Traducción para Rebelión de Loles Oliván Hijós
El 4 de octubre el periódico italiano L’Avvenire revelaba que el gobierno italiano trabaja estrechamente con Abd al Rahman «Bija» Milad, jefe del desacreditado cuerpo de guardacostas Zawiyah de Libia, para contener el flujo de personas refugiadas desde la porosa costa libia.
Bija es un personaje bien conocido por las organizaciones de derechos humanos y los trabajadores de Naciones Unidas . Un informe del Consejo de Seguridad de la ONU de junio de 2017 lo identificó como alguien muy involucrado en «actividades de contrabando» y en «el hundimiento de barcos de migrantes con armas de fuego».
Italia conocía perfectamente las hazañas ilegales de Bija mucho antes de que la ONU hiciera públicas sus conclusiones porque su propio Ministerio de Defensa había publicado un informe el 10 de mayo del mismo año que daba cuenta de que era él quien «controla el negocio del contrabando entre el oeste de Trípoli hasta la frontera con Túnez desde 2015».
No obstante, sólo un día después de la publicación del informe, Bija participó en los debates que siguieron a la firma del Memorando de Entendimiento entre Roma y Trípoli para combatir «la inmigración ilegal [y] la trata de seres humanos».
Las reuniones entre la delegación libia (incluido este infame traficante) y funcionarios italianos se celebraron en el campo de refugiados de Cara di Mineo, en la ciudad siciliana de Catania, donde algunas personas refugiadas que habían sido objeto de tráfico por parte de Bija al reconocerle le espetaron: «¡Mafia libia!».
Las revelaciones de L’Avvenire han causado mucha indignación entre la opinión pública italiana. Pero a quien haya seguido de cerca las políticas económicas y anti-inmigración italianas hacia Libia durante la última década, la cooperación de Roma con un criminal libio no le sorprende.
Besando la mano de Gaddafi
El plan de Italia de externalizar a Libia su control fronterizo se remonta a la época en que el presidente libio Muamar Gadafi estaba aún en el poder.
En agosto de 2008, el gobierno italiano dirigido por Silvio Berlusconi firmó un «Tratado de Amistad» con Libia que concedía al país 5 mil millones de dólares para impedir que los barcos de inmigrantes salieran de sus costas. La idea era que el gobierno libio gestionara la crisis de las personas refugiadas. Pero la externalización de la responsabilidad supuso que muchos refugiados y migrantes se enfrentaran a graves violaciones de los derechos humanos, incluida la tortura.
Un año después, el Ministro del Interior, Roberto Maroni, se jactaba de que se había producido una disminución espectacular del número de refugiados y refugiadas que llegaban a las costas italianas. Pero las cifras oficiales de ese período no HYPERLINK «http://espresso.repubblica.it/attualita/2019/10/18/news/trafficante-libico-bija-in-italia-lettera-ufficiale-1.340124]»sustentan las afirmaciones de Maroni.
El acuerdo cimentó más aún la relación especial entre Trípoli y Roma y permitió que prosperaran los negocios entre ambos países.
En junio de 2009 Gadafi visitó Italia de manera oficial. Berlusconi y otros responsables políticos italianos lo recibieron con mucha fanfarria. El presidente italiano le invitó de nuevo a Italia para asistir a la cumbre del G8 que se celebró en el país el mes siguiente. En 2010, en la cumbre de la Liga Árabe en Sirte, se filmó a Berlusconi besando la mano de Gadafi.
El romance de Italia con Gadafi, sin embargo, duró poco. En 2011 el gobierno italiano se unió sin ambigüedades a la coalición internacional que apoyó el levantamiento contra el dirigente libio y bombardeó sus fuerzas.
Gadafi no contaba en absoluto con este cambio: «Estoy tan sorprendido, me siento traicionado, ni siquiera sé qué decirle a Berlusconi», declaró en entrevista con el diario italiano Il Giornale.
Pero los políticos italianos nunca se guiaron en sus relaciones con Libia por la confianza, el honor o la amistad; de lo que se trataba era de hacer negocios. Y en 2011, Italia, al igual que otros países occidentales, concluyó que ya no necesitaba a Gaddafi para conseguir lo que quería de Libia.
Las operaciones de las milicias de ENI en Libia
Después de que Italia y sus aliados de la OTAN intervinieran en Libia en 2011 para derrocar al régimen de Gadafi, se instauró el caos. En el país norteafricano se ha desatado un conflicto complejo en el que no sólo intervienen diversas milicias y gobiernos rivales sino también, y cada vez más, una perniciosa influencia extranjera.
Esto, sin embargo, no ha impedido que Italia (y otros países europeos) persigan sus intereses comerciales en Libia. En julio de 2018, la mayor empresa italiana de petróleo y gas, ENI -que juega un papel esencial en la configuración de la política exterior italiana- firmó un acuerdo de creación de una empresa conjunta con la Corporación Nacional de Petróleo de Libia para crear la Mellitah Oil and Gas Company (MOG).
Según varias investigaciones de medios de comunicación, se ha pagado a grupos armados libios para que protejan el complejo petrolero de Mellitah en el distrito de Zawiya, en el oeste de Libia. Entre ellos, a una milicia liderada por Ahmad Oumar al Dabashi, que en 2018 fue incluido en la lista negra de Naciones Unidas por ser un «dirigente de relieve de actividades ilícitas relacionadas con el tráfico de personas migrantes».
Al contratar a esas milicias criminales para custodiar sus instalaciones, ENI estaba simplemente manteniendo lo que parece ser una política oficial aceptable sobre Libia, una política que ignora flagrantemente los derechos humanos y las más elementales obligaciones legales internacionales, mientras se beneficia del petróleo libio y garantiza su suministro constante al mercado italiano. Italia sigue siendo el principal destino de las exportaciones libias.
Subcontratación de la tortura
En ausencia de una autoridad central que pueda ejercer pleno control sobre el territorio libio, el país se ha convertido también en un importante centro de tránsito para personas migrantes y refugiadas de todo el continente africano y de Oriente Próximo .
Una serie de grupos armados y redes de tráfico de personas se aprovechan de su desesperación. A muchas las han comprado y vendido en mercados modernos de esclavos, las retienen como moneda de cambio por un rescate, las utilizan como fuerza de trabajo o las explotan sexualmente. Otras han muerto en aguas del Mediterráneo intentando llegar a Europa en peligrosas lanchas neumáticas.
El Memorando de Entendimiento de 2017, firmado por Italia y el gobierno libio en Trípoli, dio lugar a la creación de varios centros de detención para personas refugiadas y migrantes en territorio libio financiados por el gobierno italiano y gestionados por libios. Human Rights Watch (HRW) describió las condiciones de estos centros como «inhumanas» en su informe de enero de 2019.
Cuando visitaron estos campamentos en Trípoli, Misrata y Zuwara en julio de 2018, los investigadores de HRW documentaron «el grave hacinamiento, las condiciones insalubres, la mala calidad de los alimentos y el agua causantes de la desnutrición, la falta de atención médica adecuada y los alarmantes relatos de la violencia que ejercen los guardias mediante palizas, latigazos y el uso de descargas eléctricas».
Está claro ahora que durante más de una década Italia ha seguido la misma política de frenar la migración a toda costa y de llegar a acuerdos comerciales lucrativos sin tener en cuenta el sufrimiento de las personas migrantes y refugiadas. De manera reiterada ha negociado tanto con gobiernos como con actores no estatales con una dilatada trayectoria de haber cometido graves violaciones de los derechos humanos.
El debate interno actual en Italia solo se centra en los solicitantes de asilo que consiguen llegar a sus costas. Ya es hora de que se preste atención a las decenas de miles de personas inmigrantes y refugiadas que se encuentran en los infernales centros de detención de Libia gracias a ese Memorando de Entendimiento de 2017. También es hora de que se investiguen públicamente los acuerdos comerciales favorecidos por el gobierno italiano y algunas empresas con individuos y grupos de dudosos antecedentes.
El Gobierno italiano puede pensar que ha encontrado una laguna jurídica al externalizar sus políticas antiinmigración a milicias libias que operan fuera de la jurisdicción internacional y vilipendian el derecho humanitario. Sin embargo, dado que quien diseña y financia (al menos parcialmente) las inhumanas políticas migratorias de Libia son las autoridades italianas, estas deberían ser consideradas responsables de las violaciones de los derechos humanos que se producen en el país norteafricano.
Fuente: https://www.aljazeera.com/indepth/opinion/italy-dubious-policies-libya-191101102013220.html
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