La normalización de relaciones entre China y Panamá ha caldeado el ambiente en el estrecho de Taiwán. Con la pérdida de dos aliados en solo dos meses (también Santo Tomé y Príncipe), Taipéi ha caído de forma estrepitosa en la cuenta de la neta insuficiencia de su poder exterior. Por más que algunos, dentro y […]
La normalización de relaciones entre China y Panamá ha caldeado el ambiente en el estrecho de Taiwán. Con la pérdida de dos aliados en solo dos meses (también Santo Tomé y Príncipe), Taipéi ha caído de forma estrepitosa en la cuenta de la neta insuficiencia de su poder exterior. Por más que algunos, dentro y fuera, abunden en las motivaciones económicas -que las hay- para explicar el reciente giro panameño, lo cierto es que la omnipresencia global de China actúa como un poderoso imán para terceros difícil de evitar; además, la cuestión de la reunificación, en vísperas del veinte aniversario de la retrocesión de Hong Kong, gana relevancia política en la agenda china.
En Taiwán se barajan dos tipos de respuesta. La inmediata apunta a la imposición de restricciones y otras murallas de protección contra el continente como las ya anunciadas para limitar las visitas de funcionarios continentales a la isla. La segunda pone sobre la mesa de nuevo el debate sobre la reforma constitucional que incluiría el abandono a todos los efectos de la República de China para redefinirse pura y simplemente como Taiwán. De las palabras a los hechos, esa modificación podría dar al traste con la presidencia moderada de Tsai Ing-wen y hasta representar un cassus belli para Beijing.
El PCCh no bajará la presión. Al contrario, todo indica que tenderá a aumentarla. El último episodio ha sido la protesta contra Nicaragua en la OIT cuando el representante de Managua habló a favor de Taiwán en la Conferencia Internacional del Trabajo. Pero los frentes abiertos se multiplican y se orientan en tres niveles principales: los países aliados, los no aliados que cuentan con oficinas de representación, EEUU y Japón. En los primeros, el objetivo es el cambio de reconocimiento; en los segundos, la eliminación de cualquier mención a Taiwán en su denominación formal y la rebaja del tono de los intercambios poniendo sordina a estrategias como la Nueva Política hacia el Sur; en los últimos, socavando los apoyos: Trump no es ni la sombra de aquel que a modo de desafío atendía la llamada telefónica de Tsai Ing-wen y Shinzo Abe sopesa sumarse al proyecto de la Franja y la Ruta; ambos podrían anunciar pronto su integración en el BAII (son los únicos del G7 que no se han incorporado).
Palo y tente tieso
La contundencia de Beijing frente a Taipéi puede desembocar en una crisis de cierto impacto si en los próximos meses se precipita una cadena de desafecciones. Tras la decisión de Panamá, en no pocas cancillerías se sopesan alternativas. A escasos meses del XIX Congreso del PCCh, una crisis de esta naturaleza en el Estrecho no supondría un incomodo. Xi Jinping, en un nuevo alarde de firmeza, podría querer llegar al congreso con Taiwán contra las cuerdas.
¿La presión le da resultados a China? Una encuesta reciente de Taiwan Brain Trust pudiera revelar la tendencia: el porcentaje que apoya la independencia bajó al 23,3 por ciento mientras que los partidarios de la unificación subieron al 11,1 por ciento, los mejores datos para China desde 2013. La caída en la identificación taiwanesa y el aumento en la identificación china son consecuencia directa del uso por parte de China de su poder. Y seguirá en esa línea.
A juzgar por los datos que revelan las encuestas, la presidenta Tsai ha experimentado una caída importante en su popularidad pero este hecho debe interpretarse bien: se debe en esencia al tipo de reformas que ha priorizado en su gestión y no a su política en el Estrecho, basada en la defensa del statu quo, que cuenta aún con un nivel de respaldo importante y mayoritario.
A Tsai se le puede abrir un doble frente interno si a las críticas del KMT y demás partidarios del reconocimiento del Consenso de 1992 y el principio de Una Sola China se unen las discrepancias en su propio partido. A ello parece jugar el alcalde de Tainan, William Lai, quien podría estar suavizando sus puntos de vista pro-independencia quizá para emerger como alternativa en caso de una grave crisis.
Xulio Ríos es director del Observatorio de la Política China.
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