El régimen del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, emprende una «nueva guerra fría», para no decir ardiente, contra las Naciones Unidas (ONU) y los países y gobiernos del mundo que rechazan su irritación y el desesperado propósito de Washington de mantener su dominio unipolar. La escalada agresiva de Trump continuó subiendo de tono al […]
El régimen del presidente de Estados Unidos, Donald Trump, emprende una «nueva guerra fría», para no decir ardiente, contra las Naciones Unidas (ONU) y los países y gobiernos del mundo que rechazan su irritación y el desesperado propósito de Washington de mantener su dominio unipolar.
La escalada agresiva de Trump continuó subiendo de tono al cierre de este 2017 luego que el inquilino de la Casa Blanca anunció, por medio de su embajadora en la ONU, Nikki Haley, que recortará sus aportes financieros a la principal organización internacional.
Estados Unidos, el mayor contribuyente de Naciones Unidas pero al mismo tiempo el mayor deudor, reducirá sus aportes al presupuesto de la entidad mundial en 285 millones de dólares, según apuntó la controvertida diplomática norteamericana.
Haley, con similar conducta bravucona a la de su jefe, señaló que la determinación de Trump es «inteligente y responsable» de cara a las perspectivas que tiene Washington «sobre su presencia futura en la ONU».
A buen entendedor, con pocas palabras bastan, reza un muy conocido refrán popular. El actual ocupante de la Casa Blanca procura restarle autoridad y potestad a las Naciones Unidas, nacida en 1945 para supuestamente preservar la paz en nuestro planeta tierra, luego de la segunda conflagración mundial.
Esa declaración de «nueva guerra fría» contra la humanidad, si es que podemos llamarla así y no bien caliente como se torna, ocurrió luego que la mayoría de los Estados rechazaron recientemente en la Asamblea General de la ONU el reconocimiento por Trump de Jerusalén como la capital de Israel, un hecho que desató ira y repudio en todos los continentes, y en especial en la región del Medio Oriente.
Previamente, el mandatario norteamericano había amenazado a numerosos gobiernos de suspenderles «ayudas» que Washington les brinda, además de presionarlos políticamente, como ha acostumbrado hacer.
De esa postura chantajista no ha escapado la ONU, a la que Trump ha tildado de ineficiente y otras cosas más, claro, porque no siempre satisface los intereses imperiales, y de quien se ha tomado en serio convertirse en el monarca universal o sus asesores pretenden llevar a la ruina política con decisiones irracionales y contrarias a todas las normas y leyes internacionales.
Del inquilino de la Casa Blanca puede esperarse cualquier actuación, desde una salida de Estados Unidos de la ONU, como ya lo hizo de la UNESCO o de los Acuerdos de Paris sobre el Cambio Climático, hasta una peligrosa confrontación bélica que lleve a la humanidad al holocausto.
El cercano 2018 será un año bien complejo para todos los pueblos del mundo, incluido el norteamericano, a juzgar por el hasta hoy comportamiento de Trump, quien ha regresado a los tiempos de la denominada «guerra fría» del siglo XX, y promueve a la vez regímenes dictatoriales y neoliberales similares a los de la centuria pasada.
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