De todos los rincones del planeta llegaron las gentes de la tierra a esta ciudad africana [Maputo, Mozambique], para la quinta Conferencia Internacional de La Vía Campesina. Son más de 600, entre delegadas y delegados de más de 130 organizaciones en los cinco continentes, y un centenar de personas de apoyo, necesarios para la delicada […]
De todos los rincones del planeta llegaron las gentes de la tierra a esta ciudad africana [Maputo, Mozambique], para la quinta Conferencia Internacional de La Vía Campesina. Son más de 600, entre delegadas y delegados de más de 130 organizaciones en los cinco continentes, y un centenar de personas de apoyo, necesarios para la delicada y al mismo tiempo sólida arquitectura de esta red campesina global. Desde su fundación en Mons, Bélgica, donde se reunieron campesinos rebeldes europeos que se niegan a aceptar la extinción a la que los quiere condenar el «desarrollo», con los que desde América Latina y Filipinas resistían la cara más brutal de la explotación causada por el mismo modelo de agricultura industrial, han pasado 15 años. La Vía Campesina ha florecido y se ha expandido por todo el mundo desde sus raíces, convirtiéndose en el movimiento campesino mundial de referencia. Es la hora de África: desde la última conferencia han pasado de tres a 12 organizaciones en el continente, al tiempo que las trasnacionales de los agronegocios afilan los colmillos para devastar la agricultura campesina con iniciativas como la Alianza para Revolución Verde en África.
Lo que hace fuerte a la Vía Campesina, dice Jerónimo Aguado, de Plataforma Rural, España, es que cultivan «lo que nos une y la diversidad». Con un mundo de lenguas, culturas y religiones, consiguen reunirse y acordar una plataforma de lucha fuerte y clara. Aunque su situación en todas partes es grave y urgente, tercos y sabios como buenos campesinos, saben que lo que se cultiva tiene su tiempo y lo respetan.
Resistiendo y creando, la Vía Campesina ha enfrentado con éxito e impacto global a monstruos como la Organización Mundial de Comercio, aportando al mismo tiempo conceptos germinales como soberanía alimentaria. A diferencia del asistencialismo funcional a las empresas de la «seguridad alimentaria», que insiste en que se necesita producir industrialmente para enfrentar el hambre, Vía Campesina demuestra que la solución a las crisis alimentaria y climática es la producción de alimentos a nivel local, y que las semillas, el agua, la tierra y los territorios estén en manos de quienes los viven y trabajan. Mucho más que una propuesta coyuntural, es una forma de vida, que rescata el verdadero sentido de las agro-culturas. Por eso, esta conferencia reafirma y profundiza también la alianza con organizaciones de pescadores artesanales, pastores nómadas, pueblos indios, así como con ambientalistas, movimientos de mujeres y otros.
Como las anteriores, esta Conferencia Internacional amplía sus fronteras en cantidad y calidad. Muestra de ello es el lanzamiento de una nueva campaña contra todas las formas de violencia contra las mujeres, en una profunda crítica al sistema patriarcal. En esta organización global multicultural, es un sacudón que junto al cuestionamiento a las estructuras y valores del sistema dominante, toca también la vida cotidiana de sus integrantes y organizaciones. Conmueve el compromiso que se siente que viene desde los corazones de las mujeres y hombres que conforman este movimiento.
Otro hito significativo es la definición de las empresas trasnacionales como el enemigo principal de los campesinos y de la humanidad. Son el motor y principales beneficiarios del sistema de opresión de las mayorías, las responsables de las crisis alimentarias y climáticas y paradójicamente, las que más han lucrado con ellas. No se trata sólo de las empresas de los agronegocios y alimentación -cada vez menos y más grandes- que en oligopolio controlan desde las semillas a los supermercados. También es la invasión de tierras y territorios de campesinos, indígenas, pescadores y pastores por parte de empresas de extensos monocultivos de árboles y agrocombustibles, de mineras y otras, de megaproyectos de represas y carreteras para facilitar el saqueo. Contra todas, Vía Campesina declara la guerra, que saben que no será corta. Seguirán luchando contra cultivos y árboles transgénicos, contra la tecnología Terminator y están alertas frente a otras nuevas tecnologías de gran impacto social y ambiental, como la nanotecnología y la construcción de vida artificial o biología sintética.
Junto a varias resoluciones de solidaridad con luchas locales, de apoyo a líderes y movimientos criminalizados por defender semillas, agua, bosques y territorio -bases del sustento de toda la humanidad- una es especialmente simbólica. Declaran su compromiso a luchar contra los muros de la infamia, creados para defender a los intereses de empresas y poderosos: el muro contra el pueblo de Palestina, los muros de Melilla y Ceuta y el muro de la frontera México-Estados Unidos. Como las flores que se abren paso entre el cemento, Vía Campesina sigue abriendo brechas, globalizando la lucha, globalizando la esperanza.
Silvia Ribeiro. Investigadora del Grupo ETC