Mientras en Estados Unidos se producen avances históricos del movimiento social a través de Ocupa Wall Street, que cuenta con la solidaridad y participación de la Federación Americana del Trabajo – Congreso de Organizaciones Industriales (AFL-CIO, por sus siglas en inglés), el gobierno usamericano, por conducto de su Departamento de Justicia y sus órganos de […]
Mientras en Estados Unidos se producen avances históricos del movimiento social a través de Ocupa Wall Street, que cuenta con la solidaridad y participación de la Federación Americana del Trabajo – Congreso de Organizaciones Industriales (AFL-CIO, por sus siglas en inglés), el gobierno usamericano, por conducto de su Departamento de Justicia y sus órganos de seguridad, espionaje y provocación, «descubre» un complot para asesinar a Adel al-Jubeir, embajador de Arabia Saudita en Washington, «organizado» por un tal Manssor Arbabsiar, ciudadano estadunidense de origen persa, y Gholam Shakuri, dizque militante de la Fuerza Qods (Jerusalén) del Cuerpo de Guardias Revolucionarios Islámicos de Irán, asentado en Teherán.
Contra todas las reglas de la clandestinidad, Manssor Arbabsiar entra en relaciones con un capo mexicano del narcotráfico, que es en realidad un oreja de la Administración de Cumplimiento de Leyes sobre las Drogas (DEA, por sus siglas en inglés), con quien llega a acuerdos peliculescos y envía enormes cantidades de dólares por el sistema bancario norteamericano. Así, con el guión de un churro de Hollywood, los gringos arman una provocación contra Irán, con el apoyo descarado del gobierno de facto de Felipe Calderón Hinojosa.
Conforme a las notas de las agencias internacionales de prensa y del reportero David Brooks, del diario La Jornada, el señor Eric Holder, procurador general de EU, informó el pasado 11 de octubre, lo siguiente: el gobierno yanqui descubrió y desbarató un complot de la República Islámica de Irán para cometer un asesinato en la persona de Adel al-Jubeir, embajador saudita en la capital gabacha. El atentado fue frustrado, según la lógica provocadora del Imperio, gracias a la intervención de un topo de la DEA que está trabajando en un cártel mexicano de la droga. Sin la presencia de este confidente providencial, según los guerreristas del norte, ¡quién sabe qué hubiera ocurrido!
Manssor Arbabsiar, de 56 años de edad, y Gholam Shakuri, miembro de la Fuerza Qods del Cuerpo de Guardias Revolucionarios Islámicos de Irán, avecindado en Teherán, son acusados por la administración de Barack H. Obama de conspiración para cometer varios delitos graves, entre ellos asesinato y un acto de terrorismo internacional, que ejecutarían, de acuerdo con los científicos especializados en recrear hechos que jamás ocurrieron, sicarios de un cártel de narcotraficantes de la República Mexicana.
Para liquidar al diplomático árabe, los dos antes acusados por el Departamento de Justicia de la Unión Americana suscribieron un arreglo con un capo de un cártel mexicano de la droga por el pago de un millón y medio de dólares, pero –el hecho de factura seguramente divina– resultó que el contlapache de aquende el río Bravo era un agente infiltrado de la DEA en las filas de una empresa lumpen-burguesa dedicada a la acumulación de capital mediante el cómodo expediente del narcotráfico, que, salta a la vista, buscan regular y controlar los vecinos septentrionales.
Naturalmente, nadie en su sano juicio cree estos cuentos infantiles de los mayores organizadores de guerras de agresión, bloqueos económicos y «acciones humanitarias» contra países que no siguen el bastón de mando de Estados Unidos; de asesinatos de dirigentes revolucionarios y de actos terroristas contra Cuba, Libia, Pakistán y otros Estados soberanos; de bandas criminales contrarrevolucionarias como la Renamo (Resistencia Nacional Mozambiqueña o Resistência Nacional Moçambicana, en portugués), la UNITA (Unión Nacional para la Independencia Total de Angola) y el FNLA (Frente Nacional para la Liberación de Angola); de golpes de estado en Brasil, Argentina, Chile, Guatemala, Honduras, Congo, Vietnam, Kampuchea y otros países de América Latina, Asia y África.
Nadie cree en esos cuentos, salvo el gobierno de facto de Felipe Calderón Hinojosa, que se embarca de manera injustificada en la provocación gringa contra el pacífico pueblo de Irán, que a nadie agrede ni provoca.
El señor Julián Ventura, subsecretario mexicano de Relaciones Exteriores para América del Norte, dio a conocer que el 28 de septiembre retropróximo elementos del Instituto Nacional de Migración –instancia que trata con delicadeza y atención a los hermanos de Centroamérica– no permitieron el paso a la República Mexicana de Manssor Arbabsiar, el cual estaba sujeto a una orden de aprehensión de un tribunal de justicia del vecino del norte. El INM, ni tardo ni perezoso y en clara coordinación con el gobierno de Obama, lanzó una alerta internacional e hizo retornar al ciudadano estadunidense de origen iraní a las tierras de allende el río Bravo, donde fue puesto tras las rejas.
Posteriormente, Barack H. Obama pasó a ratificar las acusaciones contra Irán, a lanzar amenazas a diestro y siniestro, y a «prometer» que no descartaba ninguna medida contra el pueblo iraní, a la vez que felicitaba a su «socio» Felipe Calderón. Éste, por su parte, se comprometió a no descansar en su lucha contra el terrorismo y a compartir responsabilidades y tareas con los gabachos. Otros funcionarios, ex gobernantes, militares, políticos y policías de Estados Unidos también se comprometieron a emprender todas las acciones «necesarias» contra el pueblo de Irán.
No hay por qué asombrarse. Es de sobra sabido que los políticos usamericanos difunden con gran profusión que los enemigos de EU, verdaderos o supuestos, tienen presuntos nexos que los hermanan. De este modo, inventan alianzas, conspiraciones y «ejes del mal» conforme a las necesidades del momento del imperialismo norteamericano. Los pretextos sobran, independientemente de su riña con la lógica.
Los hegemones gringos hace rato que vienen refiriéndose a posibles alianzas de los cárteles mexicanos del narcotráfico y las organizaciones terroristas del Medio Oriente. Entre otros funcionarios y políticos gabachos practicantes del futurismo militarista e intervencionista contra México, cabe señalar a Janet Napolitano, Hillary Clinton, James Clapper, Michael McCaul y Rick Perry. Estos halcones de los monopolios y la administración actual de la Unión Americana, sin la más mínima prueba sustentada en hechos, han hablado y hablan con extrema ligereza y con intensos deseos de promover aventuras bélicas, de la existencia de una insurgencia de los barones de la droga y un narcoterrorismo. Debe inferirse que están creando las condiciones psicológicas para futuras invasiones y acciones de guerra en México, con una sumisión desconocida antes en nuestras tierras del panismo gobernante.
Las burradas ilógicas de Holder, Clinton y Obama son eso: burradas, pero en el contexto del intervencionismo creciente de EU en la falsa «guerra contra el narcotráfico» en México, con base en la claudicación del gobierno espurio de Felipe Calderón Hinojosa en asuntos de información y seguridad, esas burradas constituyen un buen pretexto para profundizar la invasión silenciosa de agencias de inteligencia, espías, provocadores, «asesores» militares y policíacos, mercenarios («contratistas») y miembros «retirados» del Ejército genocida de EU que tantas muertes, robos, destrozos y destrucción han causado en nuestra patria.
Con una irresponsabilidad de proyanqui al estilo del panameño Guillermo Endara Galimany, el colombiano Álvaro Uribe Vélez, el guatemalteco Carlos Castillo Armas, el survietnamita Nguyen Cao Ky, el surcoreano Syngman Rhee y el afgano Abd El Hamid Karzai, Felipe Calderón se prestó a participar en una burda provocación criminal contra la República Islámica de Irán, supuestamente abortando un complot iraní; recrudeció binacionalmente la lucha contra uno de los grupos delicuenciales del narcotráfico; envolvió a nuestro país en proyectos provocadores y guerreristas de Obama y compañía, y quiso aparecer, en forma por demás ridícula, como un campeón de la justicia.
Con una enorme desvergüenza, Calderón hizo gala de sumisión frente a la superpotencia al sur de Canadá, suministrando «pruebas» al imperialismo contra Irán. Con ello, fortaleció la idea de los intervencionistas angloamericanos de que la «guerra contra el narcotráfico» en México forma parte de la seguridad interna del gran genocida del septentrión americano.
Sin embargo, el politiquillo que ilegítimamente es inquilino de Los Pinos no podrá, de seguro, salvar de la derrota en 2012 al Partido Acción Nacional, pese al apoyo de las trasnacionales y el gobierno estadunidenses, de la gran burguesía mexicana y de los monopolios españoles. Los ciudadanos mexicanos, mayoritariamente, le aplicarán a este organismo de la ultraderecha el voto de castigo. Para el país, constituirá, sin duda, un gran avance.
No son exageraciones los señalamientos anteriores, pues en fechas recientes altos funcionarios y políticos del gobierno noramericano hacen constante referencia a una supuesta narcoinsurgencia en México, a la existencia de un llamado narcoterrorismo y a un imaginaria posible alianza de Al Qaeda y los cárteles mexicanos de la droga, estos últimos avituallados por el propio gobierno yanqui, como queda demostrado con los operativos Rápido y furioso y Receptor abierto, organizados por la Oficina de Control de Alcohol, Tabaco, Armas de Fuego y Explosivos (ATF, por sus siglas en inglés), de Estados Unidos, entre 2009 y 2010, el primero, y entre 2006 y 2007, el segundo.
No se necesita gran sapiencia para determinar el carácter provocador del supuesto intento de acto terrorista de la República Islámica de Irán, por lo que debe ser denunciado por todas las fuerzas progresistas de México, América Latina, Estados Unidos, España y el resto del mundo. Es menester detener a los guerreristas, aunque hayan obtenido el Premio Nobel de la Paz.
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