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La otra cara de Corea del Sur

Fuentes: Rebelión

Corea del Sur ha atraído la atención mediática tras la catástrofe ocurrida en torno a la fiesta de Halloween en un barrio de Seúl. Durante mucho tiempo los medios de comunicación han alabado algunos aspectos de la realidad del país asiático, pero al mismo tiempo han ocultado su otra cara.

Considerada como una potencia empresarial manufacturera, una importante infraestructura y un alto desarrollo en la construcción y uso de las Tecnologías de comunicación e información más avanzadas, comparte con Japón uno de los índices más bajos de delincuencia callejera.

Estos meses ha destacado también por su exitosa campaña para combatir el Covid-19, su música por es referencial en buena parte de Asia, y sus películas y series de televisión han ocupado la centralidad de los medios occidentales. Sin embargo, durante las últimas décadas, también tiene una lista negra de desastres con alto coste de vidas humanas. Y la mayor parte de esos accidentes han sido motivados por problemas estructurales: fallos del gobierno, regulación sin cumplir, corrupción…

La fiesta de Halloween en Itaewon (conocido como “The Won”) ha añadido un caso más a esa lista negra. Esta zona, ha pasado de ser un “pueblo” junto a la gran base militar de EEUU en Seúl a un lugar de moda y ocio nocturno, con locales y bares influenciados por las modas y decoración extranjeras, como señala un joven local, “una experiencia en el extranjero, pero desde casa”.

El corazón de “The Won” es una calle peatonal, repleta de bares, y su punto de enlace con la red de transportes de la ciudad es un pequeño callejón, estrecho y en pendiente. Ahí se desató la tragedia. Una falta de medidas de control previas, fallos gubernamentales y policiales y una evidente ausencia de planificación fueron los “colaboradores” de la catástrofe.

Cualquiera que haya viajado a Seúl se habrá acostumbrado al transporte abarrotado de personas, de manifestaciones masivas (el millón de manifestantes a la luz de las velas que derrocó a Park en 2016). Normalmente, en esos casos el despliegue policial suele ser habitual y cuando menos llamativo, con autobuses llenos de policías, barreras disuasorias y policía “controlando” las manifestaciones. Estas semanas, se han sucedido manifestaciones de la oposición y de partidarios del gobierno, y en todo momento la presencia policial ha sido atosigante.

Hasta el desastre de Halloween, el accidente del ferry Sewol, el 16 de abril de 2014, que se cobró la vida 304 personas, la mayoría estudiantes de excursión a la isla de Jeju, ha sido el acontecimiento más luctuoso, y que también ha tenido sus consecuencias políticas, dejando a la vista las carencias y la otra cara más oscura del país.

Según han denunciado los padres de las víctimas, ese día tuvieron lugar una sucesión de acontecimientos que muestran los problemas estructurales del país. El ferry iba con más pasajeros y coches de los permitidos, la tripulación no supo actuar con celeridad (el capitán y algunos tripulantes fueron los primeros en abandonar el barco), los pasajeros fueron retenidos en los camarotes, los botes salvavidas no funcionaron, la Guarda Costera tardó en actuar…

Como señalan algunos familiares de las víctimas, “se podía haber evitado si se hubieran observado debidamente las normas de seguridad, si la aparición del rescate hubiera sido efectiva”. Las posteriores movilizaciones (la campaña del lazo amarillo inundó todas las calles y edificios del país) logró terminar con la presidencia de Park Geun-Hye, su sucesor, Moon Jae-in apoyó la campaña de las familias, pero como señalan éstas, tras su triunfo se olvidó de todo, y del actual presidente, Yoon Suk-yeol, del mismo partrido que Park, no se puede esperar mucho, “y seguimos desesperadas por obtener respuestas”.

Esa catástrofe sirvió en cierta manera para mostrar el terrible resultado de las reformas neoliberales que se instauraron en Corea del Sur. La desregulación, o en ocasiones las irregularidades regulatorias, la privatización, el papel de los grandes conglomerados (chaebol), el soborno y fraude de empresarios (normalmente sujetos a la impunidad) y la corrupción de la clase política y buena parte del aparato burocrático del estado.

Ese sistema, Gwan-Fia (mafia burocrática), está en la base de la cara oculta del país. También conocido como “los nombramientos de paracaidistas”, un término similar que en Japón se conoce como Amakudari (descenso del cielo) y que en Occidente lo llamamos “puertas giratorias”.

Muchos burócratas jubilados pasan a ocupar puestos altos en las empresas privadas y en asociaciones empresariales. También se da el caso de funcionarios en activo que aceptan las “presiones” y “regalos” con la esperanza de seguir carreras posteriores a su jubilación en esos campos. Durante años se ha señalado que este fenómeno ha estado muy extendido entre las Fuerzas Armadas y la industria de defensa. Pero a día de hoy, su ámbito de actuación abarca las principales estructuras políticas y empresariales.

Las consecuencias políticas siempre planean sobre estas catástrofes. Ya hay algunas voces que señalan que tal vez Yoon pueda encontrarse en una situación similar a la de Park. Las protestas de la oposición estos días piden la dimisión de Yoon y el cese de la utilización política de la fiscalía contra miembros de la oposición. Por su parte, el gobierno, que en un primer momento estaba a la defensiva y desconcertado, ha sacado a sus seguidores a la calle también. Y su campaña se basa en los tópicos habituales del sistema, “acusan a la oposición de politizar la tragedia, de simpatizar con Corea del Norte, o buscar la inestabilidad y dañar la economía y la imagen del país”.

En este complejo escenario también asoman posibles “daños colaterales”. Tras el congreso del PCCh y las recientes pruebas armamentísticas de Corea del Norte, EEUU observa con preocupación los problemas que afrontan sus aliados regionales. En Japón, el primer ministro Kishida tiene unos índices de popularidad muy bajos, y su partido, PLD, está siendo castigado por sus vínculos con la Iglesia de la Unificación, que algunos califican de secta. En Corea del sur, se repite el mismo esquema. Yoon, cuenta con un bajo índice de aprobación, y los vínculos de su partido con los conglomerados empresariales y la corrupción sobrevuela el escenario.

Y por si esto fuera poco, las relaciones entre ambos países no son nada fáciles, y en muchas ocasiones la opinión pública de cada uno de ellos es muy susceptible a cualquier acuerdo. Este esquema puede poner importantes dificultades a la estrategia expansionista de Washington en la región.

En definitiva, la corrupción y la colaboración “mafiosa” entre los chaebol y la clase política, aplicando recetas y políticas neoliberales, son la base de la otra cara de Corea del Sur.

Txente Rekondo. Analista internacional.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.