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Ingredientes para un desastre

La OTAN, Estrasburgo y el Bloque Negro

Fuentes: CounterPunch

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

La OTAN crea amenazas dondequiera va. Es su negocio. Sea en Afganistán o en Estrasburgo, la presencia militar extranjera provoca rebelión violenta, especialmente de jóvenes que se sienten provocados. Su rebelión violenta es citada para justificar un aumento en la violencia represora. Así es y siempre será así…

Este ciclo de violencia tuvo lugar el domingo pasado, 4 de abril, en Estrasburgo, donde miles de policías y un pequeño número de combatientes callejeros del Bloque Negro captaron toda la atención de lo que debía haber sido el lanzamiento de un nuevo movimiento europeo de masas contra la política de guerra de la OTAN. La manifestación por la paz fue aplastada y disuelta por policías armados mientras jóvenes con capuchas negras lanzaban piedras y prendían fuegos.

En este ciclo de provocación, no cabe duda de quién lo inició: La OTAN. La fastuosa celebración del 60 aniversario de la OTAN, realizada en las ciudades renanas de Estrasburgo, Kehl y Baden Baden durante el fin de semana, fue un insulto para los ciudadanos. Después de todo, si el presidente Obama y los otros dirigentes del autoproclamado mundo libre de democracias son tan populares, ¿por qué sus ciudades anfitrionas tienen que ser convertidas en fortalezas fuertemente armadas para recibirlos? Si los europeos saludan la protección de la OTAN, ¿por qué tienen que ser retenidos a mano armada a kilómetros de distancia de sus benefactores? Pero, claro está, la OTAN no es una fuerza defensiva. Desde el bombardeo de Serbia hace diez años hasta Afganistán actual, la OTAN ha sido progresivamente transformada en una fuerza expedicionaria extranjera. Las draconianas medidas de seguridad impuestas a tres pacíficas y conservadoras ciudades europeas, que confinaron a la gente a sus casas, parecían propias de una ocupación extranjera. A pesar de la momentánea popularidad de Obama, la cumbre de la OTAN ilustró la drástica y creciente brecha entre la gente común y sus dirigentes. Como gran vendedor, Obama trató de persuadir a los europeos de que están aún más amenazados por Osama bin Laden y al-Qaeda que los estadounidenses, y que debieran pagar su tributo en dineros públicos y soldados para erradicar esa amenaza de algún sitio en el lejano Afganistán, ¿o será Pakistán, o quién sabe dónde? Los medios europeos evadieron en gran parte esa noción embarazadoramente absurda, concentrándose en lo que llevaba puesto Michelle Obama. Pero decenas de miles de ciudadanos europeos fueron a Estrasburgo en la esperanza de registrar su desacuerdo. Tenían argumentos y querían que los escucharan. Terminaron atacados con bombas lacrimógenas, arreados como bestias hacia pocilgas y aterrorizados. Muchos de ellos probablemente nunca se aventurarán de nuevo a una manifestación de masas.

La responsabilidad por un fiasco

La responsabilidad por este fiasco es triple. Los más responsables son, por cierto, las fuerzas de seguridad que se vuelven más y más inicuas en toda Europa en sus enfrentamientos con las manifestaciones. Con helicópteros sobrevolando ruidosamente, falanges de policías con cascos «encerraron» a la gente en espacios pequeños y separados, a veces rodeada por vallas metálicas de las cuales era imposible escapar. Es el equivalente de tratar a la gente como si fuera ganado destinado al matadero. Grupos que tenían planeado reunirse no pudieron encontrarse. Más de diez mil policías emplearon un arsenal de armas antipersonal de última tecnología contra una cantidad igual de manifestantes indefensos, disparando cartuchos de gas lacrimógeno, balas de goma y usando armas paralizantes para disolver la manifestación y luego dispersar a gente que ya estaba dispersa y que no tenía la menor idea de hacia dónde ir. El caos fue total.

Y todo fue deliberado.

Pero una parte de la responsabilidad recae en los organizadores, si es el término adecuado para un evento que carecía de manera tan deprimente de organización. La manifestación del 4 de abril contra la OTAN fue convocada por un colectivo de grupos activistas franceses, ninguno de los cuales tenía la autoridad necesaria para imponer un plan coherente. Por causa de su antigüedad, el relativamente conservador Mouvement de la Paix parece haber ejercido la mayor autoridad, sobre todo por su apoyo a la desastrosa decisión de aceptar la selección del sitio para la concentración por el gobierno francés. En lugar de que se les permitiera reunirse en una plaza en la ciudad y marchar por las calles de Estrasburgo, con sus banderas, consignas y teatro callejero, los manifestantes por la paz fueron exiliados a una isla periférica entre el Rin y un gran canal de navegación, con sólo dos puentes como acceso. Cualquiera que estudie un mapa puede ver que el sitio era inaceptable por diversos motivos. Es difícil llegar – unos ocho kilómetros desde la estación de ferrocarril – especialmente en un día en el que no hubo transporte público y el centro de la ciudad era zona prohibida. El terreno era escabroso y complicado. Estaba fuera de la vista del público con el que los manifestantes hubieran querido comunicarse – en breve, la «comunicación» con los demás ciudadanos era imposible. Y, lo peor de todo, era una trampa obvia, el sitio perfecto para que la policía practicara sus técnicas de encierro. Sin embargo, los organizadores aceptaron ese sitio inaceptable, y luego no organizaron ningún servicio de protección propio.

A pesar de todo, la prefectura (autoridad regional) había hecho ciertas promesas a cambio del acuerdo a ese sitio inadecuado. Esas promesas fueron flagrantemente violadas. Calles y puentes que supuestamente debían estar abiertos fueron periódicamente bloqueados por la policía. Curiosamente, varios miles de manifestantes pacíficos fueron bloqueados en el lado alemán del Rin, y nunca pudieron unirse a la manifestación, mientras que miembros del Bloque Negro alemán se mostraban activos en el lugar. En general, la policía trató a los manifestantes pacíficos como enemigos en una guerra civil, y no hizo nada por proteger a la gente o a la propiedad de la minoría violenta.

La concentración propiamente tal, realizada en una entrada de la isla, fue distraída por el inquietante espectáculo del incendio de un hotel cercano. Los helicópteros acallaron los altavoces y la música. La marcha subsiguiente nunca pudo tener lugar. Manifestantes totalmente desorientados fueron abandonados a su propia suerte, en un entorno extraño y hostil, mientras intentaban huir del gas lacrimógeno pasando por un laberinto de trampas policiales.

El Bloque Negro

Los manifestantes por la paz fueron totalmente eclipsados por el Bloque Negro, descrito en Francia como «casseurs», destrozadores. A diferencia de los manifestantes no-violentos, aparecen en vídeo pasándolo bien, combatiendo a los policías. Probablemente estén pensando en sus hazañas con orgullo y satisfacción.

El desastre de Estrasburgo deja en claro que el movimiento contra la OTAN, si quiere sobrevivir, debe encarar tres problemas: sus propias flagrantes debilidades organizativas, la represión policial y el Bloque Negro.

Una pregunta que circula por ahí es: ¿son los destrozadores del Bloque Negro provocadores de la policía? Sin poder investigar seriamente el tema, mi propia respuesta intuitiva sería: subjetivamente no, objetivamente sí. Ciertamente no pueden ser todos policías con capuchas negras. Muchos de ellos seguramente creen que están «luchando contra el capitalismo,» como proclaman. Pero objetivamente, cumplen con la tarea de justificar la represión policial propiamente tal que combaten con tanto entusiasmo.

Errar es humano. Las malas intenciones florecen, pero errar es mucho más común. Un movimiento avanzado y civilizado por la paz debiera estar en condiciones de tratar de aplicar la alternativa a la guerra – el argumento razonable – bajo todas las circunstancias. Deberíamos discutir con gente que se equivoca sobre la OTAN, explicar lo que tiene de malo. Y deberíamos discutir con gente en el Bloque Negro, explicar lo que es erróneo en su forma de protesta.

La forma de iniciar un diálogo semejante no es obvia. Suponiendo que no todos los del Bloque Negro no sean provocadores policiales, si pudiera, pediría a los presumiblemente sinceros que consideraran lo siguiente:

Los luchadores del Bloque Negro deberían cuestionar sus propios motivos. Seamos realistas, a través de la historia, jóvenes han gustado de agruparse para combatir a su enemigo. La testosterona y la adrenalina no son argumentos políticos. Pero son grandes estimulantes para lanzar proyectiles al enemigo armado. Combatientes callejeros ligeramente armados se sienten fácilmente victoriosos y superiores frente a masas de policías fuertemente armados, que parecen cobardes en comparación. Ganan el concurso de los machos, ¿pero qué logran fuera de satisfacer sus propios egos?

Los combatientes del Bloque Negro deberían cuestionar el efecto que tienen sobre los ciudadanos comunes, que pueden no estar decididos políticamente. La OTAN es una mafia de protección. Vive del sentido de inseguridad de la gente. Las acciones del Bloque Negro alimentan ese sentido de inseguridad.

Los combatientes del Bloque Negro deberían pensar en el efecto devastador que tienen sobre otras formas de protesta pública. Junto con la policía, logran que manifestantes pacíficos no salgan a las calles.

Los combatientes del Bloque Negro deberían reflexionar sobre la facilidad con la que sus acciones son explotadas por sus enemigos. En primer lugar, quieran admitirlo o no, es casi seguro que estén infiltrados por agentes de la policía. Y se deberían preguntar por qué se permitió que algunos de ellos destrozaran las ventanas del hotel Ibis en la isla del Rin en Estrasburgo, y luego lo incendiaran con tanta tranquilidad, sin intervención policial. Además, se permitió que el impresionante incendio continuara durante más de una hora antes de que llegaran los bomberos. ¿No servía perfectamente el espectáculo de ese incendio para asustar y dispersar a los manifestantes por la paz y sobre todo para llenar las pantallas de televisión con evidencia de que «los manifestantes son destructivos»? Las autoridades citaron el incendio como prueba de que la fuerte presencia policial era necesaria para proteger a la civilización de sus enemigos. ¿Y por qué incendiar un hotel Ibis? Hay ocho hoteles Ibis en Estrasburgo y éste era tal vez el más pobre. ¿Y qué medios semi-profesionales fueron necesarios para montar un fuego tan espectacular? ¿Y por qué incendiar la farmacia cercana, que era un servicio público para gente enferma en ese vecindario pequeño y de relativo bajo nivel? ¿Qué posible mensaje político envió algo semejante?

En breve, los militantes del Bloque Negro, sea cual sea su edad, deberían crecer y comprender que para combatir a poderes injustos hay que utilizar ante todo pensamientos, razonamiento, hechos y argumentos. Jugar a la violencia es hacerles el juego, en un terreno en el que poseen todos los recursos. La Intifada podrá ser el único recurso para los palestinos, pero en Europa todavía quedan otros medios para expresar la oposición política. Hay que inventar, explorar y desarrollar esos medios.

El año 2008 fue un hito, con dos importantes eventos que cambiaron la visión del mundo de la gente: el colapso financiero y el ataque israelí contra Gaza. Las repercusiones, los cambios en la perspectiva, son continuos. Están preparando el terreno para la oposición popular a los poderes financieros y militares que gobiernan Occidente y que intentan, mediante la OTAN y otras instituciones, extender su régimen a todo el globo. Hay señales de que los que están en el poder están entre los primeros en reconocer ese hecho y que están perfeccionando sus tecnologías represivas como un ataque preventivo contra la protesta masiva que se viene. Es urgente proveer alternativas políticas en términos de programas y liderazgo. Si las manifestaciones de masas son vulnerables a la represión policial y a las acciones provocadoras de destrozadores, hay que inventar otros métodos más variados y flexibles para comunicarse con los ciudadanos y ampliar un movimiento coherente de comunicación con los ciudadanos y ampliar un movimiento coherente para combatir la militarización y construir una economía basada en las auténticas necesidades de la gente. En todo caso, toda futura manifestación de masas contra la OTAN debe ser organizada con su propio servicio de protección, con brazaletes, y que siga instrucciones claras. Hay que proteger a los manifestantes. No puede haber mezcla alguna con los «Bloque Negro» o con otros grupos que traten de provocar el tipo de problema que busca la policía.

Fue la lección urgente del fiasco de Estrasburgo.

Gracias especiales a Karen Sharpe, quien lo vivió todo.

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Diana Johnstone es una escritora y periodista estadounidense especializada en temas de política exterior europea y occidental. Fue una participante activa del movimiento contra la guerra de Vietnam. Entre sus últimos trabajos se encuentra Fool’s Crusade: Yugoslavia, NATO and Western Delusions, (Monthly Review Press, 2003) un alegato contra la guerra emprendida en los Balcanes en 1999. Es colaboradora habitual de la revista Counterpunch.

http://www.counterpunch.org/johnstone04072009.html