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Las caras de una geopolítica brutal

Fuentes: Barómetro Internacional

Monstruos, esquizofrenia, incompetencia, violencia sin sentido y caos El surrealismo que parece mostrar el antetítulo surge meramente de colocar en sucesión algunas de las caras de la actual política exterior estadounidense en el mundo, que está llevando a nuestro globalizado planeta a una situación que apunta directamente a la devastación y el colapso final. Los […]

Monstruos, esquizofrenia, incompetencia, violencia sin sentido y caos

El surrealismo que parece mostrar el antetítulo surge meramente de colocar en sucesión algunas de las caras de la actual política exterior estadounidense en el mundo, que está llevando a nuestro globalizado planeta a una situación que apunta directamente a la devastación y el colapso final.

Los monstruos

Mary Shelley, narradora, dramaturga, ensayista y esposa del también escritor y poeta Percy Shelley, escribió en 1815 la novela Frankenstein o el moderno Prometeo, dónde relató la creación de un monstruo por parte del científico Víctor Frankenstein y cómo ese monstruo generó una voluntad propia y se rebeló contra su creador, quien se vio obligado a perseguirlo para intentar darle muerte. Algo muy similar viene sucediendo hace varias décadas con los poderes que manejan los EEUU y sus intenciones de control mundial.

Una larga serie de «monstruos» han sido creados, estimulados, promovidos y financiados por la Casa Blanca, el Pentágono y las Agencias de Inteligencia, para ser herramientas de sus intereses hegemónicos a lo ancho de todo el mundo. La lista es larga, y casi todos esos monstruos han seguido el camino de Frankenstein, han rechazado la tutela de su creador y tomado sus propias decisiones y aquel ha debido combatirlos y en varios casos eliminarlos. Para capturar a Antonio Noriega fue necesaria la invasión a un país latinoamericano acompañada de muerte y destrucción; para matar a Saddam Hussein necesitaron una guerra total de devastación en Irak; para acabar con Bin Laden bastó con un comando especial violando la soberanía de Pakistán. Pero si bien en principio el creador lograba matar o anular a sus monstruos, en los últimos tiempos viene fracasando sistemáticamente en hacerlo y aquellos sobreviven y actúan.

Las distintas facciones armadas por los EEUU y la OTAN para tumbar a Kadaffi por ejemplo, se han vuelto tan incontrolables que no solo han llegado a matar diplomáticos estadounidenses, sino que han convertido lo que fuera el Estado-nación libio en un territorio abierto, sin más organización ni ley que el enfrentamiento entre ellas.

Su último monstruo, el Estado Islámico de Irak y el Levante (EIIL), promovido y financiado por Washington primero para ser un brazo armado en la Primera Guerra del Golfo y más tarde para combatir el gobierno de Bashar Al-Assad en Siria se ha transformado en un gran dolor de cabeza para sus promotores, ya que no sólo desarrolló una agenda propia a mediano y largo plazo que incluye la instalación de un Califato al estilo de los antiguos imperios árabes, sino que respalda esa intención con sucesivos éxitos militares (frente a combatientes poderosos como el ejército de Siria que hace varios años viene derrotando a los mercenarios y grupos fundamentalistas que intentan derrocarlo con el apoyo de EEUU, o las milicias kurdas en Irak, que fueron capaces de resistir el propio Saddam Hussein en la cima de su poder) y con la progresiva anexión de territorios para su expansión y consolidación.

Parafraseando a Don Juan, «Los monstruos que vos creáis, gozan de buena salud»

Esquizofrenia y disociación

Algunas formas de la esquizofrenia, y el Trastorno de Identidad Disociativo, -graves enfermedades mentales- se caracterizan por desarrollar en los individuos una doble o múltiple personalidad. Una persona puede ser a la vez dos personas diferentes, con conductas, ideas y visiones del mundo distintas. El poder central en los EEUU hace tiempo viene sufriendo una enfermedad de este tipo. En la actualidad el mejor representante de ello es el propio presidente Barak Obama.

Por un lado este personaje tiene una «personalidad mediática» que lo muestra a través de las cadenas corporativas de medios como un «humanista progresista», convencido de que los Estados Unidos tienen un Destino Manifiesto que los obliga a intervenir en el resto del mundo para llevar a los «pueblos bárbaros» los valores civilizados de la Democracia y los Derechos Humanos. Ese hombre tiene un discurso de muy clara dicción y de imagen razonable y comprensiva y se presenta como un adalid del progreso de la Humanidad y la búsqueda de un mundo mejor. Al mejor estilo esquizofrénico, define siempre un mundo presente que no es el real, sino aquel que se ajusta a sus intenciones y propósitos.

Por otro lado está el Barak Obama que señala en una lista que le proporcionan sus Agencias de Inteligencia a quienes serán el blanco de «asesinatos selectivos», el que envía drones a atacar países que no son enemigos y que siempre dejan bajas civiles inocentes («daños colaterales» inevitables en la defensa de los intereses de los EEUU). El mismo hombre que contempla por TV desde la Casa Blanca el asesinato de Bin Laden y su familia como si fuera un «reality show» cualquiera y sale muy complacido; el que respalda automáticamente el genocidio que el Estado de Israel realiza en la Franja de Gaza; el que da la orden directa a su aviación de bombardear poblaciones civiles; o en forma más indirecta ordena a su «brazo armado» de la OTAN devastar un país o llevarnos a todos a una nueva posibilidad de guerra nuclear con la intervención en Ucrania y el cerco progresivo a la Federación Rusa.

Incompetencia

En el año 1969 el Dr. Laurence J. Peter escribió su libro «El Principio de Peter» donde, estudiando las estructuras jerárquicas del poder, mostró en forma muy clara y amena como «En una jerarquía, todo integrante asciende hasta llegar a su nivel de Incompetencia (la nata sube hasta cortarse)». Sus corolarios llegaban a conclusiones inquietantes, uno de ellos sobre todo mostraba como toda jerarquía tiende inevitablemente a estar manejada por incompetentes.

Esto parece estar pasando hoy en los gobiernos de los Estados Unidos, sobre todo en los últimos de George W. Bush y Barak Obama. Pareciera que a la primera magistratura de la gran potencia han llegado finalmente personas con un alto nivel de incompetencia, sin importar cual sea su imagen pública. Esto se trasluce en las sucesivas «metidas de pata» que los gobiernos de la Casa Blanca vienen realizando recurrentemente en los últimos tiempos.

Ejemplos sobran y en lo que respecta a guerras, los éxitos de las intervenciones armadas que EEUU realizó en todo el mundo a partir del fin de la Segunda Guerra Mundial empezaron a convertirse en fracasos a partir de la derrota en Vietnam y vienen haciéndose sistemáticos. Las «guerras nunca ganadas» de Afganistán e Irak son paradigmas al respecto. Los fiascos en las intervenciones de nuevo tipo pueden ejemplificarse con Libia, donde aún hoy el objetivo de apoderarse de su petróleo no ha podido ser cumplido (lo que queda de Libia solo produce el 20% del crudo que producía cuando Kaddafi). Sólo la balcanización y el caos ha sido el resultado de sus intervenciones, como en la propia Libia, en Ucrania o en Irak. En los dos primeros casos, cualquier análisis político previo serio mostraba que no era posible provocar rupturas institucionales en estos Estados-nación sometidos a grandes tensiones internas, sin provocar inevitablemente su balcanización. Hacer desaparecer a Kadaffi y a Yanukovich, que eran los factores estabilizadores de esas tensiones, provocó un efecto centrífugo que cualquiera con «dos dedos de frente» o un mínimo de competencia hubiera previsto fácilmente. La incompetencia también se muestra en la imposición de gobiernos «títeres» sin ningún tipo de apoyo interno, destinados al fracaso. En otras épocas los EEUU buscaban en las sociedades que intervenían a factores de poder internos que pudieran mantener «gobiernos amigos» estables, hoy no sólo no son capaces de lograrlo, sino que muestran que ni siquiera lo tienen en cuenta antes de actuar.

Violencia sin sentido y caos

Todas las acciones anteriores provocan unos resultados finales terribles. Los Estados Unidos desatan con brutalidad sobre el mundo actual una violencia sin sentido que no solo no concreta sus planes de dominación, sino que provoca un caos generalizado y deja detrás solamente una secuela de muerte y destrucción e imprevistos «efectos dominó». El «elefante en una cristalería» o el «mono con una hojilla de afeitar» parecen ser las metáforas indicadas (con el perdón de los elefantes y los monos). Las consecuencias las pagamos todos los habitantes del planeta, un planeta tan globalizado e interdependiente que los muertos en Irak o Palestina golpean de inmediato en Latinoamérica o en la Polinesia. Todo el sistema parece estar en estado caótico, con las impredecibles consecuencias que esto implica.

¿Por qué?

Lo que hay detrás de estas erráticas estrategias pareciera ser un cierto sentido de desesperación e impotencia. La caída de la influencia de los EEUU en el mundo y el surgimiento de nuevos actores en la escena geopolítica parecen inevitables. Esto llega a provocarles un comportamiento compulsivo, repitiendo monótonamente la brutalidad y la violencia en un clásico ejemplo de «huída hacia delante».

La historia nos muestra que cuando los Imperios entran en su fase de desintegración este comportamiento errático es característico. Basta estudiar los sucesos del Imperio Romano entre el 250 y el 350 D.C. (con la breve excepción del período de Adriano) para encontrarnos con esa violencia sin sentido como única respuesta a la pérdida del poder interno y externo. Este ejemplo se repite cuando estudiamos los colapsos y desintegraciones de otros Imperios.

Lamentablemente este análisis nos lleva a nuestro futuro inmediato. La desintegración de los imperios ha sido siempre seguida por oscuros períodos de terror y caos sin control, que los historiadores llaman interregnos. Estos períodos pueden llegar a ser prolongados, hasta que comienzan a aparecer nuevas estructuras de poder e instituciones que restauran los procesos sociales y políticos desaparecidos. Todo parece indicar que estamos dirigiéndonos hacia allí. Corremos el riesgo que el colapso nos arrastre a todos.

Por eso la tarea consiste hoy en prepararnos para resistir la dispersión. Consolidar las nuevas estructuras sociopolíticas de poder nacientes y promover las visiones culturales propias y los sistemas de valores alternativos que surgen del seno de nuestros pueblos emergentes, como las armas más adecuadas para enfrentar la situación.

Fuente: http://barometrointernacional.bligoo.com.ve/miguel-guaglianone-las-caras-de-una-geopolitica-brutal