Si las palabras hablarán se nos caería la lengua de vergüenza. Si cada vez que maldecimos una, por ejemplo, amigo, justo o democracia, las palabras pudieran defenderse, peligraría nuestro vocabulario. Enmudecerían, desaparecerían, una tras otra, por incumplimiento de palabra. «Yo me daría por satisfecho si consigo salvar o significar una palabra», afirmó Albert Camus. No […]
Si las palabras hablarán se nos caería la lengua de vergüenza. Si cada vez que maldecimos una, por ejemplo, amigo, justo o democracia, las palabras pudieran defenderse, peligraría nuestro vocabulario. Enmudecerían, desaparecerían, una tras otra, por incumplimiento de palabra.
«Yo me daría por satisfecho si consigo salvar o significar una palabra», afirmó Albert Camus. No es fácil. Acaba de nacer, impulsada por dos empresas de publicidad, la Plataforma para el Reconocimiento de la Palabra Sostenibilidad. Pese a estar en boca de todos, malmetida la mayoría de las veces, y ser un término correcto, la sostenibilidad no aparece en el diccionario de la Real Academia Española. «No todos los derivados morfológicamente posibles cuyo sentido se deduce fácilmente de la palabra base aparecen en los diccionarios generales», alegan desde la RAE. La Plataforma (www.sostenibilidadaldiccionario.com) ha lanzado una campaña de recogida de definiciones y reclama su admisión.
Tener o sostener… Hace un par de primaveras, mientras paseaba con mi hijo en brazos por Bilbao, se acercó un señor mayor y me regaló una enseñanza sostenible. «Por fin, ya era hora de que alguien llevara a los niños como Dios manda. Tanta mochila para bebés y tanta tontería…», sentenció. Entonces, imitó mi gesto, como si él también cargara un crio, y añadió solemne: «Ya lo decía mi madre, a los niños hay que llevarlos así, en la mano izquierda y pegados al corazón». No está mal, pienso ahora, seguro que a ella le gustará. Puestos a definirla, antes de que se extinga, aquí queda, y ojalá prenda, nuestra propuesta: Sostenibilidad, corazón y mano izquierda con la vida.