En 2005, la revista National Geographic China calificó la aldea de Jiaju en la occidental provincia de Sichuan como la más bella del país. La distinción es una bendición o una maldición, según cómo se mire. Jiaju se ubica en las laderas de un valle rodeado de montañas nevadas en la región del Tíbet. Turistas […]
En 2005, la revista National Geographic China calificó la aldea de Jiaju en la occidental provincia de Sichuan como la más bella del país. La distinción es una bendición o una maldición, según cómo se mire.
Jiaju se ubica en las laderas de un valle rodeado de montañas nevadas en la región del Tíbet.
Turistas de Chengdu, capital provincial, y de otros lados invaden esta «Aldea Tibetana Modelo», como reza el folleto publicitario con motivo de la fiesta nacional de este mes. La entrada equivalente a 4,5 dólares permite a la gente pasear por el pueblo y tomar fotografías de los techos decorados con granos secos.
BENDICIÓN
La aldea no presenta señales de pobreza y muchos de sus pobladores tienen automóviles nuevos y camionetas.
Jiaju es un ejemplo de lo que ocurre en muchas regiones donde viven poblaciones minoritarias debido al aumento de la actividad turística.
El gobierno fomentó el turismo entre la creciente clase media. El sector representó nueve por ciento de los ingresos de 2009, unos 188.000 millones de dólares. Se espera que este año alcance los 215.000 millones de dólares, un crecimiento anual de 14 por ciento, según cifras oficiales.
A medida que mejoran los ingresos y la gente viaja más aumenta el interés por tener experiencias auténticas, que no les ofrecen las excursiones. Los nuevos turistas, ataviados con cámaras fotográficas y teleobjetivos, comienzan a trasladarse a lugares alejados, como las regiones de Sichuan, Yunnan y Tíbet, donde viven poblaciones autóctonas.
«Vengo todos los años a esta zona. Me encanta tomar fotografías», señaló, Wang Huigui, quien se considera un «lao lu», quien realiza viajes en solitario.
Wang trabaja en una compañía internacional y es el típico turista chino. Ya estuvo cinco veces en la región y cuatro en Tíbet. «Me interesan mucho las comunidades minoritarias, su historia, su cultura y su lengua», dijo sobre una antigua torre en la aldea de Zhong Lu, a 30 minutos de automóvil de Jiaju.
El interés de Tíbet como destino turístico se disparó en los últimos años, señaló Li Fei, gerente de la agencia de viajes estatal Shan-Shui, que recibe entre 70 y 80 solicitudes a diario y traslada a unas 2.000 personas al año.
«Aman al Tíbet», señaló Li. «Nos hacen muy buenos comentarios. Dicen que el cielo y los lagos no están contaminados», añadió.
MALDICIÓN
Pero el turismo también impactó el ambiente y cambió el tejido social de este pueblo.
En China, la simpatía por las minorías se convierte rápidamente en explotación. Cada vez hay más parques turísticos dedicados a ellas, como el de los dai, en la sudoccidental provincia de Yunnan.
Los pobladores locales no pueden hacer grandes cambios a sus tradicionales casas sobre pilotes de madera, y reciben dinero para realizar todos los días un popular ritual con agua.
El verdadero festival sólo suele durar tres días. El parque pertenece a la etnia han, mayoritaria en China, y recibe medio millón de turistas al año.
El famoso parque de las minorías de Beijing tuvo durante años un cartel con la desafortunada traducción al inglés de «Parque Racista». En la mayoría de ellos son miembros de la etnia han vestidos con atuendos de poblaciones autóctonas.
La idea es que las aldeas ofrezcan una experiencia más auténtica. Pero en lugares como Jiaju hay una atmósfera del parque de diversiones Disneyland, de Estados Unidos, y la comunidad local se esfuerza por ajustarse a los preconceptos de los han.
Jiaju, una aldea perdida en la montaña, se hizo conocida en 1998 cuando un turista de Hong Kong convenció a una familia local de convertir su casa en una pensión. En pocos años, los vecinos hicieron lo mismo e incluso construyeron hoteles.
En poco tiempo, los autobuses obstruyeron el serpenteante camino que lleva al pueblo. La tala de árboles y la construcción de viviendas destruyeron la ladera de la montaña causando peligrosos derrumbes. La basura comenzó a apilarse en zanjas aledañas a la aldea.
El turismo contribuye a fomentar el desarrollo de regiones con poblaciones autóctonas y a aumentar los ingresos de las poblaciones locales, señaló He Ming, director del Centro de Investigación de Minorías Étnicas en la Frontera Sudoccidental, de la Universidad de Yunnan.
Para los turistas han, la experiencia les permite un intercambio cultural que favorece la conciliación entre las diferentes comunidades nacionales.
Pero los gobiernos federales y locales deben tomar medidas para proteger los derechos y los intereses de las minorías y velar para que no sean explotadas, apuntó.
«Son culturas únicas y la invasión de otras comunidades las puede destruir. Además, los gobiernos locales las comercializan e incluso cambian prácticas religiosas», señaló He.
«Toda moneda tiene dos lados», señaló el operador Li. «El turismo deja ganancias en las regiones visitadas, pero también hay una asimilación cultural. Nosotros nos aseguramos de informar a los visitantes de las costumbres y tabúes antes de su partida», añadió.