Traducido del ruso para Rebelión por Josafat S.Comín
Viaje y espejismo
El presidente de la Federación Rusa visitó hace unos días Argelia. Al principio, el sentido de la visita no parecía estar del todo claro ni siquiera para nuestros serviles medios de comunicación. Para explicar la «relevancia» de este acontecimiento, a nuestros comentaristas televisivos no se le ocurrió nada mejor que decir, que esta era la «primera visita en la historia» del máximo representante de Rusia a Argelia. Por lo visto los dirigentes soviéticos no viajaron antes, ni tuvieron la visión necesaria para establecer relaciones con ese país.
El ignorante aplomo de nuestros tontos de capirote televisivos ya no puede sorprender a nadie. Ni sabían ni saben, que fue precisamente la Unión Soviética la que ofreció su inestimable apoyo a la lucha de liberación nacional del pueblo argelino, para la creación y fortalecimiento de un estado argelino soberano.
Las proporciones de la ayuda son conocidas. Los estrechos contactos de la dirigencia soviética con los presidentes argelinos Ben Bela y Buteflica, también son un hecho histórico. En la época soviética, en Argelia trabajaban 30 mil especialistas nuestros. Ahora apenas quedan unas decenas.
Con la llegada de los actuales inquilinos del Kremlin, Rusia abandonó y entregó sus posiciones en el norte de África. Para la nueva «élite» rusa -una clase sin futuro histórico ni conciencia de estado- esta región pasó a ser poco más que un lugar exótico para «plantar» el dinero robado en Rusia, alquilar señoritas de compañía y disfrutar de las cálidas aguas del mediterráneo.
En general, se podría decir que en la política rusa en África hasta el momento no ha cambiado nada. Los embajadores rusos destinados en África, a menudo no pueden explicar para que van y que es lo que van a hacer.
Los EE.UU preparan allí una «región ampliada» de Oriente Próximo, desde Marruecos hasta Bangla Desh, que le asegure una influencia eficaz en ese espacio y acceso al petróleo islámico. Es una estrategia clara y un objetivo político. En la época soviética, Moscú apoyaba activamente a los movimientos de liberación nacional y a los países que escogían una vía de desarrollo no capitalista y de cooperación con la URSS. Esta también era una estrategia natural, encaminada a reforzar las posiciones en política exterior de nuestro país, su influencia en el mundo, y a abrir el acceso a importantes recursos naturales de los países africanos. Qué busca ahora el Kremlin en el norte de África, sigue siendo un misterio. No ha habido ninguna línea de actuación duradera ni comprensible de la política rusa en la zona, desde 1991. Sirva como muestra el discurso pronunciado por el presidente de la Federación Rusa en Argelia.
Todo esto concierne a los grandes asuntos de estrategia y táctica de nuestros intereses de estado, a medio y largo plazo. Sin embargo, los viajes al exterior de nuestros actuales gobernantes y sus contactos con sus colegas extranjeros, de un tiempo a esta parte parecen guardar menos relación con la política exterior. Más bien recuerdan a los viajes de los grandes hombres de negocios, de turistas sibaritas. Cualquier cosa, menos personajes públicos, hombres de estado, preocupados por el bienestar y la autoridad de su país.
Tal como se estila ahora, el presidente llegó a Argelia acompañado de la habitual jauría de nuevos rusos, de esa bandada de cuervos, engordados al calor de los despojos de la gran Rusia, que se está robando todas las riquezas creadas con el esfuerzo de varias generaciones de soviéticos. Como resultado de la visita, se informó de la firma de 14 acuerdos intergubernamentales, que incluyen la venta de armamento por valor de 4 mil millones de dólares. Rusia y Argelia son potencias productoras de gas, así que nuestro «Gazprom», como no podía ser menos, ha logrado sacar tajada en este viaje. También se habló de la poco habitual perspectiva de participación de Rusia en la creación de sistemas de canalización y conducción de aguas (si tenemos en cuenta que en Rusia no pasa un día sin que revienten tuberías, se corte las calefacción y el abastecimiento de agua, debido al grave deterioro en que se encuentran los sistemas comunitarios y la supuesta falta de medios para su reparación y sustitución). El director de los Ferrocarriles Rusos, que acompañaba a Putin, nos informó de la intención de construir vías férreas en Argelia y en todo el norte de África. No podemos dejar de preguntarnos sorprendidos, de que nos sirve a nosotros esto, cuando el transporte de mercancías en Rusia alcanza precios desorbitados y nuestras vías y trenes están completamente anticuados, mientras el ferrocarril ha pasado de ser una brida de sujeción en un país unido, a convertirse en un instrumento de aislamiento.
La suma total de contratos firmados en Argelia asciende a más de 7 mil millones de dólares. Una de las condiciones de la firma como cabía esperar, fue la condonación de la deuda con la Unión Soviética, calculada en cerca de 4’5 mil millones de dólares. ¿Por qué? Porque esos 4’5 mil millones son considerados por los dueños de Rusia como «irrecuperables». Argelia no puede devolvérnoslos. No me negaran que es un modo gracioso de plantear la cuestión. O sea, Argelia no tiene como devolverle la deuda a Rusia, pero firmar con ellos unos contratos por valor de 7 mil millones se nos presenta como una política extremadamente sabia. Nos cuentan que ya ha sido aplicada con éxito en el caso de Siria. ¿Y qué pasa si de nuevo no pueden asumir la deuda? Algo perfectamente probable. Para ese supuesto a nuestros empresarios les cubre las espaldas el «Sberbank» ruso, con el dinero de sus accionistas. Sus directivos también estuvieron en Argelia, así que la cosa está clara. Al equipo del presidente no le pena regalar a Argelia 4500 millones de dólares del dinero soviético. Lo principal es que nuestros peces gordos firmen contratos en el extranjero y se lleven al bolsillo dinerito caliente. De este dinerito, un 10% le corresponde al estado ruso, mientras el resto servirá de nuevo para la compra de equipos de fútbol, mansiones en la Costa Azul y viajes a Kurshavel (balneario en la costa de Crimea. N de la T) ¿Es esto la política de estado rusa? Yo diría que más bien es un caso típico de «negocios a lo ruso»: robarle al estado una cisterna de alcohol, para luego destilarlo de botellas de medio litro de vodka, obteniendo así una plena satisfacción personal. Firmar acuerdos con Argelia por valor de 7000 millones, regalando a cambio 4500 millones de las arcas públicas, viene a ser lo mismo.
Lo importante aquí es que los oligarcas rusos -firme baluarte del actual gobierno- se encuentren a gusto.
El viaje a Argelia engendra sin embargo una gran pregunta: ¿cuándo y en qué trabaja nuestro respetado presidente? ¿Dirige él el estado?
El país se encuentra al borde del abismo demográfico, con la industria y la agricultura en ruinas, con una ciencia y cultura agonizantes, con incendios por todo el país y tejados de edificios que se desploman sobre los ciudadanos rusos, con gente no puede hacer frente a los gastos de vivienda, con la inflación desbocada, y un primer ministro Fradkov, que amenaza con sustituir a todo el consejo de ministros por falta de profesionalidad. Mientras, vemos al presidente a cada rato en nuevos viajes, en fiestas de la alta sociedad, en inútiles conferencias y foros de debate. Lee con gesto serio, mirando al apuntador electrónico, grandilocuentes discursos, se muestra animoso dando instrucciones de cómo pegar chanclos y clavar clavos, como disparar misiles intercontinentales y construir gaseoductos, como conquistar medallas en la olimpiadas y sanar a los enfermos. Recomendaciones inútiles, que no se van a cumplir.
Parece que el presidente considera que dedica demasiados esfuerzos a las labores de dirección del estado. Recientemente encargó a sus dos ayudantes, D. Medvedev y S.Ivanov, ocuparse de todas las tareas de gobierno. Que uno se dedique a hacer renacer al ejército y la industria de defensa, mientras el otro consuela a los jubilados, estudiantes, médicos y «alinea» a los ministros liberales. El presidente no está para esas minucias. Hoy está en Argelia, mañana irá a Ruchei Bocharov (residencia de verano de Putin, junto a Sochi en le mar negro. N de la T) y pasado mañana al baile con Pamfilova y Pugachova.
Resumiendo, cuesta entender quién gobierna en Rusia: una libélula saltarina, Jlestakov (personaje de Gogol. N de la T), Manilov y Oblomov (personajes de la literatura clásica rusa, sirven para describir a quien teniendo un inmerso poder y riquezas, hacen dejación del mismo a terceras personas para que lo administren, mientras ellos se dedican a disfrutar de la vida. N de la T) , o vete tú a saber quién. Lo más probable es que nadie. Da miedo y pena solo de pensarlo. Exactamente igualito que si hubiera vuelto Misha Gorbachov, bajo otro aspecto. Aquel acabó con la Unión Soviética. ¿Y este?