Las cinco repúblicas de Asia Central, conocidas en algunos medios como los «stán», adquirieron la independencia hace ahora veinte años, tras la desintegración del espacio soviético. El colapso de la Unión Soviética dio pie a la articulación de una nueva realidad en una región que ya en el pasado fue el epicentro del llamado «Gran […]
Las cinco repúblicas de Asia Central, conocidas en algunos medios como los «stán», adquirieron la independencia hace ahora veinte años, tras la desintegración del espacio soviético. El colapso de la Unión Soviética dio pie a la articulación de una nueva realidad en una región que ya en el pasado fue el epicentro del llamado «Gran Juego» en las relaciones internacionales y geopolíticas, sobre todo por las disputas que en torno al control de la zona mantuvieron las potencias mundiales del momento, y que en los años finales del siglo XX se volverá a reeditar.
El nuevo panorama que se presentará estará en buena medida por la sucesión de unos acontecimientos que diseñarán el panorama futuro de los cinco estados. Enfrentamientos interétnicos, una insurgencia islamista capaz de desafiar a los gobiernos de las repúblicas, la necesidad de articular mecanismos que identifiquen a las poblaciones locales con las nuevas realidades estatales, y también hacer frente a una nueva realidad económica radicalmente distinta a la vivida en los años de la Unión Soviética.
En esos primeros años, mientras la mayoría del mundo se centraba en la desintegración de Yugoslavia, o en los conflictos de Argelia y Afganistán, Asia Central asistía a un abanico de enfrentamientos que puso contra las cuerdas a las recién nacidas repúblicas asiáticas. Revueltas en Kirguizistán, protestas y enfrentamientos antigubernamentales en Uzbekistán, la guerra civil en Tayikistán, o las disputas en torno al Valle de Fergana, y sobre todo un evidente deterioro de la seguridad y el nivel de vida para buena parte de las poblaciones locales.
Y será en torno al 11-S y a la centralidad que adquiere en ese momento Afganistán cuando algunos medios comienzan a «descubrir» la existencia de ese «Gran Juego» que se estaba disputando en torno a esos estados, desconocidos para buena parte de Occidente y centro de tópicos y bromas posteriores (¿quién no se acuerda de la recurrente y lograda viñeta de Tasio?) con el paso del tiempo irán adquiriendo un nuevo peso en el complicado tablero regional.
El panorama que se ha encontrado en estos años puede calificarse como desolador en muchos sentidos. Las imágenes propias de un declive evidente se encuentran en el abandono de fábricas, escuelas, hospitales, instalaciones eléctricas (los cortes de luz se han convertido en algo habitual en determinadas zonas) o carreteras. Junto a ello la constatación de que cada vez escasea en mayor grado la presencia de personal cualificado para esos sectores, ya que a la poca inversión de los gobiernos se une la salida del país de muchos cuadros preparados.
Tampoco hay que olvidar la persistente corrupción que afecta a buena parte de las estructuras de los nuevos estados, con especial hincapié en la de determinados sectores de las fuerzas de seguridad. El ejemplo de los llamados «gaishniki» (nombre ruso de la antigua policía de tráfico), que no dudan en multar a los ciudadanos, evitando emitir el recibo de la sanción, y de esa manera lograr unos pequeños ingresos extras es una situación que se repite en las carreteras de los cinco estados.
Por su parte, la llamada transición política en la zona ha supuesto la transformación de buena parte de las viejas élites que han sabido dotarse de nuevos mecanismos para mantenerse en el poder. Apoyándose en la fidelidad de familias o clanes, tejiendo toda una red de apoyos en base a «servicios pagados», estos dirigentes han logrado apropiarse de las riquezas de sus países, e incluso destinar las ayudas internacionales apara su propio beneficio. El control de sectores claves (gas natural, petróleo, algodón, hidroelectricidad, aluminio) les ha permitido a eso reducidos grupos mantener sus posiciones privilegiadas y continuar enriqueciéndose, mostrando una realidad donde unos pocos reciben los beneficios mientras que la mayor parte de la población es relegada del reparto de las riquezas que hay en sus respectivos países.
Otro aspecto muy importante y que en ocasiones pasa más desapercibido es la significancia que adquieren en este nuevo contexto los bazares y mercados locales. Históricamente éstos han sido el centro de buena parte de las relaciones entre la población local. Por un lado juegan un evidente papel económico para la mayoría de la gente, y al mismo tiempo se produce un movimiento e intercambio de materias y opiniones que escapa al control de las autoridades.
Esta capacidad de actuar al margen del control de la autoridad central preocupa a las élites del poder, que no han dudado en «ubicar algunos de estos mercados en las afueras de las ciudades, poniéndolos además bajo el control de algún grupo de interés o aliado del gobierno (como ha ocurrido con el mercado de Kurgan-Tyube en Tayikistán), y en otras ocasiones cerrando los mismos, bajo excusas de ?modernización? y nuevas urbanizaciones (como el mercado de Tashkent en Uzbekistán)».
Como señalaba un reputado analista, la región asiste a «una estrecha relación entre el declive generalizado y la potencialidad en aumento de un futuro más conflictivo». Y recientes acontecimientos parecen reforzar dicha teoría, como la dura represión del gobierno uzbeco hace unos años en Andijan, la violencia interétnica en Osh (Kirguizistán) el aumento de los ataques armados de la insurgencia islamista en torno a la garganta de Kamarob (Tayikistán).
A día de hoy el panorama en torno a las repúblicas de Asia Central está marcado por la crisis económica, la explotación de las ricas reservas energéticas, el auge del islamismo político más radicalizado, los movimientos migratorios, la corrupción, el tráfico de drogas, la inestabilidad política y sobre todo por los movimientos que en la región están realizando terceros actores (Rusia, China y EEUU, principalmente) y las repercusiones que en la misma puede tener el conflicto que se vive hoy en día en Afganistán.
En esa esfera internacional, donde el llamado «Gran Juego» cobra mayor relevancia, se observa cómo Rusia lleva algún tiempo intentando recomponer su área de influencia en la región. Los proyectos de la llamada «Unión Aduanera» y la «Unión Euroasiática» buscan apuntalar la presencia rusa en Asia Central, aunque en ocasiones se encuentra con la oposición de algunos dirigentes locales, como en Uzbekistán o Tayikistán.
Moscú también enfoca la situación en clave militar, consciente de los acuerdos para mantener sus bases en la zona, y temeroso de la importancia de esos estados ante un hipotético efecto dominó, que desde Afganistán se expanda hacia estos estados y acabe aumentando la tensión en torno a la explosiva zona del Cáucaso.
Por su parte, los dirigentes chinos llevan tiempo mostrando su interés y atención hacia la zona. También asisten con temor a las posibles influencias que cualquier cambio en ésta pueda tener sobre la población uighur, siempre dentro de una clave de la seguridad en sentido amplio, pero sin olvidar tampoco la posibilidad de intercambios comerciales (ventajosos para el mercado chino en expansión) o el apreciado negocio en torno a los hidrocarburos.
Estados Unidos también es consciente de la importancia regional para sus propios intereses. «Evitar el auge de Rusia o China, mantener el acceso a los recurso energéticos, frenar la expansión del islamismo militante que podría extenderse hacia Turquía u otras regiones» son algunas de las prioridades de Washington a la hora de diseñar su política de cara a Asia Central.
La fotografía más reciente de los stán
Kazajstán
El pasado día 16 esta república celebró el decimosexto aniversario de la independencia. La transformación que ha tenido lugar en estos años se puede ver sobre todo en la capital, Astana, donde las inversiones para convertirla en un lugar atractivo, una «especie de puente entre Europa y Asia» reflejan las intenciones de los actuales gobernantes. La posibilidad que otorga la inmensa riqueza petrolera y de otras fuentes energéticas ha sido clave para entender la situación.
Considerada como la más estable de la zona, eso no es óbice para que tenga que afrontar importantes retos y obstáculos. La privatización de sectores como sanidad o educación, la crisis identitaria de la población rusa, la corrupción o la situación geopolítica, con los principales actores extranjeros incidiendo en la zona.
Una de las bazas que juega el régimen son las transformaciones ejecutadas, como el nuevo puerto de Aktau, la red ferroviaria que enlaza las principales ciudades y que permite accesos hacia China. El próximo día 15 de enero tendrán lugar elecciones parlamentarias, y todos los analistas coinciden en señalar la victoria más que probables del partido Nur OTAN, del presidente Nursultan Nazarbayev. Se presentan otras ocho formaciones que aspiran a entrar a la cámara por primera vez. Las fuentes locales señalan también que habrá que ver la incidencia de las protestas rusas y el relativo fracaso de Rusia Unida pueden tener en esta cita electoral.
En los últimos meses, la «pacífica» república kazaja está siendo afectada por protestas, como la de los trabajadores del sector petrolífero de la ciudad petrolera de Zhanaozen, así como diversos ataques mortales desde octubre contra policías y militares, cuyas autorías algunos apuntan hacia el grupo islamista Jund al-Khilafa.
Kirguizistán
Atrás queda la celebración de algunos en torno a la «revolución de los tulipanes» de 2005, enmarcada en las llamadas revoluciones coloristas que buscaban un cambio de régimen en distintos estados del antiguo espacio soviético. La ineficacia y la corrupción de los nuevos dirigentes mostraron el fracaso de dichos movimientos.
La reciente elección presidencial puede permitir una nueva coalición parlamentaria, que acabe con las incertidumbres de varios meses. Ante la necesidad de afrontar la política económica del país y una reforma judicial, se hace imprescindible una cierta estabilidad política. Los intereses de las cinco formaciones con representación parlamentaria han estado dificultando cualquier acuerdo, sin embargo muchos observadores aprecian una situación más estable que hace un año.
Las diferencias locales, en ocasiones presentadas como enfrentamientos interétnicos (como los del pasado mes de junio en el sur del estado), son uno de los problemas que deberán seguir afrontando las autoridades de la república en los próximos meses.
Tayikistán
Considerado como el menos desarrollado de los estados de la región, muchos señalan que podemos estar cerca de una especie de colapso del sistema, con grandes dificultades en el sector energético (los cortes de luz en invierno afectan cada vez a más zonas), con mayor presencia de movimientos insurgentes y un estado de corte autocrático.
El deterioro de las relaciones con Rusia, con la detención de dos pilotos rusos acusados de contrabando, junto a la deportación de emigrantes tayikos, añade más desconcierto a la actual situación.
El actual presidente, Emomali Rakhmon, ha intentado reconducir la relación con Moscú, pero de momento no se ha materializado de manera clara. Por otro lado, son cada vez más las denuncias que diferentes organismos de defensa de los derechos humanos lanzan contra el régimen tayiko. Según esas fuentes, «la brutalidad y la tortura contra supuestos narcotraficantes o militantes islamistas es usada comúnmente», y en muchas ocasiones esas actuaciones «no son denunciadas dada la percepción de impunidad que se atribuye a las fuerzas de seguridad».
Turkmenistán
También en este país se celebran elecciones el próximo mes de febrero, y en las mismas nuevamente se cree que resultará vencedor el actual presidente, Gurbanguly Berdymuhammedov. Los otros siete candidatos nominados «proceden de gobierno locales o de la industria, y cuentan con el beneplácito o autorización del gobierno central».
Según denuncian algunos observadores, se trataría con esa maniobra de dotar de una cierta credibilidad a los comicios, aunque la mayoría de la población no duda del aplastante triunfo de Berdymuhammedov.
La riqueza de este estado le ha permitido hasta el momento mantenerse en una situación relativamente privilegiada frente a otros vecinos, sin embargo ya se empiezan a observar algunas tendencias negativas que se vienen produciendo desde hace tiempo en los estados de Asia Central.
Uzbekistán
El presidente uzbeco, Islam Karimov, es junto al máximo dignatario kazajo, el único líder de la región que ya estaba en el poder cuando se materializó la disolución del espacio soviético. Karimov ha logrado mantener un sistema político basado en los clanes y en las relaciones clientelistas, y todo ello en las diferentes regiones del país.
Con una economía centralizada y basada sobre todo en la producción de algodón (el llamado oro blanco uzbeco), Uzbekistán ha mantenido una posición muy severa contra la disidencia de todo tipo, sobre todo con las expresiones de islamismo político de algunas zonas. Al mismo tiempo mantiene serias diferencias con Tayikistán en materia de agua y recursos energéticos, rodeado en muchas ocasiones de chistes y tópicos despectivos hacia sus vecinos.
A medio o largo plazo hay quien señala la futura sucesión de Karimov como una situación que puede dar pie a una realidad conflictiva, con divisiones dentro de la élite del poder, oportunidades para que el islamismo militante juegue sus bazas, y todo ello con un importante crecimiento demográfico, y con la tendencia de los últimos años de la población de desplazarse hacia los centros urbanos.
Y a corto plazo, los recientes atentados contra la línea ferroviaria que une esta república con Tayikistán, pueden indicar la reaparición de esas manifestaciones islamistas armadas que en el pasado fueron la excusa utilizada por el régimen para incrementar la represión contra la disidencia.
Valle de Fergana
No es un estado, sino que es una zona donde convergen tres de las repúblicas de la región, Uzbekistán, Tayikistán y Kirguizistán, y durante estos años ha sido foco de atención por problemas y conflictos de índole político, demográfico o étnico.
El acceso a este rico valle (petróleo, gas, jade, algodón) desde territorio uzbeco da la sensación de atravesar una frontera dentro del país (los controles militares al llegar a un paso montañoso para descender al valle son lo mas parecido a un puesto fronterizo). Unido ello a la importante presencia de organizaciones islamistas, que a pesar de la represión han podido mantener sus estructuras, y en ocasiones generan un cierto respeto o temor entre los uzbecos que están de paso en la zona, en parte debido a la propaganda oficial que hace del valle «un nido de barbudos jihadistas» y a la proliferación de mezquitas (muchas patrocinadas por las monarquías del Golfo).
En estos veinte años, se han sucedido graves disturbios en las ciudades uzbecos de Andijan y Namangan, la guerra civil de Tayikistán ha tenido influencia directa en la zona, como también lo han tenido los enfrentamientos del sur de Kirguizistán. Y la situación sujeta a todo tipo de presiones, como las señaladas anteriormente, hace que el valle de Fergana siga siendo un potencial epicentro de una mayor inestabilidad regional.
Txente Rekondo.- Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN).