Movimientos como La Vía Campesina son un una referencia internacional y un ejemplo de quienes desde el campo resisten al actual modelo de globalización capitalista en alianza con otros sectores sociales. La Vía ha sido uno de los principales actores en la crítica a la globalización emergida en los años 90 y ha tenido un […]
Movimientos como La Vía Campesina son un una referencia internacional y un ejemplo de quienes desde el campo resisten al actual modelo de globalización capitalista en alianza con otros sectores sociales. La Vía ha sido uno de los principales actores en la crítica a la globalización emergida en los años 90 y ha tenido un protagonismo clave en el seno del movimiento altermundialista.
Un internacionalismo campesino emergente
La Vía Campesina nació en 1993, en los albores del movimiento altermundialista, y progresivamente se convertiría en una de las organizaciones de referencia en la crítica a la globalización neoliberal. Hoy, La Vía agrupa a unas 150 organizaciones de 56 países.
El ascenso de La Vía Campesina es la expresión de la resistencia campesina al hundimiento del mundo rural, provocado por las políticas neoliberales y la intensificación de las mismas con la creación de la Organización Mundial del Comercio (OMC). Sus orígenes se remontan a mediados de los años 80, cuando, coincidiendo con la Ronda de Uruguay del GATT, varias organizaciones campesinas realizaron importantes esfuerzos para internacionalizar el movimiento (Desmarais, 2007).
La Vía emergió como una alternativa más radical a la hasta entonces única estructura campesina internacional, la Federación Internacional de Productores Agrícolas (IFAP), creada en 1946, representante de los intereses de grandes propietarios, dominada por organizaciones del Norte y favorable a las políticas de liberalización y al diálogo con las instituciones internacionales.
La membresía de La Vía es bastante heterogénea, en términos de procedencia ideológica y de los sectores representados (sin tierra, pequeños campesinos…), pero todos coinciden en pertenecer a las franjas campesinas más pobres y golpeadas por el avance de la globalización neoliberal (Borras, 2004). Uno de sus logros más importantes ha sido el de superar, de forma bastante satisfactoria, la brecha entre los campesinos del Norte y del Sur, articulando una resistencia conjunta al actual modelo de liberalización económica.
Evitar tensiones internas y contradicciones de intereses ha requerido por su parte de un esfuerzo en la discusión de los temas conflictivos, para encontrar los equilibrios necesarios. A pesar de ello, han existido tensiones importantes como el protagonizado por Karnakata State Farmer’s Association (KRRS), en India, cuando se opuso a las campañas de reforma agraria debido a que su base social estaba formada por agricultores medios y bienestantes, activos en luchas contra los OGMs o el fast food pero con intereses de clase opuestos a los sin tierra y al pequeño campesinado (Bello, 2009).
Desde su creación, La Vía ha creado una identidad «campesina» politizada, ligada a la tierra y a la producción de alimentos, construida en oposición al actual modelo del agrobusiness y en base a la defensa de la soberanía alimentaria (Desmarais, 2007). La Vía encarna un nuevo tipo de «internacionalismo campesino» (Bello, 2009) que podemos conceptualizar como el «componente campesino» del nuevo internacionalismo de las resistencias representado por el movimiento altermundialista (Antentas y Vivas, 2009).
Las relaciones con las ONGs
Desde sus orígenes, la relación de La Vía Campesina con las ONGs ha sido un tema controvertido y marcado por la polémica. El desequilibro y las relaciones de poder (acceso a recursos económicos, técnicos, visibilidad mediática…) han constituido la base de tensiones y dificultades para el trabajo conjunto y de algunas desconfianzas por parte de las organizaciones campesinas (Desmarais, 2007).
En sus inicios, el proceso de constitución de La Vía conllevó conflictos y malentendidos con determinadas ONGs que trabajaban temas rurales, lo que empujó a los dirigentes campesinos a afirmar de forma muy celosa su propio espacio organizativo y político. La Vía se configuró como alianza de organizaciones populares campesinas, sin aceptar la membresía formal de ONGs en su seno. La voluntad era construir una herramienta internacional a través de la cual las y los campesinos hablaran por sí mismos, no una herramienta formada por organizaciones no campesinas que hablara en su nombre.
A pesar de estas complejas relaciones, una vez clarificado su espacio organizativo y político, La Vía Campesina ha establecido progresivamente acuerdos y alianzas concretas con algunas ONGs como Amigos de la Tierra o FoodFirst International Action Network (FIAN), con quien lanzó en 1999 la Campaña Global por la Reforma Agraria (Borras, 2004). En paralelo, La Vía empezó a participar y fomentar coaliciones con otras organizaciones en el marco del naciente movimiento altermundialista, especialmente después de las protestas contra la OMC en Seattle en noviembre de 1999, emergiendo como uno de sus actores más relevantes.
Campesinos altermundialistas
Una vez consolidada como proyecto internacional y definido su campo de intervención y su relación con otros actores como las ONGs, en un contexto marcado por el ascenso progresivo del movimiento altermundialista, La Vía se fue orientando hacia la búsqueda de alianzas con otras organizaciones, en particular en la lucha contra la OMC, sobretodo a partir de Seattle, participando en campañas internacionales como por ejemplo la red ¡Nuestro Mundo no Está en Venta! En las movilizaciones en Doha, Cancún y Hong Kong, los campesinos fueron uno de los actores más relevantes y visibles.
Detrás de esta política de alianzas estaba la comprensión de que la lucha campesina contra la agroindustria se inserta en un combate más amplio contra la globalización neoliberal y que la defensa de los intereses campesinos requiere el cuestionamiento del conjunto del modelo, que sólo puede ser revertido a través de amplias coaliciones y alianzas entre organizaciones y sectores sociales distintos.
La Vía participó desde el comienzo en el proceso del Foro Social Mundial (FSM), cuya primera edición se celebró en enero de 2001, formando parte de sus instancias organizativas, el Consejo Internacional y el Secretariado Internacional. Ha tenido una fuerte visibilidad durante los Foros, en los seminarios y paneles y en las manifestaciones.
La concepción del FSM que ha tenido La Vía ha sido siempre muy clara. El Foro tenía que ser un espacio orientado a la acción, ligado a los movimientos sociales reales y útil para los mismos. La Vía Campesina tuvo desde el comienzo la desconfianza de que los Foros pudieran convertirse en espacios de «turismo altermundialista», para intelectuales y ONGs, y que al final acabaran desviando las energías organizativas que hay que poner en las luchas, en vez de ayudar a fortalecerlas. Por esta razón, desde bastante pronto fue partidaria de espaciar la frecuencia de los FSM a dos años, por ejemplo, y, al mismo tiempo, apostó por reforzar espacios como la Asamblea de Movimientos Sociales, que estructuran al sector más activista del Foro.
La implicación de La Vía en el proceso organizativo del FSM bajó con el tiempo y en los últimos años prefirió concentrarse en el impulso de campañas concretas frente a la OMC y algunas iniciativas propias como el Foro por la Soberanía Alimentaria de Nyéleni en 2007, en Malí. Un encuentro organizado conjuntamente con la Marcha Mundial de Mujeres, el Foro Mundial de los Pueblos Pescadores, entre otros, y que permitió fortalecer alianzas y sumar a nuevos actores en la lucha por la soberanía alimentaria.
Otro modelo alimentario para otro mundo
La principal aportación a La Vía Campesina a la crítica a la globalización neoliberal ha sido la denuncia del actual modelo agroindustrial y la defensa de otro sistema alimentario que tenga como eje central la soberanía alimentaria. Ésta no implica un retorno romántico al pasado, sino que se trata de recuperar el conocimiento y las prácticas tradicionales y combinarlas con las nuevas tecnologías y los nuevos saberes (Desmarais, 2007). No debe consistir tampoco, como señala McMichael (2006), en un planteamiento localista, ni en una «mistificación de lo pequeño» sino en repensar el sistema alimentario mundial para favorecer formas democráticas de producción y distribución de alimentos. Significa recuperar el control de la producción agrícola y alimentaria (devolverla a manos de las y los campesinos, pescadores, pastores, consumidores) y que los recursos naturales (la tierra, el agua y las semillas) estén en manos de los pueblos (Vivas, 2008).
La crítica al sistema agroindustrial dominante y la defensa de la soberanía alimentaria debe ser un eje central de lucha tanto del movimiento altermundialista como de cualquier proyecto anticapitalista que denuncie los intentos de buscar una salida pro-capitalista a la crisis contemporánea. Otro mundo requiere otro modelo de alimentación. Basta recordar, como señala La Vía Campesina, que hoy «comer se ha vuelto un acto político».
Bibliografía
Antentas, JM y Vivas, E (2009) «Internacionalismo(s) ayer y hoy» en Viento Sur, 100, pp. 33-40.
Bello, W (2009). The Food Wars. Verso, London.
Borras, S (2004). La Vía Campesina. TNI, Amsterdam.
Desmarais, A (2008). La Vía Campesina. Editorial popular, Madrid.
McMichael, Ph. (2006). «Feeding the world: agriculture, development and ecology» en Socialist Register 2007. Merlin Press, London, pp. 170-194.
Vivas, E (2008) «Frente a la crisis alimentaria, ¿qué alternativas?» en América Latina en Movimiento, 433, pp. 23-25.
Josep Maria Antentas es profesor del Departamento de Sociología de la UAB. Miembro de la redacción de la revista Viento Sur (www.vientosur.info).
Esther Vivas es miembro del Centre d’Estudis sobre Moviments Socials (CEMS) de la UPF y de la redacción de la revista Viento Sur (www.vientosur.info).
Artículo publicado en Ecología Política, nº 38, diciembre 2009.