobierno de U Nu, elegido jefe del primer gobierno nacional luego del fin del régimen colonial.
«La cultura política y parlamentaria de entonces fue modelada por las tradiciones británicas, en las que el rol opositor era aceptado», dijo Zin Linn a IPS.
Luego de los comicios generales de 2010 había pocas expectativas de que reviviera ese espíritu. Después de todo, las tradiciones parlamentarias británicas acabaron conduciendo a la cultura militar dominante que aplastó todo disenso desde 1962.
Pero la llegada de Suu Kyi podría modificar la ecuación. «El gobierno habilitó ese espacio y fue recibido positivamente», estimó David Scott Mathieson, de la organización humanitaria Human Rights Watch, con sede en Nueva York.
«La oposición no está ni cerca de ser robusta, pero lo que ha logrado aprovechando este limitado proceso legislativo ha sorprendido a muchos», dijo a IPS. «Que Suu Kyi se sume activamente a sus filas contribuirá a esa transición».