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La presión de EE.UU. sobre Pakistán se equivoca de objetivo

Fuentes: Asia Times Online

Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens

Al hacerse cargo del comando de la guerra en Afganistán, el general estadounidense David Petraeus realizó también ajustes a su enfoque al otro lado de la frontera, en Pakistán, donde se insta al gobierno a tomar enérgicas medidas contra grupos extremistas en un esfuerzo por aislar a al-Qaida.

El coordinador para contraterrorismo del Departamento de Estado de EE.UU., Daniel Benjamin, quien tiene el rango de embajador con deberes múltiples, encabezó una delegación de funcionarios de contraterrorismo e inteligencia para otra vuelta de diálogo estratégico que tuvo lugar el jueves en la capital Islamabad.

El mensaje que transmitió fue que Pakistán tiene que aumentar la presión sobre grupos extremistas que florecen en su suelo con ayuda de al-Qaida para impedir ataques terroristas dentro y fuera de Pakistán.

Desde que Pakistán se unió a la «guerra contra el terror» dirigida por EE.UU. después del 11 de septiembre de 2001, las autoridades han prohibido formalmente numerosos grupos yihadistas, pero estos han seguido operando.

«La participación de Lashkar-e-Taiba [LeT] en los ataques en Mumbai muestra las ambiciones globales de la organización», dijo Benjamin durante una información en la embajada de EE.UU. LeT es el grupo paquistaní prohibido que estuvo implicado en los devastadores ataques en la ciudad india de Mumbai en noviembre de 2008 perpetrados por diez hombres armados. Murieron más de 170 personas, incluidos nueve atacantes.

LeT «parece tener una mezcla muy compleja de objetivos interiores e internacionales» dijo Benjamin. «Estamos trabajando con autoridades civiles de Pakistán para profundizar la investigación de esta organización, pero definitivamente LeT mantiene un cierto nivel de conexiones con al-Qaida». Agregó que ciertos ciudadanos alemanes y turcos en las áreas tribales paquistaníes constituyen una potencial amenaza transnacional.

Como Pakistán está dando largas al inicio de una ofensiva militar contra militantes en el área tribal de Waziristán del Norte, las conversaciones del jueves se centraron en medidas antiterroristas conjuntas y el intercambio de inteligencia contra grupos que operan en centros urbanos de Pakistán.

El tema ha cobrado más urgencia con los incidentes que involucraron a David Headley, Najibullah Zazi, Zarein Ahmedzay y Faisal Shahzad y el arresto esta semana de presuntos miembros afiliados a al-Qaida en Noruega. La policía de Oslo arrestó a un uigur de China, un iraquí y un uzbeko en conexión con un complot para atentar contra objetivos en Noruega. Se dijo que los individuos tenían vínculos con al-Qaida.

Headley, un paquistaní basado en Chicago, se ha declarado culpable de conspiración con LeT respecto a los ataques de Mumbai. Zazi y Ahmedzay se han declarado culpables de planificar la realización de atentados suicidas en Nueva York utilizando artefactos explosivos improvisados. Faisal Shahzad, nacido en Pakistán, se ha declarado culpable de haber recibido fondos y entrenamiento de los talibanes en Pakistán para detonar una bomba en Times Square en Nueva York el pasado mayo.

Los varios grupos yihadistas paquistaníes que se prohibieron después del 11 de septiembre -en su mayoría habían actuado en la Cachemira administrada por India- son el objetivo de las medidas que quiere EE.UU. Incluyen a varios miles de personas que pertenecen a LeT, Jaish-e-Mohammad y los Muyahidines Harkul de varias ciudades paquistaníes

Es comprensible que EE.UU. quiera bloquear en el origen a potenciales atacantes contra ciudades estadounidenses o europeas; sin embargo, el verdadero peligro que emana de Pakistán no proviene tanto de yihadistas basados en las ciudades, sino de al-Qaida y sus afiliados, que se encuentran en las montañas del Hindu Kush donde, entre otras cosas, se entrena a los reclutas.

Desde 2008 se lanzaron sucesivas campañas en las provincias Kunar y Nuristán en Afganistán y en las áreas tribales Mohmand y Bajaur, al otro lado de la frontera en Pakistán, pero los combatientes todavía controlan regiones claves tanto en Pakistán como en Afganistán.

De la misma manera, aunque se considera que Waziristán del Norte es la base global de al-Qaida, hay zonas de Waziristán del Sur, bajo el comando de Haji Nazir -a quien Pakistán se refiere como «buen talibán»- que albergan a varios grupos árabes, al-Qaida y no pertenecientes a al-Qaida.

Hablando en un foro público la semana pasada, el director del Centro Nacional de Contraterrorismo de EE.UU., Michael Leite, afirmó que los ataques de drones y las incursiones habían devastado a al-Qaida. «Ahora la organización ha sido reducida a entre 50 y 100 miembros auténticos dentro de Afganistán y aproximadamente 300 operativos en Pakistán» dijo Leiter.

Sin embargo, esto pasa por alto el hecho de que más de 1.000 árabe parlantes viven en las áreas tribales y que al-Qaida puede utilizarlos cuando sea necesario. El último ejemplo es el egipcio Sheikh Fateh al-Misri, nuevo número tres de al-Qaida y jefe de operaciones en Afganistán. Anteriormente no tenía vínculos directos con al-Qaida.

Estos son los objetivos que EE.UU. tendría que eliminar, pero está presionando a Pakistán para que persiga a yihadistas en las ciudades. Esto coloca a Islamabad en una posición difícil, ya que ha separado tradicionalmente a los grupos yihadistas (muchos de los cuales ha formado) de fuerzas contrarias al Estado como al-Qaida, e incluso los ha utilizado contra al-Qaida.

Por ejemplo, LeT ahora califica públicamente a al-Qaida de takfiri (declaración de herejes de musulmanes) y es un arma ideológica efectiva que fuerzas estatales desacrediten a al-Qaida como un resistencia musulmana global contra Occidente.

Si en esta coyuntura Pakistán es obligado a emprender acciones contra estructuras yihadistas formales, perdería su apoyo, aislando aún más al establishment paquistaní en su guerra -y la de EE.UU.- contra al-Qaida.

Syed Saleem Shahzad es jefe de la Sección Pakistán de Asia Times Online. Para contactos escriba a [email protected]

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Fuente: http://www.atimes.com/atimes/South_Asia/LG10Df01.html

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