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Las enseñanzas de la lucha de masas en América Latina y su perspectiva inmediata en el caso de México

Fuentes:

EL PROBLEMA QUE ENFRENTAMOS. En el último cuarto de siglo, México y toda América Latina han sido intervenidos y saqueados por el capital financiero y corporativo internacional, más que nunca. Ese fenómeno, al que se le ha llamado neoliberalismo y globalización, ha causado, aquí y en toda la región, daños profundos a la clase trabajadora […]

EL PROBLEMA QUE ENFRENTAMOS.

En el último cuarto de siglo, México y toda América Latina han sido intervenidos y saqueados por el capital financiero y corporativo internacional, más que nunca.

Ese fenómeno, al que se le ha llamado neoliberalismo y globalización, ha causado, aquí y en toda la región, daños profundos a la clase trabajadora y al pueblo, hundiendo a diversos sectores en dramáticas condiciones de vida por el desempleo, la reducción de la capacidad adquisitiva, la pérdida de prestaciones y derechos sociales, etcétera. Este es el problema que tenemos que enfrentar y resolver.

LA MOVILIZACIÓN POPULAR EN AMÉRICA LATINA Y EN MÉXICO.

Aquí y en toda América Latina diversos sectores se han movilizado para resistir al neoliberalismo y para revertirlo. Véase el caso de Bolivia, y la movilización encabezada por movimientos indígenas y político sociales, en la defensa del agua, primero, y ahora de los energéticos, que ha depuesto en pocos años a varios presidentes sin compromiso con el pueblo. Véase el caso de Ecuador y la movilización, también indígena, político social y de sectores medios de la población, que asimismo ha depuesto a varios presidentes, entre ellos al connotado proyanqui Lucio Gutiérrez. Véase el caso de Argentina, y los piqueteros, que también depusieron a De la Rúa y otros más. Véase el caso de Perú, donde fue depuesto Fujimori. Son sólo algunos de entre los casos que se pueden citar.

Pero los movimientos de masas no sólo han depuesto presidentes; lo más importante es que también han obligado a que se sometan a referéndum diversas medidas, y han ganado tales consultas. Por esa y por otras vías han detenido procesos privatizadores, y en algunos casos, hasta los empiezan ya a revertir.

En México también, y desde el principio, se movilizaron diversos grupos y organizaciones para resistir al embate neoliberal, pero casi todos fueron derrotados después de luchas abnegadas: trabajadores de empresas del Estado, que se resistieron a la privatización; de empresas privadas, que trataron de evitar retrocesos en sus condiciones de trabajo; campesinos, que se opusieron a las reformas regresivas a la legislación agraria; en fin, pocas victorias hasta hoy se pueden contar, en nuestro caso. Una, de no poca importancia, fue la de los campesinos de San Salvador Atenco, que lograron impedir que se les despojara de sus tierras para construir un aeropuerto que sería un lucrativo negocio para unos cuantos individuos, negocio éste más bien de la burguesía nacional y regional y no del capital transnacional.

LA DEFENSA VICTORIOSA DE LA INDUSTRIA ELÉCTRICA COMO PUNTO DE INFLEXIÓN.

Destaca, en México, entre las victorias de la resistencia contra el neoliberalismo, la que impidió que se aprobara la iniciativa del gobierno de Zedillo para modificar la Constitución con el fin de privatizar la industria eléctrica. Ése era un paso de gran trascendencia en el camino emprendido por De la Madrid y profundizado por Salinas, que amenazaba esta vez a una industria vital para el desarrollo independiente de México. Muchos nos pusimos en pie de lucha, entre otros, de manera muy destacada los trabajadores organizados en el Sindicato Mexicano de Electricistas, que no sólo defendían de manera legítima su fuente de trabajo y su contrato colectivo, sino también, en este caso, un patrimonio fundamental del pueblo. La resistencia colectiva logró derrotar a Zedillo y sus patrocinadores -el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, las corporaciones privadas transnacionales que explotan los energéticos en el mundo- y sus aliados locales. Zedillo terminó su mandato sin haber cumplido con esa exigencia del imperialismo y le heredó la tarea al cuarto gobierno neoliberal, el de Vicente Fox.

El gobierno de Fox, tan pronto llegó a la presidencia, retomó con toda la fuerza de la que ha sido capaz la propuesta de la privatización de la industria eléctrica en el texto de la Constitución -que es la forma de darle legalidad y consolidarla- junto con otras también negativas que dieron forma a las llamadas «reformas estructurales». El movimiento de masas que se ha ido construyendo en torno al SME y la lucha contra la privatización de la industria eléctrica, amplió sus objetivos a la lucha contra tales «reformas estructurales» en su conjunto, y contra el neoliberalismo, lo que equivale a decir, contra el imperialismo, hasta llegar a construir un programa mínimo antineoliberal y antiimperialista, en el segundo Diálogo Nacional, que recibió por nombre el de Programa Mínimo no Negociable.

El final de este gobierno ya se avizora, sin que haya alcanzado el propósito que le heredó Zedillo y que asumió con entusiasmo. Éste movimiento ha sido, de entre muchos, el primero que logró una victoria de ese tamaño frente a los neoliberales, en el caso de México, y marcó, por ello, el punto de inflexión.

EXPERIENCIAS DEL FRENTE ELECTORAL EN LA LUCHA CONTRA EL NEOLIBERALISMO EN AMÉRICA LATINA.

El frente electoral también ha sido utilizado por los pueblos en su lucha contra el neoliberalismo y el imperialismo, con resultados diversos y, como regla general, menos contundentes.

Véase el caso de Brasil, que concitó muchas esperanzas y hoy cuenta más desilusiones, incluso notables desprendimientos, sobre todo de los movimientos de masa populares como el Movimiento de los Sin Tierra; el caso es que Lula no cumple las promesas que hizo ni las expectativas que generó en el ámbito de las reivindicaciones sociales. Y que mal podría cumplirlas, dado que mantiene la ortodoxia económica diseñada por el FMI y el Banco Mundial. No es que se trate de un gobierno de derecha, pero el hecho es que tampoco puede solucionar los problemas de fondo. Véase el caso de Argentina, muy parecido al de Brasil en las cosas de esencia, aunque con particularidades diferentes. El caso más reciente y también muy esperanzador, de Uruguay, con el Frente Amplio, del que todavía no hay elementos de juicio suficientes sobre sus resultados en materia de cambios económicos y sociales que se traduzcan en romper la dependencia del imperialismo.

Pero otros casos han arrojado experiencias peores: Lucio Gutiérrez, en Ecuador, usó un discurso de campaña antineoliberal y antiimperialista firme, para luego, ya en la recta final, proclamarse el mejor amigo de Estados Unidos y del capital transnacional, y en efecto, lo fue, hasta que el pueblo lo echó. En esa línea de desilusión, ya no parcial, sino total, entran muchos casos: Alfonsín y Menem, en Argentina; Lagos, en Chile; Fujimori, en Perú…, la lista es muy larga.

De hecho, hay un solo caso que sale un tanto de ese esquema, que es el de Hugo Chávez, en Venezuela, que ha asumido una posición de firmeza antineoliberal y antiimperialista.

LA MOVILIZACIÓN DE MASAS Y EL FRENTE ELECTORAL: CUÁNDO COMBINAN Y CUÁNDO SE CONTRAPONEN.

La movilización de las masas se ha mostrado eficaz, y el frente electoral no tanto, ésta es una conclusión irrebatible.

Pero lo anterior no necesariamente significa que la lucha electoral se tenga que desechar. Significa, eso sí, que no es un método a privilegiar, si de lo que se trata es de frenar al neoliberalismo y revertirlo. Lo que sí se ha de privilegiar, en tal caso, es la movilización de masas. Y ésta aumenta su eficacia en la medida en que se incrementa: a) la capacidad de sumar al mayor número de fuerzas posible en torno a un objetivo concreto: el de la lucha contra el neoliberalismo y el imperialismo; b) la capacidad de desplegar una intensa batalla de ideas, y c) la capacidad de movilización combativa de las masas.

Ahora bien, ¿se pueden combinar la movilización de las masas y el frente electoral?, o acaso, ¿se trata de fenómenos contrapuestos? En mi opinión, se pueden y se deben combinar, siempre y cuando sea bajo ciertas premisas que, si no se cuidan, pueden resultar en fenómenos contrapuestos.

Si se participa en el frente electoral, es necesario preservar los tres aspectos medulares del frente de masas victorioso, ya mencionados. En primer lugar, la capacidad de sumar al mayor número de fuerzas posible en torno a un objetivo concreto: el de la lucha contra el neoliberalismo y el imperialismo. Y aquí hay que poner atención: no se trata de sumar muchas fuerzas para ganar la presidencia o la mayoría en el Congreso, volviendo laxo el programa y deslavados los objetivos; eso significaría abandonar la lucha de fondo, traicionarla, para entrar a la lucha por posiciones, actitud en la que incurrieron, por ejemplo, quienes hace seis años promovieron el «voto útil» y ayudaron a la llegada del cuarto gobierno neoliberal, el de Fox. De lo que se trata, sea en el frente electoral o no, es de sumar al mayor número de fuerzas que estén en la lucha contra el neoliberalismo y el imperialismo, no de manera vergonzante, sino clara y definida. Hay quienes argumentan que ciertos aliados, y sobre todo ciertos candidatos, pueden estar en esa lucha pero no pueden decirlo, por ahora, por razones tácticas, para evitar el riesgo de que el capital financiero y corporativo transnacional los bloquee. No es un argumento válido, por una razón: tarde o temprano tendrían que enfrentar a esas fuerzas y, si, hipotéticamente, lo piensan hacer hasta que hayan llegado a las posiciones de gobierno, lo cierto es que la experiencia demuestra que esas fuerzas tienen más poder de presión, de chantaje y de bloqueo contra gobiernos que contra candidaturas. La única manera de hacerles frente, ya en el gobierno, con posibilidades de éxito, es fijando un claro compromiso con un fuerte movimiento de masas combativo, que sea la fuerza en la que se descanse la victoria electoral, primero, y la defensa del gobierno, después. El compromiso entre candidato y movimiento de masas tiene que ser construido sobre la base de un programa explícito y no vergonzante.

Lo anterior también es necesario para el frente de masas porque si se va al frente electoral con un candidato ambiguo o vergonzante en cuanto a la lucha contra el neoliberalismo y el imperialismo, difícilmente se podrá desplegar una intensa batalla de ideas que alimente la movilización popular, que la nutra y eduque políticamente a las masas populares. Una candidatura fuerte en las encuestas, que no se ocupe de las cuestiones de fondo y las sustituya por otras de carácter menor; una que se construya sobre la idea de la confianza en el líder, y no en los puntos programáticos, en los hechos tiende a destruir al movimiento popular, a desmovilizarlo y a impedir que las masas eleven su conciencia, tanto sobre la necesidad y la importancia de su propia organización para que el pueblo asuma su función de constructor directo de su destino, como en lo que hace al conocimiento de las causas de fondo de los problemas que afectan al pueblo y las medidas adecuadas para resolverlos.

Una alianza que se construya con el argumento de la mayor amplitud y sacrifique las cuestiones de fondo, tiende, por lo menos, a restarle combatividad a la movilización popular y a mediatizar, por tanto, a la clase trabajadora y al pueblo.

QUÉ DEBE HACER EL FRENTE DE MASAS EN MÉXICO, EN ESTA COYUNTURA ELECTORAL.

Ante todo, debe cuidar de que la coyuntura electoral no desmovilice a la clase trabajadora y al pueblo ni lo distraiga de su lucha fundamental contra las cuestiones de fondo: las privatizaciones, las «reformas estructurales», el neoliberalismo y el imperialismo, que son en el fondo la misma cosa. Para ello, debe cuidar de que la clase trabajadora y el pueblo no se ilusionen con una posible salida de sus problemas, de carácter falso, y tendrá ese carácter falso toda salida que no descanse en las tres bases ya señaladas, que deben mantenerse en ascenso: a) la capacidad de sumar al mayor número de fuerzas posible en torno a un objetivo concreto: el de la lucha contra el neoliberalismo y el imperialismo; b) la capacidad de desplegar una intensa batalla de ideas, y c) la capacidad de movilización combativa de las masas.

LAS ALTERNATIVAS A CONSIDERAR.

En ese camino, conviene explorar las alternativas, en las circunstancias de tiempo, forma y de correlación de fuerzas en las que estamos: Una muy plausible sería la de entrar a la batalla electoral con el programa que el propio movimiento de masas ha construido, con un candidato sin registro, que sea unitario, aglutinante, con autoridad política y moral. Los fines serían: evitar la desmovilización; fortalecer la batalla de las ideas, defender y difundir el programa mínimo no negociable; elevar la conciencia de diversos sectores del pueblo; dar contenido y elevado nivel a la campaña electoral.

Otra forma plausible y con los mismo fines, sería la de no participar en la contienda electoral con un candidato, pero, al calor de la campaña, difundir nuestro programa mínimo no negociable con la mayor intensidad posible, y declarar públicamente que sólo merecerá el voto del pueblo quien lo haga suyo y se comprometa a llevarlo adelante, por lo menos en sus aspectos esenciales.

Una tercera, sería el llamamiento al voto de rechazo a un proceso electoral que no ofrece alternativas reales frente a los graves problemas que enfrentan la clase trabajadora y el pueblo, acompañado de la difusión del programa mínimo no negociable. Ésta alternativa bien puede combinar con la anterior.

Y una cuarta posibilidad, sería la de entrar en alianza con el candidato que ya ha concitado esperanzas en amplios sectores de la población. Ésta puede tener dos variantes: puede ser sin que medien condiciones de tipo programático, sobre la base de la confianza en el líder, pero eso es muy peligroso para el provenir del movimiento de masas, como ya se dijo. O puede ser, en una segunda variable, con la condición de que el candidato haga suyo el programa mínimo no negociable; es decir, que se comprometa en la lucha contra el neoliberalismo y el imperialismo. Ésta sería una solución óptima, pero por hoy no parece haber las condiciones para lograrla, dado que el candidato no querrá tomar compromisos que le aten las manos. Pero sí podría haberlas en otro momento, ya avanzada la campaña electoral, si se diera el caso de que la correlación de fuerzas se mostrara en equilibrio y la victoria electoral de dicho candidato pudiera depender en buena medida de ganar como aliado al movimiento de masas, aun corriendo el riesgo de tomar distancia frente al capital financiero y corporativo transnacional. Para ello, el movimiento de masas tendría que esperar el momento oportuno para negociar, y, más todavía, tendría que construir las condiciones. Y para ambas cosas, lo que menos debe hacer es adelantar una intención de apoyo incondicional al candidato.

Por último, en nuestra realidad concreta, lo más probable es que se de una combinación de varias de las formas señaladas. Es presumible que una parte del frente de masas se incline por la alianza con el líder político que las encuestas ya han definido, sin demandar condiciones programáticas. Se trata de una alternativa que puede asegurar posiciones en el congreso, diputados y senadores, lo cual no es malo si éstos llegan a servir quizá para la lucha en el porvenir. Ésta puede ser la decisión más probable que tomen algunas de las organizaciones mayores en este frente de masas, si se considera la perspectiva desde la cual las organizaciones de este tipo ven las cosas. Y es igualmente probable que otra parte del frente de masas opte por un candidato sin registro en los términos que se dijeron, o incluso por el llamado al voto de rechazo al proceso electoral, por inconsistente.

EL ERROR QUE NO SE PUEDE PERMITIR EL MOVIMIENTO DE MASAS.

Por último, hay que declarar que lo que no debe hacer el movimiento popular, el único error que no se puede permitir, es el de romper la unidad que ahora tiene, en torno a aquello que nos ha unificado: la lucha contra las privatizaciones, las reformas estructurales, el neoliberalismo y el imperialismo. Si además de eso que ya tenemos, también podemos asumir todos una posición única en el frente electoral, ¡qué bueno! Pero si no podemos, nada se perdería si cada cual actúa en este aspecto con libertad, puesto que no es para lo electoral que nos unimos ya desde hace varios años, ni ha de ser ese asunto el que determine nuestra lucha fundamental en el futuro. En esto, como en todas las cosas que se discuten en un frente amplio, la solución correcta es: unidad en lo que coincidimos, y libertad para que cada cual asuma su propia posición en lo que no coincidimos, con pleno respeto por parte de todos y sin que por ello se ponga en riesgo la unidad.