En el peor de los ambientes posibles hacia los inmigrantes tanto en Europa como en Estados Unidos, Naciones Unidas concluyó el pasado 13 de julio el redactado de un Pacto Global sobre Migración, aprobado por 191 países y que deberá ser adoptado por jefes de Estado y de gobierno en una conferencia a celebrar los […]
En el peor de los ambientes posibles hacia los inmigrantes tanto en Europa como en Estados Unidos, Naciones Unidas concluyó el pasado 13 de julio el redactado de un Pacto Global sobre Migración, aprobado por 191 países y que deberá ser adoptado por jefes de Estado y de gobierno en una conferencia a celebrar los días 10 y 11 de diciembre en Marrakech. Casi en paralelo, el 26 de junio la ONU emitió el borrador final de un Pacto Global sobre Refugiados. Con ambos documentos, la comunidad internacional representada en la ONU aborda el fenómeno migratorio por primera vez y a lo grande.
Sin embargo, los textos, largos y farragosos, en el impecable lenguaje onusiano habitual, son tan prometedores y ambiciosos como imprecisos en cuanto a su aplicación práctica. Además, no son vinculantes, no obligan a los estados. A pesar de ello, y mientras se desarrollaban las conversaciones al amparo de la Asamblea General de la ONU, la Administración Trump anunció su retirada en diciembre del 2017 porque «no podía apoyar un proceso que podría socavar el derecho soberano de Estados Unidos a aplicar nuestras leyes sobre inmigración y asegurar nuestras fronteras».
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