Hablar de renta básica aisladamente carece de sentido, ya que en todo caso hay, aunque sea de modo implícito, un modelo de fiscalidad y de derechos sociales. Por eso debe hablarse en términos estrictos de «rentas básicas», destaca Xavier Aguado, miembro del colectivo Ca Revolta. Considera que además de contribuir a paliar los efectos más […]
Hablar de renta básica aisladamente carece de sentido, ya que en todo caso hay, aunque sea de modo implícito, un modelo de fiscalidad y de derechos sociales. Por eso debe hablarse en términos estrictos de «rentas básicas», destaca Xavier Aguado, miembro del colectivo Ca Revolta. Considera que además de contribuir a paliar los efectos más duros de la recesión, la renta básica es un instrumento para «superar las estructuras de dominación y explotación del capitalismo». También es una herramienta de empoderamiento para los colectivos más vulnerables. Muchos de los debates sobre la renta básica se centran en la viabilidad de la iniciativa, la sostenibilidad de las cuentas públicas y cuestiones de tipo técnico, lo que implica, según Xavier Aguado, «eliminar su potencial transformador».
-Cuando se reivindica la renta básica (también con una Iniciativa Legislativa Popular), ¿se trata de una propuesta única y uniforme, o existe por el contrario una pluralidad de perspectivas?
Creo que se simplifica al hablar de renta básica. Incluso aunque aportemos una definición, ésta es muy poco informativa. Por ejemplo, puede plantearse un modelo de renta básica a costa de desmantelar los sistemas de provisión pública de bienestar (educación, sanidad y servicios sociales). Milton Friedman y James Tobin, en su idea de mantener cierta cohesión social pues de lo contrario el capitalismo no puede funcionar, pedían maximizar la capacidad de elección de la gente (dentro del mercado, obviamente). No te voy a dar un hospital o una escuela, vienen a decir, pero sí el importe monetario equivalente, para que en el mercado puedas elegir qué empresa te provee la educación y la sanidad, y qué tipo de servicios te ofrece. Son variantes de la renta básica desde una perspectiva neoliberal. Así pues, hay propuestas desde todo el espectro ideológico y político.
-¿Qué acercamiento planteas a la renta básica, dada la complejidad de la cuestión?
El más inmediato es una renta básica como dispositivo de lucha contra el empobrecimiento, que represente una garantía contra las consecuencias del desempleo, la carencia de recursos y la desigualdad. Es el modelo de renta básica universal, muy «cómodo» porque aborda las cuestiones de preocupación colectiva más inminente. Ahora bien, con ese único objetivo de atacar la pobreza, barajamos modelos de renta básica muy modestos y, por tanto, muy «viables» desde el punto de vista político. Es, en mi opinión, políticamente muy cómodo quedarse en ese «nivel» de renta básica.
-¿Habría algún ejemplo práctico de aplicación de la idea que apuntas?
No hay un ejemplo de esas características. Es cierto que un modelo de rentas mínimas de inserción como el que actualmente existe en las comunidades autónomas, se aproximaría, si se levantaran las condicionalidades para la percepción de las rentas mínimas. Y si se complementara, además, con el impuesto negativo sobre la renta, es decir, por debajo de un determinado nivel de ingresos el ciudadano no paga el IRPF, sino que se produce una devolución.
-¿Cuál sería el segundo «nivel» de renta básica?
Nos situaríamos en propuestas de carácter «socialdemócrata». Consistiría en plantear soluciones a los problemas del capitalismo, pero aceptando las premisas del sistema. Esto se traduciría en una renta básica universal y no condicionada. Además, las «entradas» no se centrarían en cotizaciones e impuestos basados en las rentas salariales, sino de una manera mucho más general e incluso gravando actividades con una componente antisocial, como las tasas ecológicas o sobre las transacciones financieras. Dentro de este segundo «nivel» lo central ya no es a quién se le reconocen o no determinados derechos (se los reconocemos a todos por igual), sino en quién tiene más recursos para poder contribuir.
-¿En qué consistiría el tercer «nivel» de renta básica que plantea el colectivo Ca Revolta?
Nuestro planteamiento incluye elementos «clásicos» de la reflexión de la izquierda. Se parte de la idea de que la lógica de la acumulación capitalista implica un grado creciente de desposesión de la ciudadanía, sus comunidades, la tierra, el medio ambiente y los conocimientos transmitidos durante generaciones. El capitalismo va deconstruyendo todos estos elementos con el fin de mercantilizarlos. El Estado del Bienestar añade derechos que equilibran la lógica del capitalismo, pero esa concepción de los derechos también produce una integración del conflicto social y de la participación. Los verdaderos derechos, aquellos que no van a entrar en crisis, son los que la ciudadanía no delega. El objetivo ha de ser, por tanto, conquistar y mantener de manera constante la tutela de los derechos sociales.
-No se trataría entonces de una renta básica universal que funcionara únicamente como lenitivo contra la pobreza…
Para nosotros (colectivo Ca Revolta), el objetivo de los derechos sociales -incluida la renta básica- es sobrevivir en el capitalismo, pero también poder superar las estructuras de explotación y dominación existentes. Por tanto, han de ser derechos que no permitan, en su diseño y consecución, que el capitalismo integre el conflicto social y lamine la participación ciudadana. En lugar de constituir los derechos una finalidad en sí misma (además de satisfacer necesidades sociales), estos derechos han de permitir el desarrollo de un proceso de lucha y transformación social. Por otro lado, la propuesta de la renta básica permite realizar una crítica del trabajo asalariado y de la centralidad que éste ocupa en nuestras sociedades.
-¿Qué organizaciones se adhieren a esta noción de la renta básica y los derechos sociales?
Fundamentalmente esta lectura de la renta básica en el estado español la han elaborado, mantenido y difundido con éxito los colectivos que se encuentran en la red de lucha contra la exclusión de Baladre.
-En muchas ocasiones el debate en torno a la renta básica se centra en los números y la viabilidad, de manera que puede parecer una cuestión eminentemente académica. ¿Es compatible esta visión economicista con la renta básica como herramienta de transformación y empoderamiento que propones?
El debate técnico está tomando una importancia muy grande, y está desplazando al debate político. Creo que ese hecho no es inocente. La prioridad del debate técnico implica reforzar la cultura política de la delegación ciudadana. Si fuera un debate técnico, que no lo es, el ciudadano de a pie (y mucho más los que están en estado de postergación económica), poco va a poder participar en la lucha por la renta básica. Los economistas, miembros de la academia y de las instituciones, así como los diseñadores de políticas, nos dirán a los demás qué es lo que puede hacerse.
-¿Puede financiarse una renta básica universal de, por ejemplo, 650 euros?
Una cuestión previa. Si se consigue reducir la renta básica a la viabilidad económica de la propuesta, nos hemos cargado todo su potencial. Al final entraríamos en un debate inacabable. Aun así, la renta básica es completamente asumible. Se trata de multiplicar la cantidad establecida por el número de personas que viven en un espacio socioeconómico dado, y ver qué porcentaje representa esa cantidad sobre el PIB. Voy a ser muy simplista: si la cifra es inferior al 100% del PIB, la renta básica puede financiarse.
-¿Cómo se financiaría? ¿De qué fuentes se obtendrían los recursos?
Se trata, en mi opinión, de tomar el conjunto de la riqueza colectiva y apartar una cantidad para financiar la renta básica, a través de un impuesto general sobre la renta (en sentido muy amplio). También podrían crearse impuestos por ejemplo sobre las grandes fortunas, pero por razones distintas a la obtención de recursos para financiar la renta básica y el resto de derechos sociales. Hay que tener en cuenta además una cuestión. El origen de la crisis del Estado de Bienestar es, en buena medida, de tipo fiscal. Es consecuencia de que los estados europeos se financian, en mayor o menor medida, mediante contribuciones de tipo social. El ciudadano paga unas primas (en forma de seguros sociales u otras, pero vinculadas a la participación en el mercado de trabajo) para cubrir una serie de contingencias. Es verdad que hay una financiación de la sanidad, la educación y los servicios sociales basada también en impuestos, pero no es menos cierto que nuestro modelo fiscal está muy fundamentado en las rentas del trabajo. Al final, si el mercado de trabajo se debilita como consecuencia de la crisis, los ingresos -tanto por cotizaciones como fiscales- en este modelo muy sustentado en las rentas del trabajo, acaba produciendo una crisis fiscal del Estado de Bienestar.
-¿Qué encaje tendría un tercer «nivel» de renta básica como el que plantea el colectivo Ca Revolta, inserto en un modelo keynesiano y de Estado de Bienestar, en el que el trabajo desempeña una posición medular? ¿Son ideas compatibles?
Esos modelos de sociedad y de opción política nos sitúan ante propuestas de renta básica muy modestas. Tanto que desde el punto de vista del mal menor, serían a lo mejor admisibles, pero integrarían el conflicto, como te decía, e irían abocados a caer en el siguiente ciclo de crisis. Tal como nosotros concebimos los derechos sociales, sería necesario que la ciudadanía que los conquiste, los autotutele y no delegue.
-Pero en tiempos de hegemonía económica del capitalismo neoliberal, ¿no es demasiado ambicioso ese planteamiento? ¿O bien, desde otro punto de vista, podría afirmarse que detrae recursos que podrían destinarse a reforzar la sanidad y la educación públicas?
Hablamos de renta básica como un derecho más junto al resto de los derechos sociales. Ninguna concepción de los derechos sociales mínimamente aceptable propone instaurar un derecho a expensas de otro. En la doctrina internacional en materia de derechos humanos y derechos sociales, se afirma que el conjunto de los derechos sociales son indivisibles e interdependientes. Por ejemplo, el mejor sistema educativo del mundo no sirve de nada si existen carencias de alimentación y vivienda. Si dejamos el derecho a la vivienda en manos de la especulación y del mercado, será imposible una renta básica lo suficientemente generosa como para permitir el acceso universal a la vivienda.
-¿Qué opinas de los planteamientos de Daniel Raventós y la Red Renta Básica?
Raventós ha planteado siempre una concepción de la renta básica que llamaba «ecuménica», lo que significa que cualquier opción ideológica tiene elementos para apoyar la renta básica. Otra cosa es si conjugábamos o no esa renta básica con otro tipo de medidas. El soporte de Raventós es la filosofía política republicana, lo que está muy bien. Viene a plantear un acuerdo en torno a la renta básica, y cuando lo tengamos, ya discutiremos sobre el resto de cuestiones. Es decir, un acuerdo sobre una propuesta mínima, para que luego, en función del juego político democrático, los diferentes gobiernos añadan un desarrollo mayor o menor de la renta básica. Este modelo es compartido por otro autor, Rafael Pinilla, que defendía, para la viabilidad de la iniciativa, que todo el mundo pudiera apoyarla con independencia de su adscripción política. Se fijaría un núcleo común, como un consenso social básico de tipo constituyente.
-¿Qué problemas observas en estas perspectivas?
La pregunta es: ¿Dónde se hallan los grupos sociales que estarían en condiciones de luchar por la conquista de la renta básica? Para los planteamientos por los que preguntas, el sujeto es plural, desde un partido político que pretende llegar al gobierno hasta grupos de poder, sindicatos, etcétera. Pero en mi opinión, los colectivos con razones suficientes para luchar por la renta básica son los más vulnerables.
-Por último, la pregunta recurrente: ¿Debería cobrar Botín la renta básica?
Se trata de pasar de un modelo de derechos sociales selectivos, focalizados en personas sin recursos, a otro de derechos sociales universales y no condicionados. Así pues, la focalidad hay que trasladarla a los ingresos fiscales. Esto significa que hay que darle la renta básica a Ana Patricia Botín, pero también hemos de aplicarle una carga mayor a sus ingresos porque son muy superiores a los de otra gente. Y ser mucho más exigente con el cumplimiento de sus obligaciones. De modo que en lugar de controlar a las personas empobrecidas, sobre si cumplen o no con los requisitos para percibir una prestación, vamos a levantar de allí las energías colectivas para desplazar los esfuerzos al control de las obligaciones fiscales.
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