Una vez arreglado en lo oscurito el «conflicto» entre el señor Fox y el señor López Obrador las aguas retornaron a su cauce de «normalidad». El régimen de transición de facto hacia una presunta «democracia» históricamente inexistente en México retoma sus riendas rumbo a la carnicería política por la presidencia del 2006, en la que […]
Una vez arreglado en lo oscurito el «conflicto» entre el señor Fox y el señor López Obrador las aguas retornaron a su cauce de «normalidad». El régimen de transición de facto hacia una presunta «democracia» históricamente inexistente en México retoma sus riendas rumbo a la carnicería política por la presidencia del 2006, en la que afanosamente, sin empacho y sin principios éticos, políticos y doctrinarios se empeñan todos los candidatos de la partidocracia mexicana enfundados en sus partidos políticos (PRD, PRI, PAN y demás), en sus fueros y prebendas otorgados por el poder del Estado burgués y del que carece la mayoría de los mexicanos.
Lo único claro que se desprende de sus consignas y de sus millonarias campañas light es el deseo de obtener el puesto por el puesto (como en las rifas de la Lotería); el sistema de privilegios que otorga la dedocracia en las cámaras y el deseo de ostentarse como los señoritos de la elite del poder, sin que nada de esto tenga ninguna relación con las necesidades sociales de la gran mayoría de la población, la que en realidad se debate gracias a ese «sistema político mexicano» y a sus representantes en la pobreza, la inseguridad, la escasez de alimentos, de vivienda, de democracia; en el desempleo, la precariedad laboral, la explotación, la injusticia, la dependencia, el atraso y el subdesarrollo.
Problemáticas que, por cierto, brillan por su ausencia en las peroratas y discursos que los precandidatos y candidatos encorbatados y enlutados en sus lujosos y costosos trajes de todos los colores y sinsabores trasmiten inmisericordemente en los controlados, mediatizados y multimillonarios medios de (des) comunicación y (des) información.
Quienes hoy critican irracionalmente al Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) y a su vocero, el subcomandante Marcos -que por cierto son los mismos que antaño criticaron y atacaron la huelga universitaria de 1999-2000 en la UNAM cuando los estudiantes luchaban contra los intentos privatizadores de la educación y por la defensa de su carácter público, laico y gratuito-, tendrían todo la razón del mundo si verdaderamente el PRD y su candidato único, el señor López Obrador, fueran de izquierda y no socialdemócratas como en realidad ocurre inclinados cada vez más a la derecha conforme se acerca la fatídica fecha de las elecciones el próximo año.
Entonces los argumentos de la «intelectualidad iluminada», en donde hay desde connotados perredistas como su actual dirigente, el oligarca y ex-priísta Cota Montaño, o irreverentes críticos del zapatismo como el traidor Fernando Belaunzarán, connotado dirigente perredista rompehuelgas quien, junto con los grupos estudiantiles perredistas, (como el Consejo Estudiantil Universitario muchos de cuyos miembros hoy son «connotados» diputados) legitimaron la intervención del ejército en la UNAM para romper la huelga estudiantil; hasta ex-rectores universitarios y algunos gurús sudamericanos, en torno a que la Sexta Declaración de la Selva Lacandona (junio de 2005) -que surgió luego del levantamiento de la Alerta Roja (15 de julio de 2005) decretada por el EZLN (el 19 de junio) a raíz de las provocaciones gubernamentales de invadir los territorios zapatistas-, y las acertadas críticas que el subcomandante Marcos ha hecho a todos los partidos políticos y personeros oficiales (incluyendo al PRD), están encaminadas a «bloquear» los esfuerzos de la «izquierda mexicana» (más bien la «izquierda» dentro del bloque de derechas) por llegar al poder haciéndole el juego a la derecha, carecen completamente de fundamento, recalcando que el camino «correcto» en esta coyuntura mexicana, es el de apoyar a López Obrador porque él encabeza -por supuesto en las preferencias electorales de los medios oficiales y privados de comunicación- un presunto proyecto alternativo de nación -supuestamente- diferente (¿?) al de sus contrincantes del PRI y del PAN. Aunque, como veremos en seguida, el susodicho «proyecto» no se reduzca más que a una serie de promesas y absurdidades que se han sintetizado en 50 «compromisos» que más bien lo son con la lumpenburguesía mexicana encabezada, entre otros, por Carlos Slim (el 4º hombre más rico del mundo) y con el imperialismo gringo. A lo anterior debemos formular los siguientes comentarios.
En primer lugar, como dijimos en otra ocasión,
«Atribuyéndose indebidamente la representatividad de la ‘izquierda mexicana’ (cuando en el PRD sólo interactúa allí la corriente del reformismo histórico mexicano y los desprendimientos de cuadros del viejo priísmo), en realidad se trata de un partido comprometido con el poder y con el neoliberalismo y que actualmente cuenta con una dirección política encabezada por antiguos priístas y salinistas neoliberales que han abandonado las filas del PRI y se han aglutinado en torno a la figura del ex-jefe de gobierno (Adrián Sotelo, «De fueros y desafueros. Las tareas de la izquierda en el México neoliberal», http://www.rebelion.org/noticia.php?id=14079, 19-04-2005
En segundo lugar, un partido del orden y para el orden capitalista (como el PT en Brasil) es incapaz de construir y ofertar un proyecto alternativo de nación que no sea justamente capitalista y comprometido con los intereses estratégicos de ese sistema, ya que
«…tanto el dominante (avalado y operado por el PRI y el PAN) como el que dice enarbolar el PRD son sólo variantes del mismo patrón de acumulación y de dominación capitalista neoliberal vigente en México basado en políticas populistas y asistencialistas con propósitos electorales que de ninguna manera son mal vistas por el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional. Sólo cambian los matices y las formas, pero no las esencias y los contenidos («De fueros y desafueros. Las tareas de la izquierda en el México neoliberal», http://www.rebelion.org/noticia.php?id=14079, 19-04-2005.
En tercer lugar, quien desde la geometría política latinoamericana y de la contradictoria coyuntura actual se haga ilusiones respecto a que gobiernos reformistas y pro-capitalista autoproclamados de «centro izquierda» por connotados voceros de esa corriente -como Lula en Brasil, Tabaré Vázquez en Uruguay, el fiasco de Lucio Gutiérrez en Ecuador y de Toledo en Perú, el neo-oligarca Néstor Kirchner en Argentina, el socialdemócrata Evo Morales en Bolivia y, ahora, el juarista señor López de México-, son capaces de transformar el «neoliberalismo» (claro, sin mencionar siquiera las palabras capitalismo e imperialismo) no sólo encubren la realidad económica, política y social, sino que se convierten en cómplices cínicos de los proyectos imperialistas y neo-dependientes que refuerzan el atraso y el subdesarrollo que las lumpenburguesías y oligarquías han impuesto históricamente, e imponen, a los trabajadores y a los pueblos del tercer mundo, de América Latina y de México.
Como axioma de lo anterior, en los «50 compromisos para recuperar el orgullo nacional» del señor López Obrador (17 de junio de 2005, en http://amloor.cnet21.uservers.net/50compromisos/50compromisos.doc) que no es más que un recetario de cosas inconexas que carecen de fundamentos doctrinarios, políticos, económicos, culturales y, sobre todo, de principios, sobresale el punto 45 dirigido como señal de buena voluntad y como interlocutor a la clase patronal tanto en México como en Estados Unidos y que a la letra dice:
«Respetaremos la autonomía del Banco de México. Mantendremos equilibrios macroeconómicos, es decir, habrá una adecuada política monetaria y disciplina en el manejo de la inflación y el déficit público».
¿Y cómo va a mantener los sacrosantos «equilibrios macroeconómicos» neoliberales el señor Obrador? Eso es lo que no dice; lo oculta, porque la única forma de hacerlo, sin modificar las estructuras de explotación, de desigualdad en la distribución de los ingresos y de propiedad privada de los medios de producción y de consumo que constituyen la estructura sistémica del capitalismo dependiente mexicano (que por cierto en el acervo lingüístico del señor López y en el de sus correligionarios de partido brilla por su ausencia siquiera la posibilidad de mencionarlo), es mediante el castigo a la población a través del incremento de los precios (sobre todo de los productos que consume la clase obrera y la mayoría de la población), la reducción sistemática del gasto social, sobre todo el dirigido a educación, alimentación, vivienda, salud, recreación y transporte.
Lo curioso es que en el punto 40 señala que se va a mejorar la recaudación fiscal «evitando» la evasión fiscal (¿?), pero no dice ni pío respecto a gravar al gran capital (nacional y extranjero) como una medida efectiva para comenzar realmente a atacar ese problema de fondo. Lo demás es demagogia del peor sabor populista que, como hemos sostenido en otros trabajos, sólo tiende a mejorar su imagen externa (mediante manipuladas encuestas mediáticas, pero no con principios) para ganar votos que lo lleven a sentarse en la silla presidencial.
López por tanto, se inscribe en esa ola de personajes neoliberales de nuevo cuño que son necesarios y (re) funcionales al sistema cuando los viejos partidos liberales y oligárquicos ya no funcionan como estructuras de dominación y de mantenimiento del sistema capitalista-imperialista imperante.
En este contexto surge como una necesidad histórica y organizativa La Otra Campaña impusada por el EZLN; otra, «porque no es electoral», ni electorera agregamos nosotros extendiendo, por tanto, su ámbito más allá del campesinado-indígena zapatista y mexicano para incorporar al conjunto de las clases sociales explotadas de México mediante la iniciativa política de la Sexta Declaración de la Selva Lacandona tendiente a construir verdaderamente un Proyecto Alternativo de Nación mediante la promulgación de una nueva Constitución Política (¿de carácter socialista y comunista?) del Estado Nación Mexicano.
Frente al desgaste y contubernio de los partidos políticos burgueses (PRI, PAN, PRD…) y del sistema político existente, en la Sexta el eje «indigenista» -que fue ponderado folclóricamente sobre todo por las clases medias que lo vislumbraron como un «producto cultural inofensivo (recuérdese las extintas Caravanas de «Apoyo» al EZ promovidas antaño por las juventudes del PRD pero hogaño abandonadas luego de la radicalización del EZLN)-, se desplaza a la categoría de los explotados para cubrir y organizar a grandes clases y sectores sociales del pueblo mexicano. Se comienza, así, a recuperar y reconstruir el (despedazado por el neoliberalismo) pensamiento crítico mexicano y latinoamericano en el que militaron intelectuales patriotas de la talla de Morelos, Martí, Bolivar, Artigas, Mariátegui, Zapata, Villa, Che Guevara, Fidel Castro, José Revueltas…frente a la crisis del imperialismo y del «pensamiento único» posmoderno y neoliberal.
En este nuevo contexto, la Sexta destaca una de sus tesis centrales:
«…el EZLN establecerá una política de alianzas con organizaciones y movimientos no electorales que se definan, en teoría y práctica, como de izquierda, de acuerdo a las siguientes condiciones:
No a hacer acuerdos arriba para imponer abajo, sino a hacer acuerdos para ir juntos a escuchar y a organizar la indignación; no a levantar movimientos que sean después negociados a espaldas de quienes los hacen, sino a tomar en cuenta siempre la opinión de quienes participan; no a buscar regalitos, posiciones, ventajas, puestos públicos, del Poder o de quien aspira a él, sino a ir más lejos de los calendarios electorales; no a tratar de resolver desde arriba los problemas de nuestra Nación, sino a construir DESDE ABAJO Y POR ABAJO una alternativa a la destrucción neoliberal, una alternativa de izquierda para México.
Sí al respeto recíproco a la autonomía e independencia de organizaciones, a sus formas de lucha, a su modo de organizarse, a sus procesos internos de toma de decisiones, a sus representaciones legítimas, a sus aspiraciones y demandas; y sí a un compromiso claro de defensa conjunta y coordinada de la soberanía nacional, con la oposición intransigente a los intentos de privatización de la energía eléctrica, el petróleo, el agua y los recursos naturales.
O sea que, como quien dice, invitamos a las organizaciones políticas y sociales de izquierda que no tengan registro, y a las personas que se reivindiquen de izquierda que no pertenezcan a los partidos políticos con registro, a reunimos en tiempo, lugar y modo que les propondremos en su oportunidad, para organizar una campaña nacional, visitando todos los rincones posibles de nuestra patria, para escuchar y organizar la palabra de nuestro pueblo».
Esta es la configuración de la nueva organización política de las clases sociales explotadas de México que tanto molesta a los neoliberales de todo tinte porque va más allá de la simple contienda electoral en un contexto en que una vez designado el nuevo personero mexicano que ocupará la presidencia de la república, olvidará sus promesas de campaña para sentarse cómodamente a gobernar en paz a tono con los intereses del capitalismo neoliberal.
En la lucha (de clases) ideológica hay que entender que los ataques de los intelectuales, sobre todos los ligados al PRD (los mismos que en el año 2000 haciendo uso de su «voto útil» votaron y apoyaron la candidatura de Vicente Fox aún siendo perredistas o simpatizantes de ese partido), están delimitados por intereses de clase que se traducen en mantenimiento o pérdida de todo tipo de privilegios (sobre todo en el gobierno y en las universidades) que les otorga su condición de ser miembros de las clases superiores en las sociedades de clase como la mexicana.
Es por ello que las infundadas críticas que hasta ahora han hecho los personeros de la partidocracia y sus intelectuales orgánicos: (con afirmaciones infames e insidiosas como la de que «Marcos le hace el juego a la derecha, a Salinas de Gortari, al PRI y al PAN»; «Marcos se está aislando» (¿?); «debería unirse y votar por el candidato de las encuestas, es decir, por López Obrador» para impulsar un -inexistente-«proyecto alternativo de nación» y así por delante), lógicamente tienen como propósito evitar que su candidato pierda la presidencia de la república, único manjar que se saborean quienes han hecho de la «política» el negocio de su vida a costa del hambre, la explotación, la pobreza extrema, la precarización del trabajo y la dominación de millones de trabajadores y de ciudadanos que para vivir tienen necesariamente que vender al mejor postor su (devaluada) fuerza de trabajo o emigrar a Estados Unidos en busca de trabajo: verdaderos sujetos excluidos de los «beneficios» de la democracia representativa restringida que bondadosamente otorgan las clases dominantes.
Como dijimos en otra oportunidad, hoy se debaten esencialmente en México dos expresiones políticas oficiales frente a la decadencia del viejo partido de ultraderecha llamado Partido Acción Nacional (PAN): una es la del viejo PRI oligárquico y plutocrático y otro, el de las encuestas reciclado, populista y neo-priísita denominado PRD. Los dos son sólo variantes de un mismo proyecto neoliberal: el que ha sido impuesto en nuestro país desde 1982 y que en la lógica de la «sucesión presidencial» seguramente continuará después de julio de 2006.
El otro proyecto, el de los explotados, humillados y marginados de los beneficios del poder, es el que logren construir las clases sociales explotadas donde el EZLN ha puesto un granito de arena.