Una columna de hombres y mujeres serpentea por la avenida Rubén Darío en la zona central de San Salvador, El Salvador. En zigzag el tumulto blanco y rojo, predominante, hace suyo el espacio de algunas cuadras adentro con dirección al parque Bolívar desde el parque Cuscatlán, lugar de origen del cuerpo vertebrado compuesto por simpatizantes […]
Una columna de hombres y mujeres serpentea por la avenida Rubén Darío en la zona central de San Salvador, El Salvador.
En zigzag el tumulto blanco y rojo, predominante, hace suyo el espacio de algunas cuadras adentro con dirección al parque Bolívar desde el parque Cuscatlán, lugar de origen del cuerpo vertebrado compuesto por simpatizantes farabundistas e integrantes de la sociedad civil de este país centroamericano que se dieron cita para mostrar el apoyo y la solidaridad al pueblo de Venezuela que prepara otra batalla política por la reelección del presidente Hugo Chávez Frías el próximo 3 de diciembre.
Personas de todas las edades avanzan tomados de las manos y algunos empuñando banderas venezolanas tricolores azul, amarillo y rojo, el arco de estrellas y el escudo bolivariano impresos en el centro, en un esfuerzo colectivo de varias tendencias políticas y adscripción diversa de estratos sociales, pero con el fin de movilizarse unidos y formar parte del ideario de integración latinoamericana que cada vez resuena desde la pampa argentina hasta el río bravo mexicano.
Como en otros países del continente, el epicentro de la manifestación se da en el pulgarcito de América, el aleph de luces y sombras de los años 80 cuando se luchó por la libertad y la justicia en los cantones y ciudades acuarteladas por la dictadura de Napoleón Duarte.
Ahora, nuevas generaciones salen y toman las calles para ejercer el derecho a la libre manifestación y además unir sus esfuerzos de lucha a otros que, como en Venezuela, se vienen ensayando y prometen profundizarse en la ruta hacia lo que el Comandante Chávez llama el Socialismo del Siglo XXI.
«Se queda, se queda, mi Comandante se queda… Se queda, se queda, mi Comandante se queda…», corean jóvenes en la descubierta que encabeza a la cadena humana, al tiempo que ondean banderas de diverso color con las imágenes de Hugo Chávez, Fidel Castro y del legendario Ernesto Che Guevara.
Mientras tanto, dirigentes políticos organizan la actividad y desarrollan un operativo sencillo para evitar confrontaciones con los automovilistas. Otros saludan a los caminantes y unos más platican con la población expectante y atenta a lo que la masa, en acción, dice por medio de volantes, afiches, mantas y voces sumadas en consignas novedosas y relanzadas como aquella sandinista que cantaba: «Alerta, alerta, alerta que camina la lucha sandinista por América Latina…», hoy transformada en «Alerta, alerta, alerta que camina la espada de Bolívar por América Latina…», que de todos modos une tiempos y espacios históricos de la Patria Grande.
Alrededor de las plazas que componen el agitado centro histórico, donde miles de personas a diario luchan para ganarse la vida, entre vendedores ambulantes, pequeños comerciantes y trabajadores locales, la marcha se detiene por unos instantes. Se trata de definir el momento de la entrada a la Plaza Bolívar que adquirió el nombre al edificarse el monumento del prócer caraqueño, la ciudad de los techos rojos. En este lugar, la gente se une a la marcha que transforma la figura de serpiente en un ave que extiende sus alas para acoger a los cientos de espíritus revolucionarios inspirados, también por Bolívar, de igual forma que lo estuvo el inmortal Comandante Simón.
«Damos la bienvenida a los compañeros que entran a esta plaza», resuenan las palabras en las esquinas del amplio cuadrilátero cubierto de boscosos árboles, caminos en cruz para los paseantes y banquillos para los cansados pies tras las jornadas de las actividades cotidianas.
En la esquina que rebota en la calle Darío se levanta el caballo que monta Simón Bolívar, al tiempo que el ave emprende el vuelo. Erguida, la estatua pincha el cielo y hace relumbrar la espada que, en la zurda, descansa tras cumplida las batallas de Boyacá, Caracho, Carabobo, Sucre y otras rutas del campo que el ejército libertador surcó en su gesta heroica por independizar Venezuela a comienzos del siglo XIX.
La efigie, de metal y pintada de negro, abre el viento que sopla en esta tarde y hace sombra a los rostros de las ancianas, los niños y los jóvenes que en su mayoría se citaron en las coordenadas descritas, sur, norte, este y oeste de San Salvador para recobrar los ímpetus, los avances y los anhelos de un pueblo que ha sudado lo suficiente para nacer otro mañana siempre deseado.
Como en todo día de fiesta, un grupo de danzantes toma el escenario. Se trata de bailes folclóricos que hacen renacer el arte y la cultura popular salvadoreña y venezolana. No hay mayor interés que el de ver a los adolescentes contentos con sus trajes típicos, sus sombreros de paja, cinturones, escapularios y sus corvos afilados. Representaciones danzantes como El Garrobo, Son de novios, Las botellas en la cabeza, Adentro Cojutepeque, son recordadas con la naturaleza en movimiento de los grupos artísticos del Bajo Lempa, en la zona de la costa pacífica del país centroamericano.
La convocatoria a esta actividad corrió a manos de los grupos de solidaridad a la revolución bolivariana, estudiantes de la Universidad Nacional, simpatizantes y miembros del FMLN con el apoyo de la Embajada de Venezuela en El Salvador que funciona como un racimo de flores bolivarianas que se abren para esparcir el polen y la miel de los proyectos sociales como las Misiones Milagro y Robinson I y II, que se manifiesta hasta en el traslado de más de setecientos salvadoreños operados por malestares en los ojos y la educación de jóvenes que están y que irán a las universidades del país sudamericano para estudiar medicina, agroecología, deporte y administración, entre otras.
Un gesto de estos impacta en positivo la moral de los activistas y luchadores sociales de El Salvador, pero sobre todo en las comunidades que se mantienen en resistencia y luchan en la búsqueda que mejores condiciones de vida. Y luego de recibir la solidaridad entienden la necesidad de profundizar la lucha y la integración entre los pueblos.
Tras la presentación de los bailes y los actos culturales, representantes de las comunidades hablan frente al micrófono sobre un sencillo templete adecuado para los discursos de la tarde.
Un activista y promotor bolivariano de las actividades señala: «Esta actividad es una campaña de solidaridad por la reelección del presidente de Venezuela, Hugo Rafael Chávez Frías, esta actividad se está desarrollando a nivel latinoamericano y mundial y estas actividades no sólo se están dando en El Salvador… porque hay una conciencia de que el pueblo venezolano cada día está mejor, cada día está mejorando gracias al liderazgo del presidente Hugo Chávez por eso este pueblo salvadoreño le enviamos un mensaje al pueblo de Venezuela y le decimos que estamos con ustedes: contra el Imperialismo estamos con Chávez.»
Luego en el curso de los siguientes minutos se suceden las palabras de diversos dirigentes políticos históricos del país que rememoran los pasajes de la historia, no sólo de aquí, sino de Centroamérica hermanada por los sujetos políticos de cambio revolucionario en Guatemala, Honduras, Nicaragua y Costa Rica. Las batallas de la libertad de los patojos de la URNG, los hijos de Carlos Fonseca Amador y los sandinos de esta época.
Entre las imágenes descritas están las batallas de los pueblos de Chalatenango, en el cerro de Guazapa libertaria, Ixcán en Guatemala y Monimbó en Nicaragua.
El Alcalde del populoso Municipio de Soyapango, Carlos Ruiz, no dejó pasar la oportunidad para destacar el liderazgo latinoamericano del Comandante Hugo Chávez y agradeció la solidaridad bolivariana expresada en la reconstrucción de Comasagua durante los terremotos de 2001, el convenio energético ALBA Petróleos de El Salvador y la Misión Milagro en nombre del pueblo salvadoreño.
La tarde llegó a su inflexión. La gente poco a poco se retira y ya quedan los últimos grupos musicales que van extendiendo el eco de la memoria pasada echa ahora raíces para brotar el árbol de hoja latinoamericanista. Ramas crecerán y envolverán la cintura de la estatua de Bolívar que, inexplicablemente, se mueve.