La visita en estos días del conocido teólogo vasco de El Salvador a Euskal Herria, donde vivió hasta que, como jesuita, se trasladó a aquellas tierras de pobreza y opresión, ha causado una gran expectativa llena de afecto hacia quien ha dedicado su vida al servicio de los más desfavorecidos. Jon Sobrino no es un […]
La visita en estos días del conocido teólogo vasco de El Salvador a Euskal Herria, donde vivió hasta que, como jesuita, se trasladó a aquellas tierras de pobreza y opresión, ha causado una gran expectativa llena de afecto hacia quien ha dedicado su vida al servicio de los más desfavorecidos.
Jon Sobrino no es un hombre espectacular. Llama la atención su cercanía, su modo de hablar sobre lo que lleva más dentro de su corazón: los pobres y Dios. En sus lecciones y charlas, en los foros internacionales a los que es invitado, se expresa con la misma atrayente sencillez con la que habla a los salvadoreños en las eucaristías populares que comparte con ellos y ellas.
En sus numerosos libros e innumerables artículos teológicos, de lectura densa, se detecta su profunda sensibilidad hacia los más pobres. Desde ellos elabora su cuidada y trabajada reflexión sobre Dios, que es para él un entendimiento del amor con quienes son las víctimas de un mundo sin justicia y sin corazón. Los grandes temas de la teología de Jon Sobrino se derivan de estos dos polos íntimamente relacionados e inseparables: Dios y los pobres. Cada pobre, cada «pueblo crucificado» es el lugar más apropiado para hacer teología. Por una profunda y básica razón teológica: Porque Jesús de Nazaret los presentó como destinatarios del Reino que anunció. Entonces, recuerda con toda lógica Jon Sobrino, fuera de ellos no hay salvación y evidentemente no se puede elaborar una teología auténtica.
Para el teólogo de El Salvador esta reflexión de amor, que relaciona íntimamente a Dios con los pobres, se concreta en un compromiso de misericordia liberadora. Y no sólo razones sociológicas y éticas -que también cuentan en su teología para un análisis honrado de la realidad- sino por sus convicciones cristológicas, es decir, por su manera de entender a Jesús. Precisamente, en sus libros «Jesucristo liberador» (1991) y «La Fe en Jesucristo» (1999) -razón de las advertencias del Vaticano- descubre su humanidad como fuente de la profunda sensibilidad y orientación irrevocable hacia los pobres. Así fue la vida de Jesús. Así mostró en su evangelio. Así entendió el Reino de Dios que anunció, donde aparece en toda su hondura significativa el misterio de la divinidad de Jesús de Nazaret.
Desde aquí también Jon Sobrino es muy crítico con el «proceso de involución» de una Iglesia que se preocupa más de sí misma que de los pobres y busca más una «pastoral de éxito» que de solidaridad liberadora con los excluidos. Y sobre todo denuncia la globalización neoliberal que ha generado un mundo de víctimas con su injusto mercado donde hace de los pobres su mercancía. Aboga, en consecuencia, por «revertir la historia con los pobres y oprimidos del mundo, con esperanza y utopía».
Sus afirmaciones cristológicas incomodan a Roma, que ha tratado de descalificarle junto a otros teólogos que han elaborado la Teología de la Liberación que allí no pueden ni les interesa comprender y menos aplicar. Pero, como lo han demostrado muchos teólogos cualificados, no hay razones dogmáticas ni metodológicas para la «Notificación» de disconformidad sobre su teología.
La teología de Jon Sobrino, que muestra el sentido divino de la lucha por los derechos humanos, no deja de tener resonancia en los momentos difíciles que vivimos en Euskal Herria. Aquí subsisten pobres olvidados en su marginación y exclusión, aunque ocultos en una sociedad y políticas neoliberales.
Además, también nuestro pueblo reclama el respeto a su libertad a fin de superar el sufrimiento de un injusto conflicto. El respeto de los derechos de todas las personas y pueblos es el camino de una honesta solución y garantía de un auténtico proceso de paz.
* Félix Placer Ugarte. Profesor en la Facultad de Teología de Gasteiz