A lo largo de la evolución histórica de la humanidad, los imperios siempre recurrieron a las guerras y a la explotación económica para incrementar su poderío y dominar a los pueblos. Todos los imperios que en el mundo han sido, para justificar su existencia, han tenido enemigos a quienes combatir y cuando los han aniquilado, […]
A lo largo de la evolución histórica de la humanidad, los imperios siempre recurrieron a las guerras y a la explotación económica para incrementar su poderío y dominar a los pueblos. Todos los imperios que en el mundo han sido, para justificar su existencia, han tenido enemigos a quienes combatir y cuando los han aniquilado, han creado nuevos enemigos o inventado fantasmas para sembrar miedos colectivos.
Estados Unidos, en su fase imperial, no ha podido o no ha querido escapar de ese proceso que termina destruyendo a los imperios, y así ha tenido que crear nuevos enemigos y nuevos fantasmas a quienes combatir. Terminada la «guerra fría», desaparecido el fantasma del comunismo, creó el cuco del narcotráfico y diseñó diferentes políticas antinarcóticos con claros objetivos geopolíticos que les permita la expansión de la economía, el control social, político y cultural y la ulterior dominación imperial de los pueblos de la tierra, incluidos sus liados europeos y asiáticos.
Las guerras imperiales han sido desatadas por Estados Unidos, para satisfacer sus ansias de poder y dominación. Además han servido como fuentes restauradoras de la economía capitalista en permanente crisis que, para paliarla, casi de manera prioritaria, ha recurrido a una serie de negocios ilícitos como el tráfico de armas y el narcotráfico internacional. Es en el narcotráfico que Estados Unidos tiene una de sus mejores fuentes para la obtención de recursos económicos frescos y billonarios, ya sea a través del mercado de drogas ilícitas o por medio del lavado de dinero.
La injustificada e indigna invasión militar de Estados Unidos a Irak le sirvió para apoderarse ilícita e inmoralmente de la segunda reserva mundial de hidrocarburos. No le ha importado que mueran más de un millón e iraquíes, miles de soldados estadounidenses y más de cien mil soldados heridos que quedaron en absoluta discapacidad.
Estados Unidos y su doble moral es un paradigma de cruel cinismo. «Al amparo de la guerra, Afganistán parece que se ha convertido en el mayor productor de opio mundial, una tendencia que venía de atrás, pero que, desde hace años, se ha consolidado de una manera casi incuestionable.
Ahora mismo suministra un rotundo 92 por ciento de la droga disponible en el mercado, realidad que despeja muchas dudas sobre su importancia a nivel global y lo equipara, por su trascendencia en el narcotráfico, a países como Colombia. Lo que se traduce de la siguiente manera: de los 10.700 millones de dólares del Precio Interior Bruto de Afganistán, como explica en un informe Iñigo Febrel Benlloch, más 4 mil millones de dólares, provienen directamente de este negocio, señala el periodista Javier Ors.
Cabe recordar que en el año 2001, antes de la invasión de Estados Unidos y la OTAN a Afganistán, bajo la administración de los talibanes, la producción de opio que es la materia prima para la obtención de heroína, se redujo a 185 toneladas.
El periodista Manuel Navarro Escobedo, sostenía que desde la invasión y ocupación de Estados Unidos en diciembre de 2001, Afganistán incrementó sus cultivos de amapola, de la cual se extrae el opio, que genera cerca del 92 por ciento de la producción mundial de heroína. La cifra se traduce en más de 8 mil 500 toneladas de la adormidera. Diez kilogramos son equivalentes a uno de heroína. Esta droga mantiene a este país islámico centroasiático en el primer lugar de drogas del planeta.
Ahora, para la administración de Kabul, ese opiáceo representa un ingreso de unos 3 mil 500 millones de dólares anuales, equivalentes a un tercio de la economía total de esa atribulada y martirizada nación. Pero en términos globales, esas amapolas cultivadas abastecen un mercado de 65 mil millones de dólares en heroína y opio, que llega a 15 millones de adictos y mata unas 100 mil personas anualmente. Esto figura en un informe intitulado Adicción, crimen e insurgencia: la amenaza transnacional del opio afgano, elaborado por la Oficina de las Naciones Unidas Contra la Droga y el Delito (UNODC, por sus siglas en inglés).
El director ejecutivo de la UNODC, Antonio María Costa, asegura que las causas principales de ese creciente narcotráfico son la corrupción y la arbitrariedad que reinan en Afganistán, así como las fronteras descontroladas. Las autoridades afganas sólo interceptan el 2 por ciento de todos los opiáceos que se producen en el país, a diferencia de Suramérica donde se confisca el 36 por ciento de toda la cocaína de la región.
Costa asevera que la línea fronteriza entre Afganistán y Pakistán constituye la mayor zona de libre comercio del mundo para todo lo que sea ilícito, desde drogas, armas, precursores químicos y equipos para fabricar bombas, hasta tráfico de seres humanos. El documento elogia la labor de las autoridades iraníes en el combate contra los traficantes y la gran infraestructura creada con ese propósito a lo largo de su límite geográfico oriental. Irán captura el 20 por ciento del opio que viaja por su territorio, en tanto que Pakistán decomisa el 17 por ciento; Rusia, el 4 por ciento; otros países de Asia Central, 5 por ciento, y Bulgaria, Grecia y Rumania, miembros de la Unión Europea, no alcanzan el 2 por ciento.
El valor de esa heroína se incrementa con cada cruce de fronteras, de unos 3 dólares el gramo en Kabul a más de 100 dólares en las calles de Londres, Milán o Moscú. Europa consume el 19 por ciento del opio del mundo; Rusia e Irán llegan a un 15 por ciento cada uno; China, 12 por ciento; la India, 7 por ciento; Pakistán, África y Estados Unidos, 6 por ciento cada uno, sostiene el reporte de la Organización de las Naciones Unidas.
Sin embargo, esa estimación contrastó con la apreciación del jefe del régimen afgano, Hamid Karzai, quien aseveró que «el opio constituye una economía real y que muchas personas dependen de ello, por lo cual llevará tiempo desarrollar alternativas». Karzai aseguró que «sería ingenuo pensar que esa erradicación de los cultivos llevaría poco tiempo y anunció que la misma puede durar entre 10 y 15 años». Precisamente, durante el régimen talibán (estudiantes del Corán), de 1999 a 2001, se redujo la siembra, cultivo y producción del estupefaciente, que volvió a florecer tras su salida del poder por la agresión de Estados Unidos y sus aliados a ese territorio fronterizo con Pakistán e Irán. Indudablemente, los mayores beneficiarios del comercio de heroína y opio son Estados Unidos y sus aliados europeos.
De ahí, se deduce que Afganistán proseguirá al frente de la producción mundial de heroínas por largos años, mientras que sus mentores, Estados Unidos y la Unión Europea, ostentarán similares condiciones, aunque en el comercio, consumo y crímenes vinculados a las drogas vayan delante de los productores.
El beneficio de EEUU
Diversos estudios realizados por expertos en el combate al narcotráfico internacional, coinciden en determinar que tras el narcotráfico internacional está la intencionalidad de Estados Unidos para mantener e incrementar ese ilícito negocio para su propio beneficio. Hoy, sobre la base pruebas irrefutables, nadie debería dudar que los servicios de espionaje estadounidenses, en especial, la CIA y DEA, intervienen en el negocio del narcotráfico internacional junto a importantes empresas, sistemas financieros y bancarios del capitalismo mundial con sede en Estados Unidos de Norteamérica que, de esta manera, ejerce un férreo control político en las rutas del narcotráfico que al final de cuentas, resulta tan importante como el control de las rutas de los oleoductos que transportan hidrocarburos. Sin temor a equivocaciones, se puede afirmar que el porcentaje mayor de las utilidades del comercio mundial de las drogas se lleva Estados Unidos.
La ONU ha hecho público en sus informes anuales que el cultivo del opio en Afganistán creció en más de manera inconmensurable e incontrolable desde el año 2001 en que fue invadido por Estados Unidos y la OTAN. Bush decía que «Estados Unidos es el principal patrocinador de una enorme operación para librar a Afganistán del opio…», pero resulta una amarga ironía que la presencia militar estadounidense haya servido para restablecer, en lugar de erradicar, el tráfico de drogas. Lo que el informe no recoge es que el gobierno Talibán fue un instrumento para poner en marcha un programa de erradicación de la droga, con éxito, con financiación y colaboración de Naciones Unidas. La Agencia de la ONU para las Drogas y el Crimen, con sede en Viena, estimó que la cosecha de 2006 va a ser de unas 6.100 toneladas, treinta y tres veces lo producido en 2001 en época del gobierno Talibán (un 3.200 % de aumento en 5 años). El cultivo en 2006 ha alcanzado la cifra récord de 165.000 hectáreas comparada con la 104.000 de 2005 y las 7.606 de 2001 de la era Talibán» Para el año 2010 se espera que esa cifra haya aumentado hasta superar la producción de 8 mil toneladas. .
Si bien es cierto que la ONU, a través de la UNODOC, sostiene que Afganistán suministra alrededor del 92 por ciento del abastecimiento mundial de opio, del que se extrae la heroína, también es cierto que omite «mencionar el hecho de que más del 95% de los ingresos generados por este lucrativo contrabando beneficia a los sindicatos de empresarios, al crimen organizado, y a las instituciones bancarias y financieras. Un pequeñísimo porcentaje de esos beneficios va los campesinos y comerciantes del país productor. «La heroína afgana se vende en los mercados internacionales de narcóticos por cien veces el precio que obtienen los campesinos que lo sacan directamente de sus tierras», según señalaba el propio Departamento de Estado estadounidense, citado por Voice of América (VOA). De un kilo de opio se produce aproximadamente 100 gramos de heroína (pura). 6.100 toneladas de opio pueden producir 1.220 toneladas de heroína con un índice de pureza del 50 por ciento. ¿Quién es el mayor beneficiario de ese negocio suculento? La banca capitalista mundial, que está radicada en Estados Unidos. En un informe especial sobre el tráfico internacional de heroína se sostiene: «tomando como base los precios al detalle de la heroína en Gran Bretaña, los beneficios totales del comercio de drogas afgano serían de unos 124.400 millones de dólares, calculados sobre un índice de pureza del 50%. En el caso de una pureza del 36% y el precio medio británico, el valor en efectivo de las ventas de heroína afgana sería de unos 194.400 millones de dólares.
Aunque estas cifras no son estimaciones precisas, sin embargo dan idea de la magnitud de este comercio multimillonario de drogas en el exterior de Afganistán. Tomando como base las primeras cifras que ofrecen una estimación conservadora, el valor en efectivo de estas ventas, una vez en el mercado occidental al por menor, es de más de 120.000 millones de dólares anuales de utilidad líquida.
Las drogas, tras el petróleo y el comercio de armas es un negocio muy lucrativo que no desea perder Estados Unidos. Los agentes de la CIA son expertos en el narcotráfico internacional y en el ilícito negocio del contrabando de armas. Además, el sistema bancario-financiero estadounidense es el mayor beneficiario del lavado y blanqueo de billones de dólares, en tanto que millones de sus ciudadanos son víctimas del narcotráfico y otros millones se debaten en la pobreza-miseria y millares de negros, asiáticos e hispanos llenan las cárceles imperiales acusados de narcotráfico.
Tan grande es el negocio de las drogas ilícitas como el «comercio afgano de opiáceos (que constituye el 92 por ciento de la producción mundial) supone una gran parte del volumen total de ventas mundiales de drogas que la ONU estima del orden de 400.000-500.000 millones de dólares. (Douglas Keh, Drug Money in a Changing World, Technical document Nº. 4, 1998, Viena INDCP, p.4 Véase, así mismo, United Nations Drug Control Program, Report of the International Narcotics Control Board for 1999, E/INCB/1999/1, United Nations, Viena 1999, p. 49-51, y Richard Lapper, UN Fears Growth of Heroin Trade, Financial Times, 24 febrero 2000). Para el año 2010, la magnitud de ese negocio se habrá triplicado, según cálculos conservadores de analistas internacionales. El capitalismo mundial liderado por Estadios Unidos, en desesperante crisis, ¿va a renunciar a tan suculento negocio? «Afganistán y Colombia, ocupados militarmente por Estados Unidos, son las economías con mayor producción de drogas del mundo, y alimentan una floreciente economía criminal. Son países muy militarizados en donde el comercio de la droga está protegido. Está muy documentado que la CIA ha desempeñado un papel principal en el desarrollo de ambos triángulos de la droga: el latinoamericano y el asiático. El Fondo Monetario Internacional estima que el blanqueo de dinero a escala mundial se encuentra entre los 590.000 millones de dólares y 1 billón 500.000 millones al año, lo que representa entre un 2 y un 5 por ciento del PIB mundial (Asian Banker.) Una gran parte del dinero negro, según estimaciones del FMI, está relacionado con el tráfico de drogas» Los billones de dólares que provienen del comercio mundial de las drogas, según se prueba en diferentes documentos, permiten la acumulación de riqueza no sólo para el crimen organizado sino también para el aparato de los servicios de espionaje estadounidenses que, cada vez más, se constituyen en protagonistas en el campo de las finanzas y de la banca. Esta relación ha sido documentada por varios estudios, entre ellos los escritos de Alfred McCoy (Drug Fallout: The CIA’s Forty Year Complicity in the Narcotics Trade, The Progressive) «En otras palabras, las agencias de inteligencia, las grandes empresas, los traficantes de drogas y el crimen organizado compiten por el control estratégico de las rutas de la heroína. Una gran parte de los multimillonarios beneficios de las drogas están depositados en el sistema bancario occidental. La mayoría de los grandes bancos internacionales y sus filiales en los paraísos fiscales extranjeros blanquean enormes cantidades de narcodólares. El narcotráfico sólo puede progresar si los principales protagonistas implicados en las drogas tienen «amigos políticos en puestos relevantes». Empresas legales e ilegales se encuentran cada vez más interrelacionadas y la línea divisoria entre «hombres de negocios» y delincuentes se ha difuminado. A su vez, la relación entre delincuentes, políticos y miembros de la dirección de los servicios de inteligencia ha corrompido las estructuras del Estado y el papel de sus instituciones, incluido el ejército,» se lee en un informe de YVKE Mundial: Internacionales.
Ante la pasividad y tolerancia cómplices de Estados Unidos y la OTAN en el control del narcotráfico internacional, cabe mencionar que en el pasado 28 de marzo del año en curso, el Ministerio de Relaciones Exteriores de Rusia acusó a Estados Unidos de «connivencia» con los productores de drogas de Afganistán, al rehusarse a destruir los cultivos de amapola. De este modo, los funcionarios rusos expresan su creciente frustración ante la indisposición de Washington para tomar cualquier medida para parar la enorme producción de opio afgano, el cual está causando estragos al interior de Rusia y de Eurasia, y que financia a los terroristas yihadistas contra Rusia.
La manera de ver el asunto de los rusos y de Lyndon La Rouche, coinciden. La actual política sobre drogas del gobierno de Obama en Afganistán está allanando el camino a los terroristas. Es pertinente preguntar, ¿cuántos estadounidenses morirán, como resultado de esta política? La declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores ruso señala que desde febrero, los marinos estadounidenses se han adentrado en la provincia de Helmand, una de las principales regiones productoras de opio de Afganistán, pero le han dicho a los campesinos de la región que no van a destruir los cultivos de amapola que se encuentran en la estación de floración. «Creemos que tales declaraciones son contrarias a las decisiones tomadas en las Naciones Unidas, y otros foros intencionales, sobre los problemas del narcotráfico afgano», dice la declaración del Ministerio de Relaciones Exteriores ruso dado a conocer por la embajada en Kabul.
Si los efectivos de la OTAN no van a emprender actividades de erradicación de cultivos de drogas, deberían dar protección a los afganos para que lo hagan, dice el comunicado. Omitir la erradicación de plantíos de amapola «pasa por alto el hecho de que miles de personas mueren por la heroína… incluso en Afganistán», agrega el comunicado. «La ‘conmovedora’ preocupación por los agricultores afganos significa realmente, si no directamente, si ciertamente de modo indirecto una connivencia (con) los productores de droga», señala. El embajador ruso ante las Naciones Unidas, Vitaly Churkin, dijo ante el Consejo de Seguridad de la ONU que los comandantes estadounidenses y de la OTAN deben trabajar en la erradicación de cultivos de amapola. (Michel Chossudovsky. Traducido del inglés para La Haine por Felisa Sastre.)
En lo que se refiere al problema de las drogas, el periodista francés Laurent Laniel, en su artículo: América Latina: Mosaico cultural. Repères de culture générale en espagnol, Ellipses, Paris, 2005 (pp. 389-395), decía: «Por muchas razones, es a los Estados Unidos que el narco latinoamericano de carne y hueso debe su éxito económico y su legitimidad social en los países al sur del Río Bravo. A pesar del importante auge del consumo de sustancias ilícitas en el resto del mundo, América Latina incluida, desde principios de los años 90, los Estados Unidos siguen siendo el mercado nacional de consumo de drogas más grande del mundo, y por consiguiente el blanco principal del «narcoexportador» latino. Es el país donde se vende la mayor parte de su «gallo» (mariguana), su «perico» (cocaína) y su «chiva» (heroína). También es de los Estados Unidos de donde provienen la mayoría de las armas que el narco usa indiscriminadamente, y los bienes de consumo que alimentan su muy ostentador modo de vida».
La ley antidrogas y el racismo
El racismo que ha permeado la aplicación de las leyes antidrogas estadounidenses desde que fueron creadas en el último cuarto del siglo pasado y hasta el día de hoy, participa también, así fuera de manera indirecta, en el proceso de legitimación de los narcos en América Latina. En efecto, en comparación con su peso demográfico en la población total de Estados Unidos de alrededor de 300 millones, son pocos los estadounidenses blancos y protestantes de origen anglosajón, los «WASP», como se les designa en inglés, condenados a penas de prisión por delitos relacionados con las drogas. Al contrario, los estadounidenses negros y los de origen latinoamericano constituyen cerca del 60% de los presos por este tipo de delitos. Las leyes antidrogas aplicadas en los Estados Unidos desde mediados de los ochenta, y que el gobierno federal intenta generalizar al mundo entero empezando por América Latina, han transformado ese país en uno de los primeros en el mundo por el número de presos, tanto en términos absolutos que relativamente al total de sus habitantes. …Hoy en día, en los Estados Unidos, hay más hombres jóvenes negros sometidos a una u otra forma de control judicial por delitos relacionados a las drogas, que varones negros estudiando en las universidades del país. Ni el antiguo gobierno racista de la Sudáfrica del apartheid había logrado alcanzar las abrumadoras cifras carcelarias estadounidenses».
Pero este conflicto, en apariencia irremediable, no impide las alianzas tácticas, o incluso estratégicas, entre narcos latinos y «justicieros» estadounidenses, cuando ambos encuentran intereses comunes. Ese fue el caso durante la guerra en Nicaragua cuando, con el apoyo de la CIA, los guerrilleros de la Contra, que confrontaban al gobierno sandinista, financiaron una parte de su lucha con el tráfico de cocaína.
Desde un punto de vista global, se puede decir que el comercio de la droga genera riqueza, mientras que las políticas neoliberales aplicadas por la mayor parte de los gobiernos latinoamericanos desde la crisis de la deuda en los años 80, bajo la presión del Fondo Monetario Internacional (FMI) y del Banco Mundial (BM), han extendido la pobreza al concentrar la riqueza en las manos de pequeños grupos oligárquicos. Sin embargo, hay que matizar esta oposición entre un narcotráfico pródigo y un neoliberalismo empobrecedor. Ya que si una parte del narcomaná permite a ciertos sectores, sobre todo rurales, salvarse de la completa indigencia, la mayor parte se queda concentrada entre las manos de los «capos» del narcotráfico, las de sus socios en el comercio legal y la banca, y las de sus protectores políticos. A nivel macroeconómico, una vez que el lavado de dinero en Estados Unidos, América Latina, Europa o en los paraísos fiscales les han dado una fachada de respetabilidad, los narcodólares irrigan el sistema financiero internacional, participan al pago de la deuda y, por lo tanto, se insertan en la lógica del neoliberalismo.
Como todos los hombres de negocios que se respetan, los narcos han sabido tender lazos con las clases políticas, sobre todo mediante la financiación de campañas electorales e insertándose en las redes clientelistas que definen el juego político de muchos países latinoamericanos. Redes que, justamente, sufrían la amenaza de agotarse, ya que una gran parte de los recursos generados en América Latina se dirigía (y se sigue dirigiendo) hacia el norte, para pagar los préstamos. En algunos países, los narcos se volvieron políticos, y en otros, son los políticos los que se volvieron narcos. A tal punto, que muchas veces ya no se sabe muy bien quién es quien, sostenía Laniel. Por ejemplo, en México, se habla actualmente de «narcosistema», de «narcopolíticos» y de «narcodemocracia». Estos términos se trasladaron con mucha propiedad a Colombia, realidad que se acentuó en el gobierno ultraconservador de Uribe, aliado de Estados Unidos, cipayo del imperio.
En América Latina, a menudo se habla de la doble moral de Estados Unidos en su tan cacareada política antinarcóticos. Por una parte dice combatir a los narcotraficantes y por otra realiza negocios con el narcotráfico y estimula y corrompe a los políticos de las derechas que van a servir a sus intereses y les impele a utilizar los narcodólares para lograr ser electos y, una vez en el poder, aplican las recetas neoliberales del FMI y las políticas represivas y perfectamente ineficaces de la lucha contra «la droga» impuestas mediante la «narcodiplomacia» generada por Washington.
Estados Unidos y su política antinarcóticos no es más que una fachada que esconde los verdaderos objetivos imperiales: narcolavado para sustanciar su maltrecha economía, dominación política para someter a los países de América Latina, control social y político por medio de la DEA, la CIA y otras agencias de espionaje.de penetración imperial y socorrido pretexto para calumniar y desprestigiar a lo que llama «gobiernos indeseables» como son los de Nicaragua, Venezuela, Ecuador, Bolivia y Cuba a la cabeza de todos los «indeseables». A Estados Unidos le ha servido el narcotráfico para ocultar actividades clandestinas como la perpetración de golpes de Estado en Venezuela y Honduras o causar graves problemas secesionista o separatistas en Bolivia y Ecuador. En última instancia, al decir de Laniel «tenemos aquí un «cocktail» explosivo cuyos dos ingredientes principales son las políticas económicas, que concentran la riqueza y extienden la pobreza, y medidas de tipo judicial, que reprimen violentamente la criminalidad que la pobreza genera, pero sin nunca acabar con ella. El resultado es el crecimiento de la violencia que, al instalarse en la vida cotidiana, mantiene a las grandes ciudades latinoamericanas, ya de por si caóticas, y vastas regiones del campo, en un constante clima de terror y desconfianza.
Estados Unidos intensifica la propaganda de la lucha contra el narcotráfico internacional y pregona a los cuatro vientos que se preocupa de la seguridad regional y nacional de América, pero en realidad, los problemas de seguridad nacional y regional son usados por el imperio para proteger sus intereses geopolíticos y extender su dominio a través de una serie de acciones violatorias del derecho internacional y del derecho internacional humanitario. En realidad, tras la mascarada de la lucha antinarcóticos, Estados Unidos comete crímenes de lesa humanidad y genocidios imperdonables. Con la política antinarcóticos y de lucha contra el terrorismo internacional, en realidad extiende sus tentáculos para reforzar su presencia e influencia en nuestras patrias.
El cinismo imperial queda al descubierto cuando sus políticas antinarcóticos se orientan a influir en las esferas pronorteamericanas de cada país que se encuentran en las oligarquías y grupos de presión privilegiados y dominantes, en los partidos políticos de las derechas rancias y recalcitrantes, en los establecimientos de educación superior particulares o privados, en las organizaciones de la sociedad civil, en sectas religiosas proyanquis, en fuerzas policiales, fuerzas armadas y aparatos represivos del Estado. Esos sectores se convierten en una verdadera «quinta columna» desestabilizadora y destructora, al servicio de los intereses estadounidenses
Estados Unidos, para impulsar la penetración imperial, a más de los servicios de inteligencia o espionaje como la CIA, DEA, cuenta con organizaciones de inocente apariencia, tales como la USAID, NED, CARE, CARITAS, Cuerpos de Paz, entre muchas otras. Las agencias del imperio enmascaradas en programas de «ayuda humanitaria», en agencias de colaboración para el desarrollo y consolidación de la democracia al estilo yanqui, para la defensa de los derechos humanos y vigencia de las libertades públicas, son la punta de lanza para la dominación imperial, y así entregan financiamiento, asesorías, consultorías, herramientas tecnológicas, equipos policiales y militares a grupos y movimientos políticos opositores a los gobiernos «indeseables» o peligrosos para los objetivos yanquis.
La injerencia de Estados Unidos en los asuntos internos de las patrias latinoamericanas y del Caribe, se ejecuta por intermedio de los agentes de la DEA, CIA y otras agencias, incluso civiles, especialmente, y así el imperio financió, planificó, asesoró y dirigió el golpe de Estado contra el presidente Hugo Chávez de Venezuela en el mes de abril de 2002, el golpe de Estado contra el presidente Zelaya de Honduras, el ataque y bombardeo al campamento de Angostura con el que asesinaron al líder de las FARC, Raúl Reyes y 25 personas más. Desde luego, ese bombardeo a territorio ecuatoriano, efectuado con precisión y con el uso de alta tecnología, no podía ser ejecutado sólo por Colombia. Aviones, pilotos, satélites, bombas, radares, fueron de Estados Unidos.
Ese país gobernado por el títere Uribe, asumió la responsabilidad del ataque, pero la ejecución, fue de autoría intelectual y material de Estados Unidos ya que participaron agentes de la CIA, de la DEA y del Pentágono que informaron y ordenaron al DAS y Fuerzas Armadas y policiales colombianas, la posición, ubicación y personas que estaban en Angostura. Todo bajo el socorrido pretexto: la lucha contra el narcotráfico que sirve para ocultar el verdadero objetivo de Washington que consiste en la dominación neocolonial.
Plataforma de intervención
El narcotráfico internacional es la tapadera sabia y técnicamente montada para intervenir en nuestros países. Bolivia, Nicaragua, Honduras, México, Venezuela, Ecuador, Perú, Cuba, son testimonio viviente de esa bárbara tragedia. No existe un sólo país en donde no intervengan los agentes de la CIA o la DEA ya sea directamente o mediante acciones encubiertas o clandestinas. La guerra contra el narcotráfico se ha convertido en la bandera imperial que flamea en golpes de Estado, en dictaduras, en propaganda intensamente difundida por medios de comunicación social empresariales, en justificación para el secuestro de personas, ejecuciones extrajudiciales, desaparición forzosa de personas, asesinatos, extradiciones que sólo funcionan para el imperio. ¿Cuántos mafiosos o narcotraficantes estadounidenses han sido extraditados desde Estados Unidos hacia los países al sur del Río Bravo?
La DEA es la Agencia imperial para «combatir el narcotráfico», pero eso no le impide intervenir en otros asuntos que atañen sólo a nuestros países. Así como los agentes de la CIA penetran en las fuerzas armadas nacionales y ordenan más que generales criollos, así mismo los agentes de la DEA penetran en las fuerzas policiales y ordenan y mandan cuanto quieren a oficiales y tropas. La CIA y DEA ofenden la soberanía nacional con sus actuaciones prepotentes puesto que en todas sus operaciones son planificadas y ejecutadas en el interior de nuestras patrias, sin que siquiera tengan la cortesía de notificar a las autoridades nacionales, de sus acciones.. Simplemente ordenan y punto.
Los obedientes soldados y policías de todos los rangos se inclinan ante los agentes del imperio porque reciben becas para «estudiar» en Estados Unidos o porque reciben millares de dólares para algún tipo de programas o «ayudas» materiales: computadoras, teléfonos móviles, equipos de comunicación, equipos de intercepción de telefonía o internet y hasta lanchas rápidas y otros medios de transporte de segunda mano. Se conoció que tropas ecuatorianas fueron obsequiadas con uniformes todavía manchados con sangre de soldados yanquis muertos o heridos en Irak. Naturalmente que semejante obsequio fue rechazado. La «generosidad yanqui» no tiene límites morales o éticos.
Es tanta la doble moral de Estados Unidos que, periódicamente, levanta y difunde informes sobre la situación de la lucha contra el narcotráfico internacional en los que, por un lado, se constituye en paladín de ese combate y por otro tolera el ingreso de miles de toneladas de drogas y sustancias estupefacientes y sicotrópicas a su territorio, para satisfacer las demandas de sus 60 millones de consumidores y de paso incorporar a su economía millones y millones de narcodólares. Por un lado Estados Unidos se declara líder del combate al narcotráfico del que se beneficia, y por otro, con sus informes, trata de calumniar y desprestigiar a países y gobiernos «indeseables», a los que señala como permisivos del narcotráfico. Así, en reiteradas ocasiones ha tratado de inculpar al gobierno revolucionario de Cuba en el vil negocio del narcotráfico, pero tan alta es la moral de la Revolución Cubana que ni ellos mismo creen en sus infames e infundados «informes».
Estados Unidos en su cinismo no conoce de principios éticos en las relaciones internacionales. Con el uso del chantaje, inclusive, interviene en las Naciones Unidas y otros Organismos mundiales y regionales para manipular hechos y acontecimientos o forjar situaciones y resoluciones. Si sus cabildeos o trampas no dan resultado deciden forjar documentos e informes para engañar, mentir y atemorizar a los Estados a nivel planetario y, en especial, a nivel latinoamericano. A menudo acusa a los gobiernos latinoamericanos «indeseables», de incapaces e ineficaces en la lucha antinarcóticos y, en el colmo de la audacia, hasta amenaza con sanciones o con la suspensión de sus «generosas ayudas».
En el año 2009, como una demostración de su «eficaz lucha antinarcóticos», diseñada por su famosa National Drug Control Strategy, se atrevió a pregonar que el gobierno de Venezuela del presidente Hugo Chávez, es incapaz o no desea controlar el narcotráfico e indicó que «Venezuela renuncia a cooperar con los Estados Unidos para mejorar los esfuerzos en el combate contra el narcotráfico». Llegó a afirmar que Venezuela es utilizada en calidad de lugar estratégico para la distribución de narcóticos que son transportados hacia Europa por diferentes rutas de África Oriental y a Estados Unidos por las rutas del Caribe. Chávez respondió con la expulsión de los agentes de la DEA. Lo lógico es preguntar: si los Estados Unidos tienen esa información por qué no hacen nada para detener el tráfico ilícito de narcóticos?
No hay país que se salve del ojo crítico de Estados Unidos y de su inmenso rabo de paja. De Bolivia que está gobernada por el «indeseable» Evo Morales, dijo que ese país ha abierto nuevas vías para la resistencia efectiva del control de quienes suministran y comercian drogas y añadió que Evo Morales ha dado un claro ejemplo de que su gobierno no está interesado en la cooperación profunda con los Estados Unidos en la esfera del control del tráfico de drogas. Morales anunció que pensaba expulsar a la DEA y a la USAID de Bolivia.
Paulatinamente el mundo va enterándose del trasfondo del millonario negocio de los narcóticos y comprende la hipocresía de Estados Unidos en tan delicado asunto. Mientras se autoproclama baluarte de la lucha antinarcóticos para, con ese pretexto, penetrar en América Latina, en todos los organismos nacionales y multilaterales, en partidos políticos, fuerzas armadas y policiales, en Afganistán se muestra impasible y complaciente. En el fondo del problema, a Estados Unidos no le interesa la lucha frontal contra el narcotráfico a nivel mundial y tampoco le importa decidir que el verdadero peligro para la seguridad regional e internacional está en el execrable negocio del narcotráfico.
En el mes de diciembre de 2009, el periodista británico especializado en los problemas del narcotráfico internacional. Richard Clark, escribía un importante reportaje intitulado «United States of América, chief kiping in tie Afghanistán heroin trade» en el que destacaba que en realidad, en Afganistán, la guerra se decide entre los grupos del crimen organizado y concluía que las fuerzas militares de Estados Unidos ayudan a una parte en su lucha contra la otra parte dedicada al mismo negocio. «Si buscas al caudillo del comercio afgano de heroína, es a los Estados Unidos al que encontrarás» decía y añadía: «La misión americana se ha convertido en el paradigma de la mafia que envenena cada alianza militar y política en que entra Estados Unidos en connivencia con el régimen de marionetas de Kabul. En la realidad es una ocupación militar de gangsters, en la que los barones del narcotráfico ligados a Estados Unidos, deciden los puestos de jefes de las comisarías de policía y la ocupación de puestos clave en los controles fronterizos, mientras que sus adversarios en el negocio, se encuentran en las listas negras americanas que deben ser aniquilados o destruidos. El resultado de esa política antinarcóticos de Estados Unidos, es que Afganistán se ha convertido en la más grande plantación de opio del mundo, materia prima esencial de la heroína que representa el 92% del comercio mundial de heroína», concluía Clark en su destacado reportaje.
La denuncia de Clark se refuerza con la firme posición expresada por el diplomático canadiense Peter Dale Scott que en el año anterior publicó su análisis respecto del tráfico de heroína que fue difundido por : Global Researchr con el título: Afghanistán: Heorin Ravaged State en el que señala que la epidemia global del tráfico de heroína afgana no fue creado por Afganistán, sino por las fuerzas externas de ocupación militar; (léase: Estados Unidos y la OTAN), ante todo por la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos -CIA-. Sostuvo que después de la II Guerra Mundial, fue creada la CIA que, posteriormente, junto a la ausencia de resistencia de parte de los círculos dirigentes, se ha acostumbrado a utilizar a los mercaderes del narcotráfico en calidad de aliados para el desarrollo del lucrativo negocio del que son socios importantes. No hay ninguna base que permita pensar que la CIA ha renunciado a esta costumbre de traficar con narcóticos para su propio beneficio y para provecho del imperio. La consecuencia destructiva de esa práctica nociva, es la consolidación del narcotráfico a nivel global. Se podría decir que los objetivos de la CIA y del imperio se alcanzan si se estudia las estadísticas que demuestra que la producción y consumo de drogas ilícitas a nivel planetario se incrementa. En suma, la política antinarcóticos de Estados Unidos es un monumental fracaso, o ¿acaso ese es el verdadero objetivo del imperio?
Es una realidad que las plantaciones de coca aumentan en Colombia. El narcotráfico se extiende por toda América Latina, desde México que sufre las criminales consecuencias de ese ilícito como lucrativo negocio que deja ya un saldo trágico de miles de muertos, hasta la Patagonia. En todas partes, Estados Unidos despliega tropas o instala o se apodera de base militares, dizque para luchar contra el narcotráfico que, gracias a los mismos Estados Unidos, se expande y se consolida. En palabras del diplomático canadiense Scott, se podría decir que la producción de narcóticos ha crecido en forma incontrolable en Birmania, Tailandia, Laos, Afganistán y Colombia, siempre con la presencia de tropas, diplomáticos y civiles estadounidenses.
Es importante conocer la información del diplomático Scott, cuando sostiene que con el apoyo directo de los servicios especiales estadounidenses, (CIA, DEA, Comunidad de Inteligencia) en el tráfico de la heroína afgana, el negocio está asegurado. Scott afirma que el desarrollo del narcotráfico se liga estrechamente a la ineficacia de las políticas y esfuerzos de los estadounidenses en la lucha contra el narcotráfico. Añadía que la destrucción de laboratorios fue siempre fue una salida evidente, como para ejemplificar su «eficaz combate», pero siempre también, procuraba evitar causar daños irreparables al negocio.
Es indudable que los agentes de la CIA y de la DEA son socios del narcotráfico y del crimen organizado, o por lo menos mantienen estrechos enlaces de cooperación en el sucio negocio. Estados Unidos y la CIA se han hecho de la vista gorda en la producción de opio y heroína por parte de los parientes del Presidente de Afganistán, que es un títere puesto y protegido por Estados Unidos.
Así mismo, en América Latina, la CIA, DEA y hasta diplomáticos y militares de diverso rango han participado en el narcotráfico en sus diferentes etapas y niveles. Scott diría que altos funcionarios de la Casa Blanca persisten en mantener relaciones importantes con el narcotráfico tanto en América Latina como en Afganistán. Enfáticamente concluye que nadie debe esperar que el actual gobierno de Obama, ya sea en sus acciones o políticas, estén dirigidas a la lucha seria contra el narcotráfico.
El problema es de extrema gravedad porque ya se deduce la guerra global contra el narcotráfico será ganada por el crimen organizado, por la mafias asentadas en territorio estadounidense con sus múltiples brazos que se extienden hasta Afganistán, Extremo Oriente y América Latina.
Estados Unidos no quiere o no puede resolver el conflicto afgano o lucha contra el terrorismo internacional. En este campo, todas sus acciones bélicas se encaminan a dilatar el conflicto para justificar su presencia militar con sus aliados de la OTAN. En la realidad no ocurren los prometidos cambios socio-políticos al estilo de Washington, y al final de la sangrienta jornada, será Afganistán el que derrote al imperio, tal como ya ocurrió en Vietnam. Seguramente serán la CIA y la DEA, en calidad de agencias del imperio, las que protegerán y defenderán el írrito negocio de la heroína afgana y de la coca colombiana.
El imperio y sus agencias consolidan el narcotráfico a nivel planetario y América Latina se desangra a favor del negocio, para mayor gloria y beneficio de Washington. Desde el Río Bravo en el norte hasta la Tierra del Fuego en el Sur, el narcotráfico será uno de los dos principales riesgos en seguridad para Latinoamérica. «Cada uno de los países de la región soportará escándalos de corrupción institucional a todo nivel; el lavado de dinero y la vinculación de empleados en redes del narcotráfico serán las principales amenazas delincuenciales.
Como consecuencia del narcotráfico, Ecuador y Colombia, con las FARC de por medio, mantienen un conflicto no resuelto. Venezuela y Colombia desarrollan un conflicto con amenazas bélicas para alegría del imperio; Bolivia ve amenazada su economía por el narcotráfico y por el imperio, y por la adquisición de aviones y helicópteros militares; Brasil, Argentina, Chile, Paraguay y Uruguay ven que se incrementa la pobreza en la misma medida en que crece la inseguridad generada por los narcotraficantes; en Centro América la inseguridad ciudadana, la inestabilidad política y el decrecimiento de la economía crecen al socaire de los negocios de las mafias; México se desangra por la acción criminal de los carteles del narcotráfico y de mafias mexicano-estadounidenses.
No se puede hablar del narcotráfico en América Latina, Afganistán y Asia, sin ubicarlo en el contexto actual de la globalización liderada por Estados Unidos. «Uno de los fenómenos surgidos a raíz de los procesos de globalización y que afecta a la economía, la política y seguridad nacionales e internacionales y a la sociedad en general lo constituye el «delito global, la interconexión de poderosas organizaciones criminales y sus asociados en actividades conjuntas por todo el planeta». La red de vínculos forjada entre las bandas criminales organizadas o mafias en diferentes partes del mundo constituye un aspecto novedoso e importante en la economía política internacional. Según estimaciones de Naciones Unidas, los «sindicatos organizados del crimen» ingresan 1,5 billones de dólares por año, cifra con la que prácticamente se podría cancelar la deuda externa mundial, expresaba el analista Marulanda.
¿Quién está detrás de tan fabuloso negocio? Estados Unidos y sus criminales agencias, mientras nuestros pueblos se desangran y mueren en medio de la pobreza-miseria, de la insalubridad, la carencia de obras de infraestructura, el analfabetismo, la violencia criminal, la inseguridad que nacen y crecen a la sombra de empresa ilegales y carteles del narcotráfico, según numerosa pruebas, protegidos por Estados Unidos.