La crisis en Ucrania ha tensado la cuerda de las relaciones entre la Unión Europea y Estados Unidos con Rusia. La concentración de tropas rusas a escasos kilómetros de la frontera ucraniana ha generado titulares en todo el mundo. Las provocaciones de la OTAN, en cambio, muchos menos. No se trata exclusivamente de la presencia […]
La crisis en Ucrania ha tensado la cuerda de las relaciones entre la Unión Europea y Estados Unidos con Rusia. La concentración de tropas rusas a escasos kilómetros de la frontera ucraniana ha generado titulares en todo el mundo. Las provocaciones de la OTAN, en cambio, muchos menos. No se trata exclusivamente de la presencia de tropas estadounidenses en Polonia: el 16 de mayo la página web de la OTAN informaba del inicio de unos ejercicios militares a gran escala en Estonia. «Steadfast Javelin 1» -así se llamaban las maniobras- simulaba el ataque de un ejército invasor al país báltico. En los ejercicios, que durarán hasta el 23 de mayo, participaron 6.000 tropas procedentes de Estados Unidos, Estonia, Bélgica, Dinamarca, Francia, Letonia, Polonia y Estados Unidos.
Meses antes, a inicios de noviembre de 2013, la OTAN realizó en Lituania, Letonia y Polonia una de las mayores maniobras militares desde el fin de la Guerra Fría. En el escenario de estos ejercicios, un país ficticio vecino de las repúblicas bálticas llamado «Bothnia» -los militares parecen tener un sentido del humor muy peculiar- decide, como respuesta a sus problemas económicos y sociales internos, ocupar la isla estonia de Hiiuma. Agotadas las vías diplomáticas para la resolución del conflicto, la OTAN decide intervenir. En efecto, no hace falta tener demasiada imaginación para ver detrás de esta descripción a Rusia. Estonia está considerada la más débil de las tres repúblicas bálticas frente a la presión rusa: el país importa de Rusia la totalidad del gas que consume, una dependencia que pretende reducir con importaciones de gas de esquisto de EE.UU.
También en noviembre de 2013, tropas eslovenas, checas y estadounidenses realizaron unas maniobras conjuntas en la base estadounidense de Hohenfels, en el sur de Alemania, contra un ejército convencional en el Cáucaso, según informó la revista militar estadounidense Stripes .
Geoestrategia en un mundo post-peak oil
Según el senador estadounidense y excandidato a la presidencia del país John McCain, «Rusia es una gasolinera que se hace pasar por país». En realidad, «la gasolinera», como la llama despectivamente McCain, no lo está haciendo del todo mal en términos económicos, sobre todo cuando se la compara con los porcentajes de crecimiento de las economías de la UE. Pero incluso si no fuese así, «la gasolinera» posee, y no en pocas cantidades precisamente, materias primas e hidrocarburos, dos cosas de las que el resto de países -y muy especialmente los Estados miembros de la UE- no andan sobrados. En un mundo post- peak oil no sólo ha regresado la geopolítica (si es que alguna vez nos abandonó), sino también la geoestrategia. Las intervenciones militares occidentales en Afganistán, Irak o Libia son algunos de los ejemplos más recientes.
Este hecho, evidentemente, no ha pasado desapercibido en el Kremlin. El año pasado, el jefe del Estado mayor de las fuerzas armadas, Valeri Guerássimov, advirtió en una conferencia de seguridad de Moscú de la posibilidad de que Rusia se vea arrastrada a nuevos conflictos militares si las potencias mundiales comienzan a competir por el control de los recursos energéticos durante las próximas dos décadas. Un mes después, el viceprimer ministro, Dimitri Rogozin -que está muy lejos de ser un hombre de izquierdas- declaraba públicamente que el elevado ritmo de consumo de recursos naturales llevaría a las potencias occidentales a recorrer al uso de la fuerza para resolver conflictos políticos y económicos, y que Rusia podría verse implicada en este tipo de conflictos.
De hecho, dos meses antes de las maniobras militares de la OTAN en el Báltico, Rusia y Bielorrusia efectuaron unos ejercicios conjuntos en territorio bielorruso con el nombre de Zapad 2013 («Occidente 2013»). Hipotéticamente, se trataba de repeler un ataque de «fuerzas terroristas'» en el país, pero el número de tropas empleadas y la proximidad temporal con los ejercicios de la OTAN, anunciado unos meses antes, sugerían otra cosa.
A pesar de la histórica paranoia de las elites rusas, las declaraciones de Guerássimov y Rogozin tienen una base real. Durante el conflicto de Rusia con Georgia por el control de Osetia del Sur en 2008, en Bruselas hubo voces partidarias de desplegar tropas europeas en la región para proteger los oleoductos y gasoductos que transportan combustible a la UE. Aquel mismo año, el entonces Secretario de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, dijo que «en la próxima década nos enfrentaremos a precios de la energía en crecimiento constante y a una lucha por las fuentes de energía».
Si la OTAN -el martillo en la caja de herramientas de la hegemonía estadounidense- no puede asaltar la gasolinera, como mínimo tratará de estrangular su manguera. La crisis en Ucrania sería el último paso. ¿Y el siguiente? Todos los ojos puestos en Moldavia y Georgia, que dentro de un mes firmarán un Acuerdo de Asociación Oriental con la UE.
Artículo publicado originalmente en el semanario Directa.
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