Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos
Las hambrunas que amenaza actualmente a muchas partes del mundo tienen una cosa en común, la agresión y desestabilización occidental.
El pasado mes de febrero se declaró oficialmente en Sudán del Sur la primera hambruna del mundo en seis años. Un mes después, el director de asuntos humanitario de la ONU Stephen O’Brien advirtió al Consejo de Seguridad de que otros tres países (Yemen, Somalia y Nigeria) también estaban al borde de la hambruna y que había 20 millones de personas en peligro de morir de hambre en unos meses. Afirmó que el mundo «se enfrenta ahora a la mayor crisis humanitaria desde la creación de la ONU». El Secretario General de la ONU Antonio Guterres advirtió que a menos de que se recaudaran 4.400 millones de dólares de fondos de emergencia para finales de marzo 20 millones de personas morirían de hambre. Cuando se cumplió el plazo se había recibido menos de una décima parte de esa cantidad, unos míseros 423 millones de dolares. Desde entonces la cantidad recaudada ha aumentado, pero apenas es poco más de un tercio de la meta. Es casi seguro que el objetivo no se alcanzará ya que las donaciones disminuyeron bruscamente desde mediados de mayo.
Para contextualizar el New York Times señaló oportunamente que 4.4 00 millones de dólares es casi la misma cantidad que el dinero que ha obtenido Gran Bretaña vendiendo armas a Arabia Saudí los dos últimos años. La mayor parte de estas armas se han utilizado contra los hambrientos yemeníes . Y esa cantidad no llega al 10 % de los 54. 000 millones de dólares de gasto adicional prometido por Donald Trump al ejército estadounidense.
Yemen ha vuelto a aparecer en las noticias esta semana* por partida doble. En primer lugar la Cruz Roja informó de que los casos de cólera en Yemen ascendían a 300.000. Después se conoció la sentencia del Tribunal Supremo británico (que decidió creer a seguros privados del gobierno en vez de a enormes cantidades de testigos presenciales de primera mano) que declaraba perfectamente legítimo que el gobierno británico armara la despiadada guerra saudí contra el pueblo yemení. Estas dos declaraciones no dejan de estar relacionadas ya que es precisamente la guerra por delegación británica contra Yemen la que ha llevado a los niveles medievales de hambruna y enfermedad que asolan al país.
En octubre de 2015 el director de la Cruz Roja Internacional escribió que «Yemen al cabo de cinco meses parece Siria al cabo de cinco años «. Según Save the Children, cada 35 segundos un niño yemení se infecta de cólera hoy en día. Esta epidemia viene pisándole los talones a un brote de fiebre de dengue la Organización Mundial de la Salud luchó para controlar debido a que « el sistema sanitario está prácticamente colaps ado » y «el suministro de agua interrumpido » a consecuencia de la campaña de bombardeos suministrados por Occidente . Se ha bombardeado los hospitales regularmente. Después de que [el entonces ministro de Exteriores británico] Philip Hammond justificara el bombardeo de tres hospitales yemeníes en varios meses, Médicos Sin Fronteras advirtió que el atacar a hospitales se estaba convirtiendo en la «n u e va normal idad » .
Sin embargo, el bombardeo de hospitales y de centros de distribución de grano es solo una parte de la historia del genocidio occidental contra el pueblo yemení. Yemen depende de las importaciones de más del 80 % de su combustible, comida y medicinas, y el 70 % de estas importaciones llega a través del puerto de Huydadeh. En agosto de 2015 la colación encabezada por Arabia Saudí bombardeó este puerto y desde entonces está sometido a bloqueo, lo que provoca directamente la situación actual en la que 21 millones de personas sufren carencia de alimentos, incluidos los siete millones de personas que se enfrentan a la hambruna. Como señaló el Relator Especial de la ONU sobre derechos humanos y sanciones internacionales, este bloqueo es «una de las principales causas de la catástrofe humanitaria» que contribuye a que se llegue a lo que denominó «esta hambruna creada por el hombre». No hay ni que decir que Estado Unidos y Gran Bretaña apoyan totalmente este bloqueo junto con cada aspecto del genocidio saudí en Yemen.
Yemen no es el único lugar en el que la política occidental lleva a la hambruna .
Esta semana se conmemora el sexto aniversario de la independencia de Sudán del Sur. Por segundo año consecutivo se han cancelado las celebraciones previstas ya que en medio del hambre y la guerra civil no hay nada que celebrar.
El 20 de febrero de este año se anunció oficialmente que el país había caído en la hambruna, con 100.000 personas hambrientas y otro millón más al borde de la hambruna. El criterio establecido para declarar una hambruna es que un 20 % de una población sufra «una carencia extrema de alimento», un 30 % sufra desnutrición aguda y al menos una persona de cada 5.000 muera de hambre al día. Aunque ya no se cumplen estos criterios, el hambre aguda afecta actualmente a seis millones de personas, frente a los cinco millones que había en febrero (aproximadamente la mitad de la población). Como en el caso de Yemen se trata de una crisis de proporciones bíblicas. Como en Yemen, está provocada por el hombre. Y como en Yemen es el resultado totalmente previsible del militarismo occidental. Estados Unidos y Gran Bretaña desempeñaron un papel decisivo en la partición de Sudán del Sur en 2011 y es precisamente esta partición la que ha legado la actual tragedia al país. Lo mismo que en Libia el mismo año la generosidad occidental situó en el poder a una ambigua coalición de rebeldes sin un programa unificado. Y como en Libia el inevitable colapso de esta coalición ha llevado al país a la devastación total.
En 1983 el coronel del ejército rebelde John Garang creó el Southern People’s Liberation Movement (SPLM) y en la década de 1990 Estados Unidos, bajo el la presidencia de Clinton, empezó a entregar millones de dólares al movimiento insurgente. Aunque formalmente era un levantamiento contra el gobierno en Jartum, a menudo se basó en llamar al ch o vinismo étnico para lograr apoyo s . Según el exmiembro del comité nacional Dr. Peter Nyaba, por ejemplo, la primera movilización del M ovimiento «que llevó a más de diez mil jóvenes b or a los campos de entrenamiento del SPL A en 1983 no fue con motivo de la agenda nacional de liberación, sino para resolver asuntos locales pendientes con sus vecinos, los m urles o los n uers «. De forma similar, la facción de Riek Machar del SPLM, que se basaba principalmente en la comunidad n uer, llevó a cabo una masacre de miles de civiles d inka en 1991 . Dr. Nyaba afirma que se descuidó el adiestramiento político a favor de un a menudo muy brutal adiestramiento militar que llev ó a excesos muchas veces horribles contra la población que estaba bajo su control. Después de liberar una zona particular, afirmó Nyaba, el Movimiento debería haber instituido «reformas democráticas: un sistema de justicia popular, un nuevo sistema educativo, sanitario y de servicios veterinarios. Ese paso, afirmó, «habría dado al SPLM/A la oportunidad de demostrar su valía al pueblo y al mundo y, por consiguiente, de crear un poder popular sólido que convirtiera al SPLM/A en el auténtico representante del pueblo […] el ‘ Nuevo Sudán’ habría nacido en la realidad física y objetiva del pueblo, lo que habría permitido al SPLM/A lograr soberanía política y reconocimiento diplomático». De hecho, esos son los pasos normales dados por los movimientos revolucionarios genuinos en todo el mundo. Pero eso no es lo que ocurrió. En vez de ello, afirma Nyaba, el SPLM » degeneró hasta convertirse en un agente de saqueos, pillajes y conquistas destructivas» Precisamente en aquel momento Estados Unidos empezó a financiar al Movimiento y los 20 millones de dólares proporcionados por Clinton rápidamente aumentaron a 100 millones al año gracias a la ley de Bush denominada satíricamente «Ley de paz de Sudán» de 2002.
Al igual que en Libia, esta generosidad estadounidense ha permiti do a los grupos insurgentes alcanzar sus objetivos sin tener el liderazgo visionario o las habilidades de organización de masas necesarias para suscitar el genuino apoyo masivo . En pocas palabras, e l apoyo estadounidense ha hecho innecesario el apoyo masivo. Las revoluciones genuinas, est o es, las revoluciones que se realizan por medio del esfuerzo de las propias masas en vez de por la presión ejercida por patrocinadores externos, solo pueden tener éxito con un programa visionario capaz de ganarse el compromiso total de las masas. G racias al apoyo estadounidense , e n Sudán del Sur el SPLM pudo llegar al poder sin eso. El impacto a largo plazo de esta falta de liderazgo popular e inspirador ha sido un vacío ideológico en el que se han generado luchas de poder .
Al confiar en el apoyo externo, el SPLM ( y su líder desde la muerte de Garang en 2005, Salva Kiir ) no tenía una necesidad urgente de lograr el apoyo de todas las tribus del s ur. Sin la financiación occidental, Kiir tendría que haber tratado de tender la mano a los n uer, los m urle y a los otros grupos no d inka para asegurar se un apoyo suficiente para obligar al gobierno de Sudán a hacer concesiones. Si lo hubiera hecho, sobre la base de un verdadero programa de masas capaz de motivar a todos los pueblos del sur de Sudán sobre base s no étnica s , este mismo programa habría formado la base de un gobierno de unidad viable después de la independenci a. Sin embargo, al confiar en el apoyo de Estados Unidos Kiir no necesitaba hacer nada de eso. En vez de ello, el claro patrocinio de Estados Unidos le permitió imponer una falsa unidad a sus rivales n uer y shilik en la que solo su cercanía a Estados Unidos era suficiente para obligarles a doblegarse si no querían ser excluidos completamente del poder y del dinero que estaba llegando. Las luchas políticas por el apoyo de las masas iban a ser eclipsadas por las rivalidades entre facciones acerca de quién controlaría el flujo de recursos. El mismo modelo ha seguido tras la independencia. Como asumía, con razón, que el apoyo de Estados Unidos iba a seguir fluyendo, el presidente Kiir no ha tenido ninguna necesidad particular de ganarse a quienes están fuera de su principal distrito electoral de Dinka e incluso ha llegado a despedir a su diputado n uer Riek Machar en 2013 lo que desencadenó l a última andan a da de la guerra civil . Esta última andanada de la guerra ha adquirido unas dimensiones étnicas particularmente desagradables ya que las facciones rivales del SPLM, que durante años permanecieron unidas por los dólares estadounidenses en vez de por un auténtico programa de unidad, están enfrentadas .
Mientras que la casi hambruna de Yemen fue provocada por los bombardeos y bloqueo del país dirigidos por Occidente, la actual hambruna de Sudán del Sur es el resultado de años de guerra por delegación financiada por Occidente y la desastrosa partición que creó. La situación en Nigeria también es consecuencia de una guerra, en este caso la insurgencia de Boko Haram, una insurgencia que debe su difusión generalizada en los últimos años directamente a la destrucción por parte de la OTAN de Libia, que puso en manos de Boko Haram y sus socios los depósitos de armas del país. Sin lugar a dudas, por lo tanto, la última oleada de hambre es un producto derivado directamente de la agresión occidental que provoca otros 20 millones de víctimas, por las que los gobiernos británico y estadounidense deben rendir cuentas ante la justicia.
* Este artículo se publicó el 16 de julio de 2017. (N. de la t.)
Dan Glazebrook es un escritor político freelance que escribe para RT, Counterpunch, Z magazine, The Morning Star, The Guardian, The New Statesman, The Independent y Middle East Eye. Su primer libro, Divide and Ruin: The West’s Imperial Strategy in an Age of Crisis, fue publicado por Liberation Media en octubre de 2013. Contiene una colección de artículos escritos a partir de 2009 y en los que se examinan las relaciones entre el colapso económico, el auge de los BRICS, la guerra en Libia y Siria, y la «austeridad». Actualmente prepara un libro sobre el uso por parte de Estados Unidos y Gran Bretaña de los escuadrones de la muerte sectarios contra Estados independientes y movimientos desde Irlanda del Norte a América Central en las décadas de 1970 y 1980 a Oriente Próximo y África hoy en día.
Fuente: https://www.rt.com/op-edge/396469-west-era-famine-war-sudan/
Esta traducción se puede reproducir libremente a condición de respetar su integridad y mencionar al autor, a la traductora y Rebelión como fuente de la traducción.